En esta entrada queremos mostrar una brevísima selección de algunas de las muchas poetas venezolanas, celebrando hoy 08 de marzo el día internacional de la mujer
El último viaje
azuza el misterio
volviéndolo todo inusual
otra apariencia
todo olvido
¿Cómo es ese lugar
al que se parte o al que se llega?
qué color tiene su tierra
qué árbol levanta en la orilla
qué flor aromatiza su noche
con qué manos se le acaricia
La tristeza se arropa
con la voz que hermana
el lado cáustico y apenado
canción de infancia
que te vela los ojos
el lugar desde donde viste
con hojilla de oro
al alma
Edda Armas
Somos los amantes que se deshacen
No tenemos nombre en las esquelas
del futuro
Nos iremos rápido
con las primeras horas del amanecer
No se levantará una lágrima
No habrá fe perdida
sólo comienzo
sólo comienzo
Seremos escudos que navegan
en aguas azules
siempre vencedores
¿Quién dice que faltaremos?
Como aves migratorias
volaremos
hasta que un límite diminuto
nos desvanezca.
Cecilia Ortiz
Poesía
Quien vive la poesía.
vive la tensión.
El cielo, la tierra. los hombres les resultan extraños.
Calla: aquí vive un Ángel... !un pájaro!
La serenidad y la tormenta conciernen al poeta.
El cielo naranja sobre una colina azul
La sagrada voz del Requiem de Brahms
El plenilunio. La melancolía.
Al poeta le gusta el abrazo
el roce, los besos llenos de licor
y la caricia, la última caricia
la caricia final
susurrada
infinita...
El cielo, la tierra. los hombres les resultan extraños.
Calla: aquí vive un Ángel... !un pájaro!
La serenidad y la tormenta conciernen al poeta.
El cielo naranja sobre una colina azul
La sagrada voz del Requiem de Brahms
El plenilunio. La melancolía.
Al poeta le gusta el abrazo
el roce, los besos llenos de licor
y la caricia, la última caricia
la caricia final
susurrada
infinita...
Hanni Ossott
eficaces
inembargables
derrotadas antes de nacer
por la muerte
siempre guardadas
como semillas que arrastra el viento
entregadas al sacrificio de la vida
sin un futuro ni un presente
sin vástagos que las resguarden
aprendidas en soledad
ellas mismas amamantándose
haciendo de cada día una victoria estéril
mujeres que hablan desde muy lejos
ahogadas en su torpeza y en la bruma del deseo
mujeres solas que arruinaron sus manos
en el oficio duro que le entregaron las prendas blancas
y perdieron sus días entre toses y dolores de pecho
conociendo todo de la pobreza
administrando los silencios y el alimento diario
entrando en las jornadas
con un dolor irremediable
estirpe sin grandes ambiciones
dulces mujeres que amaron sin respuesta
y fueron una tras otra
mano con mano
fundando la cadena del desamparo
María Antonieta Flores
No eliges
el abismo, el caos, la nada
en agua que corre lenta
para que no te asombre
la carencia de materia a tu alrededor
junto a la luz del alma llamando
el aleteo pasajero de la tierra que vives.
Elizabeth
Shön
Ciudad
Observa la ciudad
la osadía de los techos
construidos al azar
prestos a deslizarse
en el barro
y la muerte
Sin ningún temor
alzan los niños sus papagayos
sin vacilaciones
suben y bajan
miles
de escaleras
Desde arriba
la ciudad nos contempla
desde arriba
se decide la suerte
María Clara Salas
ellos se golpean en la jaula
¿aprenderán la atención
de estos cuerpos que somos?
pequeños aletean perseguidos
por lo que vivieron una vez
he pensado en soltarlos
me detiene el que en la urbe
en libre albedrío mueran
Belkys Arredondo Olivo

en la ilusión de una semilla en el asfalto,
germinar en la milagrosa hazaña del inválido
que cruzó por puro afán un río,
ya no sé cuál fruto sabe más al fruto,
si ése que probaste porque lo sembraste tú
o aquel otro espléndido que alguien te obsequió,
no sé lo perdurable, no sabré,
dejar es claudicar,
dejarse un tanto en la orilla,
cancelar facturas que nadie cobró,
pisar un suelo falso,
palparse las campánulas del yo más llano,
quizá sea ganarse un tanto,
hacerse una ventaja corta,
dejar tal vez sea partir
después de todo,
huir o ser,
no sé
Eleonora Requena

no ya en la duda
ni en la variación del miedo
no en la lágrima
ni en el temblor
de los hombros hundidos
su tibieza ha alcanzado el pudor
el hermoso rostro
de quienes claudican
para luego reconfortarse en el olvido
nunca fue en vano la espera
el regreso a casa arderá en la frente
pero será leve
Jacqueline Goldberg
Antes
del día
Les cubro los ojos
con pan mojado
Les abro la boca
para que recen
Por mí
Les cubro los ojos
con pan mojado
Les abro la boca
para que recen
Por mí
Patricia Guzmán
Urbano
No, no puedo escribir un poema sobre callejones largos,
anchos o estrechos.
Mi ciudad no es una ciudad de cemento que se agrieta
ni de tonos grisáceos para la mejor llegada del ocio.
Yo no tengo nada de esto.
Voy a las horas pico pegada a un volante
que se pega a su vez a un mal sonido de cante jondo,
voy siempre por las mismas avenidas y con el mismo calor.
Debo pedir perdón,
perdón a quienes convidan a pasear por postales
y no sé qué otra sensibilidad citadina.
Perdón porque no voy con mi escaso pasado rural a cuestas
ni juego a silbar sobre un trencito desvencijado e inexistente
que pasa cada día frente al mural de los locos
donde suponemos que yo aguardo para ir al cine.
Perdón por no estar tras ese mural y por no ir al cine.
Perdón porque el cemento es gris
y yo sólo tengo horas pico
y arena y alguna persistencia engañosa en hacer pie.
Perdón a todos los seres que como yo pululan
sobre los mediodías de junio,
a los oficinistas que no puedo retratar
con sus almuerzos comprados o sus termos
y el cepillo de dientes dentro de la cartera.
Perdón cien veces por anticipado
a los hombres que he dejado cuando más me amaban
o a los que me amaron cuando comenzaba a dejarlos
o a los que dejaré de lado sin amar.
Perdón al mendigo que me saludó sin pedirme limosna
y yo no pude dársela aunque la tenía en la mano
y me justifiqué diciendo que los mendigos bendicen pero no saludan
durante todo lo rojo que un semáforo dura
perdiendo el tiempo con los otros carros,
perdiendo el tiempo.
Perdón a la cara del loco que camina
pegado siempre al último recodo de la autopista
y a la sociedad protectora de animales que vendrá a recogerlos
si se entera y a todo lo que no se da por enterado, perdón.
Esta ciudad no tiene alma y es mía.
Esta ciudad no tiene alma.
Esta ciudad.
Gabriela Kizer
Orden
Hay
que hacer orden en la casa
lavar
la losa vestir la cama
hay
que hacer orden en la casa
plantar
las flores de calabaza
borrar
el rastro de la melaza
buscar
la música de las cosas
haciendo
orden haciendo casa
con
las palabras para formarlas
poner
el orden
formar
la casa
con
un ejército de palabras
que
nadie sepa que nadie vea
que
las glorietas se están cayendo
hay
que hacer orden en la casa
para
que el ave de la tristeza
se
vaya al parque o a la avenida
para
poner el orden dentro de casa
y
que no crezca la angustia ciega
que
crece en ella cuando es de día
bañar
de azúcar y sangre impía
todo
resquicio de las esquinas
que
Dios la ampare y la favorezca
de
la traidora melancolía
del
mal de ojo y la villanía
que
hay que hacer orden
quitar
la trasa barrer el polvo
todos
los días
limpiar
la casa poner el orden
que
si nos vence nos vencería
la
muerte eterna la pena en vida
matar
el orden cegar la herida
Sonia Chocron
Arrodillada
creyéndome
álamo desnudo
y con
el peso del cielo.
Un
charco de junio
busca
mi rostro.
Se
burla igual que los muertos
de mis
manos.
Una
soledad larga y cercana
como
una luz de mayo
es mi
adiós.
Estoy
sola con mis voces,
con los
gestos que viven de lo añorado.
En este
barro que me hace feliz.
Carmen Verde Arocha
Conversación en un baño

se acuesta en la cama
a esperar a su marido
que llega siempre tarde
da las buenas noches
bosteza
Ella se va al baño
aplaca la furia
con su mano maestra
recostada en la toalla
cuando él entra y pregunta:
“¿Qué haces aquí?”
“Nada”, responde.
Yolanda Pantin
Nadie
escoge su olvido.
¿Para qué si la ausencia
recuerda lo que fue y el raudo nido
prosigue sin cesar en la apetencia?
¡Vuelve!, grita el amor, y lo que ha sido
es en su grito nueva transparencia.
Inmenso ser inmerso en el pedido
devuelta está tu voz, tu confidencia,
tu secreto, tu piel, tu repetido
fiel hontanar que nunca es la carencia
sino el cambio de sitio, el transferido
sitial a otro dulzor, a otra potencia.
No, devolverte no. Lo mantenido
queda aunque escape su vivaz secuencia.
Vives aquí y allá, tan trascendido…
Amor, no estás y bulle tu presencia.
Nada dice: prohibido.
¡Entrad!, dicen las puertas de la ausencia.
¿Para qué si la ausencia
recuerda lo que fue y el raudo nido
prosigue sin cesar en la apetencia?
¡Vuelve!, grita el amor, y lo que ha sido
es en su grito nueva transparencia.
Inmenso ser inmerso en el pedido
devuelta está tu voz, tu confidencia,
tu secreto, tu piel, tu repetido
fiel hontanar que nunca es la carencia
sino el cambio de sitio, el transferido
sitial a otro dulzor, a otra potencia.
No, devolverte no. Lo mantenido
queda aunque escape su vivaz secuencia.
Vives aquí y allá, tan trascendido…
Amor, no estás y bulle tu presencia.
Nada dice: prohibido.
¡Entrad!, dicen las puertas de la ausencia.
Ida Gramcko
Los paredones de primavera
No enseñaré a mi hijo a trabajar la tierra
ni a oler la espiga
ni a cantar himnos.
Sabrá que no hay arroyos cristalinos
ni agua clara que beber.
Su mundo será de aguaceros infernales
y planicies oscuras.
De gritos y gemidos.
de sequedad en los ojos y la garganta.
de martirizados cuerpos que ya no podrán verlo ni
oírlo.
Sabrá que no es bueno oír las voces de quienes
exaltan el color del cielo.
Lo llevaré a Hiroshima. A Seveso. A Dachau.
Su piel caerá pedazo a pedazo frente al horror
y escuchará con pena el pájaro que canta,
la risa de los soldados
los escuadrones de la muerte
los paredones en primavera.
Tendrá la memoria que no tuvimos
y creerá en la violencia
de los que no creen en nada.
Miyó Vestrini
Diría
que hace mucho
la frágil certeza
de un sueño.
Diría
que un día
me prometieron un
jardín de rosas
pero ni siquiera logré atravesar
este puente sobre las aguas
turbulentas.
Diría que mi vida
fue la de un trapecista
que ha perdido su cuerda
floja.
No diría
decir "aquellos tiempos"
algo tan obvio para uno
¿qué más da?
si todos los poetas
nos fundamos sobre un
primer lugar común.
Martha Kornblith