miércoles, 11 de noviembre de 2020

Sara Uribe / (2 poemas)

 




Y regresaremos con usted en un momento

Para Xitlalitl Rodríguez Mendoza

 

Es el teléfono lo que suena a todas horas. Son voces automatizadas

las que te ordenan que marques un número para luego tener que marcar otro número

para luego escuchar la música de espera, para luego marcar otro número, para luego

marcar otro número y que la grabación siga llevándote hacia una suerte de trance

como cuando estás sentado frente a tu terapeuta. Haga una inhalación

profunda por la nariz. Muy bien, sostenga el aire en sus pulmones.

Ahora exhale, deje salir el aire por la boca. Sea consciente de cómo con cada respiración

usted se va sintiendo más sereno y descansado. Usted puede sentir cómo su cuerpo

se va volviendo cada vez más pesado. Usted puede sentir cómo

su cuerpo cae, cada vez más y más pesado: abandonado. Entonces, cuando finalmente

después del laberinto de opciones numéricas y musiquitas para hacerte

compañía y que no sientas cómo es que el tiempo pasa, sólo entonces

una voz, que definitivamente no es humana, te dice: gracias por esperar,

te atiende __________ (ruido blanco), ¿cómo estás el día de hoy?

y tú quieres decirle que estás hasta la madre de tantas y tantas cosas

que cómo puede hacerte esa pregunta justo hoy

justo en este país

pero en lugar de eso

 

abres un libro de Charles Simic

y comienzas

a leerle en voz alta:

 


Use el cojín del asiento.

 

 

Recorrer una ciudad para amarla.

Tal vez de eso podría tratarse todo.

Lo digo porque tu cuerpo es una ciudad.

Lo digo porque tu yo no físico es también una ciudad.

Lo digo porque los sueños a veces son ciudades

y uno sale del sueño como quien sale de una conversación

o de un cuerpo

y no puede volver a casa

porque la casa es entonces el sueño

y la ciudad un cuerpo.

Lo digo porque a veces tus palabras

andenes / plazas / puentes

hoteles donde pasamos la noche y despertamos

en otras ciudades

en otros cuerpos.

Lo digo porque somos estos cuerpos

que son esos otros que somos.

Lo digo porque a veces

toda ciudad y todo sueño.

Lo digo porque quiero recorrer todos los sitios

donde alguna vez

alguien cruzó una calle o miró un semáforo

y se detuvo un instante.

Lo digo porque quiero trazar algunos mapas

y decir: en esta esquina, a la derecha

y saber que ahí está algo del presente

que construimos.

Lo digo porque tengo recuerdos

que son sueños y ciudades

y fotografías de cosas que nunca ocurrieron

pero sí. Como si el futuro fuera una ciudad

invisible que invocamos al tocarnos.

Lo digo como si el futuro fuera una ciudad

que se recorre si proferimos las palabras indicadas.

Tal vez de eso podría tratarse todo.

Invocar sueños o ciudades

para amarlas en futuros invisibles.

Para deletrearlas como quien avanza por calles

y avenidas.

Como quien frente al tráfico hace un alto

y decide tomar una ruta alterna.

Y la ruta alterna es un siempre recorrer más.


Sara Uribe (Querétaro, 1978) Desde 1996 radica en Tamaulipas. Licenciada en Filosofía. Premio Regional de Poesía Carmen Alardín 2004, Premio Nacional de Poesía Tijuana 2005 y Premio Nacional de Poesía Clemente López Trujillo 2005. Becaria del FONCA, 2006-2007 y del PECDA, 2010 y 2013. Ha publicado: Lo que no imaginas (CONARTE, 2005); Palabras más palabras menos (IMAC, 2006); Nunca quise detener el tiempo (ITCA, 2008); Goliat (Letras de pasto verde, 2009); Magnitud –en coautoría con Marco Antonio Huerta– (Gusanos de la nada, 2012); Antígona González (Sur+, 2012) y Siam (FETA, 2012). Poemas suyos han aparecido en publicaciones periódicas y antologías de México, Perú, España, Canadá y Estados Unidos.


Manuel Vilas / (2 poemas)

 



MUJERES


No las ves que están agotadas, que no se tienen en pie, que son ellas las que sostienen cualquier ciudad, todas las ciudades. Con el matrimonio, con la maternidad, con la viudedad, con los golpes, ellas cargan con este mundo, con este sábado por la noche donde ríen un poco frente a un vaso de vino blanco y unas olivas. Cargan con maridos infumables, con novios intratables, con padres en coma, con hijos suspendidos. Fuman más que los hombres. Tienen cánceres de pulmón, enferman, y tienen que estar guapas. Se ponen cremas, son una tiranía las cremas. Perfumes y medias y bragas finas y peinados y maquillaje y zapatos que torturan. Pero envejecen. No dejan las mujeres tras de sí nada, hijos, como mucho, hijos que no se acuerdan de sus madres. Nadie se acuerda de las mujeres. La verdad es que no sabemos nada de ellas. Las veo a veces en las calles, en las tiendas, sonriendo. Esperan a sus hijos a la salida del colegio. Trabajan en todas partes. Amas de casa encerradas en cocinas que dan a patios de luces. Sonríen las mujeres, como si la vida fuese buena. En muchos países las lapidan. En otros las violan. En el nuestro las maltratan hasta morir. Trabajan fuera de casa, y trabajan en casa, y trabajan en las pescaderías o en las fábricas o en las panaderías o en los bares o en los bingos. No sabemos en qué piensan cuando mueren a manos de los hombres.


EL INMADURO


 Me pasa siempre, y duele, y confunde. Debe ser algo relacionado con la desesperación de vivir. Si estoy en Barcelona, me gustaría estar en Madrid. Si estoy en Zaragoza, me gustaría estar en La Coruña. Si estoy en La Coruña, me gustaría estar en la cima del Aneto, comiendo setas venenosas bajo el cielo helado. Si voy al cine, en mitad de la película me entran unas ganas revolucionarias de estar en mi casa viendo la televisión. Si estoy sentado en el sofá viendo la televisión, me gustaría estar muerto y enterrado en el cementerio, contando los días que faltasen para la resurrección de la carne. Todo me persigue, ciudades, cines, casas, cementerios. Si estoy con amigos, preferiría estar con amigas. Si estoy con amigas, me gustaría estar con enemigas. Si estoy con enemigas, me gustaría estar en casa durmiendo la siesta. Si me compro unos zapatos con cordones, en que salgo de la tienda y ando por la calle empiezo a envidiar a todos aquellos que llevan zapatos sin cordones. Y también me pasa con las camisas, las cazadoras, los pijamas, y las sandalias en el verano. Y también con las vidas: Si me pienso abogado, preferiría ser médico. Si médico, sacerdote. Si sacerdote, hombre casado y con siete hijos. Si casado, soltero. Si soltero, viudo muy apenado. Si viudo, monje. Si monje, matador de toros. Estés donde estés, no has acertado por completo. Siempre hay algo más barato y mejor por ahí. Siempre hay vistas desconocidas en el acantilado de la vida. Me está matando esto de vivir una sola vida. La gran muerte de vivir en una sola forma.


Manuel Vilas (Barbastro, España 1962) 

Poeta y narrador. Entre sus libros de poesía destacan El cielo (DVD Ediciones, 2000),  Resurrección (XV Premio Jaime Gil de Biedma, Visor, 2005), Calor (VI Premio Fray Luis de León, Visor, 2008) y Gran Vilas (XXXIII Premio Ciudad de Melilla, Visor, 2012). Su poesía completa se publicó en 2010 (Visor) con el título de Amor. Es autor de las novelas España (DVD Ediciones, 2008; Punto de Lectura, 2012), que fue elegida por la revista Quimera como una de las diez novelas más importantes en español de la primera década del siglo XXI, Aire Nuestro (Alfaguara, 2009), que obtuvo el Premio