viernes, 2 de octubre de 2020

Marisa Russo / La costurera

 


La costurera

 

a Estela Maidana, in memoriam

 

Tu dolor inunda el cuarto y se refleja en la ventana que da al cementerio Evergreen. Tu piel transparente —como el velo de novia que llevabas el día de tu boda— se ha teñido del líquido de tus llagas. Mi madre mientras las cura contiene una represa en el pecho. Al mismo tiempo, se zambulle la angustia en las profundidades del estómago. El orificio de tu hombro es una costura y la amargura se petrifica en el paladar.

Miraste el espacio vacío, sabías que el abuelo estaba parado junto a la puerta con un ramo de flores.

 

Le preguntás a mi madre: «¿Qué tengo en la espalda que tanto me pesa?»

Ella te contesta: «Tenés una caja con alas».

Sonreíste y te encogiste como un ave en el vientre.

 

No había una mujer más feliz que vos, el día de su muerte.

 

Marisa Russo (Buenos Aires, Argentina)

Poeta, gestora cultural y profesora universitaria radicada en E.E.U.U desde 1986. Estudió el Master y la Licenciatura de Literatura Hispanoamericana y Peninsular en Hunter College de la City University of New York.

Sonia Chocrón / Hermana pequeña (4 poemas)

 


Me voy quedando

tan a gusto

oscilando con los columpios

mellados del parque y

con los difuntos

que al fin no tienen que decidir

nada

ni esperan que les responda

Soy un péndulo en paz.

 

***

 

Sin embargo

había una gallina pequeña para mí.

Hubo una gallinita todos los años

Hasta que tuve doce

Llevaba mi nombre y mi apellido

Y moría anualmente

durante Yom Kippur

Era mi kappará

Se iba por mi

Daba su vida por la mía

Como si fuera Jesús

O una buena madre judía

La sacrificaban después del año nuevo y

cada víspera

del perdón

Sin mi consentimiento

Ahora ya nadie muere por mi

Solo yo

soy mi propia condena.

Me pasa cuando lavo los platos

Me enjabono las manos repetidas veces

Mil veces hasta que la espuma esconde mis falanges

Y en esa faena puedo pasar horas

A costa de la tersura

A costa de la manicura bien pulida

A costa de otros oficios que

detesto

Dejar que la pulcritud venza la porcelana

mientras revivo el pasado

Y que los restos insalubres huyan por el sumidero

como mis desechos

Pero es que lavar la vajilla

que mi mente se pierda en los fluidos

en las pompas jabonosas

Pero es que yo misma

me disipe como un manantial

fluyéndome

hasta un lugar una tubería larguísima

bajo las fauces de esta ciudad

de este país

de este mundo

es un alivio

es un olvido

ganador.

 

***

 

Ven conmigo, te digo

Déjate llevar

A otro abismo

Corramos al volcán

que yace debajo

de mi cama.

 

***

 

No es un tren de la muerte, pero se parece. Es un vagón del metro de Caracas-Birkenau. Voy allí, en un apretujamiento imposible para poder encajar en un hueco. Mis brazos con brazos, muslo a muslo y así mi rostro con otros rostros. Contengo la respiración para no tragarme los vahos de la desesperanza. Somos una lata de sardinas.

De pronto, una mujer apiñada siente un dolor y muere sostenida por los cuerpos que la flanquean. Ni siquiera cae al piso del vagón. Solo fallece súbitamente en su sitio, transpirando. Y nadie hace nada. Tampoco yo. No quiero consumir el aire que me queda en el infierno de otro ser.

Una lata de sardinas. No. Somos una lata de muertos apiñados, con los ojos abiertos.

Me asfixio. Me asfixia.

 

Y luego despierto de esta pesadilla, casi ahogada, sudando frío.




 

4 poemas de Sonia Chocrón del libro Hermana pequeña publicado por Editorial Eclepsidra en este 2020. Caracas-Venezuela.