sábado, 8 de marzo de 2025

8M Mis mujeres favoritas (20 poetas)

Este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, quiero rendir homenaje a 20 voces poderosas que han marcado mi camino poético. En esta entrada, comparto algunas de las poetas que considero esenciales para comprender el impacto de las mujeres en el arte de la poesía, escritoras que me han mostrado que la poesía es un espacio de resistencia, amor, dolor y transformación. Hacer una selección siempre es un riesgo, porque son muchas, pero hoy les dejo  a estas veinte gigantes.


EL DESPERTAR

 

                                                      A León Ostrov

 

Señor

La jaula se ha vuelto pájaro

y se ha volado

y mi corazón está loco

porque aúlla a la muerte

y sonríe detrás del viento

a mis delirios

 

Qué haré con el miedo

Qué haré con el miedo

 

Ya no baila la luz en mi sonrisa

ni las estaciones queman palomas en mis ideas

Mis manos se han desnudado

y se han ido donde la muerte

enseña a vivir a los muertos

 

Señor

El aire me castiga el ser

Detrás del aire hay monstruos

que beben de mi sangre

 

Es el desastre

Es la hora del vacío no vacío

Es el instante de poner cerrojo a los labios

oír a los condenados gritar

contemplar a cada uno de mis nombres

ahorcados en la nada.

 

Señor

Tengo veinte años

También mis ojos tienen veinte años

y sin embargo no dicen nada

 

Señor

He consumado mi vida en un instante

La última inocencia estalló

Ahora es nunca o jamás

o simplemente fue

 

¿Cómo no me suicido frente a un espejo

y desaparezco para reaparecer en el mar

donde un gran barco me esperaría

con las luces encendidas?

 

¿Cómo no me extraigo las venas

y hago con ellas una escala

para huir al otro lado de la noche?

 

El principio ha dado a luz el final

Todo continuará igual

Las sonrisas gastadas

El interés interesado

Las preguntas de piedra en piedra

Las gesticulaciones que remedan amor

Todo continuará igual

 

Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo

porque aún no les enseñaron

que ya es demasiado tarde

 

Señor

Arroja los féretros de mi sangre

 

Recuerdo mi niñez

cuando yo era una anciana

Las flores morían en mis manos

porque la danza salvaje de la alegría

les destruía el corazón

 

Recuerdo las negras mañanas de sol

cuando era niña

es decir ayer

es decir hace siglos

 

Señor

La jaula se ha vuelto pájaro

y ha devorado mis esperanzas

 

Señor

La jaula se ha vuelto pájaro

Qué haré con el miedo

 

Alejandra Pizarnik

 

HUMILDAD

 

Yo he sido aquella que paseó orgullosa

El oro falso de unas cuantas rimas

Sobre su espalda, y se creyó gloriosa,

De cosechas opimas.

Ten paciencia, mujer que eres oscura:

Algún día, la Forma Destructora

Que todo lo devora,

Borrará mi figura.

Se bajará a mis libros, ya amarillos,

Y alzándola en sus dedos, los carrillos

Ligeramente inflados, con un modo

De gran señor a quien lo aburre todo,

De un cansado soplido

Me aventará al olvido.

Peso ancestral

Tú me dijiste: no lloró mi padre;

Tú me dijiste: no lloró mi abuelo;

No han llorado los hombres de mi raza,

Eran de acero.

Así diciendo te brotó una lágrima

Y me cayó en la boca... más veneno:

Yo no he bebido nunca en otro vaso

Así pequeño.

Débil mujer, pobre mujer que entiende,

Dolor de siglos conocí al beberlo:

Oh, el alma mía soportar no puede

Todo su peso.

 

Alfonsina Storni

 

LA TIERRA NATAL

 

No la llevamos en oscuros amuletos,

Ni escribimos arrebatados suspiros sobre ella,

No perturba nuestro amargo sueño,

Ni nos parece el paraíso prometido.

En nuestra alma no la convertimos

En objeto que se compra o se vende.

Por ella, enfermos, indigentes, errantes

Ni siquiera la recordamos.

 

Sí, para nosotros es tierra en los zapatos.

Sí, para nosotros es piedra entre los dientes.

Y molemos, arrancamos, aplastamos

Esa tierra que con nada se mezcla.

Pero en ella yacemos y somos ella,

Y por eso, dichosos, la llamamos nuestra.

 

Anna Ajmátova

 

PARA QUEDARSE CALLADA

 

a las mujeres que están en cautiverio

 

 

 

Hemos tejido la piel a fuerza de llanto

 

Apenas oyen el canto del búho

el agua sobra y el hambre también

 

Las muchachas corren de un lado a otro

temen a la voz de los soldados

¡Son tan jóvenes!

algunas perdieron a sus madres

otras fueron apartadas de sus muñecas

y de su pedacito de tierra

 

La advertencia no fue oída

Ellas no quisieron esconderse

cuando pasaron los camiones

Pobres inocentes mostraron su olor

a jazmín y canela recién molida

Los hombres se fueron acercando

todo les parecía muy dulce ante tanto resentimiento

 

Una voz murmuraba al final del día

que las niñas fueron llevadas a un campamento

en la lejanía de un valle

«Le cambiaron los nombres

Tatuaron un número en sus pezones»

 

El resguardo recoge lo ido

Se oyeron disparos ruidos alaridos

El viento movía la arena de un lado a otro

Todos perdieron el rostro entre tanta polvareda

 

No se sabe si fue en la mañana o en la noche

(el tiempo se puso del lado de la sombra)

cuando a la niña de trece años

le pintaron los labios cortaron sus cabellos

la sentaron en una esquinita del cuarto

 

Carmen Verde Arocha

 

***

No existe el infinito:

el infinito es la sorpresa de los límites.

Alguien constata su impotencia

y luego la prolonga más allá de la imagen, en la idea,

y nace el infinito.

El infinito es el dolor

de la razón que asalta nuestro cuerpo.

No existe el infinito, pero sí el instante:

abierto, atemporal, intenso, dilatado, sólido;

en él un gesto se hace eterno.

Un gesto es un trayecto y una trayectoria,

un estuario, un delta de cuerpos que confluyen,

más que trayecto un punto, un estallido,

un gesto no es inicio ni término de nada,

no hay voluntad en el gesto, sino impacto;

un gesto no se hace: acontece.

Y cuando algo acontece no hay escapatoria:

toda mirada tiene lugar en el destello,

toda voz es un signo, toda palabra forma

parte del mismo texto.

 

Chantal Maillard

 

EL VIAJE

 

Mi primer viaje

fue el del exilio

quince días de mar

sin parar

la mar constante

la mar antigua

la mar continua

la mar, el mal

Quince días de agua

sin luces de neón

sin calles sin aceras

sin ciudades

sólo la luz

de algún barco en fugitiva

Quince días de mar

e incertidumbre

no sabía adónde iba

no conocía el puerto de destino

sólo sabía aquello que dejaba

Por equipaje

una maleta llena de papeles

y de angustia

los papeles para escribir

la angustia

para vivir con ella

compañera amiga

 

Nadie te despidió en el puerto de partida

nadie te esperaba en el puerto de llegada

Y las hojas de papel en blanco enmoheciendo

volviéndose amarillas en la maleta

maceradas por el agua de los mares

 

Desde entonces

tengo el trauma del viajero

si me quedo en la ciudad me angustio

si me voy

tengo miedo de no poder volver

Tiemblo antes de hacer una maleta

-cuánto pesa lo imprescindible-

A veces preferiría marcharme

El espacio me angustia como a los gatos

Partir

es siempre partirse en dos.

 

Cristina Peri Rossi

 

CÍRCULO ANTIGUO

 

Puede una ciudad

donde una sola noche

has dormido

convertirse en tu sombra

seguirte a todas partes

acostarse contigo

entre sábanas

de hilo blanco

si lleva el mismo color

de ojos que tú

tu misma sed

la insatisfecha pregunta

y el amor correspondido

para que en su laberinto

hagas un nido

pasando por sus calles cortas

en bicicleta alguna vez

siguiendo una ruta

de nombres célebres

a ritmo propio, desafiante

cuando vas de paso

hasta la taberna

al ser esa ciudad habitación

del que crees último amor

en tu propia lengua.

 

Edda Armas

 

***

En mi jardín avanza un pájaro

sobre una rueda con rayos -

de música persistente

como un molino vagabundo -

 

jamás se demora

sobre la rosa madura-

prueba sin posarse

elogia al partir,

 

cuando probó todos los sabores -

su cabriolé mágico

va a remolinear en lontananzas-

entonces me acerco a mi perro,

 

y los dos nos preguntamos

si nuestra visión fue real-

o si habríamos soñado el jardín

y esas curiosidades-

 

¡pero él, por ser más lógico,

señala a mis torpes ojos-

las vibrantes flores!

¡Sutil respuesta!

 

Emily Dickinson

 

BESOS

 

Hay besos que pronuncian por sí solos

la sentencia de amor condenatoria,

hay besos que se dan con la mirada

hay besos que se dan con la memoria.

 

Hay besos silenciosos, besos nobles

hay besos enigmáticos, sinceros

hay besos que se dan sólo las almas

hay besos por prohibidos, verdaderos.

 

Hay besos que calcinan y que hieren,

hay besos que arrebatan los sentidos,

hay besos misteriosos que han dejado

mil sueños errantes y perdidos.

 

Hay besos problemáticos que encierran

una clave que nadie ha descifrado,

hay besos que engendran la tragedia

cuantas rosas en broche han deshojado.

 

Hay besos perfumados, besos tibios

que palpitan en íntimos anhelos,

hay besos que en los labios dejan huellas

como un campo de sol entre dos hielos.

 

Hay besos que parecen azucenas

por sublimes, ingenuos y por puros,

hay besos traicioneros y cobardes,

hay besos maldecidos y perjuros.

 

Judas besa a Jesús y deja impresa

en su rostro de Dios, la felonía,

mientras la Magdalena con sus besos

fortifica piadosa su agonía.

 

Desde entonces en los besos palpita

el amor, la traición y los dolores,

en las bodas humanas se parecen

a la brisa que juega con las flores.

 

Hay besos que producen desvaríos

de amorosa pasión ardiente y loca,

tú los conoces bien son besos míos

inventados por mí, para tu boca.

 

Besos de llama que en rastro impreso

llevan los surcos de un amor vedado,

besos de tempestad, salvajes besos

que solo nuestros labios han probado.

 

¿Te acuerdas del primero...? Indefinible;

cubrió tu faz de cárdenos sonrojos

y en los espasmos de emoción terrible,

llenáronse de lágrimas tus ojos.

 

¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso

te vi celoso imaginando agravios,

te suspendí en mis brazos... vibró un beso,

y qué viste después...? Sangre en mis labios.

 

Yo te enseñe a besar: los besos fríos

son de impasible corazón de roca,

yo te enseñé a besar con besos míos

inventados por mí, para tu boca.

 

Gabriela Mistral

 

NO PERDAMOS EL TIEMPO

 

Si el mar es infinito y tiene redes,

si su música sale de la ola,

si el alba es roja y el ocaso verde,

si la selva es lujuria y la luna caricia,

si la rosa se abre y perfuma la casa,

si la niña se ríe y perfuma la vida,

si el amor va y me besa y me deja temblando.

¿Qué importancia tiene todo esto,

mientras haya en mi barrio una mesa sin patas,

un niño sin zapatos o un contable tosiendo,

un banquete de cáscaras,

un concierto de perros,

una ópera de sarna?

Debemos inquietarnos por curar las simientes,

por vendar corazones y escribir el poema

que a todos nos contagie.

Y crear esa frase que abrace todo el mundo;

los poetas debiéramos arrancar las espadas,

inventar más colores y escribir padrenuestros.

Ir dejando las risas en la boca del túnel,

y no decir lo inti1no, sino cantar al corro;

no cantar a la luna, no cantar a la novia,

no escribir unas décimas, no fabricar sonetos.

Debemos, pues sabemos, gritar al poderoso,

gritar eso que digo, que hay bastantes viviendo

debajo de las latas con lo puesto y aullando,

y madres que a sus hijos no peinan a diario,

y padres que madrugan y no van al teatro.

Adornar al humilde poniéndole en el hombro nuestro verso;

cantar al que no canta y ayudarle es lo sano.

asediar usureros y con rara paciencia convencerles sin asco.

Trillar en la labranza, bajar a alguna mina;

ser buzo una semana, visitar los asilos,

las cárceles, las ruinas; jugar con los párvulos,

danzar en las leproserías.

 

Poetas, no perdamos el tiempo, trabajemos,

que al corazón le llega poca sangre.

 

Gloria Fuertes

 

***

Esto soy todavía

un sosiego turbado por las lágrimas.

Esto fui: una pupila

húmeda, abierta y ávida.

Esto he de ser: el llanto, mientras viva.

Un erguido sollozo me levanta,

me hace andar en las cumbres, me encamina

hacia la azul montaña.

Y allí está la sonrisa

como una flor salvaje que me aguarda.

Veré la blanca flor y será mía,

¡mía!, y tendré, llorando, que arrancarla

del fondo de mi ser, pequeña y tibia,

de lo alto de la cumbre, pura y blanca.

¡Mía! Y el llanto surca mis mejillas

para que yo merezca su fragancia.

 

Ida Gramcko

 

AGOSTO, SANTA ROSA

 

Una lluvia de un día puede no acabar nunca,

puede en gotas,

en hojas de amarilla tristeza

irnos cambiando el cielo todo, el aire,

en torva inundación la luz,

triste, en silencio y negra,

como un mirlo mojado.

Deshecha piel, deshecho cuerpo de agua

destrozándose en torre y pararrayos,

me sobreviene, se me viene sobre

mi altura tantas veces,

mojándome, mugiendo, compartiendo

mi ropa y mis zapatos,

también mi sola lágrima tan salida de madre.

Miro la tarde de hora en hora,

miro de buscarle la cara

con tierna proposición de acento,

miro de perderle pavor,

pero me da la espalda puesta ya a anochecer.

Miro todo tan malo, tan acérrimo y hosco.

¡Qué fácil desalmarse,

ser con muy buenos modos de piedra,

quedar sola, gritando como un árbol,

por cada rama temporal,

muriéndome de agosto!

 

Ida Vitale

 

AMOR

 

Amor

desde la sombra

desde el dolor

amor

te estoy llamando

desde el pozo asfixiante del recuerdo

sin nada que me sirva ni te espere.

Te estoy llamando

amor

como al destino

como al sueño

a la paz

te estoy llamando

con la voz

con el cuerpo

con la vida

con todo lo que tengo

y que no tengo

con desesperación

con sed

con llanto

como si fueras aire

y yo me ahogara

como si fueras luz

y me muriera.

Desde una noche ciega

desde olvido

desde horas cerradas

en lo solo

sin lágrimas ni amor

te estoy llamando

como a la muerte

amor

como a la muerte.

 

Idea Vilariño

 

LA PATRIA

 

Esta casa de espesas paredes coloniales

y un patio de azaleas muy decimonónico

hace varios siglos que se viene abajo.

Como si nada las personas van y vienen

por las habitaciones en ruina,

hacen el amor, bailan, escriben cartas.

A menudo silban balas o es tal vez el viento

que silva a través del techo desfondado.

En esta casa los vivos duermen con los muertos,

imitan sus costumbres, repiten sus gestos

y cuando cantan, cantan sus fracasos.

Todo es ruina en esta casa,

están en ruina el abrazo y la música,

el destino, cada mañana, la risa son ruina,

las lágrimas, el silencio, los sueños.

Las ventanas muestran paisajes destruidos,

carne y ceniza se confunden en las caras,

en las bocas las palabras se revuelven con miedo.

En esta casa todos estamos enterrados vivos.

 

María Mercedes Carranza

 

PARA HACER UN TALISMÁN

 

Se necesita sólo tu corazón

hecho a la viva imagen de tu demonio o de tu dios.

Un corazón apenas, como un crisol de brasas para la idolatría.

Nada más que un indefenso corazón enamorado.

                                                               Déjalo a la intemperie,

donde la hierba aúlle sus endechas de nodriza loca y no pueda dormir,

donde el viento y la lluvia dejen caer su látigo en un golpe de azul escalofrío

sin convertirlo en mármol y sin partirlo en dos,

donde la oscuridad abra sus madrigueras a todas las jaurías y no logre olvidar.

Arrójalo después desde lo alto de su amor al hervidero de la bruma.

Ponlo luego a secar en el sordo regazo de la piedra,

y escarba, escarba en él con una aguja fría hasta arrancar el último grano de esperanza.

Deja que lo sofoquen las fiebres y la ortiga,

que lo sacuda el trote ritual de la alimaña,

que lo envuelva la injuria hecha con los jirones de sus antiguas glorias.

Y cuando un día un año lo aprisione con la garra de un siglo, antes que sea tarde,

antes que se convierta en momia deslumbrante,

abre de par en par y una por una todas sus heridas:

que las exhiba al sol de la piedad, lo mismo que el mendigo,

que plaña su delirio en el desierto,

hasta que sólo el eco de un nombre crezca en él con la furia del hambre:

un incesante golpe de cuchara contra el plato vacío.

 

Si sobrevive aún, si ha llegado hasta aquí hecho a la viva imagen de tu demonio o de tu dios;

he ahí un talismán más inflexible que la ley, más fuerte que las armas y el mal del enemigo.

Guárdalo en la vigilia de tu pecho igual que a un centinela.

Pero vela con él.

Puede crecer en ti como la mordedura de la lepra; puede ser tu verdugo.

¡El inocente monstruo, el insaciable comensal de tu muerte!

 

Olga Orozco

 

CANCIÓN

 

Nunca fue tan hermosa la mentira

como en tu boca, en medio

de pequeñas verdades banales

que eran todo

tu mundo que yo amaba,

mentira desprendida

sin afanes, cayendo

como lluvia

sobre la oscura tierra desolada.

Nunca tan dulce fue la mentirosa

palabra enamorada apenas dicha,

ni tan altos los sueños

ni tan fiero

el fuego esplendoroso que sembrara.

Nunca, tampoco,

tanto dolor se amotinó de golpe,

ni tan herida estuvo la esperanza.

 

Piedad Bonnett

 

DESTINO

 

Matamos lo que amamos. Lo demás

no ha estado vivo nunca.

Ninguno está tan cerca. A ningún otro hiere

un olvido, una ausencia, a veces menos.

Matamos lo que amamos. ¡Que cese ya esta asfixia

de respirar con un pulmón ajeno!

El aire no es bastante

para los dos. Y no basta la tierra

para los cuerpos juntos

y la ración de la esperanza es poca

y el dolor no se puede compartir.

 

El hombre es animal de soledades,

ciervo con una flecha en el ijar

que huye y se desangra.

 

¡Ah! pero el odio, su fijeza insomne

de pupilas de vidrio; su actitud

que es a la vez reposo y amenaza.

 

El ciervo va a beber y en el agua aparece

el reflejo de un tigre.

El ciervo bebe el agua y la imagen. Se vuelve

- antes que lo devoren - ( cómplice, fascinado )

igual a su enemigo.

 

Damos la vida sólo a lo que odiamos.

 

Rosario Castellanos

 

HAY OVEJAS Y OVEJAS

 

las que comen de cualquier pastizal

y duermen con una sonrisa de satisfacción

en los potreros.

Las que caminan ciegamente

por los caminos acostumbrados.

Las que beben despreocupadamente

en los arroyos.

Las que no trepan por pendientes peligrosas.

Esas van a dar lana abundante

en las esquilas

y serán sabrosas invitadas

en las fiestas de fin de año.

Hay también

las que tuercen las patas

buscando campos de margaritas

y se quedan horas y horas

contemplando los barrancos.

Esas balan toda la gran noche de su vida

encogidas de miedo.

Y hay, por fin,

las malas ovejas descarriadas.

Para ellas y por ellas

son las escondidas raíces

y los mejores y más deliciosos pastos.

 

Rosabetty Muñoz

 

LA VAGABUNDA

 

Yo soy

la Vagabunda

Entré sola en la muerte

seguida por la sombra de la muerte

preñada de sombra por la muerte

La abandonaron en la antesala

todos los hijos que nunca tuvo

No me siguieron a parte alguna

los amantes que no tuvieron tiempo

de conocerme mejor

porque se les hacía tarde

y había que seguir buscando

Yo soy

la vagabunda

Soy mi propio odio recolector

haciendo trampas

La memoria no tiene que enseñarme

Estoy siempre al servicio de mi único deseo

No partieron conmigo

los juegos de mi infancia

ni me siguieron los sueños

ni el futuro prometido

en las líneas cruzadas de mis manos

Sombría como yo

Feroz como el hambre

Triste como ella sola

Humillada como nunca nadie

Fatal como un astro que se extingue

Ella

la Vagabunda

seguida de cerca por la muerte

pura sombra en la muerte

entró sola en su casa

Sólo la tierra le abrió su vientre

No me esperaban los deudos subterráneos

no calentaban mi tumba trozos de parientes

ni había familia por ahí diseminada

Con sus ojos de pájaro cerrados

bendiciendo a la vida

Yo, la Vagabunda

agradecida y feliz por el milagro:

ése de morirse de una vez por todas

y para siempre

 

Teresa Calderón

 

PROSPECTO

 

Soy un tranquilizante.

Funciono en casa,

soy eficaz en la oficina,

me siento en los exámenes,

comparezco antes los tribunales,

pego cuidadosamente las tazas rotas:

sólo tienes que tomarme,

disolverme bajo la lengua,

tragarme,

sólo tienes que beber un poco de agua.

 

Sé qué hacer con la desgracia,

cómo sobrellevar una mala noticia,

disminuir la injusticia,

iluminar la ausencia de Dios,

escoger un sombrero de luto que quede bien con una cara.

A qué esperas,

confía en la piedad química.

 

Eres todavía un hombre (una mujer) joven,

deberías sentar la cabeza de algún modo.

¿Quién ha dicho

que la vida hay que vivirla arriesgadamente?

 

Entrégame tu abismo,

lo cubriré de sueño,

me estarás agradecido (agradecida)

por haber caído de pies.

 

Véndeme tu alama.

No habrá más comprador.

 

Ya no hay otro demonio.

 

Wisława Szymborska