Poema de la herida
A ti me ata hiriente la noche
con su estupor eterno de hilos,
de magnolias y de yunques sellados.
Y la raíz nos apresa en el alma
y caen en mis ojos el ansia de tu cuerpo.
De tarde renacen las espigas
sobre el firmamento de los ensueños.
Tu boca, me ha dejado una herida
que me arde como el anhelo.
En tu paso, tu aroma, las estaciones,
tu saliva, tu sangre oscura, tu sombra;
en la noche, te he buscado, marea,
en tu tacto, en tu aliento, entre las raíces,
y tus ojos de mañana, tus ojos de ayer
has vertido en mí al crepúsculo cruento.
Vendrá el atardecer de lindes,
el eco profundo, y estaremos aquí,
con las manos enlazadas sin fronteras al fuego,
a la herida, al río lacerado, corazón,
o estaré aquí, herido de tus horizontes,
en tu pelvis, en tus pies, en tu remoto vacío
como desagrado de días y de días.
Poema de la fragua
El amor cruzó quemando huertos de latido
en mis labios, como secreto esplendor del gemido
íntimo rumor de dos cuerpos que se muerden,
que unidos se apuñalan, hasta las aguas,
mientras que secreto aroma soy de tu piel.
Se encendía en tu mirar
las navajas, y el oleaje de mi sangre;
el pétreo beso, el dolor vivido, las fauces,
con el alma en la otra orilla, con la espera nerviosa
oh pálido año de mi súplica.
Se tragó el amor nuestros cuerpos bajo el río
nos devoró con fuego y con memoria, sin luz
nos fuimos quemando en el espejo nocturno,
gastados de ausencias como las riberas, jamás,
ya, estrato áurico entre tus huellas,
o en el oleaje de tus senos,
ya tu corona de fiebre y remordimiento,
es brasero de dos instantes que invaden la muerte.
Poema de Columnas
Tú,
con tu sangre, has venido, desde la huida
desde las raíces de la alcoba o de las sonrisas;
donde no hay un solo lugar donde el mar no grite.
Se hizo con hierro crepuscular, con trigo,
de tibieza, de ribera, de ojos invisibles,
con las lámparas, promesas, tú,
has venido a mí, a mis dedos, arena que huye aún;
a mi boca descalza, a mi temor, a la oquedad del
hierro,
con tus signos de marea vacua, con tus labios,
tu respiración intacta, infértil, de plata,
hambrienta, hoja y silencio,
hiriéndome en el pecho, tus manos de temor único,
declinaba mi sangre en el tercio de tu sexo,
en las esquinas se apresó mi forma de hombre.
Querías mi nombre, para tus naufragios, para tus
pozos,
para la muerte de albor masticado como el perdón,
querías mis ojos, para asistir a la muerte del
otoño,
ver las colinas, y las hojas que se han olvidado,
desgarrando los horizontes de mi talle,
las rotas manos que tocan al poniente en su estela
o en donde el amor se amarra con la furia.
Poema de la naranja
Estuve entre las bocas de nacimiento diáfano
en un puerto de quimeras como oculta brisa incierta
estuve, corazón, en un paso de mapa edificado
con mediodía;
en donde tus ojos son las últimas horas,
madrugada, carnívora, sepultura de la voz.
En donde mi grito era difuso y aplacado,
y bastaba tu beso para sobrevivirme.
Estuve, donde los cóndores se llevan las acacias
y en donde los acantilados reclaman sangre,
oscura, como mi respiración o el vacío
de las manos que mueren con destemplanza.
Yo estuve en el interior de la naranja y en lo
tangible
o donde la vida se desgrana siendo espesura
como beso apresurado ignorando su dulce,
cerca en donde la memoria es lienzo
y bastaba tu beso para sobrevivirme.
Poema número 2
Una hoja cuya rama
no existe,
Un mundo cuyo
cielo no existe.
Luis Cernuda
Así como penas tardías de conjuro, de tardes:
se queman mis labios en la lluvia de tus labios
cuando los perdones mitigaron en silencio
al llanto emigrado de las aljabas desnudas
cuando la tristeza se alejó como el ensueño;
mi paso, equivoco de navaja y de anegación,
anduvo en tu párpado descubriendo muertes diarias
a la luna de estelar golpe, a mi beso en los pétalos
de tu imagen sin cuerpo, heridas o sin ríos,
a tu memoria, como al celeste en súbito calvario.
Te amé entre las grietas de los inviernos
que nos aleja de los vestigios del cuerpo en su
otredad;
yo hecho de filos, vengo de tu saliva, vengo de tu
silencio,
mientras me persiguen los ecos de las colinas,
del olvido diáfano y su afán de columna ardiente,
y su afán de arco como tempestad de los amaneceres.
Estos poemas pertenecen a mi obra Ala dulce y
homicida (Editorial J. Bernavil, 2024)
Adrián Chaurán nació en
Lechería (Venezuela, 1999). Cursa estudios de “Lengua y Literatura” en la
Universidad Pedagógica Experimental Libertador. Es
autor de "Ala dulce y Homicida".
Recibió una Mención Honorifica en el III Concurso Internacional de Poesía J.
Bernavil 2022; es ganador del IV Concurso Internacional de Poesía J. Bernavil
2023 y obtuvo la máxima distinción del Primer Concurso del Grupo Editorial
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