martes, 21 de enero de 2025

Adrián Chaurán / Colaboración Poética

 

 

Poema de la herida

 

A ti me ata hiriente la noche

con su estupor eterno de hilos,

de magnolias y de yunques sellados.

Y la raíz nos apresa en el alma

y caen en mis ojos el ansia de tu cuerpo.

 

De tarde renacen las espigas

sobre el firmamento de los ensueños.

Tu boca, me ha dejado una herida

que me arde como el anhelo.

En tu paso, tu aroma, las estaciones,

tu saliva, tu sangre oscura, tu sombra;

en la noche, te he buscado, marea,

en tu tacto, en tu aliento, entre las raíces,

y tus ojos de mañana, tus ojos de ayer

has vertido en mí al crepúsculo cruento.

 

Vendrá el atardecer de lindes,

el eco profundo, y estaremos aquí,

con las manos enlazadas sin fronteras al fuego,

a la herida, al río lacerado, corazón,

o estaré aquí, herido de tus horizontes,

en tu pelvis, en tus pies, en tu remoto vacío

como desagrado de días y de días.

 

Poema de la fragua

 

El amor cruzó quemando huertos de latido

en mis labios, como secreto esplendor del gemido

íntimo rumor de dos cuerpos que se muerden,

que unidos se apuñalan, hasta las aguas,

mientras que secreto aroma soy de tu piel.

 

Se encendía en tu mirar

las navajas, y el oleaje de mi sangre;

el pétreo beso, el dolor vivido, las fauces,

con el alma en la otra orilla, con la espera nerviosa

oh pálido año de mi súplica.

 

Se tragó el amor nuestros cuerpos bajo el río

nos devoró con fuego y con memoria, sin luz

nos fuimos quemando en el espejo nocturno,

gastados de ausencias como las riberas, jamás,

ya, estrato áurico entre tus huellas,

o en el oleaje de tus senos,

ya tu corona de fiebre y remordimiento,

es brasero de dos instantes que invaden la muerte.

 

Poema de Columnas

 

Tú,

con tu sangre, has venido, desde la huida

desde las raíces de la alcoba o de las sonrisas;

donde no hay un solo lugar donde el mar no grite.

Se hizo con hierro crepuscular, con trigo,

de tibieza, de ribera, de ojos invisibles,

con las lámparas, promesas, tú,

has venido a mí, a mis dedos, arena que huye aún;

a mi boca descalza, a mi temor, a la oquedad del hierro,

con tus signos de marea vacua, con tus labios,

tu respiración intacta, infértil, de plata,

hambrienta, hoja y silencio,

hiriéndome en el pecho, tus manos de temor único,

declinaba mi sangre en el tercio de tu sexo,

en las esquinas se apresó mi forma de hombre.

Querías mi nombre, para tus naufragios, para tus pozos,

para la muerte de albor masticado como el perdón,

querías mis ojos, para asistir a la muerte del otoño,

ver las colinas, y las hojas que se han olvidado,

desgarrando los horizontes de mi talle,

las rotas manos que tocan al poniente en su estela

o en donde el amor se amarra con la furia.

 

Poema de la naranja

 

Estuve entre las bocas de nacimiento diáfano

en un puerto de quimeras como oculta brisa incierta

estuve, corazón, en un paso de mapa edificado

con mediodía;

 

en donde tus ojos son las últimas horas,

madrugada, carnívora, sepultura de la voz.

En donde mi grito era difuso y aplacado,

y bastaba tu beso para sobrevivirme.

 

Estuve, donde los cóndores se llevan las acacias

y en donde los acantilados reclaman sangre,

oscura, como mi respiración o el vacío

de las manos que mueren con destemplanza.

 

Yo estuve en el interior de la naranja y en lo tangible

o donde la vida se desgrana siendo espesura

como beso apresurado ignorando su dulce,

cerca en donde la memoria es lienzo

 

y bastaba tu beso para sobrevivirme.

 

Poema número 2

 

Una hoja cuya rama no existe,

Un mundo cuyo cielo no existe.

Luis Cernuda

 

Así como penas tardías de conjuro, de tardes:

se queman mis labios en la lluvia de tus labios

cuando los perdones mitigaron en silencio

al llanto emigrado de las aljabas desnudas

cuando la tristeza se alejó como el ensueño;

 

mi paso, equivoco de navaja y de anegación,

anduvo en tu párpado descubriendo muertes diarias

a la luna de estelar golpe, a mi beso en los pétalos

de tu imagen sin cuerpo, heridas o sin ríos,

 

a tu memoria, como al celeste en súbito calvario.

Te amé entre las grietas de los inviernos

que nos aleja de los vestigios del cuerpo en su otredad;

yo hecho de filos, vengo de tu saliva, vengo de tu silencio,

mientras me persiguen los ecos de las colinas,

del olvido diáfano y su afán de columna ardiente,

y su afán de arco como tempestad de los amaneceres.

 

Estos poemas pertenecen a mi obra Ala dulce y homicida (Editorial J. Bernavil, 2024)

 

 

 

Adrián Chaurán nació en Lechería (Venezuela, 1999). Cursa estudios de “Lengua y Literatura” en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador. Es autor de "Ala dulce y Homicida". Recibió una Mención Honorifica en el III Concurso Internacional de Poesía J. Bernavil 2022; es ganador del IV Concurso Internacional de Poesía J. Bernavil 2023 y obtuvo la máxima distinción del Primer Concurso del Grupo Editorial Encontrarte.