viernes, 27 de marzo de 2020

Santiago en 100 palabras





Santiago en 100 palabras
Los mejores 100 cuentos de la decimoctava versión del concurso
(Selección personal)



Peligro de derrumbe

Se cierra el puente de los candados hasta nuevo aviso, se solicita a los amantes cumplir sus promesas, puesto que el pobre puente ya no puede más con el peso de tantas desilusiones.

(Catalina González Soto, 22 años, Ñuñoa)

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Los venezú

Aunque me queda un poco más lejos, me gusta ir al almacén en que atienden los venezolanos. Y es que ese “¡Feliz noche!” no tiene precio.

(Melanie Aldunce Jeanmaire, 26 años, Cerrillos)

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Puntaje nacional

Abre y es la Dani, toda machucada. Está perdiendo la guagua. La sube al camión y parten al San Juan de Dios. Allí la deja con la mami y Manolito, que no se puede quedar solo. Son las cuatro y media de la mañana, ya no durmió. Parte a la casa a cargar los doce sacos, luego a La Vega. Allí los descarga con don Bartolo, que le ofrece un tecito y una marraqueta, se seca las lágrimas de pena y sueño y le pregunta si acaso tiene un lápiz mina, que tiene que ir a dar la PSU.

(Cristián Irribarra López, 24 años, Santiago)

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Mi tío

Mi tío camina como si el pasado le doliera, literalmente: un día le duelen los gritos de mi abuela en una pierna. Los martes le duele la dictadura en las manos, dice que es porque le pusieron corriente. Los viernes le duelen los ojos, por el perro que se murió el año pasado. Los sábados le duele el corazón, por todas las veces que mi abuelo le pegó curado. A veces pienso que si el alma fuera un órgano, también le dolería. Los domingos, eso sí, amanece sano: dice que nada malo le ha pasado un domingo.

(Rayen Bravo Vergara, 25 años, Curicó)

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Perdona nuestros pecados

Mi mamá mira la tele. Una escena de dos mujeres besándose aparece de pronto. No piensa ni un segundo y dice con odio: “Qué asco”. Me mira esperando que le diga algo, que repita la frase o que la apruebe. Yo solo pienso en que necesito un clóset más grande.

(Valentina Godoy López, 22 años, Melipilla)

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WiFi

Nuestra gata se llama WiFi, porque se la robamos a los vecinos. No era nuestra intención, pero ella entraba… despacito… por la ventana de la cocina -le llamábamos la gata Fonsi. La encontrábamos en el sillón, sobre la tabla de planchar, tomando agua en el lavamanos. La devolvimos muchas veces a su casa. Después la empezamos a querer. Comía, se iba… y volvía. Definitivamente se cambió de domicilio. Una mañana sentimos que los vecinos se estaban mudando. Cerramos puertas y ventanas y esperamos en silencio con la WiFi abrazada. Se fueron y la dejaron, respetaron su corazón.

(Luis Alberto Tamayo, 58 años, Peñalolén)

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La abuelita

Cada vez que voy a ver a mi abuelita, me doy cuenta de que está más chiquitica. La última vez la encontré en el jardín jugando entre las flores; medía cinco centímetros, usaba una corona y le habían salido alitas.

(Trinidad Bórquez López, 22 años, Santiago)

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Cena familiar santiaguina

Y la cámara lenta se encendió igual que el otro día. Vi venir hacia mí el brillo de la copa, cómo el burdeo del vino teñía el piso, los pedazos de vidrio recién esquivados por toda la cocina, mi madre paralizada con sus ojos de lechuza, el olor del microondas calentando las lentejas y el sonido de la cancioncita de las noticias. Menos mal me puse el pijama y no se ensució el uniforme, pensé. Papá, mejora tu puntería.

(Paula Oyarce Vásquez, 22 años, Puente Alto)

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Historia de Instagram

Caché que mi polola se estaba saltando mis historias de Instagram. La verdad, hubiese preferido una infidelidad.

(Alex Trincado Salvo, 17 años, Puente Alto)

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Ropa nueva

En el primer acto, la mamá saca toda la ropa “de hombre” del clóset de la Fabi. En el segundo acto, la mamá regala toda esa ropa y le dice a la Fabi que se vaya a comprar ropa de señorita. En el tercer acto, Fabi va de compras. Elige un polerón, un jockey, suspensores y camisa. En el cuarto acto, la mamá mira la ropa nueva y se enoja con la Fabi. En el quinto acto, la Fabi desaparece. Y del clóset sale Fabián, con una etiqueta gigante y olor a nuevo, igual que su ropa.

(Javiera Mora Gómez, 26 años, Las Condes)

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La peor tarea

Un día tenía que hacer una tarea y la terminé. Al otro día la fui a buscar y no estaba mi cuaderno: descubrí que mi perro se la había comido. Al día siguiente mi perro murió. Creo que mi tarea estaba mala.

(Thiago Acosta, 13 años, La Granja)

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En su ausencia

Todas las mañanas, Joaquín revisa en internet la portada de La segunda del 7 de mayo del 2008. Extraña a sus dos amigos, el Lucho y el Tito. Dicen que el Tito se fue a Argentina, pero Joaquín sabe que es mentira, que el Tito es un viajero en el tiempo. Lo único que Joaquín no sabe es cuánto le tomará llegar al 2008; por eso, cada mañana abre la portada del 7 de mayo, a ver si cambió. A ver si de una vez por todas deja de decir: “Motociclista ebrio se revienta los sesos contra dependencias del Mineduc”

(Diego Becerra Quispe, 25 años, Providencia)

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La guerra de Troya
(Premio al talento joven)

Desde lo alto del muro de Troya, Paris se toma una selfie mostrando sus calugas y sus imponentes brazos. Helena lo mira de reojo sin entender qué pasa por la mente del hombre que ella ama. Pero el troyano egocéntrico, sin miedo, sube la foto a Instagram. #Helenaesmía #chaoMenelao #fuerzaHéctor #eltalonesladebilidad. Príamo, su padre, furioso, lanza el smartphone muro abajo. Héctor tropieza con el celular, Aquiles lo mata y la foto alcanza mil likes.

(Fernanda Norambuena Troncoso, 17 años, Pedro Aguirre Cerda)

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Sin título

Claudio lee a Donoso, a Bolaño y a Zambra en la plataforma digital de la Biblioteca Nacional. No tiene dinero para comprar libros. Quisiera ser tan famoso en Chile como lo era en su país, pero reconoce que ahora se conformaría con ser profe de Literatura en alguna escuela pequeña. Sus títulos de magíster y doctorado sin apostillar y sus cinco premios literarios siguen en la maleta, mientras lava platos en el restaurante chino de Bellas Artes y espera día a día a que hoy si le aprueben la visa. Quizás escriba una novela. Aún no tiene título.

(Mireya Tabuas Rodríguez, 54 años, Providencia)

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Santiago no es grande para todos

Miles de lugares para vernos, cientos para conversar. Veinte comunas para andar de la mano, aunque después de todo lo que hemos visto en las noticias, quedaron como en quince. Ocho parques para poder abrazarnos, pero podrían ser hasta doce si aguantamos que nos miren con aversión. Cinco discotecas para bailar apretado, las casas de nuestros cuatro amigos para besarnos, Tu casa vacía para amarnos, la mía llena para fingir ser amigas.

(María Francisca Vilches Arellano, 23 años, La Cisterna)





En el año 2001, en Santiago de Chile, Fundación Plagio, Escondida | BHP y Metro de Santiago se aliaron para dar vida a un concurso que invitara a escribir sobre la ciudad en un máximo de 100 palabras y cuyos cuentos ganadores fueran expuestos en el espacio público. La idea era vincular literatura y ciudadanía a través de un proyecto participativo que, además de estimular a escribir a un público amplio, lograra insertar pausas literarias en el recorrido diario de los transeúntes. Así, sin imaginar el impacto que tendría esta idea, dieron inicio a la primera versión de “Santiago en 100 Palabras”.
En un principio, la convocatoria se difundió pegando afiches por la ciudad y a través del boca a boca. Los cuentos se imprimían y depositaban en buzones instalados en estaciones del Metro. El día del cierre, y para sorpresa de los organizadores, se formaron largas filas de personas esperando dejar sus relatos y los buzones se desbordaban de sobres de papel. En esa edición se recibieron 2.691 cuentos. ¡Y se trataba de muy buenos cuentos! El concurso había abierto un espacio de expresión que no existía hasta la fecha y del cual la ciudadanía se apropió rápidamente. Desde entonces, “Santiago en 100 Palabras” no ha dejado de transformarse y crecer. Los sobres de papel dieron paso a un sistema de participación online; comenzó a publicarse un libro de bolsillo con los 100 mejores cuentos de cada edición; surgieron los premios al Talento Infantil, Talento Joven, Talento Mayor y Talento Breve; se crearon instancias de votación popular como el Premio del Público; se ofrecieron talleres gratuitos de microcuento; y comenzaron a organizarse versiones del concurso en otras ciudades del país y el mundo. Hoy, “Santiago en 100 Palabras” recibe más de 50.000 cuentos en cada versión y se ha convertido en el concurso literario más masivo de Chile.
Durante todos estos años el proyecto ha ido creciendo gracias a la alianza de sus tres socios fundadores, cuyos objetivos han convergido de manera armónica. A través del concurso, Escondida | BHP, Metro y Fundación Plagio han podido consolidar su compromiso con el fomento de actividades culturales y de la participación ciudadana, contribuyendo a mejorar la calidad de vida de miles de personas.
“Santiago en 100 Palabras” se ha convertido en un hito para los habitantes de esta ciudad. Los miles de relatos que participan todos los años son prueba de ello. Detrás del ejercicio de escribir esos cuentos, no sólo está la inquietud de obtener un premio, sino también las ganas de ser parte de una iniciativa que invita a reflexionar creativamente sobre el lugar que habitamos y que, año a año, incentiva a más chilenos a través de una invitación simple e inspiradora: escribir un cuento en un máximo de 100 palabras.