Santiago
en 100 palabras
Los
mejores 100 cuentos de la decimoctava versión del concurso
(Selección
personal)
Peligro
de derrumbe
Se
cierra el puente de los candados hasta nuevo aviso, se solicita a los amantes
cumplir sus promesas, puesto que el pobre puente ya no puede más con el peso de
tantas desilusiones.
(Catalina
González Soto, 22 años, Ñuñoa)
***
Los
venezú
Aunque
me queda un poco más lejos, me gusta ir al almacén en que atienden los
venezolanos. Y es que ese “¡Feliz noche!” no tiene precio.
(Melanie
Aldunce Jeanmaire, 26 años, Cerrillos)
***
Puntaje
nacional
Abre
y es la Dani, toda machucada. Está perdiendo la guagua. La sube al camión y
parten al San Juan de Dios. Allí la deja con la mami y Manolito, que no se
puede quedar solo. Son las cuatro y media de la mañana, ya no durmió. Parte a
la casa a cargar los doce sacos, luego a La Vega. Allí los descarga con don
Bartolo, que le ofrece un tecito y una marraqueta, se seca las lágrimas de pena
y sueño y le pregunta si acaso tiene un lápiz mina, que tiene que ir a dar la
PSU.
(Cristián
Irribarra López, 24 años, Santiago)
***
Mi
tío
Mi
tío camina como si el pasado le doliera, literalmente: un día le duelen los
gritos de mi abuela en una pierna. Los martes le duele la dictadura en las
manos, dice que es porque le pusieron corriente. Los viernes le duelen los ojos,
por el perro que se murió el año pasado. Los sábados le duele el corazón, por
todas las veces que mi abuelo le pegó curado. A veces pienso que si el alma
fuera un órgano, también le dolería. Los domingos, eso sí, amanece sano: dice
que nada malo le ha pasado un domingo.
(Rayen
Bravo Vergara, 25 años, Curicó)
***
Perdona
nuestros pecados
Mi
mamá mira la tele. Una escena de dos mujeres besándose aparece de pronto. No
piensa ni un segundo y dice con odio: “Qué asco”. Me mira esperando que le diga
algo, que repita la frase o que la apruebe. Yo solo pienso en que necesito un
clóset más grande.
(Valentina
Godoy López, 22 años, Melipilla)
***
WiFi
Nuestra
gata se llama WiFi, porque se la robamos a los vecinos. No era nuestra
intención, pero ella entraba… despacito… por la ventana de la cocina -le
llamábamos la gata Fonsi. La encontrábamos en el sillón, sobre la tabla de
planchar, tomando agua en el lavamanos. La devolvimos muchas veces a su casa.
Después la empezamos a querer. Comía, se iba… y volvía. Definitivamente se
cambió de domicilio. Una mañana sentimos que los vecinos se estaban mudando.
Cerramos puertas y ventanas y esperamos en silencio con la WiFi abrazada. Se
fueron y la dejaron, respetaron su corazón.
(Luis
Alberto Tamayo, 58 años, Peñalolén)
***
La
abuelita
Cada
vez que voy a ver a mi abuelita, me doy cuenta de que está más chiquitica. La
última vez la encontré en el jardín jugando entre las flores; medía cinco
centímetros, usaba una corona y le habían salido alitas.
(Trinidad
Bórquez López, 22 años, Santiago)
***
Cena
familiar santiaguina
Y
la cámara lenta se encendió igual que el otro día. Vi venir hacia mí el brillo
de la copa, cómo el burdeo del vino teñía el piso, los pedazos de vidrio recién
esquivados por toda la cocina, mi madre paralizada con sus ojos de lechuza, el
olor del microondas calentando las lentejas y el sonido de la cancioncita de
las noticias. Menos mal me puse el pijama y no se ensució el uniforme, pensé.
Papá, mejora tu puntería.
(Paula
Oyarce Vásquez, 22 años, Puente Alto)
***
Historia
de Instagram
Caché
que mi polola se estaba saltando mis historias de Instagram. La verdad, hubiese
preferido una infidelidad.
(Alex
Trincado Salvo, 17 años, Puente Alto)
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Ropa
nueva
En
el primer acto, la mamá saca toda la ropa “de hombre” del clóset de la Fabi. En
el segundo acto, la mamá regala toda esa ropa y le dice a la Fabi que se vaya a
comprar ropa de señorita. En el tercer acto, Fabi va de compras. Elige un
polerón, un jockey, suspensores y camisa. En el cuarto acto, la mamá mira la
ropa nueva y se enoja con la Fabi. En el quinto acto, la Fabi desaparece. Y del
clóset sale Fabián, con una etiqueta gigante y olor a nuevo, igual que su ropa.
(Javiera
Mora Gómez, 26 años, Las Condes)
***
La
peor tarea
Un
día tenía que hacer una tarea y la terminé. Al otro día la fui a buscar y no
estaba mi cuaderno: descubrí que mi perro se la había comido. Al día siguiente
mi perro murió. Creo que mi tarea estaba mala.
(Thiago
Acosta, 13 años, La Granja)
***
En
su ausencia
Todas
las mañanas, Joaquín revisa en internet la portada de La segunda del 7
de mayo del 2008. Extraña a sus dos amigos, el Lucho y el Tito. Dicen que el
Tito se fue a Argentina, pero Joaquín sabe que es mentira, que el Tito es un
viajero en el tiempo. Lo único que Joaquín no sabe es cuánto le tomará llegar
al 2008; por eso, cada mañana abre la portada del 7 de mayo, a ver si cambió. A
ver si de una vez por todas deja de decir: “Motociclista ebrio se revienta los
sesos contra dependencias del Mineduc”
(Diego
Becerra Quispe, 25 años, Providencia)
***
La
guerra de Troya
(Premio
al talento joven)
Desde
lo alto del muro de Troya, Paris se toma una selfie mostrando sus calugas y sus
imponentes brazos. Helena lo mira de reojo sin entender qué pasa por la mente
del hombre que ella ama. Pero el troyano egocéntrico, sin miedo, sube la foto a
Instagram. #Helenaesmía #chaoMenelao #fuerzaHéctor #eltalonesladebilidad.
Príamo, su padre, furioso, lanza el smartphone muro abajo. Héctor tropieza con
el celular, Aquiles lo mata y la foto alcanza mil likes.
(Fernanda
Norambuena Troncoso, 17 años, Pedro Aguirre Cerda)
***
Sin
título
Claudio
lee a Donoso, a Bolaño y a Zambra en la plataforma digital de la Biblioteca
Nacional. No tiene dinero para comprar libros. Quisiera ser tan famoso en Chile
como lo era en su país, pero reconoce que ahora se conformaría con ser profe de
Literatura en alguna escuela pequeña. Sus títulos de magíster y doctorado sin
apostillar y sus cinco premios literarios siguen en la maleta, mientras lava
platos en el restaurante chino de Bellas Artes y espera día a día a que hoy si
le aprueben la visa. Quizás escriba una novela. Aún no tiene título.
(Mireya
Tabuas Rodríguez, 54 años, Providencia)
***
Santiago
no es grande para todos
Miles
de lugares para vernos, cientos para conversar. Veinte comunas para andar de la
mano, aunque después de todo lo que hemos visto en las noticias, quedaron como
en quince. Ocho parques para poder abrazarnos, pero podrían ser hasta doce si
aguantamos que nos miren con aversión. Cinco discotecas para bailar apretado,
las casas de nuestros cuatro amigos para besarnos, Tu casa vacía para amarnos,
la mía llena para fingir ser amigas.
(María
Francisca Vilches Arellano, 23 años, La Cisterna)
En el año 2001, en Santiago de Chile, Fundación Plagio, Escondida | BHP y Metro de Santiago se aliaron para dar vida a un concurso que invitara a escribir sobre la ciudad en un máximo de 100 palabras y cuyos cuentos ganadores fueran expuestos en el espacio público. La idea era vincular literatura y ciudadanía a través de un proyecto participativo que, además de estimular a escribir a un público amplio, lograra insertar pausas literarias en el recorrido diario de los transeúntes. Así, sin imaginar el impacto que tendría esta idea, dieron inicio a la primera versión de “Santiago en 100 Palabras”.
En un principio, la convocatoria se difundió pegando afiches por la ciudad y a través del boca a boca. Los cuentos se imprimían y depositaban en buzones instalados en estaciones del Metro. El día del cierre, y para sorpresa de los organizadores, se formaron largas filas de personas esperando dejar sus relatos y los buzones se desbordaban de sobres de papel. En esa edición se recibieron 2.691 cuentos. ¡Y se trataba de muy buenos cuentos! El concurso había abierto un espacio de expresión que no existía hasta la fecha y del cual la ciudadanía se apropió rápidamente. Desde entonces, “Santiago en 100 Palabras” no ha dejado de transformarse y crecer. Los sobres de papel dieron paso a un sistema de participación online; comenzó a publicarse un libro de bolsillo con los 100 mejores cuentos de cada edición; surgieron los premios al Talento Infantil, Talento Joven, Talento Mayor y Talento Breve; se crearon instancias de votación popular como el Premio del Público; se ofrecieron talleres gratuitos de microcuento; y comenzaron a organizarse versiones del concurso en otras ciudades del país y el mundo. Hoy, “Santiago en 100 Palabras” recibe más de 50.000 cuentos en cada versión y se ha convertido en el concurso literario más masivo de Chile.
Durante todos estos años el proyecto ha ido creciendo gracias a la alianza de sus tres socios fundadores, cuyos objetivos han convergido de manera armónica. A través del concurso, Escondida | BHP, Metro y Fundación Plagio han podido consolidar su compromiso con el fomento de actividades culturales y de la participación ciudadana, contribuyendo a mejorar la calidad de vida de miles de personas.
“Santiago en 100 Palabras” se ha convertido en un hito para los habitantes de esta ciudad. Los miles de relatos que participan todos los años son prueba de ello. Detrás del ejercicio de escribir esos cuentos, no sólo está la inquietud de obtener un premio, sino también las ganas de ser parte de una iniciativa que invita a reflexionar creativamente sobre el lugar que habitamos y que, año a año, incentiva a más chilenos a través de una invitación simple e inspiradora: escribir un cuento en un máximo de 100 palabras.
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