jueves, 17 de octubre de 2013

JAMMING POÉTICO






Caminamos pisando los escombros
de todas las casas que arruinamos
los destrozos se cubren de escarcha
el futuro lo miramos con vidrio en los ojos
la luna va creciendo en las pupilas
los cuerpos celestes  incendiándose en tus manos

dejaste todos los cometas en el cuero cabelludo
vuelan sin rumbo atravesando el cielo de mi boca
los atrapa esta lengua mía
que habla un idioma de piedras
juega con cíclopes
y mantras
no dejes que el sol en tus ojos se vaya.

Dira Martínez Mendoza

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A puro despecho
dejo la voluntad de amarte
por la solución, muy ortodoxa
de morirme de amor

Seguimos en la misma ciudad, haciendo casi las mismas cosas
pero con media alma menos, a bordo de nuestros sueños

¿Cómo acogerse entonces
a una sentencia?

Posiblemente, te hayan dicho
que me gusta una chica en el café de la tarde
que sus ojos se parecen a tus piernas
que leyó a Lewis Carroll, como tu abuela leyó la biblia
posiblemente, estés enterada que ya hicimos el amor
(siempre he tenido pena para desnudarme ante otras mujeres)
y ella supo comprender que su cuerpo tenía tatuada mis pupilas

¿Cómo no avergonzarme entonces
si tú me sigues
a todos lados
pegada
a mi recuerdo?

Luis Perozo Cervantes

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SEÑAS PARTICULARES

Todos los hombres
se han tragado una mentira al nacer
   
germinan frutos de sus labios
venenos silentes una vez mordidos

y ellas suspiran
porque aún son ignorantes

todas las mujeres ahogan
     al menos una vez
un sueño bajo una almohada mullida

allí se esconde
    amargo
        latiendo

más tarde
ellas voltean su cuerpo en el lecho
y también mienten

al dorso del amor
solo existe la sequía.

Acuarela Martínez

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infancia

en la noche 
como pequeñas huellas de pájaro  
descansa la luz sobre mi cuerpo

ideogramas describen el ritmo de un sueño 
desfile de imágenes de remotas carencias

en las grietas de mi piel 
consagro oficios adivinatorios 
pero no hay recuerdos ni nuevas memorias

sólo duendes y aparecidos 
desde el agua viva  
murmuran.

FlaviaPesci Feltri

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Ellas

Qué pensamientos se ocultan

tras las miradas de aquellas mujeres que cruzan la calle


o de esas otras

                     que conducen en cualquier autopista 

serán felices

o simplemente

                                                            serán exitosas

tendrán quien les dé un beso/

                                   un abrazo/

                                                    una sonrisa/

un reproche/

cuando lleguen a casa


quizás ninguna tenga a nadie

que le muerda la boca/

                       que le haga el amor/

sentirán

consumir su vida poco a poco/ como se consume 

el cabo de una vela


compelerán al espejo/

la búsqueda

de las razones y sin razones         del por qué visitan las arrugas/

de        por qué llega un ciclo/

y se va otro/

y otro/

                                                            y otro     

o simplemente

sacarán las cuentas de los gastos

                                                                    de fin de mes




©  Leonardo Melero


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Máscaras

Agreste me libero de las máscaras
para edificar con versos
un mundo alterno en donde reencontrarme

Goteo encierros y misterios.
Hay una hoja en blanco
Que se niega a respirar por mí
mientras reanudo
los caminos del mañana.

Y quiebro la mudez y rasgo ausencias:
como estigmas, se escurren develando.

Agito las mentiras
Descuelgo mil y un miedo.
Sigo siendo mujer
y mi voz
¿me hace indecente?

(Danza terrible: bufones en mis párpados)

Ophir Alviárez


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Delia se asoma a los espejos

quiero decírtelo en tu boca
ajenos a la respiración y a los latidos
con el querer y la ensoñación aparte

dejados a un lado tus surcos de guerrero
la templanza despierta
el cuello que avanza y que sostiene

es la danza que día a día se renueva
y osamos contemplarla en el espejo
la música     sus códigos
el alfabeto que se desmorona
inútil    desusado   por renacer

ejercicio de los deslumbramientos
atajo de renuncias
el agasajo de la serpiente cruza la cintura
y todo es fragilidad y engaño

el elemento ha de permanecer desnudo
arrodillado   con los ojos cerrados   sordo a
plegarias
pero no es suficiente, tampoco las falsas
promesas
hay que ir más allá
a donde nos parezca que se esconde el fuego
seguir los caminos escarpados
sujetar los hilos de la luz
abandonar todo delirio de soberbia

reconocernos criaturas inútiles   desprendidas
abrir los ojos
                                                           y cegarnos


Trina Quiñones
 



domingo, 13 de octubre de 2013

PARA HACER UN TALISMÁN / Olga Orozco



Para hacer un talismán

Se necesita sólo tu corazón
hecho a la viva imagen de tu demonio o de tu dios.
Un corazón apenas, como un crisol de brasas para la idolatría.
Nada más que un indefenso corazón enamorado.
                                                               Déjalo a la intemperie,
donde la hierba aúlle sus endechas de nodriza loca y no pueda dormir,
donde el viento y la lluvia dejen caer su látigo en un golpe de azul escalofrío
sin convertirlo en mármol y sin partirlo en dos,
donde la oscuridad abra sus madrigueras a todas las jaurías y no logre olvidar.
Arrójalo después desde lo alto de su amor al hervidero de la bruma.
Ponlo luego a secar en el sordo regazo de la piedra,
y escarba, escarba en él con una aguja fría hasta arrancar el último grano de esperanza.
Deja que lo sofoquen las fiebres y la ortiga,
que lo sacuda el trote ritual de la alimaña,
que lo envuelva la injuria hecha con los jirones de sus antiguas glorias.
Y cuando un día un año lo aprisione con la garra de un siglo, antes que sea tarde,
antes que se convierta en momia deslumbrante,
abre de par en par y una por una todas sus heridas:
que las exhiba al sol de la piedad, lo mismo que el mendigo,
que plaña su delirio en el desierto,
hasta que sólo el eco de un nombre crezca en él con la furia del hambre:
un incesante golpe de cuchara contra el plato vacío.

Si sobrevive aún, si ha llegado hasta aquí hecho a la viva imagen de tu demonio o de tu dios;
he ahí un talismán más inflexible que la ley, más fuerte que las armas y el mal del enemigo.
Guárdalo en la vigilia de tu pecho igual que a un centinela.
Pero vela con él.
Puede crecer en ti como la mordedura de la lepra; puede ser tu verdugo.
¡El inocente monstruo, el insaciable comensal de tu muerte!


Olga Orozco

jueves, 10 de octubre de 2013

LOS AMOROSOS / Jaime Sabines



Los amorosos

Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.

Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.

Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre  -¡que bueno!-  han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.

Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida. 

Jaime Sabines 

miércoles, 9 de octubre de 2013

YO CREO / Ana Blandiana



Yo creo

Yo creo que somos un pueblo de plantas,
de otra manera, ¿de dónde sacamos la calma
con que esperamos ser deshojados?
¿De dónde el valor
para empezar a deslizarnos en un tobogán de sueños
tan cerca de la muerte,
con la certeza de que podremos
nacer de nuevo?
Yo creo que somos un pueblo de plantas,
¿Quién ha visto
a un árbol rebelándose?

Ana Blandiana


(Traducción: Beatriz Estrada Moreno)



miércoles, 25 de septiembre de 2013

ANNA AJMÁTOVA





LA TIERRA NATAL

No la llevamos en oscuros amuletos,
Ni escribimos arrebatados suspiros sobre ella,
No perturba nuestro amargo sueño,
Ni nos parece el paraíso prometido.
En nuestra alma no la convertimos
En objeto que se compra o se vende.
Por ella, enfermos, indigentes, errantes
Ni siquiera la recordamos.

Sí, para nosotros es tierra en los zapatos.
Sí, para nosotros es piedra entre los dientes.
Y molemos, arrancamos, aplastamos
Esa tierra que con nada se mezcla.
Pero en ella yacemos y somos ella,
Y por eso, dichosos, la llamamos nuestra.

(Versión de María Fernanda Palacio)



A LA CIUDAD DE PUSHKIN

 
1
¿Qué puedo hacer? Ellos te destruyeron,
¡Qué encuentro más cruel que el separarse!
Aquí hubo un surtidor, allá alamedas,
Más a lo lejos verdecía el parque...
La aurora más rosada que ella misma
Fue aquél abril. Olor a húmeda tierra,
A primer beso...

2
Las hojas de este sauce en el siglo pasado se murieron,
Para brillar cien veces más lozanas en la forma de un verso.
Las rosas se trocaron en purpúreas rosaledas silvestres,
Pero los himnos de la escuela siguen brotando sin desánimo.
¡Medio siglo pasó! Fui premiada por la divina suerte
Y en los días violentos olvidé el fluir de los años.
¡Ya no voy por allí! Pero a la orilla del río de la muerte,
Yo llevaré mis trémulos jardines de Tsárskoie Seló.
Versión de Rafael Alberti



CASI PARA UN ÁLBUM

Al escuchar un trueno, me recordarás
pensando: ella añoraba las tormentas…
En el cielo la franja será escarlata ardiente
y abrasará el corazón, como antes.
Eso ocurrirá un día en Moscú
cuando abandone la ciudad para siempre
y retorne al anhelado hogar
dejando entre ustedes sólo mi sombra.

(De Séptimo libro, ciclo El trébol moscovita)



Él amaba tres cosas en el mundo:
los cantos de vísperas, los pavos reales blancos
y los desgastados mapas de América.
No le gustaba el llanto de los niños,
ni el té con frambuesa,
ni la histeria femenina.
…Pero yo era su esposa.

(Del libro La noche)



Junto a la mesa están las horas de la tarde
y la página irremediablemente en blanco.
La mimosa huele a Niza y a calor.
Un gran pájaro vuela con la luz de la luna.

Y, tejiendo tensamente mis trenzas en la noche,
como si las necesitara mañana,
sin entristecer, miro por la ventana
hacia el mar y las pendientes rocosas.

¡Qué poder tiene el hombre
que no pide ni siquiera ternura!
No puedo levantar los siglos cansados
cuando él pronuncia mi nombre.

(Del libro El rosario)



Te detuvieron al amanecer.
Yo iba tras de ti como en cortejo fúnebre,
en el oscuro aposento los niños lloraban
y la vela se derretía en el santuario.
En tus labios había el frío del ícono
y en tu frente sudor mortal… ¡No lo olvido!
Como las viudas de los Streltsy  
aullaré bajo las torres del Kremlin.


Moscú, otoño de 1935
(De Réquiem)



Diecisiete meses hace que grito.
Te llamo a casa,
me arrojé a los pies del verdugo,
hijo mío, horror mío.
Todo se ha enturbiado para siempre
y no puedo distinguir
ahora quién es el animal, quién la persona,
cuánto tiempo queda para la ejecución.
Y sólo hay flores cubiertas de polvo
y el tintineo del incienso, y huellas
desde algún lugar a ninguna parte.
y me mira fijamente a los ojos
y me amenaza con una muerte cercana
una inmensa estrella.

(De Réquiem)



COMO DEDICATORIA

Deambulo por las olas y me oculto en el bosque,
me imagino en esmalte.
Seguramente soportaré la despedida,
pero un encuentro contigo, lo dudo.

(De Séptimo libro, ciclo Poemas de medianoche)





Anna Ajmátova (Anna Andréievna Gorenko; 1889 - 1966) Poeta rusa nacida en Odessa el 23 de junio de 1889. Pasó su infancia y adolescencia entre Tsarkoe Selo y Kiev. Al divorciarse sus padres en 1905, Ajmátova partió con su madre a Crimea, de donde partirá, a su vez, para Kiev, a terminar sus estudios secundarios y estudiar Derecho. En San Petersburgo, por último, seguirá los cursos de altos estudios de Literatura e Historia.
Fundó, junto a los poetas N. Gumiliov (con quien se casó en 1910) y Serguéi Gorodetsky, el movimiento poético ruso conocido como "acmeísmo", que constituyó una reacción contra la vaguedad y el misticismo decadente del simbolismo, en favor de las imágenes concretas y la realidad inmediata.
Sus versos se imprimieron en 1907, cuando apenas tenía 18 años. Su primer libro, Anochecer se publicó en 1912, le siguen Belaia staia (1917) y Podorozhnik (1921), por los que fue criticada y catalogada de burguesa y aristocrática. Tras la publicación de Anno Domini MCMXXI (1921), dejaron de aparecer originales suyos, hasta la edición de Iz shesti knig (1940), una compilación de su obra anterior.
Durante la guerra comenzó su largo y reconocido Poema bez geroia (1940-1962), obra que constituye una suerte de suma lírica de toda la filosofía y la poética de Ajmátova, que no apareció hasta 1966. Su emotivo ciclo en memoria de las víctimas de Stalin, entre las que estuvo su hijo Lev, Requiem (1935-1940), publicada apenas en 1963, está considerado una obra maestra y un monumento poético al sufrimiento del pueblo soviético bajo la dictadura estalinista. Durante muchos años fue silenciada por el régimen soviético. Sus poemas se prohibieron, fue acusada de traición y deportada.  Regresa a Leningrado, en 1944. En 1958 apareció un nuevo volumen con su poesía y algunas traducciones de poemas de G. Leopardi y R. Tagore. Dentro de su variada y vasta obra también destacan los poemarios Chetki (1912) y Beg vremeni (1965). Escribió numerosos ensayos sobre Pushkin, recogidos en el volumen O Pushkine: statí i zametki (1977). Publicó unas memorias donde relata sus estrechas relaciones con A. Blok, Amedeo Modigliani y Mandelshtam.
Falleció en Moscú en 1966, su funeral, celebrado en la catedral de San Nicolás, en San Petersburgo, fue multitudinario.               

miércoles, 18 de septiembre de 2013

ARMANDO ROJAS GUARDIA / PATRIA


PATRIA

Alguna vez amamos, o dijimos amar,
la terquedad sombría de tu fuerza.
La voz del padre enronquecía
al evocar calabozos, muchedumbres,
hombres desnudos vadeando el pantano,
llanto de mujer, un hijo
y más arriba (dónde arriba?)
el trapo contumaz de una bandera.
Supimos, lenta y vagamente,
que lo imposible te buscaba
extraviándote los pies
-aquellos pies de Hilda obsesionaron
a mis ojos de niño: su corteza
terrosa, vegetal, desconcertada
sobre la pulitura del granito.

Tal vez una tarde, entre los campos,
la música te deletreó de pronto
al lado de algún bosque, una colina,
un lago triste que se te parece:
la misma terquedad al revelarte
ávida no precisamente de nosotros
(los efímeros, los quizá, los transeúntes)
sino de tu pátina absurda de grandeza
-esos sueños opulentos de la historia
que son más bien su horror, su pesadilla.

Ahora que te conoces vil, prostibularia,
porque tanta voluntad ecuestre
se apeó bajo el sol a regatear
y el héroe mercadeó con su bronce
y el oro solemne del sarcófago
adornó dentaduras, fijó réditos,
y no hay toga ni charretera ni sotana
que te oculten cuadrúpeda, obsequiosa
por treinta monedas ancestrales,
yo me atrevo a cubrir tu desnudez.
No es verdad que te vendiste. Tú anhelabas
dilapidarte brusca, totalmente:
un lujoso imposible.
                                 Lo sabías,
siempre lo has sabido y como siempre
aras en el mar. Te concibieron
con voluntad precisa de fracaso.

Cómo afirmar, pasito, que hoy te quedas
en la dificultad de sonreírte
levantando los hombros, desganado,
y diciéndote con sorna, con ternura,
mañana sí tal vez. Quizá mañana...

Armando Rojas Guardia