martes, 17 de agosto de 2021

Susana Villalba / 5 poemas

 

 


 

Rikyu


Le lleva al mundo tiempo

una mano,

una pluma.

Es imposible

atravesar un corazón

si no hay deseo

de matarlo.

Toda la tarde caminó

bajo la lluvia

como una forma de sentir

humanidad.

El tiempo -se dijo-

será esta ceremonia

del té.

Es cosa de los astros

si pueden partir

el mundo en dos

en un segundo.

Es cosa de los otros

sus manos.

No es una huella

que dejará

según mueve la pluma.

Es que esas huellas

de sus dedos

son irrepetibles.

Pero llevan su tiempo

las palabras.

No es el camino

el que dice la distancia,

los ojos

no encuentran su paisaje.

Hubiese preferido tocar

con sus palabras,

él habla

maravillosamente

y es un placer físico

escuchar.

Pero no importa

si las uvas están

a demasiada o poca altura.

Si se moja es que llueve

y es la hora

de preparar el té.

El cuerpo es un pacto

con la forma.

Pero el deseo es la forma

que tiene el corazón

de deshacerse

de su cuerpo.

Como un relámpago

espera

en la línea de la mano.

-¿El amor?

-dijo la bruja-

¿Ir al Tíbet?

Una escritora.

Los sueños son la vida

también.

Tuviste un gran amor.

-Tuve, como quien dice

una enfermedad,

escribí

poemas.

-Palabras

-dijo la bruja-

de un corazón

en círculo de fuego.

Se viste de venado

y se devora.

Una pluma en el barro.

-Cuando los amantes duermen,

amanece.

Las palabras no dan cuenta

de ese espacio

que separa a los cuerpos

en el sueño.

-Los amantes

-dijo la brujan-

o se dan cuenta.

Pero el que sueña

es un camino

como cualquier otro.

Los poemas también

son naturaleza.

Si no tocaste

esa mano no existió

más que en el sueño.

-Pero las uvas

a la altura de mi mano,

acaso

simplemente las describa

-Es una forma

como cualquier otra.

-Pero la espada y el tiempo

que le lleva al mundo

el cuerpo

que la cabeza lleva atado

como un perro.

Y el guerrero

si amanece

y en su corazón

noche cerrada.

Cantan los pájaros

y habitan la luz

como una flecha

de su propio sentido.

Dar testimonio

de una manera humana

de levantarse,

preparar el té

y escribir.

-Y acaso haber tocado

¿Daría cuenta?

-Un puma

ni un venado.

Deseo de beber

un animal completo

o palpitante

en la espesura

del deseo

fugar de un cuerpo

agazapado.

Se pregunta

qué tarea tiene

entre las manos.

Palabras como espada

de dos filos.

El deseo real

como la mano

al tocar

fue tan distinta.

Cada cuerpo

irrepetible.

-El arquero

ni el caballo,

la flecha

no pregunta:

Señor

¿no tuviste suficiente

fe

en mí?


Marea


Esa conspiración en el susurro

cuando nada dicen,

persiste el mar

y la piedra en deshacerse

resistiendo.

Quizá belleza

es esa colisión

eternamente fugaz.

Como el mar el deseo

es movimiento

que comienza donde parece

 

acabar.

Inútil seducción y sin embargo

la piedra se transforma.

En el amor

se sabe por el cuerpo

el límite del cuerpo.

Es su plenitud.

Esa revelación

que acaba cuando comienza

a hablar.

Como arena arrebatada

por el agua

que toma y abandona

al mismo tiempo.

Querer ir más allá del mar

es el mar.

Ese murmullo que parece responder

es movimiento,

un rugido

como el fracaso siempre de un deseo

es el deseo.

Inútil preguntar la razón

que desconoce un corazón

de agua.

El mar como el sueño

rumorea en la orilla

restos

de la profundidad.

Porque nada dice

dice el mar:

que la verdad es agua

entre las manos

se sabe por tocar.

 

El caso Ruth

 

La piedra es,

una mujer mata,

por instinto

busca el reverso de la piedra

donde se esconde un animal.

Sólo quería que dé la cara,

dice sin resistir.

No había remedio,

me dolía él.

Cuando al fin lo encontró 

sacó de su cartera la Smith and Wesson

y vació el cargador.

Se gana, se pierde

pero negocios son negocios.

¿El dinero? está o no,

como las piedras, en el camino.

Ahora soy yo

la que mata.

Ahora moriré de un acto

real,

es la ley del amor querer perder

la cabeza,

que él abandone el cuerpo

entre mis brazos.

¿El arma? qué sé yo,

las cosas aparecen.

Me enceguecí,

ya no quería verme.

Nos amamos,

después yo disparaba,

es algo contundente.

Antes que nada

108

leíste las noticias policiales,

tomaste café.

Sí, estás despierta,

ese dolor que sos ahora

es el mundo,

la orilla del sueño aún golpea,

agua aceitosa contra un casco.

Algo que deje de moverse,

por favor.

Pero un disparo

en la piedra podría revelar

que nada es tan sencillo,

todo tiene un momento

que nunca cristaliza.

Un corazón.

Estás despierta, todo gira,

no sabés si es el día

siguiente

y faltaste al trabajo

o es domingo.

Sí, fuiste a esa casa,

tomaron un taxi

que se perdió en la niebla,

hubo choques en cadena, dice el diario,

así es que la niebla fue real.

De bar en bar

alguien dijo hay una fiesta

en algún sitio.

Y nunca es ésta.

Llegaron a esa casa o pretensión

de teatro under,

fiesta de primavera.

Un travesti

o lo que un hombre dice

que es una mujer

te hizo sentir ambigua

en tus vaqueros.

Hizo un sketch,

ya se sabe, un sketch.

Princesa, sultán, odalisca,

nadie bailaba, hacía frío,

rodaron latas de cerveza.

Los travesti eran encantadores

de serpientes

sin serpientes,

vos también.

Mariposas deslumbradas por la fiesta

que iluminaban.

Encontraste a tus amigos en el baño,

habían capturado una botella

pero mejor era volver

al bar.

Un lugar donde caer

sin caer.

Ahora entendés el viejo chiste

 de decir al taxista: a casa

por favor.

Ahora el sentido

toma su sentido:

el deseo brilla

por su ausencia.

La noche fue un largo, repetido

nunca más.

Encontraste un murciélago

como si todo lo perdido

por perdido en esa casa

hubiera rezumado su animal.

Se movía si topaba

con el límite.

La propia imagen

de todos los errores,

 el terror al fin

tenía una cara

mítica.

Encendiste la luz

y chocó con la pared;

no la piedad, la ley

de semejanza,

la culpa del demonio

se mata con culpa

 verdadera.

Golpeaste

 una y otra vez,

 sonaba a cuerpo contra piedra,

se quebraba, arrastraba el aleteo,

al fin era un insecto

grande

o una muñeca rota.

Entonces cortaste la cabeza,

las membranas,

clavaste una estaca en el corazón

y abriste para ver

que se movía.

Las manos pegajosas,

el piso de un humor

que no era sangre

 lo cubriste con diarios,

 esa noticia de la mujer

que guardó a su amante

en el freezer.

 No podías tirarlo a la basura,

quemaste el cuerpo 

y la cabeza juntos

 para mirar como algo termina alguna vez

sin dejar restos.

Después dormiste todo el día.

Y ahora alguien dice, en el contestador,

¿venís al club de cine?

 por lo tanto es el domingo

 lo que perdiste

o la idea del día

y de la noche

o no sabés qué querías

perder.

Aunque el cuerpo no olvida

 no encontrás el argumento.

Si entrara ese forense capaz

de encontrar babas y uñas

y huesos calcinados,

demonios, que me cuelguen

pero no me pregunten

por qué.


La occisa

 

Si pudiera volver

la cabeza.

Los ojos, sí

los ojos permanecen

pero yo permanezco

inmóvil

como siempre y sin embargo

ya no importa.

Existe un paraíso

del cuerpo

prometían los ojos,

infierno de saliva

arrasando palabras,

pensamiento, ser

desde adentro

hacia afuera un fuego

líquido y afuera

sólo tacto

de mí.

Y ahora que la bala penetra

una real calcinación,

me atraviesa: esa mirada

es una trampa

y ya no importa,

fluye,

el deseo es un río,

le dije,

no detengas su curso.

Todo es líquido,

el aire como bruma pegajosa

en la garganta,

los sonidos,

no veo, me derramo

hacia adentro,

agua estancada

lo que fue pólvora viva,

volumen sanguíneo en las vísceras

conscientes ahora de sus ritmos

ralentados,

humores venenosos del alma

que también es un cuerpo

eléctrico.

Un fluido

que al mirar capturaba en un punto

de impacto.

Nunca fui el cazador

siendo rapaz como el deseo

es como el viento

que no sabe qué arrastra,

qué doblega,

por qué aleja al acercarse,

por qué le da una dirección

lo que resiste.

Algo, una baba,

una pluma venida del espacio

toma forma,

toma desde dentro

un cuerpo que pueda tomar cuerpos,

una ciudad de poseídos.

El verdadero horror

en las películas

es que siempre comienza

la misma situación,

cuando cierra la puerta

y suspira

se rompe la ventana

y vuelve a correr.

Sólo hay dos en esa cinta

de Moebius

y ya no sabe quién perseguía

a quién.

No importa,

ya no puedo moverme

y hemos vencido

los dos.

Hemos perdido

lo áspero,

los vientres pegados de sudor,

la radio,

una lámpara en invierno,

acariciar los libros,

las manos se deshacen como papel viejo,

he perdido

la textura de tu espalda,

el árbol,

cicatrices.

Sin embargo siento el agua

alrededor,

me estoy hundiendo

suavemente.

Acaso imagino una lluvia

que no llega a mi oído,

no es que caigo, voy perdiendo

sentido.

Ya no veré el acero,

el mar ni una estación de tren

abandonada.

Me condenaste al tedio,

a la nostalgia monocorde

por alguien que no está:

mi propio cuerpo.

Solitaria

eternamente sabiéndome

invisible

aun para mí misma.

No importa,

ya no puedo pensar

ni imaginar lo que no sé

cómo será

y cuando suceda, como siempre,

ya no tendrá importancia

entender.

Es un río,

dejémonos llevar,

le dije,

a donde sea.

Fue un error, como un viento

diciendo soy un viento,

un giro repentino

de nosotros.

La oscuridad como una piedra

me toma desde dentro,

mi cuerpo es la sombra

de una piedra

y todavía tiembla

un centro

como lava,

una bala que busca salida

y ya no importa,

interesada en el esófago,

un reguero,

una película en que todo estalla

es una bella imagen

que ya no podré ver.

Instantes de oro

y años de polvo

será, como la vida,

la muerte.

Dónde está la luz

cuando se apaga.

Voraz como el deseo

como el fuego no quiere devorar

sino encenderse,

nunca fui el cazador.

Pero que sea yo la víctima

también es un error

o un accidente.

Si desperté pasión

no tuve el mérito del cálculo,

si arrebaté lo ajeno

no tuve el usufructo,

si fui el testigo no supe

con lo visto

más que dar testimonio.

Quizá como el amor, la muerte

como la vida

no sea para siempre.

Será una travesía,

si miro hacia atrás

sus ojos

podrían retenerme.

Sin embargo dispara

contra el viento

como un ciego.

Un individuo en posición

decúbito,

aspecto de masa

cenicienta,

alojada en el canal

la bala ahora es lo que queda

vivo

y este fluir del pensamiento

acaso será siempre

una cámara lenta del disparo.

Un trueno primero,

después el relámpago

reabsorben en una sensación

fulminante de silencio.

También hay una muerte espléndida

que tampoco me tocará en suerte.

No importa


La gaviota


La precisión,

la cadencia

de fuego,

la sobriedad con que se apuesta

entre el sudor y el viento,

el arenado refracta la luz

que te revelaría inmóvil.

Calzar a la medida

el arma de tu cuerpo,

el peso exacto

del silencio,

de la hora, detrás de la ventana.

Podrías estar en un pueblo

de México,

Arizona,

hay algo en este hotel

donde ya no recordás

qué viniste a olvidar.

Ahora el viaje te persigue,

cada mañana escapás

de cada noche

anterior.

El temporal presagia un punto

en que nada quede

en pie.

¿Pero estarás aquí

cuando limpien la playa de restos

de tejados, pájaros

y botes?

Ya no se ven las casas

pero están

y las banderas de Texaco.

Vendrán a buscarte.

El bus te encuentra en cualquier sitio

en que te hayas perdido,

saben que no sabés

dónde ir, como el mar

impunemente

deja a su lado lo que mata.

Hazte hombre, decís

a un mar atento a tu voz

de alto.

Masivamente pierde su eficacia,

las guerras por millones,

los accidentes de miles

nos aburren.

La sal

opaca el vidrio,

el fondo que parece

emerger es previsible,

ensimismarse es engañoso,

culpable de suicidar

o seducir.

Llevo una bala entre los dientes

cuando beso,

tengo en la lengua el gusto

a metal de la Hotchkiss,

tus muertos gozan

un funeral de escarabajos.

En los baños de rutas

o estaciones donde hago el amor

sin desvestirme, yo sé

-decís al mar que rompe

las sillas de la rambla-

lo que es un corazón,

se macera en lo mismo

que lo pudre

que es su orilla.

Aquí estoy

y no llegas,

sólo un escupitajo,

un toldo desgarrado,

como un adolescente.

Me alimento de verte.

Podés confiarme ese secreto

deseo de matar despacio

y razonado como un hombre,

hacer de tu vaivén una estrategia.

Un cazador

inventa su animal para matar;

en cada huella ve su sombra

a punto de saltar

a la existencia.

La hiena ríe última

y sola

ante los restos.

No confíes en quien bebe

ante un vidrio,

ante tu corazón que persiste

en desplegar su botín de espinazos

hebillas, caracoles,

lo que creés abandonar

te delata

con su resaca de oros,

todo es memoria

en perpetuo movimiento.

Soy, como vos, el cuerpo

de la bruma,

su límite, ir

y venir por nada que comprendas,

haszte hombre, yo te diré por qué

se agita el mar.

Tu amenaza, decís,

empieza a ser monótona,

constante tu inasible

país, tu lengua

que promete rodar en la saliva

del destino,

acabar en el vacío completo

de sentido, es decir

no escuchar.

Ya ves,

soy la granada a punto de estallar

en defensa del amor

en el momento del amor.

El bus

parece haberte olvidado,

los barcos no salen hoy,

estás atrapado

entre cielo y tierra.

La voracidad de la gaviota

resiste en el viento,

un plomeo abierto,

convincente,

cae en el alféizar.

Abrís la ventana y la llevás

a la mesa,

sabés que el barman se molesta

pero sos extranjero.

Boquea, metés los dedos

en el brandy

y dejás caer gotas

en el pico,

se retuerce con un grito afónico,

golpea contra la mesa

el ala destrozada,

se pegan plumas en tu vaso.

Vendrán a buscarte.

Vendrá el bus y el mozo

tirará el cuerpo a la basura,

dejás tus restos,

cumplís tus pactos.

El mar ruge, ciego,

después de todo no mata

para ver,

no entiende nada.

Te levantás,

esperás que te encuentren,

cada día en esos cuartos

con olor a cajones vacíos,

a cepillos o navajas olvidadas.

Cada ventana abriéndose

a un camino

que baja siempre al mar,

siempre un cartel

que dice usted está

aquí.

Siempre un lamento de gaviota,

animal de petróleo y basura

y viento,

decís, dando la espalda al mar.

Una pasión de metralla

requiere el silencio del cuchillo,

la sorpresa

en el discurso, ser

y desaparecer en acción.

Soy el disparo.


 

Susana Ada Villalba (Buenos Aires, Argentina)
Poeta, dramaturga, periodista, y gestora cultural. Cada uno de sus seis libros de poesía publicados desarrolla una temática (de género, filosófica, o social): Oficiante de sombras (1982), Clínica de muñecas (1986), Susy, secretos del corazón (1989), Matar un animal (Venezuela, 1995; Argentina, 1997), Caminatas (1999), y Plegarias (U.S.A., 2002; Argentina, 2004). Actualmente dirige la Casa de la Lectura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Integra el Consejo asesor de la revista y editorial Último Reino.

lunes, 16 de agosto de 2021

María Wine / 10 poemas

 




En algún lugar

 

tiene que haber un rayo de luz

que disipe las tinieblas del futuro

una esperanza

que no se deje matar por el desencanto

y una fe

que no pierda inmediatamente la fe en sí misma

 

En algún lugar

tiene que haber un niño inocente

al que los demonios no han conquistado aún

un frescor de vida

que no espire putrefacción

y una felicidad

que no se base en las desgracias de los demás.

 

En algún lugar

tiene que haber un despertador de la sensatez

que avise el peligro de los juegos autoaniquiladores

una gravedad

que se atreva a tomarse en serio

y una bondad

cuya raíz no sea simplemente maldad frenada.

 

En algún lugar

tiene que haber una belleza

que siga siendo belleza

una conciencia pura

que no oculte un crimen apartado

tiene que haber

un amor a la vida

que no hable con lengua equívoca

y una libertad

que no se base en la opresión de los demás.

 

Bendita sea la ira

 

Bendita sea la ira

la pálida ira silenciosa

que tiembla igual que un arco demasiado tenso

o la ira colérica

que grita con voz resonante

y la oscura ira abismal

que retumba en la campana de alarma de la tormenta

 

Bendita sea la ira

que con su guadaña de luz

despierta al indiferente

y con su fuego

oscurece la sonrisa del tramposo

la ira que desenmascara

al ostentosamente dadivoso

y al que acepta con avidez

 

Maldita sea la ira

que habla con la lengua del odio

sólo para extender más odio

Huye de esta ira engañosa

como si de una serpiente venenosa huyeras

 

Pero no huyas de la ira

que embriagada de furor

tropieza con sus palabras

préstale

la oreja redonda de la paciencia

Y tu propia ira contenida

que se retuerce como un sacacorchos

en tu corazón

o susurra como una abeja

encerrada en tu mano:

libérala

reparte contigo mismo

las frutas de tu ira

 

Bendita sea la ira

que con su discurso brillante

agudiza y se yergue

haciendo huir a la maldad

al igual que las sombras

huyen de la luz-

Bendita sea la ira que lucha

por más vida en la vida

más amor en el amor

más justicia en la justicia.

 

Desolación

 

Ella siguió viviendo su vida

en la habitación donde él había muerto

para seguir respirando siempre

sus últimos suspiros

reflexionar sobre las últimas

ideas que él pensó-

Se metía en sus ropas

se sentaba en su sillón

y leía una y otra vez

el último libro que él había leído

pero nunca pasaba de la página

a la que él había llegado-

 

Llevaba en la muñeca

el reloj de pulsera de él

que había hecho tic-tac a la velocidad de su pulso vivo

y ahora lo hacía débilmente al compás

del pulso renuente y triste de ella

Comía con los cubiertos de él

bebía de su taza favorita

Se peinaba con el peine de él

delante de su espejo

Se quedaba largo rato mirando

al espejo buscando inquisitiva

como si esperase que la profundidad

le fuera a devolver por compasión

el rostro de él.

 

Expedición de descubrimiento

 

Si no tuvieras

tantísima prisa

(a tu muerte llegarás en todo caso a tiempo)

podrías darte cuenta de muchas más cosas.

Podrías por ejemplo descubrir

que la yema de tu dedo

tiene la misma forma abovedada

que un grano de uva

que su piel tiene el mismo dibujo

de pequeñas estrías acanaladas

que la piel de la uva

y que cuando aprietas la yema de un dedo sobre otra

la sensación de blanda dureza es la misma

que cuando la aprietas sobre la uva

 

Descubrirías

que los párpados de los ancianos

bien están toscamente arrugados como piel de higos

bien tenues y transparentes

como la película del ojo de un pájaro

Tendrías tiempo de ver

que en el esmalte brilla una sonrisa

que el cuchillo en realidad es un rayo capturado

y que la caballa ha sido asada a la parrila por la sombra

 

Descubrirías que

a menudo una piedra dura protege

un secreto blando

y tendrías tiempo de escuchar la melodía

que suena dentro de cada pelo

Podrías leer el mensaje de la escarcha

en el cristal de tu ventana

y asombrado descubrirías

lo difícil que es llorar

bajo un sol deslumbrante

así como que se necesita coraje para atreverse a reír

en la oscuridad nocturna

 

Si fueras un hombre

descubrirías

que la mujer que llevas dentro ansía

permiso para echarse a llorar

y si fueras mujer

que el hombre que llevas dentro ansía

permiso para dar cuenta

de tu malgastada debilidad

Descubrirías

que casi todo lo que les reprochas a otros

es un reproche que has evitado hacerte

 

Si te dieras tiempo para contemplar

la alfombra del paisaje que has tejido con tu vida

podrías descubrir muchos senderos que te has saltado

a los que nunca podrás volver

Y quizá gracias a tu descubrimiento

dejarías de saltarte el día

para alcanzar rápidamente la noche

dejarías de saltarte el invierno

para llegar rápidamente al verano

y con este conocimiento

alargarías tu vida considerablemente.

 

El dictador

se ahoga tarde o temprano

en sus botas demasiado grandes.

 

¿Sería acaso en el mismo instante

en que el humano comprendió

que alguna vez debía morir

cuando él mismo tuvo el deseo de matar?

 

Desnudar de su sombra al desgraciado

con tu luz

¿es un acto de amor

o solamente impertinencia?

 

Somos muchos

los obligados a convertir la curiosidad del pie

en un ala fugitiva.

 

Por la justicia luchan ambos

pero lo que es justicia para el uno

es injusticia para el otro

y a causa de esta discrepancia

se combaten el uno al otro

con el arma mortal de la injusticia

y se despojan con ello de todo derecho

a llamarse defensores de la justicia.

 

¿Siempre hay alguien

que se atraviesa en el camino

o soy yo

que me atravieso en mi camino?

 

 

María Wine (Copenhague – Estocolmo)  

Trabajó como oficinista. En 1936 se casó con el poeta Artur Lundkvist y se trasladó a Estocolmo donde ha pasado su vida. Toda su amplia obra está escrita en sueco, escribió fundamentalmente poesía, aunque ha publicado libros autobiográficos en prosa y otros de prosa poética. Escribió más de 30 poemarios. Falleció en Estocolmo a la edad de 90 años. En Suecia se la considera como la poeta del amor, según la autora el amor debe estar basado en la libertad, en la responsabilidad y en la confianza mutua.

lunes, 9 de agosto de 2021

Helena Sinervo / (4 poemas )

 



El  placer de tiresias

Pocos olvidan el mar

por una gotita,

pero yo no recuerdo

tu cara, sólo la gotita

que colgaba de la punta de tu nariz

y cayó en el vaso de vino.

 

Te estaba mirando a vos

o a mí misma, o a algo

entremedio, no me acuerdo

pero la luz incandescente

atravesó a esa gota y relució

y, reluciendo, cayó.

 

El vino todavía tiembla.

 

Aguja

 Se pasa uno la vida buscando, 

se consume el cigarro

y no se ve huella. Pero a veces

se percibe el destello,

su fracción de segundo:

un brumoso mar en llamas

en ojos desconocidos. 

¿Es eso lo que querían

esquivar, la nieve cuando cae del alero,

mientras juntos giramos alrededor del sol?

A esos instantes

tú los llamas eternos,

yo amor, él soledad.

Alguien sugiere “belleza”

pero lamenta no haberla visto.

En una aguja del pino el bosque entero.

 

El niño es una casa y la habitan los padres

qué luminosos los pequeños objetos,

cómo dan lástima los juguetes

 y las prendas minúsculas

por el suelo, sobre la esquina de la mesa, 

en el respaldo de una silla

y la pequeña piedra puesta 

a crecer sobre el pretil,

en su interior los fríos 

de siete inviernos,

el abuelo la traía en el bolsillo,

peso de siete generaciones,

piedra lisa, ligera.

La casa construye en su interior otra casa,

pasillos, cuartos ocultos, 

cámaras, negros rincones en los sótanos,

filas de armarios mínimos 

y secretos, escondidos guardianes

de breves puertas. 

La casa que está en la casa

construye en sus adentros un laberinto, 

un Minotauro vigila

el niño se le ofrece como alimento,

la nariz, los dedos,

los ojos, los dedos de los pies,

 los talones, las orejas,

el ombliguito, 

dolores des crecimiento que tanto duelen

todo ofrecido al Minotauro, 

los dolores de morir.

No anden en ella como en su casa,

toquen la puerta.


De Sininen Anglia, WSOY 1996

Flota la piedra y otra

se adentra en ella como en una barca.

Nace la leyenda de la niña abandonada

que por voluntad se ahoga bajo la imagen del agua.

Ella es agua bajo el agua,

encima y dentro del agua.

Parece ser infinita la ternura de los peces:

propicio el humor del agua.

 

Helena Sinervo (Tampere, Finlandia)

Es  una poeta, novelista y traductora finlandesa. Ha publicado tres novelas, 11 colecciones de poesía y tres libros infantiles y sus obras han sido traducidas a más de 25 idiomas. Sinervo recibió el Premio Finlandia de Ficción en 2004.

 

viernes, 6 de agosto de 2021

Malcolm de Chazal (3 poemas)






El barco está volviendo a casa


El barco está volviendo a casa ahora.


El patrón intenta leer pero sueña en el hogar.


El viejo paleador duerme, el motor petardea.


Las luces están dispuestas para iluminarnos desde el pasado.


Hasta un próximo futuro tan poco misterioso como este mástil


Con hierro y lo que el hierro ama del reino que llega.


¡Paciente hierro! Pero, más allá del palo mayor, silenciosa


Oscuridad, o el girar de parpadeantes formaciones de estrellas


A la deriva en un blanco océano de dudas.


Quizá este vagabundo ondula hacia el porvenir


Que ensombrece al océano menos que el odio


En las mentes de marino. ¿Esa estrella es amargura


Entre estrellas de amor? ¿Este carguero lleva a la eternidad?


¿Adónde vamos? Vida sálvanos a todos.


 

 

Sin tiempo de pararse a pensar

La única esperanza es el próximo trago.

Si te apetece puedes dar un paseo.

Sin tiempo de pararse a pensar,

La única esperanza es el próximo trago.

Inútil titubear en el límite,

Peor que inútil todo este hablar.

La única esperanza es el próximo trago.

Si te apetece, puedes dar un paseo.

              

LXIII

Corta el agua

todo lo que quieras

no encontrarás

jamás

el esqueleto

el esqueleto del viento

es la vida toda.

 

 

Malcolm de Chazal (Vacoas, Islas Mauricio)

Fue escritor francés, autor de 60 títulos, conteniendo aforismos, poesía, ensayos metafísicos, obras de teatro y cuentos, además de casi un millar de crónicas publicadas entre 1948 y 1978.

jueves, 5 de agosto de 2021

Tamara Kamenszain / (6 poemas)




Yo a esta altura de mi vida

me siento obligada a ser clara

aunque nada ni nadie me lo pida.

En un poema de 1986 me puse oscura

para decir algo que ahora

diría de otra manera.

Transcribo parte de ese poema con el único fin

de poder usar de nuevo sin avergonzarme

la palabra sujeta:

"Se interna sigilosa la sujeta

en su revés, y una ficción fabrica

cuando se sueña".

Para mí lo urgente a esa edad era

graduarme de mí misma retener

como diploma de adulta mi nombre propio

en una celda impersonal.

Para eso tuve que recurrir a la tercera persona

como si en verdad los sueños de la otra

los pudiera descifrar Tamara.

 

Pero la fiesta engaña porque hay otra línea que sin embargo

de nuevo es la misma:

veinticuatro horas y ya pasamos al 2013.

Varios cambiaron hoy su foto de perfil y eso le gusta a Facebook

porque es bueno contestar a la pregunta íntima

con una imagen pública.

Si pudiera escribir como quien cambia su perfil subiría

unos versos de mi primer libro y los haría pasar como actuales.

Eso contestaría a la pregunta de cómo me siento:

"una piba", diría mi mamá.

Pero mis hijos me privan de hacerlo

si digito la contraseña las iniciales de ellos

me dejan entrar sólo a mi propia edad y eso me devuelve

a los límites del poema-libro.

 

¿Eso es hablar de la muerte?

 

Ensayé todo lo que pude

insistí con estribillos ajenos

“debajo estoy yo” “debajo estoy yo”

pero Pizarnik ya había nacido

enterrada Alejandra Alejandra

se hizo llamar desde chica

y eso sí que es hablar de la muerte.

Yo solamente la cito

porque nací en una generación

y eso no es hablar de la muerte

si el cuerpo camina solo

plegarse con otros al paso del tiempo

es un deporte literario:

“La muerte y la vida estaban

En un cuaderno a rayas".

…       

 

Cuando te casaste

atado de frente al juez en su registro

mis nervios rozaban en ramo tu antebrazo

sintonía para dos costados rumorosos

buscando por señas de nacimiento

juntar siluetas digitales en familia

reconocer a nuestros hijos

por el parecido.

Cuando te casaste conmigo

estábamos parados

mi edad de merecer en la cintura

y en el acento del sí colgadas las cabezas

para que los testigos, mudos de la diferencia

callaran al tiempo de copiarnos

línea por línea el rostro enloquecido

del matrimonio perfiles en un acta doble faz.

 

Esto no lo conté nunca a ninguno de los analistas:

en el colegio primario judío veíamos todos los años

la misma película de los campos de concentración nazi

esa donde unos cadáveres vivos cavan la fosa

después tiran adentro los huesitos de sus muertos

y después todavía son obligados

a empujarse a sí mismos suicidados por otros

que los fusilan para que de tan livianos caigan

sin comerla ni beberla.

No sé pero todavía hoy cuando un taxista dice

algo sobre los judíos me callo

no vaya a ser que por el espejo retrovisor descubra

que yo también estoy al borde de esa fosa.

Por eso no opino por eso me escondo

detrás de la primera persona.

 

Fuera de padres, desmarida

vino en un cuarto ambulatorio

de canto a esta moneda ajena

gasto el calefón en su rugido

quedada matriz de la heladera

acaso me enfríe de mi casa y voy

a tironear, si escribo, de los hilos

que en la maraña enlazan a mis hijos.

Lo que empieza donde termina

 

Para armar un libro hay que hacer

como las modistas que cosen

siempre del lado de adentro

y cuando dan vuelta la tela esas costuras

que ellas trabajaron confiadas

desaparecen para dejar ver

un aceptable

lado de afuera


Tamara Kamenszain (Buenos Aires, Argentina)

Fue una de las voces más destacadas dentro de la generación poética de los 70. Vivió en México durante la dictadura y regresó al país en 1984. Participó en la fundación de la Licenciatura en Artes de la Escritura de la Universidad Nacional de las Artes, donde ejerciera la docencia. Publicó su poesía en De este lado del Mediterráneo (l973), Los No (l977), La casa grande (l986), Vida de living (1991), Tango Bar (1998), El Ghetto (2003), Solos y solas (2005), El eco de mi madre (2010), El libro de los divanes (2014). Entre sus ensayos se destacan: El texto silencioso (1983), La edad de la poesía (1996) e Historias de amor y otros ensayos sobre poesía (2000), entre otros y publicó su poesía reunida en 2012 en La novela de la poesía. En El libro de Tamar (2018), incursionó en sus memorias autobiográficas. Falleció el 28 de julio de 2021.