viernes, 4 de marzo de 2016
domingo, 14 de febrero de 2016
sábado, 23 de enero de 2016
miércoles, 24 de septiembre de 2014
EURO MONTERO
en otra voz, hablo
a otros hombres, escribo
acaso
no saben que
me he
convertido en pájaro irremediable
que
invoco
fieras
que habiten
tierras
desoladas
que me
habiten.
uno
tras otro
desfilan
y, yo
me vuelvo parapeto
propongo
y fallo
caigo.
regreso
a donde pertenezco
reposo
espero
rasguño
juro que nunca me fui.
Euro
Montero.
(Maracaibo, 1995)
miércoles, 13 de agosto de 2014
Fuego inútil / Hernán Zamora
“Fuego inútil” reúne cuatro poemarios de Hernán Zamora, anteriores a su
más reciente libro, “A contrasombra, padre” (2012). Desde una mirada
retrospectiva, los interpreta como piezas fundacionales del poemario que
hace de la relación padre/hijo la parte primordial de una obra que aún
no deja entrever su forma proyectada, pero que se explica desde una
intimidad que se interroga, orientándose hacia el deseo de comprenderse
dentro de un paisaje de otredades.
Los poemarios incluidos en “Fuego inútil” son: Desde el espejo del baño, publicado originalmente por la editorial La Liebre Libre en 2002; con el cual obtuvo el XIII Premio de Poesía Fernando Paz Castillo, promovido por la Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG). No somos nuestros, editado originalmente bajo el sello del Fondo Editorial La Nave Va, en 2003. La casa de las hormigas publicado por el Taller Editorial El Pez Soluble en 2004. Y Cantos cardinales, publicado en 2007 bajo el sello del Fondo Editorial La Cucaracha Ilustrada de la Organización Nelson Garrido (ONG).
“Fuego inútil” toma su título de un verso del poema “Media vida” del escritor venezolano Eugenio Montejo. Ese poema representa para Zamora una alegoría del conjunto de los poemarios reunidos en este libro, muy especialmente cuando Montejo advierte: “yo era mi dragón, mi enemigo inmediato” y reflexiona: “Todo su fuego inútil, su insistencia / de ungirme caballero / sin alcanzarlo / se me volvió esta mueca de cenizas, / este grito perdido entre sus fauces.” En el primero de sus poemarios ofrecidos en este libro, Zamora dice presenciar una “encarnizada batalla” entre “quien-soy / contra / quién-soy”. Es el inicio de un camino en el que intenta atender el inagotable aforismo délfico de conocerse a sí mismo.
Los poemarios incluidos en “Fuego inútil” son: Desde el espejo del baño, publicado originalmente por la editorial La Liebre Libre en 2002; con el cual obtuvo el XIII Premio de Poesía Fernando Paz Castillo, promovido por la Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (CELARG). No somos nuestros, editado originalmente bajo el sello del Fondo Editorial La Nave Va, en 2003. La casa de las hormigas publicado por el Taller Editorial El Pez Soluble en 2004. Y Cantos cardinales, publicado en 2007 bajo el sello del Fondo Editorial La Cucaracha Ilustrada de la Organización Nelson Garrido (ONG).
“Fuego inútil” toma su título de un verso del poema “Media vida” del escritor venezolano Eugenio Montejo. Ese poema representa para Zamora una alegoría del conjunto de los poemarios reunidos en este libro, muy especialmente cuando Montejo advierte: “yo era mi dragón, mi enemigo inmediato” y reflexiona: “Todo su fuego inútil, su insistencia / de ungirme caballero / sin alcanzarlo / se me volvió esta mueca de cenizas, / este grito perdido entre sus fauces.” En el primero de sus poemarios ofrecidos en este libro, Zamora dice presenciar una “encarnizada batalla” entre “quien-soy / contra / quién-soy”. Es el inicio de un camino en el que intenta atender el inagotable aforismo délfico de conocerse a sí mismo.
En su veredicto,
el jurado del XIII Premio de Poesía Fernando Paz Castillo, dijo haber
otorgado el premio a Desde el espejo del baño «...por su lenguaje recio y
ascético, expresión de una actitud y una posición ante los problemas y
situaciones del hombre de hoy.»
Sobre No somos nuestros comentaron los editores: «… propone un limpio y sugerente tejido en el que el recuerdo de los espacios de la infancia o la vivencia del presente en la ciudad, puestos en clave de cotidianidad, son atravesados por nostalgia, paradojas y preguntas sobre la propia identidad o la (im)posibilidad del sentido o la trascendencia.»
La casa de las hormigas es para Zamora el testimonio de sus ensayos para saber del amor, para ser hoguera y pausa al borde de un camino ajeno.
Sobre Cantos cardinales escribió el poeta venezolano Arturo Gutiérrez Plaza: «Una persistente e inagotable búsqueda, una necesidad de instaurar coordenadas, de trazar el mapa de los afectos y los temores, una obsesión por encontrar la propia imagen en los espejos y en las huellas de otros como quien insiste en sustituir máscaras por pronombres...»
Sobre No somos nuestros comentaron los editores: «… propone un limpio y sugerente tejido en el que el recuerdo de los espacios de la infancia o la vivencia del presente en la ciudad, puestos en clave de cotidianidad, son atravesados por nostalgia, paradojas y preguntas sobre la propia identidad o la (im)posibilidad del sentido o la trascendencia.»
La casa de las hormigas es para Zamora el testimonio de sus ensayos para saber del amor, para ser hoguera y pausa al borde de un camino ajeno.
Sobre Cantos cardinales escribió el poeta venezolano Arturo Gutiérrez Plaza: «Una persistente e inagotable búsqueda, una necesidad de instaurar coordenadas, de trazar el mapa de los afectos y los temores, una obsesión por encontrar la propia imagen en los espejos y en las huellas de otros como quien insiste en sustituir máscaras por pronombres...»
Con
“Fuego inútil” junto a “A contrasombra, padre” Zamora quiere acercarse a
una obra que se esfuerza por merecer las palabras que con referencia a
Cantos cardinales escribió una vez el poeta venezolano Alexis Romero:
«Un poema, es la obra técnica del espíritu a través del lenguaje. Quien
nos lo lega es un siervo o una sierva del lenguaje. Un cuerpo dotado de
la obediencia del asombro. La musa que brota de éste es una trinidad:
rigor, constancia y disciplina. La poesía de Hernán Zamora, viene de
allí. Nos llega como toda gran obra que anuncia conmoción y belleza:
vacía de escándalos y falsos desiertos.»
Pueden descargar el libro en el siguiente link
https://www.smashwords.com/books/view/466574
el
último vestigio
de
mi resistencia
a
madurar
una
pulgada de goma
en
la suela de mis zapatos
*****
Señor
has
puesto en mis manos piedras
con
ellas he aprendido a delinear
las
siluetas de tu rostro
has
dado para mi nombre una voz
ronca
lejana umbría
ruda
e informe pero es mi voz
cifraste
sobre mis brazos el horizonte
en
las plantas de mis pies
el
mapa de los verbos que decido pronunciar
dentro
de mis ojos sembraste el sol
debajo
de mis párpados escondiste la noche
tu
eco recorre cavernas
cuyo
suelo está cubierto por conchas de cangrejos
abres
ante mi una rosa roja
quieres
que bendiga la vida
y
la vida
Señor
¿qué
se hace con ella?
lunes, 11 de agosto de 2014
REÍR LLORANDO
Viendo a Garrick -actor de la Inglaterra-
el pueblo al aplaudirlo le decía:
“Eres el más gracioso de la tierra,
y el más feliz…” y el cómico reía.
Víctimas del spleen, los altos lores
en sus noches más negras y pesadas,
iban a ver al rey de los actores,
y cambiaban su spleen en carcajadas.
Una vez, ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
sufro -le dijo-, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.
Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte;
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única pasión la de la muerte.
-Viajad y os distraeréis. -¡Tanto he viajado!
-Las lecturas buscad. -¡Tanto he leído!
-Que os ame una mujer. -¡Si soy amado!
-Un título adquirid. -¡Noble he nacido!
-¿Pobre seréis quizá? -Tengo riquezas.
-¿De lisonjas gustáis? -¡Tantas escucho!
-¿Qué tenéis de familia? -Mis tristezas.
-¿Vais a los cementerios? -Mucho… mucho.
-De vuestra vida actual ¿tenéis testigos?
-Sí, mas no dejo que me impongan yugos:
yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos, mis verdugos.
Me deja -agrega el médico- perplejo
vuestro mal, y no debe acobardaros;
tomad hoy por receta este consejo
“Sólo viendo a Garrick podréis curaros”.
-¿A Garrik? -Sí, a Garrick… La más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquel que lo ve muere de risa;
¡Tiene una gracia artística asombrosa!
-¿Y a mí me hará reír? -¡Ah! sí, os lo juro;
Él sí; nada más él; más… ¿qué os inquieta?
-Así -dijo el enfermo-, no me curo:
¡Yo soy Garrick!… Cambiadme la receta.
¡Cuántos hay que, cansados de la vida,
enfermos de pesar, muertos de tedio,
hacen reír como el actor suicida,
sin encontrar para su mal remedio!
¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!
¡Nadie en lo alegre de la risa fíe,
porque en los seres que el dolor devora
el alma llora cuando el rostro ríe!
Si se muere la fe, si huye la calma,
si sólo abrojos nuestra planta pisa,
lanza a la faz la tempestad del alma
un relámpago triste: la sonrisa.
El carnaval del mundo engaña tanto,
que las vidas son breves mascaradas;
aquí aprendemos a reír con llanto,
y también a llorar con carcajadas.
Juan de Dios Peza
martes, 1 de julio de 2014
DISTANCIA / Cristina Peri Rossi (inédito)
DISTANCIA
Leí: “amor es la reducción mínima del abismo que hay entre dos personas” y la definición me deslumbró: eso era lo que
yo estaba intentando hacer desde que nos conocíamos: reducir al mínimo la distancia entre mi cuerpo y el tuyo,
entre mis horarios y los tuyos, entre mi pensamiento y el tuyo, entre mis opiniones y las tuyas. Un esfuerzo titánico,
y otras, en cambio, parecía posible, más cercano.
Cogí la cinta métrica de enrollar y la guardé en el bolsillo.
Le dije: -Escucha, mi vida, esta definición: “amor es la reducción mínima del abismo que hay entre dos personas”.
Esperé. Saliste de la ducha con una toalla anudada a la cabeza y me dijiste:
-¿De dónde has sacado esa tontería? ¿De un libro de autoayuda? (Distancia: diez quilómetros aproximadamente, calculé.)
-Sabes que no leo libros de autoayuda. Es de un psicoanalista…
-Lo mismo da. Unos lo llaman autoayuda, otros psicoanálisis
-dijiste, buscando el secador de pelo.
Yo estaba sentada en el sofá, con el libro en la mano. Distancia
–calculé-: ocho quilómetros y medio.
-Yo no siento que haya ningún abismo entre nosotras –agregaste sorpresivamente y me diste un suave beso en la mejilla
(¡la distancia se había reducido sólo a cinco centímetros!, calculé).
-Yo tampoco –mentí. Ayer te había leído varios poemas de César Vallejo
(“es un poco atormentado” dijiste: distancia, varios quilómetros)
y habíamos escuchado la Bachiana no. 5 de Héctor Villalobos.
“Muy lindo” habías dicho. Distancia: cien metros.
Yo había leído que existían personas sin sensibilidad alguna para la música: podían escucharla sin que sus neuronas emocionales sufrieran ningún estremecimiento. En cambio, otras, eran tremendamente
sensibles a la música, como Beethoven que escuchaba música aunque era sordo.
-¿Te preparo un café antes de que te vayas? –pregunté.
-Prefiero hacer el amor – declaraste, rozándome la mejilla.
Alteración: 85 grados en la escala Ritcher.
¿Querías hacer
el amor quince minutos antes de salir para la oficina?
¿Cuántos metros de distancia significaba esta propuesta?
¿Cero centímetro? ¿Diez? ¿Un metro?
-Sólo tenemos quince minutos –murmuré, asombrada.
-A veces me gusta a contrarreloj- dijiste, risueña, y te echaste sobre la cama, semidesnuda.
Algo así yo sospechaba desde que me habías dicho que te gustaba el motociclismo.
-Disponemos de quince minutos –repetiste, como si eso te excitara mucho.
-A mí me gusta lento –me defendí.
-No seas repetitiva. Una vez puede ser rápido, otra, lento.
Distancia: veinte yardas.
Nos entrecruzamos como pulpos, nos montamos como lapas.
Distancia: cero. Distancia: cero. Distancia: cero.
En el cero me hubiera quedado toda la vida. Pero de pronto,
luego del orgasmo, te dormiste. Te hundiste en el sueño profundamente.
Mientras te miraba dormir,
sentía que la distancia iba aumentando, crecía, se alargaba… llegaba a varios quilómetros.
Alguien que duerme después del amor se ha ido. Te miré (“Mirándola dormir”, libro de poemas de Homero Aridjis).
Cuando despertaste, la distancia me parecía de varios quilómetros.
-Me he dormido –murmuraste a media voz.
Efectivamente.
-He soñado contigo –dijiste. Glup. La distancia ahora volvía a acercarnos.
¿Te habías dormido dejándome ausente, afuera
de ti, en el espacio, pero soñaste conmigo? Entonces la distancia sería mucho menor…
Te repusiste de inmediato. A vestirse con rapidez.
Distancia: veinte metros.
-Me voy. Esta noche tengo una cena. No sé a qué horas vendré. O quizás me quedo en la casa de una amiga. Te aviso por el móvil.
Distancia: varios quilómetros.
-¿Puedo llamarte?
-Ya sabes que no me gusta que me llames cuando estoy con
mis amigas, me intimida. ¿Te diste cuenta de que no había
un abismo entre nosotras?
Pero ahora sí lo hay. Pensé. Distancia: demasiado larga. Imposible casi de recorrer a pie.
Guardé la cinta métrica. “El amor es la reducción mínima del
abismo entre dos personas.”
Cristina Peri Rossi
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