martes, 13 de junio de 2023

Stella Díaz Varín / 9 poemas

 


VEN DE LA LUZ, HIJO

Que te ciegue la luz, hijo.
Ven de la luz;
Desde donde la pupila sueña
y vuelve atormentada,
como un escombro vivo,
como especie de flor, como pájaro.
Carbón de víscera terrestre,
así como víscera de árbol.

Deja que se ensañe la luz, hijo,
Desciende como los antiguos ángeles,
como los malos discípulos,
ardiendo en su pasión, desheredados.
Así como las fieras, hijo.

Incomprendidas del río, intocadas
absolutas, tristes.
Ese será el día
-presentimiento que no quise,
tú sabes, los conoces-
que tomaré la forma deseada.

Ojo de estiércol, húmedo;
aprisionaré tu llama,
tu superficie extraceleste
tu mirada de centro obscuro,
tu trigal;
la tibia voluntad de tu piel
me ayudará y seremos.

Nunca antes pudimos.
Yo era como esas pequeñas fuentes secas.
Desciende, hijo, de la luz;
avizora el espacio,
avizora el horizonte.
La curva que deja el corazón de un muerto,
la mano que se esconde,
la mano que nadie quiso acariciar.

Seremos.
Tú y yo venidos
irremisiblemente;
unidos como dos tallos jóvenes aún;
Queriendo apenas lo que no se nos dio.
Amando
lo que la luz aconseja:
el vértigo, la hondonada, el silencio.
el color de las piedras;
tantas cosas simples y distintas.
Llegaremos a amar la contextura de Dios
tan difusa;
tan perfecta como tus pequeños ídolos.
La madera de Dios
tan bella y roja
como el corazón de los árboles.
Tan bella y roja
como el corazón del veneno.
Que te ciegue la luz, hijo.
Que te atormente.
Ven de la luz, inúndate;
Ten la luz y desmiente la tiniebla.
Ven, hijo, arrodíllate.
Cree en los amaneceres.
En la luz son más bellos los ojos de Dios.

 

LA PALABRA

Una sola será mi lucha
Y mi triunfo;
Encontrar la palabra escondida
aquella vez de nuestro pacto secreto
a pocos días de terminar la infancia.
Debes recordar
dónde la guardaste
Debiste pronunciarla siquiera una vez...
Ya la habría encontrado
Pero tienes razón ese era el pacto.
Mira cómo está mi casa, desarmada.
Hoja por hoja mi casa, de pies a cabeza.
Y mi huerto, forado permanente
Y mis libros cómo mi huerto,
Hojeado hasta el deshilache
Sin dar con la palabra.
Se termina la búsqueda y el tiempo.
Vencida y condenada
Por no hallar la palabra que escondiste.

 

DOS DE NOVIEMBRE

No quiero
Que mis muertos descansen en paz
Tienen la obligación
De estar presentes
Vivientes en cada flor que me robo
A escondidas
Al filo de la medianoche
Cuando los vivos al borde del insomnio
Juegan a los dados
Y enhebran su amargura.

Los conmino a estar presentes
En cada pensamiento que desvelo

No quiero que los míos
Se me olviden bajo tierra
Los que allí los acostaron
No resolvieron la eternidad

No quiero
Que mis muertos me los hundan
Me los ignoren
Me los hagan olvidar
Aquí o allá
En cualquier hemisferio

Los obligo a mis muertos
En su día
Los descubro, los trasplanto
Los desnudo
Los llevo a la superficie
A flor de tierra
Donde está esperándolos
El nido de la acústica.

 

PROFECÍA

Las grandes ausencias amenazan
Cuando los sirlos
Esos bellos pájaros
Emigran
Y la lejanía hiere sus alas
El hombre no lo sabe
Porque duerme
Oculto por causa de la luz
Para no prever la muerte.
Entrega el dominio de sus sueños
Y emancipa el caos
Y pierde el poder
sobre su propio río
que lo recorre en longitud.
Los abismos se acercan
Y las múltiples aguas
Devienen creaturas de espanto.
Uncido al gran anillo
Olvidará su trayectoria astral
su fecundidad perecedera.
Ocurrió
Que cerró las pupilas ante la luz
Y no estuvo más allá
De las cosas presentes
Ni creó una analogía superior
a la distancia entre los astros
Ni escuchó el soberano mandamiento
De crear al hombre verdadero.
Olvidado en el tiempo
Aún persistirá en creer
que fue un símil de su conciencia.

 

TRASLUZ

Que se me permita mirar por la ventana
Sólo el espinazo de la muerte
A tranco largo
Mirando fijamente
A mis ojos deslucidos

Veo la ausencia
Doblando por la esquina
La miserable luz
De los días empañados.
Muy de tarde en tarde

Algún aprendiz de hombre
Vestido de domingo.

En estas agonías neblinosas
Estoy mirando desde una ventana ajena
Tras la luz de este rincón desconocido
Desde esta ventana hacia ningún paisaje
Hueco sin distancias
Seca pupila donde no resplandece
ni el más leve trino.

 

CUANDO LA RECIÉN DESPOSADA

Cuando la recién desposada
desprovista de sinsabor
es sometida a la sombra.
Sí. A su sombra...
Enciende la bujía y lee.

¡Ah! Entonces no es nada
la venida del apocalipsis,
los hijos anteriores enterrados
y un hilo de sangre desprendido del techo.
No es nada ya el océano y su barco
ni la muerte que intuye la libélula
ni la desesperanza del leproso.

Cuando la recién desposada:
Ya no estaré tan sola desde hoy día.
He abierto una ventana a la calle.

Miraré el cortejo de los vivos
asomados a la muerte desde su infancia.
Y escogeré el momento oportuno
para enterrarla.

 

BREVE HISTORIA DE MI VIDA

Comando soldados.
Y les he dicho acerca del peligro
de esconder las armas
bajo las ojeras.
Ellos no están de acuerdo.
Y como están todo el tiempo discutiendo
siempre traen perdida la batalla.

Uno ya no puede valerse de nadie.
Yo no puedo estar en todo;
para eso pago cada gota de sangre
que se derrama en el infierno.

En el invierno, debo dedicarme
a oxidar uno que otro sepulcro.
Y en primavera, construyo diques
destinados a los naufragios.

      Así es, en fin...
Las cuatro estaciones del año
no me contemplan, sino trabajando.

      Enhebro agujas
para que las viudas jóvenes
cierren los ojos de sus maridos,
y desperdicio minutos, atisbando
a la entrada de una flor de espliego
de una simple abeja,
para separarla en dos,
y verla desplazarse:
la cabeza hacia el sur
y el abdomen hacia la cordillera.

      Así es
como el día de Pascua de Resurrección
me encuentra fatigada,
y sin la sombra habitual
que nos hace tan humanos
al decir de la gente.

 

ALBEDRÍO

Yo soy la vigilia,
Ustedes
Son los hombres castigados,
Los labradores
De gestos oblicuos
Que al engendrar falsos surcos
La semilla huyó despavorida.

Ahora respóndanme
Con una mano enguantada
A flor de corazón.
Cuál es la fecha exacta
Entre Aldebarán y Andrómeda.
El día en que los cuervos
Cosechen lo suyo
Entre las más grandes estampidas
De todos los tiempos. Amén.

 

PROMESA

No te preocupes
Querido niño ávido
Tendrás tu perro azul
Te lo prometo
Siempre que lo fabriquen.
Además
Te prometo un puro tiempo
para lanzar anillos de por vida
En la cercana sombra de los parques.

 





Stella Díaz Varín (La Serena, 1926 - Santiago, 2006). Fue parte de la generación del 50, convirtiéndose en una leyenda de la bohemia y las letras nacionales. Publicó los libros: Razón de mi ser, 1949; Sinfonía del hombre fósil, 1953; Tiempo, medida imaginaria, 1959; Los dones previsibles, 1992; La Arenera, 1993; y De cuerpo presente, 1999. Obtuvo el premio “Pedro de Oña” y también el Premio del Consejo Nacional del Libro, 1993.

 

jueves, 13 de abril de 2023

Francisca Aguirre / 9 poemas

 


TESTIGO DE EXCEPCIÓN

 

Un mar, un mar es lo que necesito.

Un mar y no otra cosa, no otra cosa.

Lo demás es pequeño, insuficiente, pobre.

Un mar, un mar es lo que necesito.

No una montaña, un río, un cielo.

No. Nada, nada,

únicamente un mar.

Tampoco quiero flores, manos,

ni un corazón que me consuele.

No quiero un corazón

a cambio de otro corazón.

No quiero que me hablen de amor

a cambio del amor.

Yo sólo quiero un mar:

yo sólo necesito un mar.

Un agua de distancia,

un agua que no escape,

un agua misericordiosa

en que lavar mi corazón

y dejarlo a su orilla

para que sea empujado por sus olas,

lamido por su lengua de sal

que cicatriza heridas.

Un mar, un mar del que ser cómplice.

Un mar al que contarle todo.

Un mar, creedme, necesito un mar,

un mar donde llorar a mares

y que nadie lo note.

 

***

 

LOS BIENAVENTURADOS

 

                                               […] ellos poseerán la tierra

 

Los fieles, los constantes,

los condenados a lo eterno,

los asombrados de una sola vez,

los que solo confían en el miedo,

los que edifican sobre el desengaño,

los cuidadosos que cosechan pasos,

los fareros de la rutina,

los cómplices tenaces del trabajo,

los que se mueren razonablemente,

esos que en tantas ocasiones

desearían con urgencia

que hubiese un dios al que pedir socorro.

 

***

 

DESPEDIDA

 

Decir adiós quiere decir tan poco.

Adiós dijimos a la infancia

y vino detrás nuestro como un perro

rastreando nuestros pasos.

Decir adiós: cerrar esa obstinada puerta que se niega,

la persistente cicatriz que destila memoria.

Decir adiós: decir que no; ¿quién lo consigue?

¿quién encontró la mágica llave?

¿quién el instante que nos desliza hacia el olvido,

la mano que extirpará raíces

sin quedarse para siempre cerrada sobre ellas?

Decir adiós: volver la espalda; pero

¿quién sabe dónde está la espalda?

¿quién conoce el camino que no muere en el pisado atajo?

Decir adiós: gritar porque se está diciendo

y llorar porque no se dice nada;

porque decir adiós nunca es bastante,

porque tal vez decir adiós completamente

sea encontrar el recodo donde volver la espalda,

donde hundirse en el no definitivo

mientras escapa lentamente la vida.

 

***

 

NO OS CONFUNDÁIS

 

Y cuando ya no quede nada

tendré siempre el recuerdo

de lo que no se cumplió nunca.

Cuando me miren con áspera piedad

yo siempre tendré

lo que la vida no pudo ofrecerme.

Creedme:

todo lo que pensáis que fue destrozo y pérdida

no ha sido más que conjetura.

Y cuando ya no quede nada

siempre tendré lo que me fue negado.

No os confundáis: con lo que nunca tuve

puedo llenar el mundo palmo a palmo.

Tanto miedo tenéis que no habéis advertido

la riqueza que se oculta en la pérdida.

Desdichados,

poca ganancia es la vuestra

si nunca habéis perdido nada.

Yo sí he perdido:

yo tengo, como el náufrago,

toda la tierra esperándome.

 

***

 

NO CONTESTES

 

Tú que no crees en lo eterno

ni tampoco en lo fugitivo

¿qué podrás ofrecerte?:

exorcismos, conjuros,

el viejo rito de la digestión,

la sonrisa que no te pertenece,

la ofuscación del árbol,

el candor de la piedra.

No contestes,

acógete a las reglas

y que den testimonio de ti

los puntos suspensivos.

 

***

 

UNA MALA DISPOSICIÓN

 

Quizás tuvo la culpa

una mala disposición de mi esqueleto.

Seguramente me falló la osamenta.

Debo de tener la tráquea demasiado estrecha

y cualquier cosa le molesta

se irrita y trago mal.

El caso es que aquel hombre

estaba hecho una furia y todo le estorbaba:

los mendigos los chinos los rumanos.

Estaba hasta los pelos de las quejas de las mujeres.

Y se puso a decir que

lo que hacía falta era una mano dura como antes.

 

Y a mí me dio por toser

y terminé escupiéndole.

 

***

 

Última nieve

 

                        A Pedro García Domínguez

 

Una hermosa mentira te acompaña,

pero no llega a acariciarte.

Sólo sabes de ella lo que dicen,

lo que te explican libros enigmáticos

que narran una historia fabulosa

con las palabras llenas de significación,

llenas de claridad y peso exactos,

y que tú no comprendes sin embargo.

Pero tu fe te salva, te mantiene.

 

Una hermosa mentira te vigila,

aunque no puede verte, y tú lo sabes.

Lo sabes de esa forma inexplicable

en que sabemos lo que más nos hiere.

 

Llueve desde los cielos tiempo y sombra,

llueve inocencia y loco desconsuelo.

Un incendio de sombras te ilumina,

mientras la nieve apaga las estrellas

que una vez fueron permanentes ascuas.

 

Una hermosa mentira te acompaña;

a infinitos millones de años luz,

intacta y compasiva, se extiende la nevada.

 

***

 

Desde fuera

 

¿Quién sería el extraño que quisiera

conocer un paisaje como éste?

Desde fuera, la isla es infinita:

una vida resultaría escasa

para cubrir su territorio.

 

Desde fuera.

 

Pero Ítaca está dentro, o no se alcanza.

¿Y quién querría descender al fondo

de un silencio más vasto que el océano?

Silencio son sus habitantes,

silencio y ojos hacia el mar.

 

Desde fuera

las aguas son caminos

desde la playa son sólo frontera.

¿Y quién sería el torpe navegante

que entraría en un puerto sin faro?

 

Desde fuera, los dioses nos contemplan.

 

Desde aquí, no hay un pecho

capaz de cobijarlos:

los dioses son palabras; con el silencio, mueren.

¿Alguna vez la isla fue distinta?

 

Quién lo puede saber desde el aturdimiento.

Sin palabras, sin dioses, Ítaca es sólo el mar.

 

***

 

Hace tiempo

 

                        A Nati y Jorge Riechmann

 

Recuerdo que una vez, cuando era niña,

me pareció que el mundo era un desierto.

Los pájaros nos habían abandonado para siempre:

las estrellas no tenían sentido,

y el mar no estaba ya en su sitio,

como si todo hubiera sido un sueño equivocado.

 

Sé que una vez, cuando era niña,

el mundo fue una tumba, un enorme agujero,

un socavón que se tragó a la vida,

un embudo por el que huyó el futuro.

 

Es cierto que una vez, allá, en la infancia,

oí el silencio como un grito de arena.

Se callaron las almas, los ríos y mis sienes,

se me calló la sangre, como si de improviso,

sin entender por qué, me hubiesen apagado.

 

Y el mundo ya no estaba, sólo quedaba yo:

un asombro tan triste como la triste muerte,

una extrañeza rara, húmeda, pegajosa.

Y un odio lacerante, una rabia homicida

que, paciente, ascendía hasta el pecho,

llegaba hasta los dientes haciéndolos crujir.

 

Es verdad, fue hace tiempo, cuando todo empezaba,

cuando el mundo tenía la dimensión de un hombre,

y yo estaba segura de que un día mi padre volvería

y mientras él cantaba ante su caballete

se quedarían quietos los barcos en el puerto

y la luna saldría con su cara de nata.

 

Pero no volvió nunca.

Sólo quedan sus cuadros,

sus paisajes, sus barcas,

la luz mediterránea que había en sus pinceles

y una niña que espera en un muelle lejano

y una mujer que sabe que los muertos no mueren.


Francisca Aguirre Benito (Alicante, 27 de octubre de 1930-Madrid, 13 de abril de 2019), también conocida como Paca Aguirre, fue una escritora española, nombrada Hija Predilecta de Alicante en 2012 y Premio Nacional de las Letras Españolas en 2018.


sábado, 14 de enero de 2023

Estatutos del hombre / Thiago de Mello

 


Estatutos del Hombre

(Acta institucional permanente)

 

A Carlos Heitor Cony

 

                    Artículo I.

 

Queda decretado que ahora vale la verdad,

que ahora vale la vida

y que con las manos unidas

trabajaremos todos por la vida verdadera.

 

                    Artículo II.

 

Queda decretado que todos los días de la semana,

incluso los feriados más solemnes,

tienen derecho a convertirse en mañanas de domingo.

 

                    Artículo III.

 

Queda decretado que a partir de este instante

habrá girasoles en todas las ventanas,

que los girasoles tendrán derecho

a abrirse dentro de la sombra

y que las ventanas han de permanecer, el día entero,

abiertas hacia el verde donde crece la esperanza.

 

                    Artículo IV

 

Queda decretado que el hombre

no precisará nunca más dudar de los seres humanos.

Que cada hombre confiará en su especie

Como la palmera en el viento,

Como el viento en el aire,

Como el aire en el campo azul del cielo.

 

Parágrafo único:

 

Un hombre confiará en los hombres

como un niño pequeño confía en los otros.

 

                   Artículo V.

 

Queda decretado que los hombres

están libres del yugo de la mentira.

Nunca más será necesario usar la coraza del silencio,

ni la armadura de las palabras.

El hombre se sentará a la mesa

con el corazón limpio,

porque la verdad será servida antes de la sobremesa.

 

                    Artículo VI.

 

Queda establecida, por lo menos durante diez siglos,

la práctica soñada por el profeta Elías,

en la que lobo y cordero pastarán juntos

y su alimento tendrá el gusto mismo de la aurora.

 

                     Artículo VII.

 

Por decreto inderogable queda establecido

el reinado permanente de la justicia y la claridad.

Y la alegría será bandera generosa

por siempre resguardada en el alma del pueblo.

 

                     Artículo VIII.

 

Queda decretado que el mayor dolor siempre ha sido y será

no poder darse en amor a quien se ama,

sabiendo que precisamente esa agua

es la que da a las plantas el milagro de la flor.

 

                      Artículo IX.

 

Queda permitido que el pan cotidiano

ofrezca a cada hombre los signos de su esfuerzo.

Pero, sobre todo, que tenga siempre el dulcísimo sabor de la ternura.

 

                      Artículo X.

 

Queda permitido a cualquier persona,

en cualquier hora de su vida,

usar el traje más blanco.

 

                      Artículo XI.

 

Queda decretado, por definición,

que el ser humano es un animal que ama

y que por eso es bello,

mucho más aún que la estrella de la mañana.

 

                       Artículo XII.

 

Decrétase que nada será obligado ni prohibido:

todo será permitido,

incluso brincar como los rinocerontes

y caminar por las tardes

con una inmensa begonia en la solapa.

 

Parágrafo único:

 

Sólo una cosa queda prohibida:

hacer el amor sin amor.

 

                        Artículo XIII.

 

Queda decretado que el dinero

no podrá comprar jamás el sol de las mañanas venideras.

expulsado del gran baúl del miedo

será sólo una espada fraternal

para defender el derecho a cantar en la fiesta del día que nace.

 

                        Artículo final.

 

Queda vetado el uso de la palabra "libertad".

Será suprimida en los diccionarios

y en el pantano engañoso de las bocas.

A partir de este instante

la libertad será algo vivo y transparente,

como un fuego, como un río, como la simiente del trigo,

y su morada será por siempre

el corazón de los hombres.

 

Thiago de Mello

(Brasil, 1926-2022)

 

 

 

Amadeu Thiago de Mello (Barreirinha, 30 de marzo de 1926-Manaos, 14 de enero de 2022) fue un poeta brasileño.