HOY HE DADO MI FIRMA PARA LA PAZ
a Carlos y Eugenia, en
Nueva York
Hoy he
dado mi firma para la Paz.
Bajo
los altos árboles de la Alameda
y a una
joven con ojos de esperanza.
Junto a
ella otras jóvenes pedían más firmas
y
aquella hora fue como una encendida patria
de amor
al amor, de gracia por la gracia,
de una
luz a otra luz.
Hoy he
dado mi firma para la Paz.
Y
conmigo, en cien países, cien millones de firmas,
cien
orquestas del mundo, una sinfonía universal,
un solo
canto por la Paz en el mundo.
Hoy no
he firmado el poema ni los pequeños artículos,
ni el
documento que te esclaviza,
no he
firmado la carta que no siente
ni el
mensaje que durará un segundo.
Hoy he
dado mi firma para la Paz.
Para
que el tiempo no se detenga,
para
que el sueño no se inmovilice,
para que
la sonrisa sea alta y clara,
para
que una mujer aprenda a ver crecer a su hijo
y las
pupilas del hijo vean cómo su madre es cada día más joven.
Hoy he
dado una firma, la mía, para la Paz.
Un mar
de firmas que ahogan y aturden
al
industrial y al político de la guerra.
Una
gigantesca oleada de gigantescas firmas:
la
temblorosa del niño que apenas balbucea la palabra,
la que
es una rosa de llanto de la madre,
la
firma de humildad —la firma del poeta.
Hoy he
elevado en una el número mundial de firmas por la Paz.
Y estoy
contento como un adolescente enamorado,
como un
árbol de pie,
como el
inagotable manantial
y como
el río con su canción de soberbios cristales.
Hoy
parece que no he hecho nada
y sin
embargo, he dado mi firma para la Paz.
La
joven me sonrió y en sus labios había una paloma viva,
y me
dio las gracias con sus ojos de esperanza
y yo
seguí mi camino en busca de un libro para mis hijos.
Pues
ahí estaba mi firma, precisa y diáfana,
al pie
del Llamamiento de Berlín.
Parece
que no he hecho nada
y sin
embargo, creo haber multiplicado mi vida
y
multiplicado los más sanos deseos.
Hoy he
dado mi firma para la Paz.
Efraín Huerta
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