lunes, 17 de abril de 2017

Martha Kornblith: Obra Completa

Martha Kornblith: El rostro del amor en el poema 


La poesía de Martha Kornblith sustenta su más elevado acto de amor en el vivir cotidiano del poema.

Es un goce que ni siquiera los propios amantes atestiguarían. ¿Cómo definir ese relampago que sigue a su escritura? ¿Acaso es fuego que huye de su existencia para luego ser quemada en el poema? A la "tortura" del amor que busca desesperadamente abrirse, aparece la libertad, como único instante. 

La poesía de Martha Kornblith es una voz inquieta : su memoria, el deseo, el sueño que abriga, conmueve, nos despoja del pudor de las exigencias formales del lenguaje para adentrarnos en el estremecimiento de una palabra directa, dolorosa, descarnada que comunica con sencillez su osadía de romper con un estado de aislamiento interior: "Todo esto que hemos hecho / fructuoso o no / es nuestra piel, nuestro nombre" (El perdedor se lo lleva todo)

Publicada por primera vez en los años  noventa en Venezuela, su voz poética centrada en el retiro, en los desencuentros de lo humano, viene a hallar en el poema un lugar escondido para concretar el amor, pues el mundo exterior es una realidad inabarcable, una casi trampa de la que duda siempre: "Aunque el amor, / dicen, / es una palabra / que no le hace bien al poeta mencionar, / he buscado las mejores formas de decirte / que se construye a pequeños plazos, / que me diste pequeñas cuotas de inspiración / y a cambio te reemplacé en algunos versos. / Me he visto en tantos de tus poemas / que he abandonado mi adicción a los espejos / y ya no dejo mi imagen derramada en las aceras /" (Oraciones para un dios ausente) 

Los tres libros contenidos en Martha Kornblith. Obra Completa ( Oraciones para un dios ausente, El perdedor se lo lleva todo, Sesión de endodoncia ) me convocan a leerlos como si se tratase de uno solo. Esto invita a otra revisión de su palabra.

En mi recuerdo atesoro su voz, su silencio refugiado en la desesperación  y melancolía. Sobre esto se ha establecido cierta fascinación por una poesía escrita-inscrita en los límites de la existencia humana, no ajena a cierta tradición dentro de la poesía venezolana. Toda su obra poética reunida en este libro nos llevará a leerla como una primera vez siempre.  

Carmen Verde Arocha





Por eso me volví poeta
porque pasa lento el tiempo en la soledad.
¿No es apenas un peligroso instante
lo que sostiene nuestra cordura?
¿No depende la locura
de nuestra única, frágil cuerda?
¿No pende ella de un sólo término,
del preciso término,
aquel que nos salva
o nos condena?





He visto a un poeta escribir
acerca de la inutilidad de la poesía.
Ellos, en el final de sus vidas,
se vuelven caóticos y telúricos,
reflexionan sobre el cosmos,
denigran, con justa razón, del poema
mientras sus manos convulsionan
sobre un vaso de whisky
y vuelven al tormento inicial
que se expande ahora a las dedicatorias.
Dormitan sobre sus carátulas
pero ya no conspiran, como otros, en los salones.
Buenos y visionarios
no confiesan  nunca su debacle,
están sobre el fin del mundo.
Lloran porque la palabra se ha vuelto estúpida
y se preguntan si ha sido legítima la espera.




Hoy termino de aprender
que no hace falta
sólo un íntimo comienzo,
la palabra conclusiva
que lo vincule
y lo enlace todo,
que para escribir un poema
(dulce y ahíto recodo)
hace falta fundar
en las estrofas
un lugar donde permanezcan
nuestros silencios.
Tampoco bastan las sentencias,
gesto final y tardío:
(esta ocupación, la más
inocente de todas )
es preciso que el amor
se instale en leve abrazo
y anude las palabras
(tampoco se llega lejos).
Es necesario descifrar
la exacta medida, el vínculo necesario
donde surgen las hipótesis,
adentrarse en el punto decisivo
en que se cruza el verbo y
la mirada.




No he cambiado mi forma
sólo le he dado un nuevo destino a las palabras.
Te sorprenderás de esta nueva manera de darme,
estoy harta de esta manía de suicidarme
en cada verso, cada ocaso
quizás sea  así,
probablemente la partida.
No he cambiado mi forma
Sólo he decidido disimular
esa costumbre trágica
de abandonarme en el inicio
y reanudarme en la caída.
No he perdido el motivo,
he retomado mi manera habitual,
he reanudado el proceso,
no he perdido mi hilo central,
esa forma triste de designarme
en cada línea.



Antes de que la vergüenza
borrara el recuerdo de los crematorios,
un filósofo pidió al mundo
que no se escribieran poemas.
Escribir un poema
después de Auschwitz es imposible
-dijo-,
es una barbaridad.
¿Qué escribir sobre el color gris,
las fotos de los cabellos,
los lentes y los cadáveres?
Ese filósofo -Adorno-
prohibió cantar a los pájaros.
No había mucho que decir,
en tanto,
esos hombres no aprendieron poesía
en Treblinka.
Nunca quitaron el polvo de sus pocilgas,
ni superaron la envidia del gato.
Günter Grass
se volcó contra el mandato de Adorno.
Quería poner a prueba su talento.
Escribió un poema llamado Ascesis:
Tienes que utilizar ese traje nuevo.
Tienes que vivir de la orina
de los riñones mal lavados.
Esto recordé cuando iba a escribir
un poema.




No había sobre qué decir,
salvo las tertulias de hambre,
la imposibilidad de abstraer.
Había que andar
con el lápiz bien afilado.
Y escribir:
no escribas poesía
ni envidies la seda de las sinagogas.
Lo digo hoy
hastiada de miedo.



Si hubiéramos celebrado
el cumpleaños del poema,
si mi vida hubiera sido
como el hilo de una metáfora
y mis pretendientes aficionados
a vicios más erráticos.
Si el inicio hubiera sido
como estas mis nuevas costumbres.
Si toda mi primera vida
no hubiera caído en desuso, como hoy.
Quizás no conocería la diferencia.
Porque desear y apostar es lo mismo.




¿Quién puede decir que he perdido?
si no es menos naranja la naranja porque se pudre
si no es menos árbol el árbol porque se tuerce
si nos cubre el hábito del cielo
el hábito de la mañana
el hábito del día
Todo esto que hemos hecho
fructuoso o no
es nuestra piel, nuestro nombre
No podemos recorrer todos los jardines
no podemos tener todos los silencios
Este camino en nuestro único camino
nuestras raíces se han aferrado
al oro y al barro
hemos cosechado en la podredumbre
Que nuestro privilegio, nuestra ganancia
es la costumbre y el viaje
es a lo que me refiero.



Diría
que hace mucho
apenas viví
la frágil certeza
de un sueño.
Diría
que un día
me prometieron un
jardín de rosas
pero ni siquiera logré atravesar
este puente sobre las aguas
turbulentas.
Diría que mi vida
fue la de un trapecista
que ha perdido su cuerda
floja.
No diría
decir “aquellos tiempos”
algo tan obvio para uno
¿qué más da?
si todos los poetas
nos fundamos sobre un
primer lugar común.



Cómo duele
no dejar que entres
en mis labios vírgenes.
Cómo duele
planear el poema de amor.
Cómo duele
vivir como una vela
en el viento
cómo duele
un beso.



Martha Kornblith 
Poeta. Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Central de Venezuela. Cursó estudios en la Escuela de Letras de la misma universidad. Participó en varios talleres de creación literaria coordinados por Ida Gramcko, Armando Rojas Guardia, Rafael Arraíz Lucca. Fue miembro del grupo literario Eclepsidra y miembro fundador del Grupo Editorial Eclepsidra. Publicó Oraciones para un dios ausente (Monte Ávila Editores, 1995) y, póstumamente, El perdedor se lo lleva todo (Fondo Editorial Pequeña Venecia, 1997), Sesión de endodoncia ( Grupo Editorial Eclepsidra, 1997). Poemas suyos han sido incluidos en antologías nacionales e internacionales, entre ellas: Vitrales de Alejandría. Antología. Grupo Eclepsidra  (1994), El turno y la transición Antología de la poesía latinoamericana del siglo XXI de Julio Ortega (México, 1997), El hilo de la voz de Ana Teresa  Torres y Yolanda Pantin (2003), Perfiles de la noche: mujeres poetas de Venezuela, edición bilingue español-inglés, de Roowena Hill(2006), En-obra de Gina Saraceni (2008), Navegación de tres siglos. (Antología básica de la poesía venezolana 1826/ 2002) de Joaquín Marta Sosa (2003-2013). 


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