LA BALADA DE LA MASTURBADORA SOLITARIA
Al final
del asunto siempre es la muerte.
Ella es mi
taller. Ojo resbaladizo,
fuera de
la tribu de mí misma mi aliento
te echa en
falta. Espanto
a los que
están presentes. Estoy saciada.
De noche,
sola, me caso con la cama.
Dedo a
dedo, ahora es mía.
No está
tan lejos. Es mi encuentro.
La taño
como a una campana. Me detengo
en la
glorieta donde solías montarla.
Me hiciste
tuya sobre el edredón floreado.
De noche,
sola, me caso con la cama.
Toma, por
ejemplo, esta noche, amor mío,
en la que
cada pareja mezcla
con un
revolcón conjunto, debajo, arriba,
el
abundante par espuma y pluma,
hincándose
y empujando, cabeza contra cabeza.
De noche,
sola, me caso con la cama.
De esta
forma escapo de mi cuerpo,
un milagro
molesto, ¿Podría poner
en
exhibición el mercado de los sueños?
Me
despliego. Crucifico.
Mi pequeña
ciruela, la llamabas.
De noche,
sola, me caso con la cama.
Entonces
llegó mi rival de ojos oscuros.
La dama
acuática, irguiéndose en la playa,
en la yema
de los dedos un piano, vergüenza
en los
labios y una voz de flauta.
Entretanto,
yo pasé a ser la escoba usada.
De noche,
sola, me caso con la cama.
Ella te
agarró como una mujer agarra
un vestido
de saldo de un estante
y yo me
rompí como se rompen las piedras.
Te
devuelvo tus libros y tu caña de pescar.
El
periódico de hoy dice que se han casado.
De noche,
sola, me caso con la cama.
Muchachos
y muchachas son uno esta noche.
Se
desabotonan blusas. Se bajan cremalleras.
Se quitan
zapatos. Apagan la luz.
Las
criaturas destellantes están llenas de mentiras.
Se comen
mutuamente. Están más que saciadas.
De noche,
sola, me caso con la cama.
CUANDO UN HOMBRE ENTRA EN UNA MUJER
Cuando un
hombre entra
en una
mujer,
como el
oleaje que muerde la orilla,
una y otra
vez,
y la mujer
abre la boca de placer
y sus
dientes brillan
como el
alfabeto,
Logos
aparece ordeñando una estrella,
y el
hombre
dentro de
la mujer
hace un
nudo,
para que
nunca más estén separados
y la mujer
sube a una
flor
y Logos
aparece
y desata
los ríos.
Este
hombre,
esta mujer
con su
doble hambre,
han
procurado penetrar
la cortina
de Dios,
lo cual
brevemente
han
logrado
aunque
Dios
en su
perversidad
deshace el
nudo.
ONCE DE DICIEMBRE
Te pienso
en la cama,
tu lengua
mitad chocolate, mitad océano,
en las
casas adonde llegas,
en tu
cabeza con pelo de alambre,
en tus
manos persistentes y también
en las
barreras que carcomíamos, pues somos dos.
Cómo
entras y tomas mi copa de sangre
y me unes
y te llevas mi salmuera.
Estamos
desvestidos. Desnudos hasta los huesos
y nadamos
uno tras otro y remontamos y remontamos
el río, el
río idéntico llamado Mío
y entramos
juntos. Nadie está solo.
A MI AMANTE, QUIEN REGRESA A SU ESPOSA
Allí está
toda ella.
Cuidadosamente
fundida para ti
y forjada
de tu niñez,
forjada de
tus cien antiguallas favoritas.
Ha estado
allí desde siempre, querido.
Es,
además, exquisita.
Juego
pirotécnico en las aburridas medianías de febrero
y tan real
como una olla de fierro fundido.
Enfrentémoslo,
he sido momentánea.
Un lujo.
Una lancha rojo encendido en la bahía.
Mi pelo
elevándose como humo por la ventanilla del coche.
Almeja
fuera de temporada.
Ella es
más que eso. Es tu tener que tener,
ha
cultivado tu crecimiento práctico y tropical.
No es un
experimento. Es toda armonía.
Cuida de
los remos y de las horquillas de los remos del
bote,
puso
flores silvestres sobre la ventana, en el desayuno,
se sienta
tras su rueda de alfarera a mediodía,
ha sacado
adelante tres niños bajo la luna,
tres
querubines pintados por Miguel Ángel,
y lo ha
hecho con las piernas bien abiertas
en los
terribles meses en capilla.
Si volteas
hacia arriba, allí reposan tus hijos
como
delicados globos contra el techo.
También
los ha cargado por el pasillo
tras la
cena, la cabeza reclinada hacia ella,
dos
piernas protestando —de persona a persona—
la cara
sonrojada por la canción y su pequeño sueño.
Te regreso
tu corazón.
Te doy
permiso—
para el
detonador dentro de ella, palpitando
furioso
entre la mugre, para la perra que es
y el
entierro de su herida
—para el
entierro de su herida viva, roja, pequeña—
para la
llama pálida que flamea bajo sus costillas,
para el
marinero ebrio que aguarda en su pulso izquierdo,
para la
rodilla de madre, las medias,
las ligas,
para la llamada
—curiosa
llamada
cuando
horadas entre brazos y pechos
y desatas
la cinta naranja de su pelo
y
respondes a la llamada, curiosa llamada.
Es tan
singular y tan desnuda.
Es la suma
de ti y de tus sueños.
Súbela
como a un monumento, paso a paso.
Es sólida.
Yo, en
cambio, soy una acuarela.
Me
deslavo.
Anne Sexton (EE.UU,
1928 – 1974) es una de las
grandes poetas confesionales estadounidenses del siglo XX y ganadora del Premio
Pullitzer (1967).
Anne Gray Harvey nació el 9 de noviembre de 1928 en el seno
de una familia burguesa de Massachusetts. A muy temprana edad, se casó con
Alfred Muller Sexton II con el que tuvo dos hijas, Linda Gray Sexton y Joyce
Sexton. Muy a pesar de esta aparente vida estable y normal, pronto comenzó a
incubarse un trastorno psicológico profundo que la acompañó durante toda su
vida adulta y la llevó de una consulta psicológica a otra. De esta
relación terapéutica, entre otras cosas, surgió su vocación poética.
La característica fundamental de su obra radica en su tópico
confesional, en la que emplea material autobiográfico y precisa su
transformación en materia poética. Entre algunos de sus más conocidos poemas
están ‘La balada de la masturbadora solitaria’, ‘Cuando un hombre entra en una
mujer’, ‘En celebración de mi útero’, entre otros.
El 4 de octubre de 1974, Anne Sexton se puso el abrigo de
piel que había heredado de su madre, bebió dos vodkas y con un tercero en la
mano, entró en el garaje de su casa, encendió el motor y el radio de su Cougar
rojo y se quito la vida. Antes le había dicho a su hija Linda en una
carta: «Algún día volarás sola a alguna parte […] quizás yo ya haya muerto, y
desearás hablar conmigo […] La vida no es fácil. Es terriblemente solitaria. Yo
lo sé.»
Nota: Los poemas traducidos y la nota biográfica fueron tomados de diversos sitios en la web
Anne Gray Harvey nació el 9 de noviembre de 1928 en el seno de una familia burguesa de Massachusetts. A muy temprana edad, se casó con Alfred Muller Sexton II con el que tuvo dos hijas, Linda Gray Sexton y Joyce Sexton. Muy a pesar de esta aparente vida estable y normal, pronto comenzó a incubarse un trastorno psicológico profundo que la acompañó durante toda su vida adulta y la llevó de una consulta psicológica a otra. De esta relación terapéutica, entre otras cosas, surgió su vocación poética.
La característica fundamental de su obra radica en su tópico confesional, en la que emplea material autobiográfico y precisa su transformación en materia poética. Entre algunos de sus más conocidos poemas están ‘La balada de la masturbadora solitaria’, ‘Cuando un hombre entra en una mujer’, ‘En celebración de mi útero’, entre otros.
El 4 de octubre de 1974, Anne Sexton se puso el abrigo de piel que había heredado de su madre, bebió dos vodkas y con un tercero en la mano, entró en el garaje de su casa, encendió el motor y el radio de su Cougar rojo y se quito la vida. Antes le había dicho a su hija Linda en una carta: «Algún día volarás sola a alguna parte […] quizás yo ya haya muerto, y desearás hablar conmigo […] La vida no es fácil. Es terriblemente solitaria. Yo lo sé.»
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