XXXV
Las
iglesias son
el
místico archipiélago.
Ah, el
largo solaz de la oración,
su
agitado zarzal solitario
cuya
flama alumbra
el
ignorado rostro de la Omnipotencia.
En el
aire las torres señalan
las
plegarias,
su
secular instante reiterado.
Y un
atrio sonoro abren las campanas,
multiplican
el ara.
Afuera el
sol oficia en ellas
su largo
rito de oro.
La luna
es la aureola
de la
imagen nocturna.
La madera
regala su sombra para el gesto.
Toda la
materia rinde el mortal vasallaje,
eleva sus
vitrales de color o de aroma.
Afuera
espera Lázaro el óleo fariseo.
Y es la
piedra del símbolo
la que
sostiene el púlpito
desde
donde los siglos hablan
con
Jesucristo.
XXVI
Aves y
pájaros rezagados
abren sus
vuelos
entre
ceibas, samanes, eucaliptos.
Huyendo
de los ruidos vuelan alto
sobre las
cruces de las iglesias,
creándoles
frontis a los edificios,
como si
fueran altos pensamientos.
O abren
sus rompecabezas
en el
estrecho cielo citadino
para que
nuestras miradas descubran
la figura
del vuelo.
No se han
ido todos de la Ciudad,
aunque
los ahuyente un aire enfermo
y ruido y
movimiento.
Aunque
sólo algunos hallen sitio
a un lado
de la vida de alguien
que aún
los ama.
Advertencia
de la soledad
Niña,
quédate sola. Cuida la casa y cuídate.
Toma
llaves, monedas y este par de respuestas.
El tiempo
llama afuera.
Tú vas
creciendo íngrima en grave adolescencia.
No
cierres puertas ni ventanas. Trabaja.
No
vendrán aires malos si el pensamiento es claro.
Tu candor
en él, íntegro, salva su hoja intacta,
como la
mariposa la miel entre la rosa.
Tu labor
pulirá toda la fuerza niña
mientras
tu paz ingenua hace más leve el tiempo
que
afuera esparce encima de las sienes ceniza
mientras
se desraízan los más hondos recuerdos.
El de los
4 años, de abanico y pañuelos.
El de los
10 impúberes de marginales gracias.
El de los
15 ariscos y los 20 dispersos
los 25
tristes y los 30 rebeldes.
El umbral
de los juegos, el patio de las risas,
el
corredor del sueño, la tapia de la angustia
y el
rápido regreso del viaje que no hicimos
y ese
viaje perenne que ya nunca acabamos.
Ojalá
aprendas sola, cada vez que yo salgo,
algo que
te haga enteros el ánimo y la sangre.
Cuando
llegues a este tiempo desde donde te hablo,
sea tu
respuesta breve, cierta y distinta a ésta.
Por eso a
ratos hago la que no quiero verte,
la que te
deja sola, la que se va y no entiende.
Aunque mi
sangre es tuya, la vena es diferente.
Niña,
quédate sola, para que estés contigo.
Luz Machado (Ciudad Bolívar, 1916-Caracas, 1999)
Poeta, defensora de los Derechos de la mujer. A temprana edad, 13 años, publicó sus primeras poesías en la revista ALONDRAS. Casada con el escritor Coromoto Arnao, trasladándose a la ciudad de Barquisimeto donde fundó y dirigió en 1934 la revista “Valores Intelectuales” con su esposo y con los escritores Lino Iribarren Celis y Teófilo Leal.
Premio Municipal de Poesía 1946. Asesora Literaria de Radio Nacional en 1950. Agregada cultural de la Embajada de Venezuela en Chile, 1955. En 1956, reanuda su labor periodística en la Radio Nacional de Venezuela, en el diario La República (1961) y desde 1970 con el seudónimo de ÁGATA CRUZ en las revistas IMAGEN y KENA. En 1965 coordinó la Colección Biblioteca Popular Venezolana.
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