Viva belleza desde el seno irrumpe
como una curvatura que desliza
las auroras boreales de las ubres
sobre un lecho de líneas.
Somos el hombre el caballo
sufren,
pero una inmensa investidura
estricta
nos señala sin verbo entre las
cumbres.
Somos entonces ser hasta la risa,
la carcajada diáfana en los
buches.
…
CASI SILENCIO
La piedra cae el fondo. Así caen
todas
las piedrecillas. Un día, algo
que remueve
las aguas las hace correr,
precipitarse,
abriendo heridas en la fina
arena. El
agua toda es llanto. Pero un rayo
de
sol aparece. Las aguas se hacen
claras.
Al fondo, lentamente, las
piedrecillas
hallan al fin sitio. Y encima de
las aguas,
flota una flor entreabierta: la
conciencia.
La esencia no es pérdida de
tierna
presencia.
La esencia es la presencia
de lo intemporal,
de lo divino y sobrehumano.
El cambio, para que lo sea,
tiene que cambiar siempre.
He ahí la permanencia.
La muerte es lo único
que no es curable.
Para lo más hondo, yo no creo
en instantes. Lo supremo jamás
es actual.
El amor sin mortal asidero,
no se somete al tiempo.
Porque lo que está sometido
al devenir y no al alcance
de lo más luminoso y más puro,
aunque sea emotivo, es ligero.
Lo que no conocemos no es
misterio.
Son aspectos insignificantes
del mundo material.
Conocemos lo eterno, lo inmenso,
lo máximo, —es suyo, es mío
y sólo es así—
y ante tamaña luz,
¿caben hallazgos,
descubrimientos o sorpresas?
Un afecto puede ser hermoso pero,
ante el sentimiento único e
inmutable,
nos resulta pequeño.
Como la yerba ante el astro.
Como el guijarro ante la nube.
Como fronda salpicada de frutos
ante
el cielo en que alumbra una sola
flor
áurea y suprema.
…
POEMA 12
Tú, párvulo indefenso,
encuentras cómo reventar
el labio
para vengar con testimonio
intenso,
el bello, el denso,
el increíble agravio.
...
POEMA 14
Amor invalidándonos
reflejo
para trocarlo en cómplice
sumiso.
Estupor, reto añejo,
humillación en ámbitos de
hechizo
donde el tocado, el
tímido, el perplejo
padece culpa y huele
paraíso
…
Estar afuera es como estar adentro
de inagotable intimidad
creadora.
No es perder cuerpo, es
descubrir un centro
mayor que lo interior que
nos demora.
Estar afuera, a pleno sol,
al viento…
La noche ya no es más la
mediadora,
pues nos une a través de
un mandamiento
de sombra impuesta que se ve
o ignora.
Escogida es la unión desde
lo intenso.
Vivo nivel estalla con la
aurora
y enlaza lo profundo con
lo inmenso,
pues cada ser deviene lo
que añora.
Y queda un solo ser, un
gran suspenso,
mas el hombre lo sabe y lo
atesora.
…
No, la tierra no podrá ser
la tierra,
ni la muerte podrá ser la
muerte,
ni la vida la vida,
hasta que mi alma no haya
conocido toda
la espantosa pesadilla,
y no se haya internado
hasta la entraña
del hondo, humano abismo.
¡Ah! ¿Qué valen aquí,
sobre este mundo,
mi espíritu y mi instinto,
si aún tienen un temblor
de ensueños claros
que son claras mentiras?
No, no, no puede ser, ni
puedo
tampoco ser yo misma,
hasta que no haya
saboreado toda,
toda la hiel amarga y el acíbar.
…
EL ESPANTAPÁJAROS
Nunca amaste los pájaros. Es
cierto.
Ni los niños que huyeron de tu
sombra
¡crucifijo del hombre contra el
cielo!
Se deshizo la ronda
en el jardín; volaron los
insectos;
después, las mariposas…
Sólo quedó, en la soledad, tu
espectro,
y un niño sólo en la pradera
sola,
inválido y sediento.
Lejos de ti, volaron las palomas,
y la ronda infantil en otro
huerto
levantó sus columpios, sus
coronas…
Sólo permanecieron los almendros
abrieron sus corolas
glaciales como témpanos.
¡No podían volar! Y las bellotas,
los manzanos en flor y el
limonero.
Pasaban, fugitivas, las alondras.
¡Pudiste detenerlas en su vuelo!
Pasaron golondrinas y gaviotas,
y mirlos y jilgueros,
y enamoradas tórtolas…
Y maduró tu fruto en el silencio;
en el silencio, sonrosadas pomas,
labios mudos, se abrieron.
Pero hoy el viento sacudió las
hojas,
dispersó las semillas y los
pétalos
y el pezón de los árboles se
agota
en exhausto racimo amarillento.
¡No veles ya! Se marchitó la
fronda.
¡Despídete del cerco!
En una alegre emanación sonora,
la infancia, en ronda florecida,
ha vuelto.
Los pájaros celebran su victoria
picoteando tus restos:
tu pecho de aserrín, tu sien de
estopa,
la hilacha sin color de tus
cabellos.
Te sostiene una estaca
melancólica
como al retrato de un payaso
muerto.
¡Oh trágica derrota;
oh racimo de harapos verdinegros;
oh maniquí del campo que sollozas
mirando el alto nido y el alero,
hermano del fantasma, de la
escoba,
del ciprés y del cuervo!
Hermano mío… ¡llora!
Llora conmigo sobre el campo
yermo.
y aprende a amar los pájaros…
¡Que te oigan
cantar los niños y te escuche el
viento!
Como un ángel caído al que
perdona
la mano celestial, sube hasta el
cielo.
¡Que se levante un ala milagrosa
en cada uno de tus hombros,
quiero!
¡Que emprendas en tu muerte, que
es tu aurora,
el viaje azul al paraíso eterno
en donde un niño solitario toma
gajos de luz que no consume el
tiempo
a un árbol sin otoño y sin
carcoma!
El niño aquél, inválido y
sediento.
…
Arráncame las áridas raíces
déjame suspendida en el espacio,
entre los vientos firmes.
Allí se está como en un gran
regazo
maternal y sin límites.
Déjame con los pájaros,
indagan lo invisible.
¡Ah, más allá del cielo se alza
un árbol
que sus alas indómitas persiguen!
No lo han visto jamás y, sin
embargo,
creen sentir su rumor en los
confines.
Rumor de hojas distantes... Pero
¿acaso
no lo vieron, gigante, en el
origen
primero de la vida, y en sus
cantos
no es la voz de la ausencia lo
que aflige?
Deja que suba a lo alto
y que mi canto vibre.
Canto la ausencia de algo,
de una estrella enterrada en
nubes grises.
La sombra azul del árbol
se dilata y me ciñe.
Déjame con los pájaros.
Soy una flor delimitada y triste.
Arráncame los pétalos y el tallo
y la fragancia, y líbrame.
…
Esto soy todavía
un sosiego turbado por las
lágrimas.
Esto fui: una pupila
húmeda, abierta y ávida.
Esto he de ser: el llanto,
mientras viva.
Un erguido sollozo me levanta,
me hace andar en las cumbres, me
encamina
hacia la azul montaña.
Y allí está la sonrisa
como una flor salvaje que me
aguarda.
Veré la blanca flor y será mía,
¡mía!, y tendré, llorando, que
arrancarla
del fondo de mi ser, pequeña y
tibia,
de lo alto de la cumbre, pura y
blanca.
¡Mía! Y el llanto surca mis
mejillas
para que yo merezca su fragancia.
PLEGARIA
No te puedo nombrar. No tienes
nombre. Eres lo que se siente. Nunca lo que se explica. ¡Oh mi Absoluto Amado,
a quien descubro ahora sin que ninguna forma lo limite! Perdóname la antigua
reflexión.
No eres lo que se piensa. Eres lo
que se ama. No eres conocimiento sino sólo estupor. No eres el perfil sino el
asombro. No eres la piedra sino lo inaudito. No eres la razón sino el amor.
De la mano del Ángel yo he
ascendido a tu hallazgo que nunca es un concreto tesoro sino continuamente un
descubrimiento inenarrable. El Ángel, a mi lado, sintió también intensa, más
intensa que nunca, más intensa que con algo o con alguien, esa visión de
inmensidad. Como con nadie, no porque cada caso es singular, sino porque aquel
acto fue más hondo que todos los suyos, como si recibiéramos de pronto un
advenimiento de infinito.
Y es inútil pensar en encarnarte.
Eres lo que nunca se puede encarnar ni nombrar porque sólo nos juntas las manos
y nos haces doblar las rodillas.
Déjame sentirte, ¡oh infinitud,
oh zona inmensa, dimensión sobrehumana, oh mi Dios, siempre con la piel
deslumbrada tanto que el cuerpo se me vuelve luz! Déjame estupefacta,
arrebatada, y déjame que vibre para siempre con la palpitación mía e íntima.
Quisiera ser aquella que
permanece, atónita, ante ti. La que no sabe de tu nombre, la que no sabe de tu
forma, una ignorante estremecida. Y que así sea.
Ida
Gramcko (Puerto Cabello, Venezuela 1924-1994)
Poeta, ensayista y cuentista, venezolana. Nace en Puerto Cabello. Ha obtenido los siguientes premios: "Premio de la Asociación
Cultural Interamericana", con el libro Umbral (1941); "Premio de
Teatro Ateneo de Caracas"; con el libro La rubiera (1956); "Premio
Municipal de Poesía" con el Libro El Poeta (1962); entre otros. Otros
libros: Cámara de Cristal (1944); La Vara Mágica (1948); María Lionza (1955).
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