miércoles, 23 de marzo de 2022

Poetas ucranianas ( 8 poemas )

 




PARA LOS PERIODISTAS QUE ESCRIBEN SOBRE UCRANIA

A partir del artículo de marzo del 2014 en The New York Times de Steven Lee Myers y Alison Smale, “Tropas de Rusia se amasan en la frontera con Ucrania”

 

Usar solo lenguaje

formulario: la crisis

 

entre el Kremlin y Occidente.

Usar palabras cuantitativas —excesivo,

 

a gran escala, masivo, masa— con una urgencia

que, igual que a un caballo o un perro, sabrás domesticar.

 

Usar metáforas que emplean la temperatura

—erupción, calientes, incendiario—

 

o fuentes de calor sencillas, como el aceite o la llama,

que remiten a ese invierno nombrado, ese frío

 

que no ha terminado.

Construir la potencial gravedad

 

como se jala un asteroide

hacia algo que lo va a quemar

 

y reducir a polvo, la amenaza

de una ruptura profunda—a prueba

 

de la rabia y la irrupción,

el chernozem partido

 

a la mitad y salvajemente y

de manera extendida. Luego,

 

debatir la integridad

territorial de aquello. Interrogar

 

su cuerpo, introducir alfileres:

 

un país lógico que avienta hombres

o una okraina llena de histeria,

 

una frontera hembra.

Introducir alfileres, restringirlo

 

—inmutable—

para luego desmontarlo

 

con tal de afirmar que comprendes

la maquinaria de esta tierra,

 

el lugar donde los huesos-río

se juntan con la piel de carbón-tierra. Llamarlo

 

una catástrofe

 

para Ucrania y fingir

que la omisión carece de intención. El artículo

 

ausente en el eslavo

no se notará, pero cuando

 

crece—como todo silencio debe crecer—

y revienta el hielo del río Dnepr,

 

ese aullido formará una cuña entre

la mezcla entre aire y agua:

 

un montón de pelaje y huesos-sangre congelados,

que vuelven a la superficie como una camada de gatitos

 

que se ahogó aquel verano.

 

Julia Kolchinsky Dasbach llegó a los Estados Unidos desde Dnepropetrovsk, Ucrania, en 1993, como refugiada judía. Investiga la poesía contemporánea sobre el Holocausto, con un enfoque especial en las atrocidades cometidas en los antiguos territorios soviéticos.

...


UNA DEFINICIÓN DE LA POESÍA

 

 Sé que moriré una muerte difícil-

 Como cualquiera que ama la precisa música de su propio

                                                                                         [cuerpo,

 Que sabe cómo forzarlo a través de los huecos en el miedo

 Como a través del ojo de una aguja,

 Quien baila una vida entera con el cuerpo- cada movimiento

 De los hombros, la espalda, y los muslos

 Resplandeciendo de misterio, como una palabra sánscrita,

 Músculos jugando bajo la piel

 Como peces en una pileta nocturna.

 Gracias, Señor, por darnos cuerpos.

 Cuando yo muera, decile a los techadores

 Que desmonten los techos y el cielo raso

 (Dicen que mi bisabuelo, un brujo, finalmente logró salir de

                                                                        [esa manera).

 Cuando mi cuerpo se ablande por la humedad,

 El alma hinchada, oscura y repleta,

 Se esforzará

 Como una vena azul en un huevo hervido blanco,

 Y el cuerpo ondeará con espasmos,

 Como una frazada que un hombre enfermo se saca de encima

 Porque hace calor,

 Y el alma se alzará para abrirse paso

 Del apretar de la carne, de la maldición de la gravedad-

 El Cosmos

 Por encima del oscuro pozo del cuarto

 Chupará por su tubo galáctico,

 El cielo abriéndose en una abrasadora lluvia de estrellas,

 Y llevará al alma hacia arriba, temblando como una hoja de

                                                                                   [papel-

 Mi joven alma-

 Del color del pasto mojado-

 Hacia la libertad- entonces

 "¡Alto!" grita, escapando,

 Por la cegadora frontera

 Entre dos mundos-

 Alto, esperá.

 Mi Dios. Por fin.

 Mirá, es de acá que proviene la poesía.

 

 Dedos encrespándose por la birome,

 Enfriándose, volviéndose no míos.

 

Oksana Zabuzhko nació en Kiev el 19 de setiembre de 1960. Es licenciada en filosofía de las artes y es académica en el Instituto de Filosofía de la  Academia Ucraniana de Ciencias. También se desempeña en la Universidad de Kiev, en el Departamento de Escritura Creativa. 


LOS NÁUFRAGOS

Vivieran donde vivieran, soñaban ese sueño:

la casera invisible cuya voz

aceleraba el aire con una llama oscura

de palabras que saben desde siempre y siempre han de saber:

“¡Nadie los quiere aquí! ¡Váyanse!”

 

Y cuando construyeron una mansión y la amueblaron con arte

Con amor y con música, con las flores autóctonas,

Siempre ocurrió, siempre lo mismo,

El salón se angostaba en una tumba,

Y la voz de un sirviente, o de un candelabro,

“Nada tienen que hacer aquí”.

 

Y cuando se marchaban a una isla remota para volverse el ídolo

De las tribus indígenas

Y eran acariciados, admirados y cobijados… entonces

¿Qué voz los condenó?

Que llegó cuando asumieron las guirnaldas, esa voz que sabían,

Diciendo: “Esto no es para ti, todo esto es falso”.

 

Y los domingos en los parques con las niñeras, los amantes, las flores,

Y las bandas tocando y las fuentes elevándose

En horas líquidas de plata,

¿De quién era el enemigo? ¿De quién era la culpa?

Si de repente las sombras observadoras arrancan

Y gritan “¡Váyanse! Váyanse!”

 

Ahora han elegido el exilio, han encontrado una casa aislada

En la ciudad más pequeña, en el refugio más tranquilo,

Y sólo hablan con los heridos, los perseguidos, los cojos,

Largas tardes, mañanas más largas, los más largos mediodías,

Y esperan a que suene la campana, a que aparezca la casera.

¿Aquí también los buscan?

 

Marya Alexandrovna Zaturenska emigró con sus padres a Nueva York a los 8 años. Su primer libro obtuvo inmediato reconocimiento y recibió numerosos premios por los ocho que publicó, entre ellos el Pulitzer, pero hoy es difícil encontrar alguno. “The Castaways” fue un poema muy apreciado por W. H. Auden.

 

BABYN YAR

 

Fosa de arcilla verde, hueco de óxido,

barranco de basura putrefacta.

Un ominoso viento en los pulmones

de las tierras baldías oxidadas.

 

No palidezcas y no tiembles; quédate,

firme como ante el juez o el pelotón.

No hay maldición bastante a su maldad.

No hay insulto capaz de su abyección.

 

Sólo un barranco abrupto, flor de caos.

Tiemblan las ramas de dos blancos álamos.

Pero aquí entre los muertos no hay silencio:

hay cien mil corazones que se quejan.

 

Hay ceniza plateada de los huesos.

Hay un cráneo en pedazos agrietados.

 

Los muros del barranco caen al fondo

donde una trenza delicada brilla

 

que aún no fue tragada por el fango.

 

Las gafas destrozadas de un anciano.

Un zapato de niño ensangrentado.

Y enterrados debajo de los restos,

en pedazos también, descabezados,

son cien mil los cadáveres humanos.

 

Aqui silban las lenguas iracundas,

aquí corren arroyos de alquitrán

y abyectos gambusinos hurgan ropas

en busca del botín de los cadáveres.

 

La nociva humareda, oscura y densa,

se eleva por encima del barranco,

exhalación de muerte y pesadilla,

monstruo que repta sordo por las calles

y se cuela callado en los hogares.

 

Vagaban llamas negras y escarlatas

sobre la tierra en el horror pasmada,

la luz sangraba en los tejados sucios

y en las agujas sucias de Kyiv.

 

Resguardad en sus casas vio la gente

más allá de las cúpulas cirílicas,

y de los álamos del cementerio,

llamas que chamuscaban carne y sangre.

 

Una ráfaga trae desde el barranco

el hollín de las piras de la muerte

el humo del carbón de los cadáveres.

 

Y Kyiv, roja de ira, mira cómo

Babyi Yar es envuelta por las llamas.

 

Ningún remordimiento apaga el fuego.

Nada puede vengar la desmesura.

Malditos los que piden el olvido.

Malditos los que piden el perdón.

 

Mykola Bazhan fue uno de los grandes poetas ucranianos del siglo XX. Destacó en una vanguardia influida por el futurismo, el constructivismo y el expresionismo, y desarrolló un verso enérgico y sintácticamente complejo, con arcaísmos y neologismos entre imágenes sorprendentes.

 

NO MORIREMOS EN PARÍS

 

Me moriré en París un jueves por la noche.

César Vallejo

 

Olvidamos olores ruidos colores líneas

Perdemos el oído la vista y la alegría

Alzas la cara y buscas con las manos tu alma

Pero vuela muy alto no puedes alcanzarla

 

Queda una estación una última parada

Gira la espuma gris de los adioses, sube

Y está lavando ya mis impotentes palmas

Me corre por la boca un sucio calor dulce

Sólo el amor perdura, mejor no hubiera sido

 

Lloré en sábanas míseras hasta más no poder

Por la ventana vagas lilas de un rojo enfermo

Corría el tren qué lánguidos miraban los amantes

La estantería sucia que aguantaba tu cuerpo

La primavera afuera se asentaba prosaica

 

No moriremos en París, lo sé de cierto

Sino en míseras sábanas sudadas y lloradas

Nadie nos servirá nuestro coñac lo sé

No habrá besos tampoco que nos salven

Ni sombríos anillos bajo el Pont Mirabeau

 

No es de Dios la amargura de más con que lloramos

Amamos en exceso qué vergüenza de amantes

Demasiados poemas sin rubor escribimos

No podremos morir en París los convoyes

Nos vedarán las aguas bajo el Pont Mirabeau

 

Natalka Bilotserkivets, poeta, traductora, ensayista, editora, es una de las poetas más conocidas de Ucrania actualmente. “No moriremos en París” se convirtió en el himno de la generación de jóvenes ucranianos posterior a Chernóbil que ayudó a derrocar a la Unión Soviética.

 

NAVAJA

 

Una navaja

para cortar el pan.

Una navaja

para hacer una flauta.

Una navaja

para acabar con el cordero

herido por el lobo.

Tan

desnuda, seca y limpia queda

la superficie del caldo

del día del Señor, que tiembla

cuando lo toca el sudor

del pescado.

Un signo de piedad y de lágrimas.

No la toques

si no hay buenas señales:

es una navaja,

es música que mata.

No son solo palabras:

es poesía sin

palabras,

donde la hierba lava

la cuchilla del cielo.

Natalka Bilotserkivets es una poeta y traductora ucraniana. Nació en el pueblo de Kuianivka cerca de Sumy y se educó en la Universidad de Kiev

 

EL VECINO RAPADO DE TU INFANCIA

 

El vecino rapado de tu infancia

nunca creció,

desobediente al tiempo

que nos llevara lejos y más lejos de las costas fraternas.

Sus suaves y castaños rizos, afeitados para el verano

con la navaja de antes de la guerra, nunca volvieron a crecer.

no había,

con la excepción del fluir del tiempo, río profundo cerca erosionando costas.

Su madre se olvidaba y a veces desde el porche

le ordenaba volver de los alegres juegos

de los que era difícil volver a casa a tiempo,

y él no volvía.

Ni siquiera en la noche.

Ni siquiera en invierno.

Ni cuando tú, mayor, te diste cuenta

de que le habías dado a tu hijo el nombre suyo.


Halyna Kruk Profesora de estudios literarios en la Universidad de Lviv, Halyna Kruk ha publicado cinco poemarios y ha recibido tres premios literarios en Ucrania.

 

LA HISTORIA DE LA CULTURA A FIN DE SIGLO

 

Hoy responderás conmovedores y afectuosos mensajes,

hojeándolos en la oscuridad, confundiendo las vocales

con las consonantes,

como la máquina de escribir en una vieja oficina de Varsovia.

Las pesadas celdillas

refulgen con el oro del que se hila el lenguaje.

No te detengas, sólo escribe,

mecanografía sobre el vacío espacio blanco, marca a través del

callado sendero negro.

En la noche inacabable nadie volverá de las divagaciones,

y en el pasto húmedo morirán los olvidados caracoles.

 

Europa Central está cubierta por un tejido de nieve blanca.

Siempre tuve fe en los  impasibles movimientos de los gitanos,

no todos han heredado esta moneda desgastada.

Si miras sus pasaportes,

olorosos a mostaza y azafrán;

si escuchas sus decrépitos acordeones

que hieden a cuero y a especias árabes,

los oirás decir que cuando te vas –sin importar adónde

sólo agrandas la distancia, y nunca estarás más cerca

que ahora;

cuando se extinguen las canciones de los gramófonos,

se derraman restos

como los tomates

de una lata echada a perder.

 

Cada mañana estalla  el corazón sobrecargado de la época,

pero no detrás de estas puertas, no en ciudades quemadas por el sol.

El tiempo pasa, pero pasa cerca que,

si miras detenidamente, puede verse su pesada deformación,

y murmuras oraciones que escuchaste por accidente,

y quieres que alguna vez alguien reconozca tu voz y diga:

así comenzó la era,

se volvió incómoda, pesada como un camión de municiones

que deja atrás planetas muertos y transmisores calcinados,

dispersa a los patos salvajes en el estanque

que huyen volando y su llamado es más potente

que el de los camioneros,

dios

se entromete.

 

Al elegir qué curso seguir, deberías averiguar,

entre otras cosas,

si la cultura de fin de siglo

se ha inscrito en el interior de las venas de tu apacible brazo,

si se ha enraizado en las espirales de tu cabello espeso,

descuidadamente revuelto por el viento,

alborotado por dedos

como corrientes de agua tibia en una palangana,

como cuentas de arcilla de colores sobre tazas y ceniceros,

como un vasto cielo de otoño

sobre un trigal.

 

Serhiy Zhadan es poeta, ensayista y traductor. Vive en Járkov y es también escritor de ciencia ficción. Ha obtenido la Orden Cultural del Mérito Polaco. Entre sus obras destacan Lili Marleen (2009), Heridas de bala y cortadas (2012) y Mesopotamia (2014).





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