martes, 24 de mayo de 2022

María Mercedes Carranza / Poemas

 


Con usted y con todos los demás

 

…Otro cielo no esperes, ni otro infierno.

Jorge Luis Borges

 

Talvez o nunca, entre las paredes

de este cuarto la Pola Salavarrieta

tose, lagrimea, en resumen se asfixia.

Tanta muerte por la libertad

y el orden para terminar

en una Patria Boba, hecha entre chiste y

chanza y más que nada por usted,

ojos, oídos, nariz y garganta

detenidos en un aire de otro siglo,

cuando la tierra era plana. Por usted

que sueña, con los ojos muy abiertos,

en usted y solo en usted. Por usted,

hombre de mucha fe, que aún reconoce

entre tanta miseria y camina seguro

descubriendo el mundo cada día. Por usted

que ahora protesta porque Colombia está

contra la pared, pero la acorrala más

durmiendo entre tanto olor a Colombia,

esa loca que habla sola, se golpea

contra las tapias y cree que alguien

la puede curar. Y más que nada usted

a quien lo único que interesa ahora

es la cosecha de melocotones en Singapur.

 

Aquí entre nos

 

Un día escribiré mis memorias, ¿quién

que se irrespete no lo hace? Y

allí estará todo. Estará el esmalte

de las uñas revuelto

con Pavese y Pavese con las agujas y

una que otra cuenta de mercado. Donde

debieran estar los pensamientos

sublimes pintaré

tus labios a punto de decirme

buenos días todos los días. Donde

haya que anotar lo más importante

recordaré un almuerzo

cualquiera llegando al corazón

de una alcachofa, hoja a hoja.

Y de resto,

llenaré las páginas que me falten

con esa memoria que me espera entre cirios,

muchas flores y descanse en paz.

 

Muestra las virtudes del amor verdadero y confiesa al amado los afectos varios de su corazón

 

Hoy pienso especialmente en ti

y veo que ese amor carece de desmayos,

de ojos aterciopelados

y demás gestos admirables.

Ese amor no se hace como la primavera

a punta de capullos

y gorjeos. Se hace cada día

con el cepillo de dientes por la mañana,

el pescado frito en la cocina

y los sudores por la noche.

Se vive poco a poco ese amor

entre tanto plato sucio, detrás del cotidiano

montón de ropa para planchar,

con gritos de niños y cuentas del mercado,

las cremas en la cara

y los bombillos que no funcionan.

Y otra cosa: cada tarde te quiero más.

 

Kavafiana

 

El deseo aparece de repente,

en cualquier parte, a propósito de nada.

En la cocina, caminando por la calle.

Basta una mirada, un ademán, un roce.

Pero dos cuerpos

tienen también su ocaso,

su rutina de amor y de sueños,

de gestos sabidos hasta el cansancio.

Se dispersan las risas, se deforman.

Hay cenizas en las bocas

y el íntimo desdén.

Dos cuerpos tienen

su muerte el uno frente al otro.

Basta el silencio.

 

Tengo miedo

 

Todo desaparece ante el miedo. El miedo, Cesonia; ese bello

sentimiento, sin aleación, puro y

desinteresado; uno de los pocos que

saca su nobleza del vientre.

 

Albert Camus, Calígula.

 

Miradme: en mí habita el miedo.

Tras estos ojos serenos, en este cuerpo que ama: el miedo.

El miedo al amanecer porque inevitable el sol saldrá

y he de verlo,

cuando atardece porque puede no salir mañana.

Vigilo los ruidos misteriosos de esta casa que se derrumba,

ya los fantasmas, las sombras me cercan y tengo miedo.

Procuro dormir con la luz encendida

y me hago como puedo a lanzas, corazas, ilusiones.

Pero basta quizás solo una mancha en el mantel

para que de nuevo se adueñe de mí el espanto.

Nada me calma ni sosiega:

ni esta palabra inútil, ni esta pasión de amor,

ni el espejo donde veo ya mi rostro muerto.

Oídme bien, lo digo a gritos: tengo miedo.

 

Érase una mujer a una virtud pegada

 

No tenía ganas de nada,

solo de vivir.

 

Juan Rulfo

 

Yace para siempre

pisoteada,

cubierta de vergüenza,

muerta

y en nada convertida,

mi última virtud.

Ahora soy una mujer

de vida alegre,

una perdida: cumplo

con todos mis deberes,

soy pozo

de bondades, respiro

santidad

por cada poro.

Interrumpo la luz,

le cierro

la boca al viento,

borro las montañas,

tacho el sol,

el cero me lo como

y enmudezco el qué.

Elimino la vida.

 

Sobran las palabras

 

Por traidoras decidí hoy,

martes 24 de junio,

asesinar algunas palabras.

Amistad queda condenada

a la hoguera, por hereje;

la horca conviene

a Amor por ilegible;

no estaría mal el garrote vil,

por apóstata, para Solidaridad;

la guillotina como el rayo,

debe fulminar a Fraternidad;

Libertad morirá

lentamente y con dolor;

la tortura es su destino;

Igualdad merece la horca

por ser prostituta

del peor burdel;

Esperanza ha muerto ya;

Fe padecerá la cámara de gas;

el suplicio de Tántalo, por inhumana,

se lo dejo a la palabra Dios.

Fusilaré sin piedad a Civilización

por su barbarie;

cicuta beberá Felicidad.

Queda la palabra Yo. Para esa,

por triste, por su atroz soledad,

decreto la peor de las penas:

vivirá conmigo hasta

el final.

 

Patas arriba con la vida

 

Sé que voy a morir

porque no amo ya nada.

 

Manuel Machado

 

Moriré mortal,

es decir habiendo pasado

por este mundo

sin romperlo ni mancharlo.

No inventé ningún vicio,

pero gocé de todas las virtudes:

arrendé mi alma

a la hipocresía: he traficado

con las palabras,

con los gestos, con el silencio;

cedí a la mentira:

he esperado la esperanza,

he amado el amor,

y hasta algún día pronuncié

la palabra Patria;

acepté el engaño:

he sido madre, ciudadana,

hija de familia, amiga,

compañera, amante.

Creí en la verdad:

dos y dos son cuatro,

María Mercedes debe nacer,

crecer, reproducirse y morir

y en esas estoy.

Soy un dechado del siglo XX.

Y cuando el miedo llega

me voy a ver televisión

para dialogar con mis mentiras.

 

Oración

 

No más amaneceres ni costumbres,

no más luz, no más oficios, no más instantes.

Solo tierra, tierra en los ojos,

entre la boca y los oídos;

tierra sobre los pechos aplastados;

tierra entre el vientre seco;

tierra apretada a la espalda;

a lo largo de las piernas entreabiertas, tierra;

tierra entre las manos ahí dejadas.

Tierra y olvido.

 

El oficio de vivir

 

He aquí que llego a la vejez

y nadie ni nada

me ha podido decir

para qué sirvo.

Sume usted

Oficios, vocaciones, misiones y predestinaciones:

la cosa no es conmigo.

No es que me aburra,

es que no sirvo para nada.

Ensayo profesiones,

que van desde cocinera, madre y poeta

hasta contabilista de estrellas.

De repente quisiera ser cebolla

para olvidar obligaciones

o árbol para cumplir con todas ellas.

Sin embargo lo más fácil

es que confiese la verdad.

Sirvo para oficios desuetos:

Espíritu Santo, dama de compañía, Estatua

de la libertad, Archipreste de Hita.

No sirvo para nada.

 

De Boyacá en los campos

 

Allí, sentado, de pie,

a caballo, en bronce, en mármol,

llovido por las gracias de las palomas

y llovido también por la lluvia,

en cada pueblo, en toda plaza,

cabildo y alcaldía estás tú.

Marchas militares con coroneles

que llevan y traen flores.

Discursos, poemas,

y en tus retratos el porte de un general

que más que charreteras

lucía un callo en cada nalga

de tanto cabalgar por estas tierras,

y más que un físico a lo galán de Hollywood

tenía el ademán mestizo de una batalla perdida.

Centenarios de tu primer diente y de tu última sonrisa.

Cofradías de damas adoradoras

y hasta guerras estallan

por disputarse un gesto tuyo.

Los niños te imitan

con el caballo de madera y la espada de mentira.

Te han llenado la boca de paja, Simón,

te han vuelto estatua,

medalla, estampilla

y hasta billete de banco.

Porque no todos los ríos van a dar a la mar,

algunos terminan en las academias,

en los pergaminos, en los marcos dorados:

lo que también es el morir.

Pero y si de pronto, y si quizás, y si a lo mejor,

y si acaso, y si talvez algún día te sacudes la lluvia,

los laureles y tanto polvo, quien quita.





María Mercedes Carranza (Bogotá, 24 de mayo de 1945-ibidem, 11 de julio de 2003) fue una poeta y periodista colombiana.

Fue una de las integrantes de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, que dio a Colombia la constitución de 1991.

Desde 1986 dirigió la Casa de Poesía Silva en Bogotá. Fue elegida para la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 por la Alianza Democrática M-19. Se suicidó con una sobredosis de antidepresivos el 11 de julio de 2003 en Bogotá.

 

 

 

 

 

 

 

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