Aceite de caléndula
Suaves labios de caléndula
sanan el rostro en un pasado herido
De ellos nacen maltrechos besos
que no conocen la necesidad de ser
salvados
Acudiré,
aun con las cornetas mudas y las tripas
colgando
a la llamada no pronunciada
del eco que arrastran unos labios
hendidos por la pena
Escalarás las terrazas
hasta el olivo que crece en mi garganta
y beberás del aceite que de mis
entrañas mana
Yaceré expuesta,
abierta en canal,
con la esperanza de alimentar a la
tierra
que un día me dio cobijo,
bajo un sol que descansa sobre la
barbilla
de un horizonte que clama sangre
Y tú, preso por un afán de primavera,
me coserás a besos,
sanando esos heridos labios tuyos
Amapola
De migajas de pan arrojadas al suelo
me alimento
A cada amanecer,
con las manecillas clavadas en el
suelo,
angustiadas por la presencia de un
nuevo día,
dedico con mis labios un quejido al
suelo
y bebo del roció que descansa
sobre la fría sangre
Flores rojas de veneno
me alimentan
y la escuálida hierba,
verde de envidia,
saca pecho
imitando a las majestuosas flores
que la primavera ha despertado
Ingrata flor, yo te ruego,
dame cobijo junto a ese escamoso tallo
Hazme cosquillas con el viento
Viviré de lo que el cielo desee darme
Pero a ti te ruego, amapola,
dame amor y consuelo
y cúbreme con tu sombra
para tapar un amanecer,
un pueblo,
un océano,
un mundo,
un hombre,
del que solo obtengo palabras
Últimas palabras
Sacad vuestras palas,
polvorientas y olvidadas
dentro de la leyenda
de su propia existencia
Hoy toca clavar balizas
y sentarnos a mirar
el ocaso de los dioses
Bukowski, hoy brindaremos por ti
Arderán en la hoguera
vuestros versos estirados
“Clac”
Los huesos rotos de las musas
alimentan a los perros del Averno
La métrica y la forma,
desgastadas,
dadas de si,
enterradas bajo el fango
Hoy perecen nuestros ancestros
ante la falta de futuro
Hoy bailarán las masas
y el tiempo se detendrá
para aquellos que viven con él,
que viven de él
Que lo arrastran,
lo acompañan
Para aquellos que lo desentierran de la
mediocridad
y lo ensalzan como un trofeo
Señoras y señores,
hoy la poesía ha muerto,
y estas son sus últimas palabras
Carmen Berlanga Castaño,
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