miércoles, 13 de julio de 2011

Miradas & Palabras sobre Caracas: Para bien o para mal III




ADIÓS

La ciudad que te ve nacer no es cualquier cosa. Hay misterios. Sincronías. Hay ciudades madre que otorgan, garantizan, muestran, conducen. Hay ciudades egoístas, avaras, irresponsables.
Hay personas que nacen en unas,
personas que nacen en otras.

Alguna explicación tiene que haber para la guayaba y la lechosa y la sonrisa tropical y la violencia monstruo.

Hay personas que deciden irse a pesar del besito de coco.

Me hice antropóloga, magíster en ciencia política. Me enamoré varias veces hasta que me enamoré una vez. Leí, escalé Roraima y más, arqueé mi espalda y me paré sobre las manos. Me volví esposa y luego escritora.
Me convertí en mamá
y volví a hacerme mamá
continué escribiendo y ejerciendo todo lo que sé hacer y vale la pena.
En Caracas.

Mi vida,
lo importante de mi vida,
ha ocurrido en esta ciudad.
No es cualquier cosa.
.
Mi papá, que es el hombre más delgado que conozco, se vestía de San Nicolás. Tuve un papá de relleno y dejé de tenerlo pues pensé que no había nada en él qué buscar. Luego descubrí que la genética se burlaba en mi cara y entendí que no es posible negar a quien le muestra a uno los Beatles o los Rolling Stones.
La ciudad en la que uno aprende a perdonar es una gran ciudad.
.
Estudiaba violoncello en un conservatorio y llegaba a pie casi siempre, recorriendo toda la avenida principal de Colinas de Bello Monte, Los Chaguaramos y Santa Mónica.
Con el cello a cuestas.
Y de vuelta. Con el cello a cuestas.
Me tallaba en el hombro pero me gustaba más, prefería estar a cargo del cello y del camino.
No me gustaba detenerme a esperar al carrito por puesto. Cuando lo hacía, me preocupaban dos cosas.

Una:
que algún pasajero apurado
o desprevenido
se apoyara en las cuerdas del cello.

Dos:
que la clavija se golpeara con el techo del transporte.
.
Caracas es el Aula Magna un domingo a las once.
.
La Universidad Central de Venezuela era mi casa hasta un domingo. No eran las once. Ni estaba en el Aula Magna. Me secuestraron en algún lugar de Sabana Grande para robarme el auto y me ofrecieron como destino una alcantarilla en la autopista Caracas-Guarenas. Allí me dejarían fría en una pose indecorosa. Después del ruleteo interminable de rigor entramos a la UCV. No había vigilancia o si la había nadie preguntó. Era domingo, eso ya lo dije. Eran las dos de la tarde. No tenía un bolívar, ni una tarjeta telefónica. Ni auto, claro. Llevaba una minifalda azul eléctrica.

Sólo me dejaron la cédula.

No me mires, no mires porque te quiebro. Y yo con los ojos clavados en una esquina pensando si me devuelven el documento es porque no me van a dejar rígida en algún lugar inhóspito fuera de la ciudad. Luego me contradecía en mi monólogo/diálogo silencioso del terror. Si me devuelven la cédula es porque no la necesitan. ¿Qué les importa si la tengo encima cuando esté hinchada y sola en el hombrillo de la autopista?
A mi universidad
a mi otra casa,
entraron sin miedo quienes amenazaron con mi muerte.

Me tomó días descubrir que aún estaba viva.
.
No hay manera de que yo sea lo que soy sin Caracas.
No hay forma de que yo decida lo que seré
sin la memoria de Caracas.
Maestra vida.
Te da y te quita
te quita y te da.


CARACAS ACUÁTICA

I.

Esta mañana de Anthony and the Johnsons y Erik Satie, un túnel vegetal se refleja en el parabrisas mojado. La ruta es el viaje. Manos al volante. Cristal moteado de luz y verde. Una niña con las manos juntas a la espalda mira guacamayas a la hora del himno. En el patio se repite cada vez el mismo ritual: los colores alados cruzando el aire. El asombro. La falda plisada azul que recibe el calor de dos manos pequeñas. Para beber agua es necesario subirse a un ladrillo de cemento rugoso colocado a los pies del bebedero. Al pisarlo, el ladrillo se mece, inestable.

II.

A través del pasadizo verde azul de tiempo, de luz y de sombra, de agua, llego a la casa del padre que se deja peinar en el descanso de una escalera. La casa donde una abuela guarda calas de papel en cajas para tabaco. Una caja es para las grapas
otra para los clips
una para las monedas de cobre
y varias para las flores
clasificadas por tipo
y por color.

Entro a la cocina de natillas con cáscara de limón y canela en rama. Miro traslúcidos los manjares de parchita y los dulces de higo.

Al morir mi abuela giré sobre la almohada. Alguien me regaló el libro tibetano de la muerte.
Todavía no comprendo
para qué
sirve
un
libro
así
después de que la muerte
ya ocurrió.

Semáforo en rojo.
En verde.

III.

Pasadizo al cerro El Avila. Naranjas en el equipaje. Un lugar que se llama No te apures, con bancos y mesas para comer naranja y no apurarse. Mejillas rojas, cuerpo latiendo fuerte. Mi ciudad es
o fue
sudor, magnesio, agua de coco, amor rupestre y mirada
vertical.
Arnés.
Reunión lejos del suelo.

En esta mañana de música aguja, de música vibración, de música misterio, en este domingo acuático, roca y amor es Caracas. Caracas es una universidad de pupitres, de brújulas y cuadernos de campo. Un hombre que dijo este camino no lo recorre nadie, salvo el crepúsculo. ¿Ese verso será de Ludovico Silva? Yo le agradecí tanto el poema que no me importó que no me quisiera más. Caracas es un tiempo de pasillos y murales, de sexo a deshoras, de pasillo librero y salsa hasta el amanecer. De café sin reloj.

IV.

Todo en una burbuja
que se eleva
se hace intocable
semáforo en verde que no se detiene
más.

Se aleja la esfera del tiempo.
Ya no vuelve el tiempo.
Ya no hay eso que fue.

Tengo o construyo
o arrebato
otro centro.
Me empeño en otra esfera.

No te enojes
yo intento no enojarme

esa ciudad
se fue.

Keila Vall De la Ville, Nació en Caracas. Ha publicado el libro de cuentos “Ana no duerme” (Monte Ávila Editores 2007), así como ensayos, otros cuentos y poemas en diversas antologías, revistas, y en medios digitales. En 2008 participó en la III Semana de la Nueva Narrativa Urbana y en 2010 obtuvo una mención especial en el VII Concurso Nacional de Cuentos SACVEN y el Concurso Nacional de Cuentos de la Policlínica Metropolitana. Lleva el blog http://fugapermanente.wordpress.com. Es antropóloga, Magíster en Ciencia Política y yoguini.
Actualmente participa en el taller de poesía dirigido por la poeta Edda Armas y el taller de poesía dirigido por Gabriela Kizer
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1967

Adentro. Por debajo. Subterránea huella digital vibrante, en el playback de una canción de navidad punzando. Grabado en Sonomatrix como en los estudios Universal. De Antímano a YouTube. Congelado sonoro de ruinas, de Los Palos Grandes y Altamira.

Los edificios como el hombre, son barro.

Ronco. Ellos en el epicentro. Como sirena de advertencia antes del bombardeo. Como la doceava campanada a las 8:05. Menguante venganza de planeta.

Ellos: llamado o llanto manos al piso alaridos en la cueva. 10 segundos. 20. Más. Como disparo de partida en una competencia. Troquelante como el de 1812, pero sin el cura decretando estupideces, sobre dios y el rey. En cuenta regresiva al 6.5 ¿qué importancia tiene medirnos la muerte Richter?

En alguna triple w los bits reciben mañana residentes del Mijagual comiendo hormigón. La señal del GPS dejará de registrarlo en La Cuarta Transversal.

Sólo el Obelisco vio ceder al Neverí sus coordenadas de esquina al Four Seasons. Órdenes del urbanista. Firma el fundador: L. R.

De polvo, como el hombre.

La cruz de costumbre en el pavimento. El invento de los milagros. La adoración estéril. Y el misterio de la Marotti, que pudo verlo todo, antes.

El vouyer [amarillista de oficio] ofrece su disaster delivery: aplastado en escombros el infante posa y se deja filmar. A cambio su ticket para darle la vuelta al mundo. Post mortem. Sin maquillaje. ¿Acaso puede el horror ser editado?

Todo abajo: pared, mujer, cuadros. Los platos de la cena y las palabras de los libros. Los errores ortográficos. Los creyones. En mudanza. Abajo. Sobre todos. Encima la junta de expansión. La placa como galleta fundida al tórax, fetal.

Entonces las niñas y él se aferraron. Los tres, uno. Carrera de escaleras, sobre la brecha. Y el túnel de 35 segundos cerró su boca. Banderola de meta: No Exit. Todos a la tolva.

CARACAS OR NOT CARACAS

Rodrigo grita desde el carajo: Caracas. Diego desenvaina. También Fajardo. Motores pájaros, tu aliento Santiago. Ayer procesión, novenario, la fiesta del nuevo santo. Al pelotón San Jacinto, el ajusticiado. Dobles de campanas. La cabeza como trofeo en el Calvario. Hoy la corneta, el chillido del frenazo. Una voz que choca suplica hierro y asfalto. En Santa Mónica el vientre de mi madre escucha un bombazo. En parpadeo el semáforo.

Adentro todos. En el cóctel, esmog y verde. Pegados a la pared vientre: Ávila dijo la Santa. Juan Antonio creyó ser dueño del Waraira. Guaicaipuro gritó Repano. ¿Por qué protegiste al conquistador de la flecha envenenada de Maracapana? Santiago Apóstol genocida de La Nación de los Caracas. Tu bautizo a bala.

Las plagas como en Egipto venganza. Contra la Primera, San Mauricio. Desde su ermita la orden: Langostas a otra tierra, Ramsés aguarda. No hubo judíos que liberar para salvarla, no hubo éxodo. Sólo mano de obra holgazana, indios infectos y la Sublimis Dei en la valla, alegando humanidad.

La Tercera y la Segunda en yunta: sacudimiento y llagas. Día de San Bernabé. Cada mal un divino protector. En combo: escapulario, dagas.

Es tu historia Santiago. ¿Cómo decir Caracas sin evocarte? ¿Cómo nombrar el rugido del león petrificado sin garra? El de 1641. El de 1786. Mil ochocientas doce cruces Santiago. Cada tanto Amías Preston incendia y asalta. El virtuoso incompetente revocado. La Cuarta con saña. A cabildo las tarjetas con los cien nombres santos. Desde Capadocia el dedo enchumbado en la indeleble, muestra al soldado romano. Por ley de ayuntamiento San Jorge: exorcizador de gusanos. A correr a Quinta Crespo. A comprar la Bula Papal para el descanso y la estampa del dragón con el guerrero santo.

Cuántas veces te oí decir papá: la muerte llega. Hoy esparcí tus cenizas a la cicatriz del Guaire. Sobre la línea cloacal, que todo atraviesa, guacharacas y loros en bandada, desde Ávila vienen a beber mierda.

De la esquina de Las Ánimas, entre escombros [escrupuloso blanco], baja en triciclo un chichero desde antaño. El comercial de detergentes lo filma. A nuestros vasos espolvorea canela y clavos. Con leche condensada para la Merced [especial para la santa del Cacao]. A su lado un cacique escupe plumas del penacho. Los provincianos se declaran vasallos. A la muy noble y leal ciudad, sello de armas, Felipe II lo ha otorgado. Ave María Santísima. Desde la Ceiba, San Francisco reza el sermón de los regaños. En cada locación la jauría santa, mira con desprecio la corte de los milagros.

Motores pájaros, amanece Santiago. Los jazmines se anuncian: Blandín, Sojo, Mohedano. La primera cafetera como balancín, vacía negro líquido al campo de Chacao. La armónica sopla. El hacedor de estrellas ora un credo. Nazoa despierta. En la fila Diego, su amellada espuela busca un filo: Santiago de León. Caracas, la historia del doblegador es mentira. No fue Losada. No fue Fajardo. Antes de 1567 te fundó una lanza.

Héctor Vera (Caracas 1961) es Licenciado Docente en Matemáticas, Licenciado Docente en Física y Especialista en Informática Educativa por la Universidad Simón Bolívar.
Desde 1989 se desempeña como profesor de la Escuela de Matemáticas de la Universidad Metropolitana de Caracas. Participó en el Taller de Lectura de Poesía a cargo de la poeta Gabriela Kizer (2005 a 2006) Participó en el Taller de Poesía Imago Mundi a cargo de la poeta Mharía Vázquez Benarroch ( 2007) Desde 2007 participa en el Taller de poesía El Ojo Errante a cargo de la poeta Edda Armas. Desde 2010 participa en el Taller de creación poética que dirige el poeta Armando Rojas Guardia.
Es coautor de la antología poética El Ojo Errante (2009) publicada por el Taller Editorial El pez soluble.
Autor de la plaquette Vangelo - según mateo (2011) publicada por el Taller Editorial El pez soluble.

jueves, 2 de junio de 2011

Miradas & Palabras sobre Caracas: Para bien o para mal II







Ciudad

Le duelen los ojos,
están hinchados de cansancio,
de hastío,
de abulia.

Se da una ducha caliente,
pero no tiene escape.

Le retumba la ciudad en la cabeza.
Lleva su olor en el cabello y la ropa:
esmog, fritangas callejeras.
Es demasiado intensa la calle,
ya no la quiere para sus sentidos.
Es oscura para su vista.
Insoportable su olor.
Su gusto amargo a veces.
Estridentes sus estertores.
Difícil,
áspera al tacto.
No la quiere.
Necesita del calor uterino de su casa.
Arroparse con las cobijas de su cama

y de tu cuerpo
Sumergirme cual lugar común en tu mirada,
disolverme a tu tacto,
quebrarme,
partirme en dos contigo.



Entre dos orillas

tendida en la cama
veo la nube de plomo engullir el ocaso
la ventana está a ras del lecho y ocupa la pared

es un mirador sideral

la nube no avanza y con su peso gris pareciera atestiguar mi lasitud
¿qué hago tendida en el cuarto en penumbra mirando al cielo?
¿qué espero?
sólo escucho el rumor del tiempo
lo hallo en el ruido de la calle
lo veo fluir en el vuelo circular de unos zamuros sobre el edificio de enfrente

garabateo en el cuaderno
mientras padezco la vigilancia de la nube de acero
la cama me traga
el paso del tiempo transcurre como entre dos orillas
sin tocarlas



Sin resistencia

luego de comprobar
las ataduras
de consolidarlas
escapo

mis huidas
no esquivan nada
ni me alejan

huyo
por adicción

y por ello
sin resistencia
regreso
siempre



En el punto de origen

he retornado
a mis confines
la espera
decantó un desenlace

aquí estoy
aquí vivo

las dudas escaparon
al escrutinio de la noche
luminosos presagios
revelaron respuestas

los gestos se fragmentaron
en el tablero blanquinegro
de los desafíos

aquí estoy
aquí vivo

envuelta por el bosque de mis deseos
testigo de las danzas del sol y de la luna



Kira Kariakin Nació en Caracas en 1966. Es autora del blog K-minos. Colabora con distintas revistas digitales como Los Hermanos Chang y Analítica y es coeditora de La Casa Azulada. Actualmente forma parte de los talleres de poesía de Armando Rojas Guardia y Edda Armas.



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Reflejo I

Caminas entre cartones
del orine como la calle
llevas gesto de roca huérfana

Mirada espinosa al cruzarse
mientras el aliento pide prójimo

A la distancia otro estorbo
con la ilusión de que no existe

Somos el Valle –otro resto-
y no tú

el indigente

Reflejo II

La costumbre también se establece
en las solidarias platabandas
parecen nacimientos
donde acampa la negra ingenuidad

La necesidad sin geografía
ser el vecino en tu espejo

Cada pared que se levanta
transgrede el amor propio

Mirar
aún yace como posibilidad

Colmena o veredas
de seca sangre
hace tanto tiempo
no las llaman montañas


Reflejo III

adheridos al entrar
con temperaturas intercambiadas
de quién la transpiración
qué importa su proveniencia
no está permitido mirar
no así empujarse
seguro como las calles de mi ciudad
fue civilización
hoy llevamos el olor del otro
en cotidiano tránsito
sin considerar las fobias
ni saber cuándo
menos aún cómo
del embudo salir

A la familia Infante Ugas




A Melba Marrero

Erosiona protegerse para expresar
andar entre gritos
caminar entre paredones

Transgrede no sabernos prójimo

Las extremidades se van paralizando
mientras la traición hace oxígeno

Lo que palpita es arrinconado
mientras elijo la ceguera

Explorar los hechos con crudeza es una cosa
ser cruel con quien anhela otra

Queda prohibido escuchar
los huesos de mi ciudad



Héctor Caldera (Caracas, 1961), Publicó el poema en inglés … decade, en la revista Perspectives Georgia Tech International Festival Booklet 1990, Atlanta. Ha publicado en la Parada Poética y participado en talleres de poesía con Edda Armas y Armando Rojas Guardia, hoy día forma parte del grupo El Ojo Errante. Trabaja con elementos poéticos en el ámbito gerencial y organizacional.
hectoranibal.caldera@gmail.com y la página de su firma consultora:
http://www.imagoconsultores.com/



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INOCENCIA EN LAS GRADILLAS

me duele este sinónimo impredecible
con que te nombro a diario

mi letra se tuerce
sobre los gritos de tu nuevo siglo
y tu conversión
parece no caber bajo el arco del progreso

tus aires no saben lavarme
la agonía diaria

sobre mi rostro
la mueca de un quijote
revolcado en el hollín
gesta mi fibra más cobarde

yo soy
la última ciudadana ingenua
que sueña con reverdecerte



LLUVIAS DE ABRIL

“alguien se desliza
bajo mantas de miedo”
ANA ENRIQUETA TERÁN

llegamos a odiarnos
metiendo el dedo en el gatillo

la barbarie corta los seres por la mitad
pero deja un filamento
que nos une desde el concreto

el miedo acude
encubierto
irrespetando el espacio de la muerte
que clama justicia
en esta periferia inhóspita
al otro lado de una montaña

es el núcleo que exige su derecho al sol
cuando regresamos
de la rutina agonizante
del temporal de este infierno



ACERTIJOS

faena mísera
cuánto has dejado de darme
por falta de horas

una hipoteca de tiempo
me ha visto crecer cada día
en esta isla rodeada de caos

habrá que emprender un viaje
para armar estas piezas sueltas
huesos perdidos
cifras de un noticiero de comienzos de semana
madres que se quiebran sobre el dolor
que no consuela lo irrecuperable

frente al papel en blanco
me cuesta escribir “dignidad”

la única condena que puede culminar
es la que llevo dentro



DESERCIÓN

el tramo que recorro
siempre llega al mismo lugar

un recinto de desolación
donde no existen las aldabas
y nadie toca las puertas para entrar
porque el infortunio
escapa a la simetría
de los que han desertado

los vocablos disparan el almíbar corrupto
que hace blanco en múltiples pensamientos
y la hiena se burla y se asfixia con su propia parodia

quedarme sería
una inmolación frente a las hogueras



ACUARELA MARTÍNEZ Nace en la Habana, Cuba, reside en Venezuela desde muy temprana edad y la considera su patria adoptiva. Ganadora del VII Concurso para Obras de Autores Inéditos 2.009 de Monte Ávila Editores Latinoamericana, C.A., Caracas, Venezuela, mención POESIA, con el Poemario “Incluso cuando nada digo”. Participó en los siguientes talleres literarios: Taller de Narrativa de Israel Centeno Banco del Libro, 2.007, y Taller de poesía IMAGO MUNDI 2008-2009 de la poeta Mharía Vázquez Benarroch y el Taller de Poesía del escritor Armando Rojas Guardia, Caracas, 2010. http://www.acuaspace.blogspot.com/

sábado, 14 de mayo de 2011

Miradas & Palabras sobre Caracas: Para bien o para mal I




I

Moramos en una geometría de sarcófagos
Ataviados de felicidad
Y sonamos en cada sufragio.

II

Nosotros
Vosotros
Ellos

Epicos altavoces de la comarca
Articulaciones discontinuas
Instantes despalabrados
Cacofonías de rumores píos

III

No encuentras la ciudad
Hallas un territorio ficcionado por palabras
Movido en sus tobillos
Agitados desde sus muñecas
Troquelado como un parque mecánico

No encuentras la Ciudad
Sólo trayectos comarcas circuitos
Estriada superficie que tatúa lenguas
Zanja cuerpos
Y los vuelve reliquias de un festivo holocausto

No das con la Ciudad
Apenas tapices de ella:
Fachadas pulimentadas
Aluviones de hambre
Agujas de lodo
Corrimientos

Quizás ha sido suplantada
Por geometrías de acecho
Croquis de fugacidades

Tal vez tu Ciudad es una flor ilógica
Trepada en el vacío del tumulto
O,
Alojada en los resquicios
De las manos

IV

Nosotros
Vosotros
Ellos

Inhalando fluidos metálicos
Atestando de vociferaciones las rendijas
Plantando épicas de músculos engatillados
Desbaratando los goznes de la ciudad
- afantasmándola -
Volviéndola
promontorio de escombros
patio de rencillas
botadero de almitas
desague de otras posibilidades

V

Traqueteo de brújulas infantiles
Mapas inútiles
Marañas de bucles convulsionando en la superficie
Relieves sedientos de la piel canallesca
He ahí,
la configuración de un territorio
trenzado en una cartografía catastrófica
sostenida en el vitral de sus opacidades
No obstante,
por los intersticios de la comarca se despliegan:
Ovulaciones luminosas
Inervaciones simbólicas
Rizomas de palabras vivas
Bocetos de arquitecturas amorosas
Semilleros de gramáticas posibles
Encajes escriturales
Acústicas
Cocciones
Actos

Poéticas activas que amalgaman

ritmos paisajes diferencias
andares mundos

Conjugando otros modos de hacer vínculos
Labrándolos en cada acto cotidiano



Dmargot Baptista. Socióloga y Poeta, participa en los talleres de poesía guiados por Edda Armas y Armando Rojas Guardia. Coautora de la Antología Poética El Ojo Errante.


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Decreto

En los sótanos de un parque central
la contraloría general de mi República
se acuesta con un perro que le habla despacio
satisface su cuello la contraloría
sabe muy bien el arte de arrodillarse
y recibir bajo su falda corta manos hostiles
tiene los labios rotos la contraloría general de mi República
de tanta noche tiene los labios rotos
dios y federación

Sexto mandamiento

Febrero es de las mujeres con llanto
en los pasillos de una facultad donde se enseña la justicia
señorita
tenga la castidad de no vestir
como si el cuerpo buscase convencer
no distraiga el conocimiento de ese profesor
que es una institución y sin embargo no da los buenos días
cuídese de todo aquél que la obligue a reunirse en su oficina
no cierre nunca la puerta
huya cuando éste le pregunte con una sonrisa
¿me tienes miedo?
no cierre nunca la puerta
aunque ésta sea una universidad católica
y si en sus manos llega a temblar una hoja de examen con números rojos
no olvide lo que escuchó la cama puede cambiarlo todo
piénselo
para qué alzar la queja
para qué alzarla a los oídos de una facultad que sólo tiene bocas
que gritan
libertad y derechos humanos
abajo la dictadura
sólo bocas
nunca oídos
no lo olvide
los derechos humanos están primero
siga dando los buenos días aunque la institución responda
el mutuo disentimiento
la subrogación del término
- Buen día, quisiera hablar con el director de la facultad
- Un momento
Dos
Tres
Cuatro
Cinco
Seis
Siete
Ocho
Nueve
Diez
minutos
- El director de la facultad no se encuentra
Sí, este febrero es de las mujeres
que pueblan los pasillos de una facultad donde se enseña la justicia
y de los profesores que vienen armados a esta universidad
católica
católica
qué adjetivo más esdrújulo y extraño
y los profesores armados se quejan
porque la dictadura quiere llamarnos popular
y no católica
habrá que salir
gritar nuevamente libertad
derechos humanos
abajo la dictadura
esto no es lo que usted pensaba
es una universidad católica

- - - - -

Escribir entre la gente
decir que la voz puede ser de todos
ver a la antigua niña del colegio que huye como si nada
o tal vez precisamente como si todo
eso es recordarme
salvar un lápiz que cae de la mesa
es salvar un verso y no escribirlo
dejarlo dentro como si pudiera ser intacto
al humo del cigarrillo que se fuma la ciudad cuando despierta
pertenecer a un orden preciso
ser como las sillas de las ferias
permitir que cualquiera venga a importunar con su mirada
porque siempre miran y a veces tocan
y escondo la libreta donde escribo y dibujo
y parezco extraño
recordarme se me ha hecho difícil con el tiempo
saber que pertenezco a Miranda y a su madera
aunque piense en Escocia, en los templos y
en las campanas que recorren las montañas
descifrar la mirada
saber que río no es sólo agua y roce
y saber los vínculos
aceptarlos
reconocerme en cada paso
en todo grito pida lo que pida
y responder que la silla de al lado está verdaderamente desocupada
pertenecer
ya lo he dicho
pertenecer mucho es en el fondo verdadera libertad

- - - - -

te despiertan los aromas perdidos,
los que olvida la ciudad
Silvio Rodríguez

Ahora
que he vuelto a ser un niño
dado a los miramientos vanos
a las letras sin sentido
recuerdo:
busco tu olor en el ropaje
me veo a través de los vidrios de una ciudad ajena
respiro en las tazas
el mismo aroma caraqueño de un café desvanecido
sabiendo
en todos los símbolos una extranjeridad no declarada
para nombrar algo que me pertenezca
reproduzco tu temblor
y ya recuerdo



Leonardo González Alcalá. Estudiante de Guitarra clásica y Abogado por la Universidad Católica Andrés Bello (2010).Poemarios: El país de los muertos (2007, Premio XII Bienal Francisco Lazo Martí del Ateneo de Calabozo); Gesto quebrado (2006-2009). Coautor de la Antología poética El Ojo errante (2009).


__________



I

Estos edificios
llevan el ropaje de la furia.
En el balcón se insinúa la mala fe del poniente
es una ciudad con óxido y gobierno
con tren fantasma, lobas y tascas gallegas
pero aquí tenemos rejas y paseamos al perro.
En la ventana de aquel lado
una mujer discute por teléfono:
exige al hijo que regrese pronto
es posible que hoy sí lo maten
porque en la televisión
lo han pronosticado varias veces.

Quiero pensar: esa mujer tiene pasado,
no fue capaz de mentirle a su marido
y decirle que la cuenta empezó desde cero
aquella noche en que eran jóvenes y mercenarios.
Sí, contigo fue la primera vez que grité tan alto.
Contigo me inauguré en cerrar los puños tantas veces.

Por favor, no mientas
no quieras parecer mejor cuando subas al estrado.

He visto
que una mujer orgullosa de su oficio
teje un reino sobre el cadáver
de una diosa pretenciosa y el odio hacia dos o tres
de su misma especie
y se descubre en la santa postergación
cuando un hombre recoge su ropa
y anuncia que es hora de irse.

El hombre cierra los ojos y hace
como que le falta el aire
niega un par de veces,
le duele, hace alguna promesa
entre la embestida y la noche
o la media tarde con árboles allá afuera
mientras la gente trabaja y los niños salen del catecismo
o los atrapa una falla eléctrica en el Metro
y es probable que la promesa sea sólo un espejismo
porque aquí
sólo cuenta el desierto y sus leyendas
el mar, el humo, los gritos, agrega pájaros si quieres
pero aquí todo es un desierto
santos telares, valle de la muerte, percusiones
la imagen de un hombre que insiste
en calles anunciadas en una profecía amarillista.

Un hombre orgulloso de su oficio
se peina
toma aire antes de hablar, afila sus aristas
toma las llaves
toma el diezmo del animal que se posterga

y se va.

Una se cansa y sigue mirando flores caídas
porque algo lo llamaba desde el otro lado.
Algo más que un río pringado nos separa.
Por eso una mujer tiene agujas, deberes y pasado
y camina con la frente tan poco en alto
hacia el valle de sí misma
que no es otra cosa que la muerte.


II

Caracas es el salón del hambre
monumento ancestral del hambre
cobre, nudista, petardo
se despliega con su alfabeto amarillista.

Es la ciudad de mujeres bellas
que si están al volante no dan paso
la patria de hombre flácidos al pie de una bandera
Caracas y sus manos blancas y sus viejos portugueses
ciudad con crueles madres armenias
tiene poetas en ciernes, putas de noble octanaje
y asesinos con uniforme:
vamos, dije uniforme, pero no crean
que hablo de estampas militares o sus alrededores
no se alteren, no busquen Lexotanil
hoy no, hoy no, no saquen
a la Carla Angola que llevamos dentro.

Hablo apenas del ilustre ropaje
del que tiene hambre y se anhela:

El malandro este fin de semana
la muchacha que casarse bien desea
o el padre de familia que ahora confiesa su error:
no debí casarme, nunca me gustaron tanto
las mujeres ni la casa con jardín.

En Caracas hace hambre
y hace mal tiempo
por eso tiene hombres que caminan mirando hacia dentro
el poema de amor no sabe
cuál es el árbol, si esto es oficio de la lluvia.
Es la ciudad de los niños que juegan Calabozos y dragones
sabios laberintos con instrucciones y toda suerte de dados
para retrasar bárbaros auténticos
tiernas miserias de los niños del Este
entrenados entre la mágica muerte de elfos y la inocencia
para destrozar un reino, el reino de sí mismos

porque ustedes serán los amos de un valle o de un desierto
tendrán la barriga grande y una esposa depresiva.

Caracas tiene hambre
hay hambre, misterio,
magnífico universo, magníficas pobres criaturas
que escriben tu nombre con sangre, gasolina
sin lubricante
camas blancas y resentidos pormenores.

Pájaros muertos para aprender el hambre de un país
pero me basta un pájaro para creer en tu llegada

sospecho que el hambre es más fuerte que el odio
o el mal gusto y el azar
un día Caracas alcanzará el prestigio
de un fantasma milenario.
Sólo quedará la montaña anciana, a sus pies el desierto

y alguien le inventará un dios celoso
porque incluso detrás de Caracas hay pájaros.

III

La luz calcina
esta suma de pormenores
la luz arrastra el cansancio
de un sueño sin trascendencia
y su Ángel Bicentenario.
La luz concede cuerpo y obediencia
a tu guitarra, al valle de la muerte
y al mar que se demora del otro lado.
La luz de esta Babel ridícula
como una adolescente
con su noche que de todo se asombra
y me ofrece gente muerta que no tendrá el prestigio
para hacerse fantasma
y pájaros solos con el pecho dañado
y madrugadas con tanta agua
cielo magro que me otorga
una suma de insinuaciones.
Me poseo
por esta Babel cuya luz dorada
nos prohíbe separarnos en la honra del grito.



Enza García. En 2004 obtuvo el VII Premio literario Cuento contigo de Casa de América, Madrid. El cuento fue publicado en la antología Cuento Contigo de Siruela. En 2007 gana el V Concurso para autores inéditos de Monte Ávila Editores con el libro de cuentos Cállate poco a poco, publicado en 2008. Forma parte de la antología De la urbe para el orbe de Alfa Editorial y de la antología Zgodbe iz Venezuele (Historias de Venezuela) de Sodobnost International. En 2009 obtiene el III Premio Nacional Universitario de Literatura con el libro de cuentos El bosque de los abedules, publicado por Equinoccio en 2010.

jueves, 21 de abril de 2011

Juan Cerbero / Venezuela



Juan Cerbero. Nace en Caracas el 20 de Abril de 1967. Licenciado en Informática. Fotógrafo. Actualmente participa en el taller de poesía guiado por Armando Rojas Guardia.
http://www.juancerbero.wordpress.com/2009






MANTRA FEBRIL

Hay presas que merecen ser mordidas.
Georgina Ramirez

rezas tu oración sin desvelo
no importa la hora
la presa puede aparecer
no importa la hora
nada es falso cuando el hambre apunta

esta noche no vienes a contar ovejas
sino a buscar el rostro de quien gime
debajo de la tela de tus mandalas

para encontrar a tu amante
acéptale una fotografía
y mira si en la horma de su espalda
cabe tu boca con su plegaria

no sigamos tentando el instinto
que camina hace horas en tus pasillos
que clama en los poros de mis ventanas
acabemos esto
seamos desconsiderados con la función del tiempo

no importa quien muerda primero
igual, ambos moriremos.


HERENCIA MALDITA

Una casa deforestada
por la tala de la desidia
pasó la muerte
dejó otro cuarto vacío
mi hermana juega
adorna su cuarto con epopeyas
mi madre se esconde
mira la televisión de espalda
y los gatos coleccionados
los náufragos más miserables

Vengo a contar el desvelo
por el ritual del amor interrumpido
a improvisar un sueño
de cordura con alquimia
a contemplar en lo rincones
las esculturas de los fallecidos

otro recinto desvalido
otra cruzada universal
el hambre y los demonios
mis fichas para apostar.


COMPRA INEVITABLE

Código de barra
inventario
puede lavar al seco
remojar en agua salada
secar con vapores de otra boca

de color irreverente
talla única

100% poliéster culpable
100% de indelebles traumas
intemperies, trasnochos
100% de amor efímero
bienaventurado, mudo

0% algodón clonado
0% de memoria impermeable
salvación y bondad
0% vivible, cercano
eterno

no se aceptan devoluciones
si quiere otro traje
dispóngase a la muerte.


MODERNO MEDIEVAL

Vida mercenaria
poesía en la guerra
el enemigo vive adentro
murmura creando máscaras
de humor, de horror

Atascado bajo una señal
no consigo las calles de tierra
soy un caballero en la modernidad
mi espada es negra
hace sonidos
y no tiene filos

mi cuerpo está lleno de discursos envenenados
no es necesaria la defensa cuando se es.


SU TATUAJE ERA UNA TRAMPA

Me niego a ciertas impermanencias
al no ser

es una travesía encontrarme en el no otro
en sus envolturas con ganas de eternidad
no ansío su movedizo terreno verde
ella no sabe de su veneno
su sentimiento residual

A la postre
perezco
rodeado de rizos


BELLEZA ABSTRACTA

Deambulo
por la casa taciturna
no tengo excusas para quejarme sobre las paredes
ni amordazarme los latidos que retumban en las venas
sólo contemplo las pinturas
el río abstracto de la belleza
el color filoso de su alma

Había una pena continuada
estaba conociendo el otro cuerpo
solo me senté luego a abrazarme
a sentirme ileso y blanco

mi trabajo está en el campo de todas las batallas
debo reparar mi piel en medio de la lucha.

martes, 19 de abril de 2011

Herminio Martínez / México





Herminio Martínez. Poeta y narrador. Nació en La Cañada de Caracheo, Cortazar, Guanajuato, el 13 de marzo de 1949. Entre sus novelas más conocidas en la literatura de México destacan: Hombres de temporal (1987), Diario maldito de Nuño de Guzmán (1990), Las puertas del mundo (1992), Invasores del paraíso (1998) y Lluvia para la tumba de un loco (2003). Ha publicado también el libro de cuentos: La jaula del tordo. Entre sus premios de poesía, son de notarse el "Punto de Partida" de la Universidad Nacional Autónoma de México; el "Manuel Torre Iglesias", de la Paz, Baja California; el "Ramón López Velarde", de Zacatecas; el "Pablo Neruda", de Buenos Aires, Argentina y el "Clemencia Isaura de la poesía", del carnaval de Mazatlán, el cual obtuvo en 1985. Y el de las "Justas Poéticas Castellanas", de Palencia, España, en 1995. En ese mismo año fue ganador del Premio "Lotería de Cuentos", de Editorial Planeta y la Lotería Nacional. En 1996 obtuvo el Premio Nacional de Novela "José Rubén Romero", otorgado por el Instituto Michoacano de Cultura y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de la república mexicana. Y en 1998 el Premio Internacional de Novela Corta "Ciudad de Barbastro", en Aragón, España. Otros premios que ha ganado, son: El Premio Nacional de Poesía Gilberto Owen, en Culiacán, Sinaloa, 1999. Y el Premio Nacional de Cuento "Benemérito de América" 2000, en la Universidad de Oaxaca. También en el año 2000 ha sido Internacional de Poesía "Hermanos Argensola", en España, por su poemario: Música para desventura y orquesta. Y en Argentina ganó el Premio Internacional de Poesía La Poesía y el Mar de la Biblioteca Popular de Monte Hermoso, Buenos, Aires. Y en 2001 recibió el Premio Internacional de Poesía Cáceres Patrimonio de la Humanidad, por su poemario Animales de amor. Es profesor en la Universidad de Guanajuato y, desde 1994, académico de la lengua.






MONÓLOGO DEL HABITANTE




El día empieza a desenvolver su cola de botellas.


Abro la ventana que indiscretamente mira sobre el hombro de la ciudad


y veo las fábricas de papel, las panaderías, las bicicletas


y una anciana comiendo frutas podridas;


el hambre es una brasa en cada estómago.


El fragor de las máquinas escala las paredes.


Estoy casi desnudo, bebiéndome de codos un rayito de sol,


no soy nada romántico, sino un complicadísimo hombre


con los zapatos grandes y la frente estrellada.


Las calles, con sus lenguas de ladrillo,


sienten el despertar del peso de la tierra,


atropellada por los niños que marchan al colegio.


Un perro olfatea células de aceite negro,


son las manchas que dejó la noche adentro de un bote de basura.


Pienso en los dioses que hoy amanecieron


con todos los cántaros de su mal genio rotos.


No me he rasurado todavía, tengo en la cara la yerba dura


que crece con la llovizna de los sueños,


y hay en mi boca un desagradable sabor de metal oxidado.


Anoche, mientras la televisión me hacía gestos de colores,


me maldije.


Yo tengo algunos libros


en donde leo y aprendo lo que está prohibido;


los libros tienen sexo,


uno los viste con atención para que luzcan guapos,


les compra pantalones y corbatas,


camisas, calcetines y sombreros;


son hombres y mujeres, se emborrachan, se asean,


comen, les gusta ver llover


y hasta pueden parir de una leída


un hijo de metal con ojos de águila y relincho de potro.


Desde una ventana


cualquiera puede fotografiar los talones de la luna


olorosos a nardo,


sentir en las narices el talco azul de alguien que se recuerda,


los trenes y los aviones reventando


de tanto ir y venir por esta madre bolonda que es la vida.


Uno puede pensar en un grupo de poetas


que van saliendo de un cabaret en París,


o simplemente en la gente que camina.


Desde una ventana


el mundo es la fábrica de los pordioseros ambulantes,


pero también el trono desde donde la discordia


imparte sus lecciones


de burla, desigualdad y prepotencia.


Veo esta calle y otra que no es la mía.


Veo la casa que estamos pagando en abonos


y las demás con sus luces prendidas.


Pero miro también, oyendo su boruca,


a las señoras que se dan un beso


en los cachetes cuando se saludan.


Al que escribe su ira en las paredes,


al Papa muy feliz en su elefante,


al que en los restaurantes se detiene


a pedir una orden de basura.


Al que eructa el hígado en pedazos,


los talones del hijo del obrero,


la llaga multiforme del salario


y al que encontró los huesos de la lluvia


en un baldío que ahora nadie siembra.


Veo el mundo que es la casa de todos.


Desde aquí me doy cuenta de la vida:


el mismo navegar de taxi en taxi,


el largo escalofrío de las quincenas,


el rostro sin color de los que deben


y oigo el viento que no es la ira de Dios


escapada por la boca de un cura


sino la providencia que se extiende


a cada instante sobre todos los pueblos


y el que es, además, esa enorme alegría


que por las mañanas me persigue


hasta en los recipientes donde orino.


Veo al que sale a ver quién lo contrata


y lo encuentra la tarde cabizbajo.


Al que en rebanadas se come la amargura


y al que llega a los bares


pidiendo un seno en lugar de un trago.


A los que esperan la caída de un milagro


del árbol de las creencias.


A los que amasan el porvenir en la congoja


y al que silba al cruzar un sitio oscuro.


Veo al que llora por lo que le dan


por un mes de suspiros y trabajos.


El palacio al que no se llega nunca.


La baba del turista que se escurre


desde los monumentos hasta el mar.


Al que no va a hacer nada a la oficina.


Al locutor que a todos amenaza.


Al que finca su fe en los aguaceros.


A los que se dedican al descanso


y a los protervos de buena voluntad.


Pienso en los ríos donde alguna vez nos bañamos


y en las ciudades donde no fuimos nadie.


Veo la historia arreando personajes


bajo un sol que no piensa nada de ellos.


Veo la luna en las muletas de su luz,


la paloma del Diluvio Universal


y la chusma que huele a cualquier cosa.


Con ajetreo de bueyes se divisan


los funcionarios en sus trajes públicos.


Y los poetas que se desnocharon


buscando algún remedio en las cantinas.


Veo al que oye zarpazos de pelea


adentro de la jaula de su estómago


y veo brillar el vientre de la dicha


en los lugares donde se merienda.


Al que halla que sus muebles pesan mucho


cuando se muda de departamento.


Al que le salta lumbre cuando grita.


Al que se le hinca al viento cuando bebe.


Al que habla de sus deudas con los santos.


Al que se recibió de comerciante


pero hizo la carrera de abogado.


Al que pone el manojo de los hijos


delante de las tiendas.


Y al que ama según el Mandamiento


escrito en una piedra de la Biblia.


Veo al que pica y al que se deshace


en la sal granulada de su suerte.


Muchachos que en la escuela se fuman una viga.


Imbéciles que se hinchan si los toca


la alabanza que tiene muchas manos.


Varones que se venden al sistema


que es el mercado donde está la patria


colgada como res en una percha.


Y los que piden paz en los periódicos:


altos hombres sentados a dos nalgas


firmando cheques que les manda el cielo.


Al notario con mugre en las orejas,


al profesor con pelos en el alma.


al licenciado que anda de maestro,


al sacerdito que es ya sacerdote,


al psiquiatra que vuelve loco al mundo,


al albañil que atónito contempla


la punta de su esfuerzo ya sin punta;


la secretaria estúpida y pintada


de la piel y los pelos como un mono;


la religiosa cara de lechuza,


el caballero de barriga enhiesta,


la señorita que se mea de lado,


las actrices vendidas como cabras,


el escritor parido por decreto,


el presidente arreando su manada,


la república a bordo de su nube,


los industriales socios de los buitres,


la policía que roba la confianza,


la mujer con su hachazo entre las piernas


y todos cuantos corren


a consumir inútiles refrescos.




El día se amarra las agujetas,


abre el paraguas rojo que siempre trae consigo


para decirme que estúpidamente he perdido el tiempo


imaginando situaciones justas;


suda, le huelen los establos, el sol, la muchedumbre,


se va, sube de prisa;


me llaman por teléfono.




ESPERANDO A MI HERMANO




Esperando a mi hermano


veo el reloj,


me asomo hacia la calle


y tenso el músculo del alma.




El día se acoda sobre un inflado viento de tizones


y hay por toda la casa


un delicado aroma de visita.




Mi hermano es un hombre de huaraches


y camisa con manchas de trabajo.


Le voy a preguntar por nuestro pueblo


y él dirá con tristeza que todavía no llueve,


o que ya se murió don Juan el músico,


o que la viuda Elena anda penando.




La ciudad a estas horas


se refugia debajo de sus lozas de concreto,


entre ventiladores y cervezas.


Apesta a alcantarilla y combustible,


le encaja el sol su lanza a media nuca.




Mi hermano es enjuto de facciones


pero tiene la mirada de un ave solitaria.


Le ofreceré una silla junto a mí


para escuchar su plática de pobre;


me pedirá un cigarro y un refresco.


Pasaremos un largo rato juntos


como cuando de niños en el cerro


sembrábamos maíz,


hasta que el polvo de la tarde caiga,


nos irrite los ojos y nos haga llorar.

martes, 12 de abril de 2011

Ania Varez / Venezuela





Ania Varez (Caracas, 1991). Se dedica a la danza y a las artes plásticas. Actualmente cursa el cuarto semestre de la carrera de Estudios Internacionales en la Universidad Central de Venezuela. Forma parte del taller de poesía El Ojo Errante, dictado por Edda Armas. Autora inédita.



No puedo nombrarte. Déjame creer que fuiste tú quien me abandonó en este cuerpo. Que mi furia seguirá atada a tu sombra, que reirás mis pasos y bastará tu gesto para detenerme. Tú, que me has hecho venir desde tan lejos, me dices márchate al primer beso, porque sólo es belleza lo que jamás tendremos. Tú, que estarás mirándome aunque no vista el tórax adecuado, mirándome cada vez que regrese a mis cuatro dedos torpes y te dibuje un rostro. Dime que ayer me esperabas con cuchillos ocultos tras tu espalda y decidiste darme otra tarde, como la promesa de una sed que por fin sacie al mar y a su vigilia. Dime que es para ti este poema que habito, este cansancio que, sin embargo, creó una brisa.




Aunque el gancho del carnicero


sigue halándome de la nuca,


ya no lo siento.



Es la culpa de subsistir colgada



lo que me fuerza a bailar de puntillas.




Plié


¡Al menos te recuerda


que sigues siendo carne!



Más abajo


con las piernas abiertas


la fortaleza se talla


en bambú


...

Ya lo sabías.


Te esperaba con la alergia y el sueño ocultos


en el sostén.



Cuando finalmente me mires, dejaré escurrir a propósito lo flácido


de mis nalgas y lo impreciso de mis costillas,


como en un burdel barato.



Sonriendo, halaré mis pliegues, mi mirada


amarilla zanjará tu entereza.



Nunca acertaré a tocarte, pero sé persuadir a los cuerpos


que quiero.



Suelo extender mis dedos de alambre a su paso, así


dejar sus ropas prendadas en la fuga.



Entonces les ruego que canten desnudos para mí,


que canten aunque me haya ido,


porque el eco de los tacones no cesa de arrastrarme.



La ira no te servirá de nada.



Antes de oír el disparo, muerdo.



Pero aquí tienes


aquí mi ternura de párpados gastados


aquí mi inapetencia mi urgente discernir


aquí los años que me sobran


aquí mi deseo


aquí el muslo que me queda.



Soy tu ficción


pese a que no dilucido


mi cuerpo en ti desconozco mi origen o qué murmuro


ni el momento en que te sorprendo no sé.



Pero allí me tallas allí


donde soy greña de otra lengua


me ofrendas a las máscaras


y mi voz lavada golpea el estómago de la quimera


que lleva mi nombre


y mis cejas.



Te pertenezco cuando mi mano alcanza la taza y


la grieta, y el tacto sabe de los siglos que lo esperaron


de los siglos que esperará.



Porque vacías los rostros de esta vida


vida que llevo al médico que objeto


que uno en santo matrimonio


vida de trazos


no más que resonancias de tu gesto.



Poema


aunque sea yo la mentira


caminaré desde ti


con las manos blancas.



De nuevo


seré creada en tu adentro.

sábado, 9 de abril de 2011

Soraya Prada Martínez / Venezuela


Soraya Prada Martínez, nació en Valera, estado Trujillo, el 23 de diciembre de 1961. Es Ingeniero Civil, graduada en la U.C.V. Astróloga. Desde el 2010 forma parte del Taller de Poesía del escritor ensayista y poeta, Armando Rojas Guardia.


De lo irreconocible


desconozco la voz

que te libera

donde se afila el azar

y las palabras aletean


dupla de imágenes se entrecruzan

socavan lo fatuo

tras una sombra extinta

el verso respira


Conjuro


la noche estival rompió

lloviendo estrellas

eclipsadas

por las luces de Caracas

la luna llena retozaba en su espalda


bailé iluminada por las chispas

en un jardín de jades

con olores a musgo

al compás de los grillos

y las aguas temblorosas

de una fuente

vuelta y me sacudí

inclinándome

alcé los brazos

la cabeza hacia atrás

su mirada lunar se posó sobre la mía

un conjuro dirigió hacia mí


desde entonces

en noches como ésta

danza mi cuerpo

por las calles de la ciudad

al ritmo del bullicio

de las bocinas de los autos

entre girasoles de humo

el neón de los avisos

y de bailarines noctámbulos


vuelta vuelta

alzo mis brazos

y la que danza es Ella


Sin cánones


Alejada de las reglas

deshojo prejuicios

interpongo paraguas a los destellos


andariega

develo vivencias

quito telarañas a imágenes centenarias


despiertan razones

cuyos párpados

ya no puedo cerrar


Sincronía

su mirada colgada

en un trapecio

hizo piruetas

para atraerme


mi cara temblorosa

se sujetó de una sonrisa

disolviendo mi palidez


palabras

no hicieron falta

mis ojos arcanos

le mostraron

un as de copas


Evasión


pasos cómplices en la arena

bajo una luna famélica


silbidos aflautados

se escucharon por el muelle

en la orilla

el titubeo del agua

danzaba en ondas

era una noche prófuga


andante seguí el rastro

girasoles de fuego centellearon


mi mirada revoloteó

posándose en la excitación

de unas plumas castañas

el asustadizo alcaraván

se escabulló


el amanecer se sintió herido

sin su canto


En el filo de mis venas


no hay tú ni yo, mañana, ayer ni nombres,

verdad de dos en sólo un cuerpo y alma

OCTAVIO PAZ


me aproximo

elijo el paso oblicuo de la dama


deslizo los dedos sedientos

por el rocío de su arrebato

mis labios peones le obedecen

abrazada como hebra retorcida

lo sigo


torre en erupción

llovizna lunar


el enroque con su mirada

me da la certeza


tendidos en el sosiego

la jugada

me redime