martes, 1 de julio de 2014
DISTANCIA / Cristina Peri Rossi (inédito)
DISTANCIA
Leí: “amor es la reducción mínima del abismo que hay entre dos personas” y la definición me deslumbró: eso era lo que
yo estaba intentando hacer desde que nos conocíamos: reducir al mínimo la distancia entre mi cuerpo y el tuyo,
entre mis horarios y los tuyos, entre mi pensamiento y el tuyo, entre mis opiniones y las tuyas. Un esfuerzo titánico,
y otras, en cambio, parecía posible, más cercano.
Cogí la cinta métrica de enrollar y la guardé en el bolsillo.
Le dije: -Escucha, mi vida, esta definición: “amor es la reducción mínima del abismo que hay entre dos personas”.
Esperé. Saliste de la ducha con una toalla anudada a la cabeza y me dijiste:
-¿De dónde has sacado esa tontería? ¿De un libro de autoayuda? (Distancia: diez quilómetros aproximadamente, calculé.)
-Sabes que no leo libros de autoayuda. Es de un psicoanalista…
-Lo mismo da. Unos lo llaman autoayuda, otros psicoanálisis
-dijiste, buscando el secador de pelo.
Yo estaba sentada en el sofá, con el libro en la mano. Distancia
–calculé-: ocho quilómetros y medio.
-Yo no siento que haya ningún abismo entre nosotras –agregaste sorpresivamente y me diste un suave beso en la mejilla
(¡la distancia se había reducido sólo a cinco centímetros!, calculé).
-Yo tampoco –mentí. Ayer te había leído varios poemas de César Vallejo
(“es un poco atormentado” dijiste: distancia, varios quilómetros)
y habíamos escuchado la Bachiana no. 5 de Héctor Villalobos.
“Muy lindo” habías dicho. Distancia: cien metros.
Yo había leído que existían personas sin sensibilidad alguna para la música: podían escucharla sin que sus neuronas emocionales sufrieran ningún estremecimiento. En cambio, otras, eran tremendamente
sensibles a la música, como Beethoven que escuchaba música aunque era sordo.
-¿Te preparo un café antes de que te vayas? –pregunté.
-Prefiero hacer el amor – declaraste, rozándome la mejilla.
Alteración: 85 grados en la escala Ritcher.
¿Querías hacer
el amor quince minutos antes de salir para la oficina?
¿Cuántos metros de distancia significaba esta propuesta?
¿Cero centímetro? ¿Diez? ¿Un metro?
-Sólo tenemos quince minutos –murmuré, asombrada.
-A veces me gusta a contrarreloj- dijiste, risueña, y te echaste sobre la cama, semidesnuda.
Algo así yo sospechaba desde que me habías dicho que te gustaba el motociclismo.
-Disponemos de quince minutos –repetiste, como si eso te excitara mucho.
-A mí me gusta lento –me defendí.
-No seas repetitiva. Una vez puede ser rápido, otra, lento.
Distancia: veinte yardas.
Nos entrecruzamos como pulpos, nos montamos como lapas.
Distancia: cero. Distancia: cero. Distancia: cero.
En el cero me hubiera quedado toda la vida. Pero de pronto,
luego del orgasmo, te dormiste. Te hundiste en el sueño profundamente.
Mientras te miraba dormir,
sentía que la distancia iba aumentando, crecía, se alargaba… llegaba a varios quilómetros.
Alguien que duerme después del amor se ha ido. Te miré (“Mirándola dormir”, libro de poemas de Homero Aridjis).
Cuando despertaste, la distancia me parecía de varios quilómetros.
-Me he dormido –murmuraste a media voz.
Efectivamente.
-He soñado contigo –dijiste. Glup. La distancia ahora volvía a acercarnos.
¿Te habías dormido dejándome ausente, afuera
de ti, en el espacio, pero soñaste conmigo? Entonces la distancia sería mucho menor…
Te repusiste de inmediato. A vestirse con rapidez.
Distancia: veinte metros.
-Me voy. Esta noche tengo una cena. No sé a qué horas vendré. O quizás me quedo en la casa de una amiga. Te aviso por el móvil.
Distancia: varios quilómetros.
-¿Puedo llamarte?
-Ya sabes que no me gusta que me llames cuando estoy con
mis amigas, me intimida. ¿Te diste cuenta de que no había
un abismo entre nosotras?
Pero ahora sí lo hay. Pensé. Distancia: demasiado larga. Imposible casi de recorrer a pie.
Guardé la cinta métrica. “El amor es la reducción mínima del
abismo entre dos personas.”
Cristina Peri Rossi
lunes, 30 de junio de 2014
ASÍ SOMOS / RUBÉN ACKERMAN
ASÍ SOMOS
error
errar
errante
errata
somos
la nota disonante
los
deicidas
los
culpables
los
que tenemos que pedir permiso para
respirar
para
estar
para ser
somos
los inconvenientes
los marcados
los
expulsados
los
incinerados
los
asfixiados
los
que siempre parten antes de llegar
de
nuestro templo solo quedo un muro
para
lamentarnos
Nuestro
poeta
perdió
el habla, el sentido
ahora
se hunde en las aguas del Sena
somos
Judios
Rubén Ackerman
miércoles, 25 de junio de 2014
Santo / Enrique Salustiana
SANTO
El altar del santo se
está quemando
sus velas son una epidemia
que lo ocultan.
La fe ardiente,
el miedo derretido,
la mecha agónica,
zigzaguea su fantasmal ascenso
que desaparece.
El altar del santo se está quemando
cada segundo es una petición
que entierra mis rodillas,
encorva mi espalda
y baja mi cabeza.
El altar del santo se está apagando
nadie lo enciende.
Los puños duermen bajo tierra.
sus velas son una epidemia
que lo ocultan.
La fe ardiente,
el miedo derretido,
la mecha agónica,
zigzaguea su fantasmal ascenso
que desaparece.
El altar del santo se está quemando
cada segundo es una petición
que entierra mis rodillas,
encorva mi espalda
y baja mi cabeza.
El altar del santo se está apagando
nadie lo enciende.
Los puños duermen bajo tierra.
Enrique Salustiana
miércoles, 11 de junio de 2014
Roberto Juarroz
-2-
Llegará un día
en el cual no habrá que empujar
los vidrios para que caigan,
ni martillar los clavos para que sostengan,
ni pisar las piedras para que se callen,
ni beber el rostro de las mujeres para que sonrían.
Empezará la gran unión.
Hasta dios aprenderá a hablar
y el aire y la luz
entrarán en su cueva de miedosas eternidades.
Entonces ya no habrá diferencia
entre tus ojos y tu vientre,
ni entre mis palabras y mi voz.
Las piedras serán como tus senos
y yo haré mis versos con las manos,
para que nadie pueda ya confundirse.
Roberto Juarroz
Llegará un día
en el cual no habrá que empujar
los vidrios para que caigan,
ni martillar los clavos para que sostengan,
ni pisar las piedras para que se callen,
ni beber el rostro de las mujeres para que sonrían.
Empezará la gran unión.
Hasta dios aprenderá a hablar
y el aire y la luz
entrarán en su cueva de miedosas eternidades.
Entonces ya no habrá diferencia
entre tus ojos y tu vientre,
ni entre mis palabras y mi voz.
Las piedras serán como tus senos
y yo haré mis versos con las manos,
para que nadie pueda ya confundirse.
Roberto Juarroz
miércoles, 4 de junio de 2014
Hambre de escribir / Juan Calzadilla
HAMBRE DE ESCRIBIR
Deja reposar el texto, como el pan.
Déjalo sobre la mesa para cuando vuelvas
a tener ganas de escribir, como quien queda
con hambre y encuentra que en la mesa
todavía está el pan. Y tú también reposa.
Deja tu mente en blanco
para que el vacío la llene o, mejor, el silencio.
Incluso deja la hoja en blanco.
Juan Calzadilla
sábado, 31 de mayo de 2014
(A media mañana) / Jacqueline Goldberg
(A media mañana)
Debería orar junto a los demás.
Malgasto la siesta
poniéndome a tono con las pesadillas.
Parece que la ciudad
conociera la duermevela de Yom Kipur.
Los autos andan más lentos.
La gente se abstiene de atrocidades.
Un gimoteo
se cuece en el vaho de los muros.
¿Escucha Dios el fervor de nuestras ambiciones?
¿Sabe cuán obstinados somos?
¿Escucha el arrepentimiento
de quienes pasamos la tarde en una cama,
dosificando el desamparo?
Dios atiende mis súplicas.
Nunca me dejó sola.
Lo sé, porque tengo un hijo con ojos de albahaca,
porque respiro sin dificultad,
porque el hombre que amo besa mi frente a medianoche.
Jacqueline Goldberg
jueves, 15 de mayo de 2014
VIVIR PARA CONTARLO / Cristina Peri Rossi
VIVIR PARA CONTARLO
Te he cedido por una vez
el papel y el lápiz
la voz que narra
la crónica que fija contra la muerte
la nostalgia de lo vivido.
Y me va bien el cambio
te aseguro.
Quiero contemplar
quiero ser testigo
quiero mirarme vivir
te cedo gustosamente la responsabilidad
como un escriba
ocupa mi lugar
goza si puedes con el relevo
serás mi descendencia
mi alternativa.
La que vivió para contarlo.
Cristina Peri Rossi
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