martes, 8 de septiembre de 2020

Piedad Bonnett / Canciones de ausencia

 



Canciones de ausencia

 

1

Aquí dijiste...

 

Aquí dijiste:

"son hermosos

los ojos húmedos de los caballos".

Y aquí: "me encanta el viento".

Desando yo tus pasos, revivo tus palabras.

Y te amo en la baldosa que pisaste,

en la mesa de pino

que aún guarda la caricia de tu mano,

en el estropeado cigarrillo

olvidado en el fondo de mi bolso.

Recorro cada calle que anduviste

y sé

que amaste este abedul y esta ventana.

Aquí dijiste:

"así soy yo,

como esa música

triste y alegre a un mismo tiempo".

Y te amo

en el olor que tiene mi cuerpo de tu cuerpo,

en la feliz canción

que vuelve y vuelve y vuelve a mi tristeza.

En el día aterido

que tú estás respirando no sé dónde.


En el polvo, en el aire,

en esa nube

que tú no mirarás,

en mi mirada

que te calcó y fijó en mi más triste fondo,

en tus besos sellados en mis labios,

y en mis manos vacías,

pues eres hoy vacío

y en el vacío te amo.



2

Ni los sueños...

 

Ni los sueños, donde tu rostro tiene todas las formas de la dicha.

ni el sol que tanto amo sobre mi cuerpo desnudo,

ni la grata canción del antiguo trovero enamorado,

ni el verso de Darío ni el verso de Quevedo,

ni esta luna que brilla con brillo de alcancía,

ni tu nombre por otros pronunciado,

ni el eco de mis pasos en la inmensa catedral solitaria,

ni el rosal que yo siembro con mis manos y me sangra los dedos,

ni las noches insomnes,

ni tu dulce retrato mentiroso,

ni el tiempo, -ese falsario de mil rostros-

pueden calmar mi pena de no verte.



3

Sólo puedo escribir de amor...

 

Sólo puedo escribir de amor.

Salgo a la noche

respiro su aire tenso, sé que vivo.

Con su canto monódico me seducen los grillos.

Y es la noche sin ti lo que yo escribo.

En el verso me abstraigo.

y allí el amor es sangre y meteoro,

es la espada que hiere, es sal y madrugada.

Breve es y bello y mentiroso,

y eterno y falso y dulce y verdadero.

Y yo sólo sé hablar de la tormenta

que estalla entre tus besos.

Ebria y multicolor

en anodinas calles la ciudad multiplica

mil rostros pianos y una sola mueca,

y abre sus tristes puertas a la noche.

Todo está allí para que la palabra

aprese un llanto, un árbol, la monstruosa

soledad de sus calles vocingleras.

Y yo tan sólo escribo

de la tarde sin ti y de mi tristeza.



4

La palabra...

 

La palabra,

-esa hechicera-

me devuelve la forma de tu pecho,

la humedad de tu axila, la sedosa

caricia de tu vello.

La palabra se hace agua, se hace lágrima,

se hace calor, saliva, piel y beso.

La palabra,

loca fabuladora del deseo.

Te exorcisa y a mí vienes volando

con las manos vacías.

Con tu apenas sonrisa

galopas sobre el tiempo.

La palabra,

la dulce mentirosa,

tiende su trampa y yo te recupero.

Tinta.

Letras de tinta.

De tinta la mentira.

Palabras, letras, tinta.

Y tú tan lejos.


Piedad Bonnett (Amalfi, Colombia  1951)

Es una poeta, novelista, dramaturga y crítica literaria colombiana.  Es licenciada en Filosofía y Letras de la Universidad de los Andes y profesora de esta Universidad desde 1981. Tiene una maestría en Teoría del Arte, la Arquitectura y el Diseño en la Universidad Nacional de Colombia. Ha publicado ocho libros de poemas: De círculo y ceniza (Ediciones Uniandes, 1989, reedición de 1995), Nadie en casa (Ediciones Simón y Lola Gubereck, 1994), El hilo de los días (Norma, 1995),  Ese animal triste (Norma 1996), Todos los amantes son guerreros (Norma 1998) Tretas del débil (Alfaguara, Punto de lectura, 2004) Las herencias (Visor, 2008),  y Explicaciones no pedidas (Visor, 2011).


lunes, 7 de septiembre de 2020

Ana María Iza / Carta a mí misma

 



Carta a mí misma

 

¿Recuerdas

cuando era el teléfono un pájaro

cantando en el alambre...?

 

Nunca creíste

que sólo se trataba de un vil artefacto.

 

Eras insoportable.

Por eso hasta quisiste un lunes

regalarte.

 

Tenías la mirada llena de barcos.

Dabas de comer

a los perros del parque

y te sabías de memoria el número

de árboles,

a fuerza de ser viento,

de ser hoja,

de husmear

no sé qué estrella entre las ramas.

 

Eras

un raro espécimen,

una degeneración futura,

un grifo siempre yéndose,

ya ni sé qué decirte,

eras

algo bastante feo que me gustaba.

 

Te pregunto,

por preguntarte,

porque sí,

porque llueve

y algún entremetido te ha empujado:

¿Qué harías si te dejara libre,

si de un manotón quitara la montaña ...?

 

De ley

irías a refugiarte en la ternura,

a estrellarte en el borde de un retrato.

A escabar en el suelo un sucio anillo

del que nacieron rosas,

lombrices,

telarañas.

 

Tú,

siempre serás tú.

 

No habrá abracadabra que te cambie.

No habrá

 

reencarnación que te libre del lodo de los sueños.

No habrá forma

de librarse de ti

ni estrangulándote.

 

Oye:

no vayas

a suicidarte.

Me es indispensable tu presencia:

triste,

desafiante.

 

Terminada en punta

-como una hoja-

detrás de la ventana.


Ana María Iza  (Quito, Ecuador 1942)

Poeta y periodista ecuatoriana. Suspendió los estudios universitarios para ingresar al Conservatorio Nacional de Música.  Formó parte de la selección de seis poetas ecuatorianos que aparecieron en "Young poetry of the American", edición de la Unión Panamericana, de Washington.  Obtuvo el Premio Nacional de Poesía "Ismael Pérez Pazmiño" convocado por el diario “El Universo" de Guayaquil en los años 1967, 1974, 1984 y 1995.


sábado, 5 de septiembre de 2020

Elena Medel / I will survive

 


I will survive


Tengo una enorme colección de amantes.

Me consuelan y me aman y con ellos mi ego

se expande y extramuros alcanza la azotea.

Cuando estoy con cualquiera de ellos,

o con todos a la vez, siento la pesada carga

de millones de pupilas subidas a mi grupa,

y a mi oído lo acosan millones de improperios,

se habrá visto niña más desvergonzada / pobrecita,

Dios le libre del problema que suponen / habría

que encerrarlas a todas . Languidezco.

Quiero volar y volar y volar como Campanilla

 

-blanco y radiante cuerpo celestial,

pequeño cometa, pequeño cometa-

de la mano mis amantes, que dicen cosas bonitas

como estigma, princesa, miss cabello bonito, asteroide.

 

Todo sea por mis amantes, que no son dignos de elogio:

son minúsculos, y redondos, y azules,

azules o blancos, o azules y blancos,

y su boquita de piñón es invisible,

y para besarles introduzco a los pitufos

en mi boca, y para gozar de ellos

los trago, porque me sé mantis religiosa.

Quién soy, quién soy, ni siquiera sé quién soy.

Sólo los necesito cuando me desdoblo en dos,

cuando mi ego se encoge incomprensiblemente

e intramuros alcanza un punto mínimo,

cuando lloro demasiado o río demasiado,

y entonces los llamo y ellos, decidme vosotros

quién soy, mi pequeño y urgente consuelo,

se adentran en mi boca sin dudarlo, complacidos,

y me recorren por dentro, y al fin sonrío, soy,

sonrío tras sus cuatro, cinco, seis besos azules,

un balanceo en mi regazo, la sonrisa desencajada,

quién soy ahora, quién soy realmente ahora,

quizá sea una muñeca de trapo, me toman prestada,

sonrío con sus besos fríos color pitufo, color papá pitufo,

besos de colores, ligero toque frío y plástico en mi lengua,

quién soy ahora, quién soy realmente ahora.

 

Les comparto con muchas otras, Sylvia, Anne,

ay mis amantes pluriempleados, no lo he dicho,

mis amantes que son minúsculos, redondos y azules,

apuestos príncipes de un cuento de hadas,

cuando hago como que duermo

creen que soy la Bella Durmiente,

y entonces quiebran el relato y me besan,

y son como cualquier beso que lo es para dormirse,

buenas noches pequeñas plásticas azules y blancas,

quién soy, ya no quiero responder, no sé quién soy,

y contradigo el cuento y mi sueño es más profundo,

y no quiero despertar, no quiero, sólo quiero más

besos azules, quién, besos blancos,

besos porque mi ego tambalea en el centro de mi estómago,

quién soy, besos redondos o cilíndricos,

no importa quién soy, quién soy realmente,

falo químico para mi sonrisa, quién soy ahora,

falo químico de colores para mi cabeza baja.

 

Elena Medel (Córdoba, 29 de abril de 1985)

Es una poetisa, crítica literaria y editora española. Dirige la editorial de poesía La Bella Varsovia.

viernes, 4 de septiembre de 2020

Renata Durán / Me ocupo inútilmente de mi vida...




 

Me ocupo inútilmente de mi vida...

 

Me ocupo inútilmente


de mi vida


mientras espero que

 

despiertes.

 

Estuviste a punto de

 

romper el cristal

 

que nos separa

 

y por fin encontrarnos.

 

Sólo viste tu imagen

 

reflejada.

 

No miraste al través.

 

Del otro lado estaba yo,

 

llamándote.

 

Llegaste a mí

 

sin darte cuenta.

 

Por una puerta entraste,

 

que no me conocía,

 

y te quedaste aquí,

 

sin saberlo.

 

Ahora te veo caminar

 

por la ciudad,

 

dueño de ti, sin anclas,

 

y me sonrío,

 

porque ese tú que anda

 

por ahí,

 

es el que está soñando.

 

Y aquí dentro de mí

 

te sueña el verdadero.


Renata Durán (Bogotá, Colombia 1950)

Ha publicado los libros: Muñeca rota (1981), Oculta ceremonia, (1985), Sombras sonoras (1986), Poemas escogidos (1993), y El sol apagado (1994). Colaboradora habitual del suplemento literario Lecturas Dominicales de el periódico colombiano El Tiempo.

jueves, 3 de septiembre de 2020

María Teresa Ogliastri / (3 poemas) Selección Del diario de la señora Mao

 



Hadas caídas

 

No puede ser una granja

un lugar donde habitan silfos y hadas

 

no venderé mi jardín de flores y pájaros

 

las gentecillas de las fuentes ya no cantan

solo murmullos en el lago

 

en mi jardín

ya no hay ogros

 

sólo cantan mirlos

 

las doncellas están afuera

y es probable que vaguen en el bosque

 por haber descuidado la virtud

 

bajo el puente una cabellera irisa el agua

 

varias doncellas atraviesan el lago

son las ninfas

las cautivas

 

ahora que el estanque está cubierto de lotos

sólo la castidad podrá salvarlas.

 

 

Otro lirio

 

El anciano abre el cofre

y acaricia dos palomas dormidas

 

lo impulsa el deseo

unos pies tan pequeños

 

en el suelo las chinelas con peonías

muestran un ave que abanica su cola

y marca el territorio del cortejo

 

a lo lejos un reclamo

un grito timbrado

 

el flujo y el reflujo

las olas

 

la niña de vuelta al gineceo

con las mujeres solas

otra escoba de palacio

otra anciana que conspira

otro lirio

 

El difunto

 

En las noches de relámpagos

regresaba con los ojos cubiertos

de placas de jade

 

rompía objetos

hacía ruido

 

la brisa movía el árbol de las monedas

para traer abundancia

 

sobre la piedra disolvió tinta negra

y escribió un poema para su segunda esposa

la joven asesinada en Changsha

 

aprendió tarde la elección de un amor desmedido


María Teresa Ogliastri (Los Teques, Venezuela 1952).

Licenciada en Filosofía por la Universidad Central de Venezuela. Es autora de los libros:Cola de Plata, [1994], Nosotros los Inmortales [1997], Brotes de Alfalfa [2007] y Polo Sur [2008]. Su poesía es una indagación silenciosa en lo mítico, ancestral y conmovedor.


miércoles, 2 de septiembre de 2020

Eustoquio Silva / (5 poemas) Selección de Andando lo vivido

 









La que dice ser

romper los muros

de mi voz anuncia.

 

Efímera

irreal

apenas.

 


Estremecer los pastos rojos

de la memoria

¿cuántas veces la he sentido?

 


Con la última luz

un hombre llegará y anunciará

nuevos territorios.

 

Limitada toda sensación de arraigo

caminaré lentamente

hasta los claros dominios de la muerte.

 


De todo poder desasistido

heme aquí

asido a su cadera nocturna.

 


Tiras los espejos llega

con su siempre aire de grandeza

metiéndose

colándose

como huracán.




Eustoquio Silva ( Yaracuy, Venezuela 1941).

Reside en Valencia, Estado Carabobo, Venezuela. Licenciado en relaciones industriales por la Universidad de Carabobo (UC, 1970) y docente en la misma escuela entre 1976 y 1982, así como en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (Upel), desde 2001. Ha publicado los poemarios Árbol de siempre (La Tuna de Oro, 2002) Variaciones del paisaje y otros poemas (2006) y Silencio cifrado (El Perro y La Rana, 2007), así como la plaquette Y se hizo bosque (Viento del Sur Editores, 2004). Poemas suyos aparecen en Poesía yaracuyana, de Pedro Antonio Vásquez (1978); Antología de poesía yaracuyana, de Orlando Barreto (1983), y Voces del paisaje (Ateneo de San Felipe, 2004). Ganador en el Certamen Mayor de las Artes y de las Letras promovido por el Consejo Nacional de la Cultura (Conac, 2004 y 2006).