miércoles, 30 de marzo de 2022

Teresa Calderón / Imágenes Rotas

 


PRÓLOGO

 

Me agrada que -venciendo las tentaciones del exitismo actual- Teresa Calderón se inscriba entre aquellos que no hacen de la literatura una carrera de velocidad sino una carrera de regularidad sí, viene publicando un libro cada cinco años: CAUSAS PERDIDAS, 1984; GÉNERO FEMENINO, 1989, y en este otoño del 94 me concede el privilegio de ser el primer lector de sus IMÁGENES ROTAS.

         Si de prólogos se trata, ya en el de su primer libro se destaca una “despiadada sinceridad en la visión femenina de la relación conyugal”. Y en el segundo: “siente que el asunto es contarlo (casi) todo”. Lo cual no sea recordado a favor de sus prologuistas•, sino de la unidad de esta poesía, unidad no temática, que podría hacer reiterativa, sino entrañable, que cava ahí mismo, y por lo tanto nunca ahí mismo, sino cada vez más hondo: Convincente la escoba/ barriendo la piel/ los huesos tatuados por el pavimento. Así, extremando ese “contarlo (casi) todo”, hoy escribe: la vida privada/ es un asunto público. Y es curioso que este gesto teatral desafiante, no sea tal, sino apenas la constatación de una realidad tan palpable, que es lo que justifica poemas como Coplas a la muerte de mi padre, de Jorge Manrique, o los Sonetos de la muerte de nuestra Gabriela Mistral.

         No es un ejemplo casual. Todo el breve, intenso libro es una tragedia, en el sentido más clásico, con esa “arrogancia irracional del héroe, que persevera en su acción, a pesar de las advertencias, y que lo hará enfrentarse con su destino…, a sabiendas de que ese combate sólo puede conducir a la destrucción.”. ••

         La universalidad de esta situación dialoga, en nuestra tradición, con los ya citados Sonetos de la muerte, diálogo más bien polémico: Ahora conozco/ el sitio exacto/ el tamaño y longitud/ el color perdido de tus huesos/ al fondo de un zapato. Donde “tu puñado de huesos” no es metafórico: cabe, realmente en un puño o en un zapato.

         O bien el sentimiento de culpa mistraliano: “No le puedo gritar, no le puedo seguir”, frente a idéntico sentimiento teresiano: ¡Qué mensaje oculto/ escrito la botella calibre 38/ que no pude descifrar a tiempo? Pero aquí la recriminación es más cruel, porque se recibió la señal -la botella es un típico mensaje en busca de encuentro, ya sea la que se lanza al mar o sobre el mesón de la taberna- y no se entendió.

         Como habrá visto el lector, no se trata de la simple, y ya tan socorrida, intertextualidad formal, sino de otra, yo diría subliminal, que opera más en el plano de la conciencia que del lenguaje, y por lo tanto revela una mayor elaboración artística: Del nicho al lecho/ no hay mucho trecho. Este suelen funcionar como mecanismos verbales tendientes a bajar la presión emotiva, pero en un plano más profundo, concuerdan con el carácter frustrado del antihéroe, uno de los jóvenes poetas aspirantes al suicidio.

Lo triste es que el suicidio frustrado es no menos frustrante ¿Qué hacer con este cuerpo ahora/ derrotado como está/ por la vida/ y por la muerte?

         Por esta vía la situación que -”no culmina en catástrofe”- ingresa, no cae, en la tragicomedia, donde conviven “lenguaje elevado, procedente de la tragedia, y lenguaje cotidiano, incluso reversito, típico de la comedia”. •••

Apelo a la autoridad de estas citas y lamentaría que el desenfado, la envidiable gracia de estos versos, su levedad formal, su irónica mirada a este operático final de siglo, opacara -en una lectura superficial- el rigor de un lenguaje lírico drásticamente castigado en busca de intensidad, los hallazgos expresivos que parecieran querer camuflarse antes que lucirse. La vida es cruel y es mucha, con su resonancia tanguera, es la nota más trivializante que encuentro y sin embargo, leámosla en serio: crueldad y exceso que la hacen insoportable, ¿qué palabras más exactas podrían revelar el menoscabo/ el deterioro feroz/ las ganas de escaparse para siempre de esta vida?

         En el paralelismo mistraliano-teresiano que vengo haciendo me queda un temor: Fernando Alegría se pregunta si será posible rescatar los Sonetos de la muerte “de la crónica roja de la poesía” y sería penoso que alguien inscribiera allí este hermoso texto de vida, pasión y resurrección.

         Breve, intenso, tierno, sarcástico, impecable, implacable poema dramático, IMÁGENES ROTAS recompone lúcidamente conciencia intelectual y vivencia humana: Una tristeza como esta/ -los griegos ya lo sabían-/ la registra el ADN/ de generación en generación/ por los siglos de los siglos.

         La registra también la historia de la poesía chilena, con su corte de mártires de la propia juventud, de generación en generación, desde Isabel Peralta o Romeo Murga, hasta Rodrigo Lira o Armando Rubio.

El tema, pues, pertenece a la nacional, lo que, aparte de confirmar que la vida privada es un asunto público, configura el escenario en una adecuada lectura deberá recomponer estas IMÁGENES ROTAS.

 

                    Floridor Pérez

                    Santiago, otoño de 1994.


Esta no es una dedicatoria.

Simplemente un ajuste de cuentas.

 

A Tomás Harris, Monsieur Recamier.

Y a mi hijo Gustavo.

 

 


PRIMERA PARTE

 

 

 

I       Las raíces que arraigan

 

 

¡Ah, pobre Yorik!

Yo lo conocí, Horacio…

                                                                                Hamlet

 

 

&

 

La vida: el gran laboratorio de la muerte plagado de tristes ratas.

 

 

&

 

Habría que retroceder la historia hasta descubrir la evolución con las manos en la masa.

 

 

 

&

 

Abrían sus fauces los camiones de la tarde.

Todo se lo tragaban.

La lozanía de la fruta

participando del misterio y de la muerte.

 

Convincente la escoba barriendo la piel

los huesos tatuados por el pavimento

y tendones estallando y cartílagos sangrientos

y briznas de pasto y ramas secas

recolectadas en la caída.

 

El más grande de los desperdicios

mi pobre basura biodegradable

entrando en la ambulancia.

 

 

 

 &

 

Podríamos considerar a la hora de los descargos

el temblor matutino

la náusea

el desconsuelo

abriendo sus brazos cada día

la prepotencia urgente del deseo.

 

 

&

 

Esa sed que no ceja en su sed

porque está en la tierra y en todo lugar

descontando el cielo.

Si acaso.

 

&

 

Y al otoño no lo mencionan las escrituras sagradas

como estación de la muerte.

 

 

 

&

 

Los suicidas las prefieren primaverales.

 

 

 

&

 

El tiempo lo determina el hombre

pensó asomando la razón

por detrás de las inmensas columnas

y del miedo.

 

 

 

&

 

El futuro se perdía en un montón de escombros

y abril, única verdad posible,

volvía a ser el mes más cruel.

 

 

 

&

 

Está oscura la tarde y caen sus sombras sobre los                        sueños.

Todo se nubla en dirección al cielo.

 

 

 

&

 

Desde los ojos poblados de presagios

sólo existe la ventana abierta

engañosa como un cuadro de Magritte.

 

 

 

&

 

Esta no es una pipa

Este no es un hombre

Esta no es una ventana abierta

por donde cae el hombre de la pipa

Esta no es forma de morir

Esta no debiera ser la vida.

 

 

&

 

Ahora conozco el sitio exacto

el tamaño y longitud

el color perdido de tus huesos

al fondo de un zapato.

 

 

 

&

 

 

Ahora la memoria registra la fragancia

el fragor del exterminio

en estos días de tumba:

una impecable sinopsis de la muerte.

 

 

 

&

 

 

¿Cielo?

¿Infierno?

¿A qué estado de nada

a qué mazmorras

irán a dar los espantados

los muertos de miedo

los que tienen perdida la fe

los atorados con el trago amargo

de sus propios pasos perdidos

los aterrados de la vida por delante

los jóvenes poetas aspirantes

al suicidio?

 

 

 

&

 

 

¿Qué mensaje oculto traía escrito la botella calibre 38

que no pude descifrar a tiempo?

 

 

 

&

 

Yo soy el Camino. La Verdad. Y la Vida.

 

 

 

 

&

 

Miren que venirme con el cuento de que es la sangre                  de  Dios.

 

 

 

&

 

Salió cara la gracia de convertir el agua en vino.

 

 

 

&

 

Alcohólico anónimo o borracho conocido: ésa es la                    cuestión.

 

 

 

&

 

El alcohol

como el adjetivo:

si no da vida.

Mata.

 

 

 


 

 


 

SEGUNDA PARTE

 

II      En estos escombros pétreos

 

Esa calavera…

¡Cómo la tira contra el suelo

ese bribón…!

                                                                             Hamlet

 

 

 

 

Perdónalo, Señor, porque sabe perfectamente lo que                  hace.

 

 

 

&

 

Un demonio magnífico se oculta en la botella. –Ábrela,             –dijo y se rió.

 

 

 

&

 

Para subir al cielo se necesita bajar al suelo

porque el curso de la vida es oscuro

y las cartas las echaron hace tiempo.

 

 

 

&

 

En lugar de llorar junto al cuerpo derramado

recuerdo a Humphrey Bogart

en la ninguna película de su lecho de muerte

enronquecido por el cáncer laríngeo

el gángster más querido de Hollywood

el matón adorable confesándose con Frank Sinatra:

lo único que va bien es mi cuenta bancaria.

Para qué más.

 

 

&

 

Todo lo que toco se convierte en vino.

 

 

&

 

Irás. Volverás. Nunca en la Guerra. Perecerás.

 

 

&

 

La mejor manera de orientarse será ir al Oriente.

 

 

 

&

 

Irás. Volverás nunca. En la Guerra perecerás.

 

 

 

&

 

Apenas un hombre preso en el vértigo del vacío

         c

                    a

                                y

                                            e

                                                        n

                                                                     d

                                                                             o

a nueve coma ocho metros por segundo.

 

 

 

 

&

 

 

¿Qué hacer con este cuerpo ahora

derrotado como está

por la vida y por la muerte?

 

 

 

&

 

Tu aversión a la vida

tiene tantas razones que ninguna razón conoce.

 

 

 

&

 

Me has roto un hueso dice el hombre después del apaleo. Doscientos quince huesos tiene el cuerpo humano y este es sólo uno contesta la chica brava en Terminador II.

 

 

&

 

 

La vida privada es un asunto público.

 

 

 

&

 

Ahí va el borrachín del barrio, dicen los del tejado etílico, los libres de culpa que lanzan la primera o la última.

 

Por aquí pasó el vagabundo que comía poco. Comenta el otro loco que comía poco.

 

Yo lo vi caer. Era un pobre hombre demasiado agotado de andar por los jardines.

 

 

 

&

 

Era indecoroso remontar el curso de las explicaciones.

Más inadecuado aún estudiar la rima y la arritmia

con que ese corazón desmoronado

perseguía el ritmo de la vida.

 

Absolutamente retrógrado

establecer parámetros firmar acuerdos

y nadar contra la corriente de tu tristeza indeclinable.

 

 

&

 

 

Al fondo de la amargura engrillada y feroz en sus ojos             de agua

la soprano acomoda al gorjeo su garganta funeraria.

 

 

 

 

&

 

La furia se adiestra en el papel que le acomoda.

La ira ensaya su ira para este operático final de siglo.

 

 

 

&

 

 

Quién puede comprender este espectáculo

si no es como la ofrenda de un cuerpo

regresando a la tierra de donde nunca debió salir.

 

 

&

 

El suicidio

como dijo el actor

es una muerte

en defensa propia.

 

 

 

&

 

Después de todo con las heridas abiertas

regresa a la fanfarria como los muertos vivos

en la peor película de serie B.

 

 

 

 

&

 

Teníamos

un

futuro

por

delante

 

Yo sólo veo huesos

y

carne

que

se

pudre.

 

 

 

 

 



 

TERCERA PARTE

 

 

III                Un montón de imágenes rotas

 

 

Si no fuera por el temor

                    de un algo después de la muerte…

                                                                     Hamlet

 

 

 

&

 

Una tristeza como ésta

–los griegos ya lo sabían-

la registra el ADN

de generación en generación

por los siglos de los siglos.

 

 

&

 

Esta pena negra no es cuestión de boticarios.

 

 

&

 

Ni perfiles bioquímicos

ni frentes

ni muestras para el cultivo

ni retrato hablado

ni delicadas transaminasas

ni rayos x

y griega o zeta

ni clarences de creatinina

podrían revelar el menoscabo

el deterioro feroz

las ganas de escaparse para siempre

de esta vida.

 

 

&

 

Del nicho al lecho no hay mucho trecho.

 

&

 

Los antidepresivos se extravían camino a la conciencia

y los ansiolíticos se pasean como Pedro

por donde ya se sabe.

 

 

 

&

 

Batallones de medicinas

discurren a tu Salud:

Palabra bendita

y maldita.

 

 

 

&

 

 

La arbitrariedad del signo lingüístico.

La arbitrariedad de la muerte.

¿A qué sistema de signos

debo acudir para el consuelo?

 

 

&

 

La vida es cruel y es mucha.

 

 

&

 

 

            No espere milagros

dice el sacerdote.

No tiene vuelta

el naipe no va a componerse

asegura el tahúr.

El siquiatra intenta

explicaciones incomprensibles

y yo insisto:

en algo se las trae

la palabra esperanza.

 

 

&

 

Confieso que he bebido.

Acúsome, Padre,

de haberlo hecho

como un condenado

a vida.

 

Cada uno vive y bebe

como puede.

Ve en paz,

Hijo de tus Obras.

 

 

 

 

&

 

 

Oh, Padre Antabús

no lo desampares

ni de noche

ni de día

ni en la Mala Hora.

Salud.

 

 

 

 


 

Era Tebas el lugar de la tragedia

 y no estábamos en Tebas.


Thomas G. Harris




Teresa Calderón, La Serena, 30 de marzo de 1955, es una poeta y narradora chilena.

Hija de Alfonso Calderón, Premio Nacional de Literatura. Teresa, junto a sus hermanas Lila y Cecilia, pudieron desde pequeñas familiarizarse con libros y escritores.

Entre 1974 y 1980 estudió Pedagogía en Castellano en la Universidad Católica y, posteriormente, en 1986, Estética en el Instituto del mismo nombre de su alma máter.

Teresa Calderón, a quien se considera de la Generación de los 80, ha publicado una amplia variedad de cuentos, poemas, novelas y antologías y ha sido galardonada con importantes premios del mundo literario.


miércoles, 23 de marzo de 2022

Poetas ucranianas ( 8 poemas )

 




PARA LOS PERIODISTAS QUE ESCRIBEN SOBRE UCRANIA

A partir del artículo de marzo del 2014 en The New York Times de Steven Lee Myers y Alison Smale, “Tropas de Rusia se amasan en la frontera con Ucrania”

 

Usar solo lenguaje

formulario: la crisis

 

entre el Kremlin y Occidente.

Usar palabras cuantitativas —excesivo,

 

a gran escala, masivo, masa— con una urgencia

que, igual que a un caballo o un perro, sabrás domesticar.

 

Usar metáforas que emplean la temperatura

—erupción, calientes, incendiario—

 

o fuentes de calor sencillas, como el aceite o la llama,

que remiten a ese invierno nombrado, ese frío

 

que no ha terminado.

Construir la potencial gravedad

 

como se jala un asteroide

hacia algo que lo va a quemar

 

y reducir a polvo, la amenaza

de una ruptura profunda—a prueba

 

de la rabia y la irrupción,

el chernozem partido

 

a la mitad y salvajemente y

de manera extendida. Luego,

 

debatir la integridad

territorial de aquello. Interrogar

 

su cuerpo, introducir alfileres:

 

un país lógico que avienta hombres

o una okraina llena de histeria,

 

una frontera hembra.

Introducir alfileres, restringirlo

 

—inmutable—

para luego desmontarlo

 

con tal de afirmar que comprendes

la maquinaria de esta tierra,

 

el lugar donde los huesos-río

se juntan con la piel de carbón-tierra. Llamarlo

 

una catástrofe

 

para Ucrania y fingir

que la omisión carece de intención. El artículo

 

ausente en el eslavo

no se notará, pero cuando

 

crece—como todo silencio debe crecer—

y revienta el hielo del río Dnepr,

 

ese aullido formará una cuña entre

la mezcla entre aire y agua:

 

un montón de pelaje y huesos-sangre congelados,

que vuelven a la superficie como una camada de gatitos

 

que se ahogó aquel verano.

 

Julia Kolchinsky Dasbach llegó a los Estados Unidos desde Dnepropetrovsk, Ucrania, en 1993, como refugiada judía. Investiga la poesía contemporánea sobre el Holocausto, con un enfoque especial en las atrocidades cometidas en los antiguos territorios soviéticos.

...


UNA DEFINICIÓN DE LA POESÍA

 

 Sé que moriré una muerte difícil-

 Como cualquiera que ama la precisa música de su propio

                                                                                         [cuerpo,

 Que sabe cómo forzarlo a través de los huecos en el miedo

 Como a través del ojo de una aguja,

 Quien baila una vida entera con el cuerpo- cada movimiento

 De los hombros, la espalda, y los muslos

 Resplandeciendo de misterio, como una palabra sánscrita,

 Músculos jugando bajo la piel

 Como peces en una pileta nocturna.

 Gracias, Señor, por darnos cuerpos.

 Cuando yo muera, decile a los techadores

 Que desmonten los techos y el cielo raso

 (Dicen que mi bisabuelo, un brujo, finalmente logró salir de

                                                                        [esa manera).

 Cuando mi cuerpo se ablande por la humedad,

 El alma hinchada, oscura y repleta,

 Se esforzará

 Como una vena azul en un huevo hervido blanco,

 Y el cuerpo ondeará con espasmos,

 Como una frazada que un hombre enfermo se saca de encima

 Porque hace calor,

 Y el alma se alzará para abrirse paso

 Del apretar de la carne, de la maldición de la gravedad-

 El Cosmos

 Por encima del oscuro pozo del cuarto

 Chupará por su tubo galáctico,

 El cielo abriéndose en una abrasadora lluvia de estrellas,

 Y llevará al alma hacia arriba, temblando como una hoja de

                                                                                   [papel-

 Mi joven alma-

 Del color del pasto mojado-

 Hacia la libertad- entonces

 "¡Alto!" grita, escapando,

 Por la cegadora frontera

 Entre dos mundos-

 Alto, esperá.

 Mi Dios. Por fin.

 Mirá, es de acá que proviene la poesía.

 

 Dedos encrespándose por la birome,

 Enfriándose, volviéndose no míos.

 

Oksana Zabuzhko nació en Kiev el 19 de setiembre de 1960. Es licenciada en filosofía de las artes y es académica en el Instituto de Filosofía de la  Academia Ucraniana de Ciencias. También se desempeña en la Universidad de Kiev, en el Departamento de Escritura Creativa. 


LOS NÁUFRAGOS

Vivieran donde vivieran, soñaban ese sueño:

la casera invisible cuya voz

aceleraba el aire con una llama oscura

de palabras que saben desde siempre y siempre han de saber:

“¡Nadie los quiere aquí! ¡Váyanse!”

 

Y cuando construyeron una mansión y la amueblaron con arte

Con amor y con música, con las flores autóctonas,

Siempre ocurrió, siempre lo mismo,

El salón se angostaba en una tumba,

Y la voz de un sirviente, o de un candelabro,

“Nada tienen que hacer aquí”.

 

Y cuando se marchaban a una isla remota para volverse el ídolo

De las tribus indígenas

Y eran acariciados, admirados y cobijados… entonces

¿Qué voz los condenó?

Que llegó cuando asumieron las guirnaldas, esa voz que sabían,

Diciendo: “Esto no es para ti, todo esto es falso”.

 

Y los domingos en los parques con las niñeras, los amantes, las flores,

Y las bandas tocando y las fuentes elevándose

En horas líquidas de plata,

¿De quién era el enemigo? ¿De quién era la culpa?

Si de repente las sombras observadoras arrancan

Y gritan “¡Váyanse! Váyanse!”

 

Ahora han elegido el exilio, han encontrado una casa aislada

En la ciudad más pequeña, en el refugio más tranquilo,

Y sólo hablan con los heridos, los perseguidos, los cojos,

Largas tardes, mañanas más largas, los más largos mediodías,

Y esperan a que suene la campana, a que aparezca la casera.

¿Aquí también los buscan?

 

Marya Alexandrovna Zaturenska emigró con sus padres a Nueva York a los 8 años. Su primer libro obtuvo inmediato reconocimiento y recibió numerosos premios por los ocho que publicó, entre ellos el Pulitzer, pero hoy es difícil encontrar alguno. “The Castaways” fue un poema muy apreciado por W. H. Auden.

 

BABYN YAR

 

Fosa de arcilla verde, hueco de óxido,

barranco de basura putrefacta.

Un ominoso viento en los pulmones

de las tierras baldías oxidadas.

 

No palidezcas y no tiembles; quédate,

firme como ante el juez o el pelotón.

No hay maldición bastante a su maldad.

No hay insulto capaz de su abyección.

 

Sólo un barranco abrupto, flor de caos.

Tiemblan las ramas de dos blancos álamos.

Pero aquí entre los muertos no hay silencio:

hay cien mil corazones que se quejan.

 

Hay ceniza plateada de los huesos.

Hay un cráneo en pedazos agrietados.

 

Los muros del barranco caen al fondo

donde una trenza delicada brilla

 

que aún no fue tragada por el fango.

 

Las gafas destrozadas de un anciano.

Un zapato de niño ensangrentado.

Y enterrados debajo de los restos,

en pedazos también, descabezados,

son cien mil los cadáveres humanos.

 

Aqui silban las lenguas iracundas,

aquí corren arroyos de alquitrán

y abyectos gambusinos hurgan ropas

en busca del botín de los cadáveres.

 

La nociva humareda, oscura y densa,

se eleva por encima del barranco,

exhalación de muerte y pesadilla,

monstruo que repta sordo por las calles

y se cuela callado en los hogares.

 

Vagaban llamas negras y escarlatas

sobre la tierra en el horror pasmada,

la luz sangraba en los tejados sucios

y en las agujas sucias de Kyiv.

 

Resguardad en sus casas vio la gente

más allá de las cúpulas cirílicas,

y de los álamos del cementerio,

llamas que chamuscaban carne y sangre.

 

Una ráfaga trae desde el barranco

el hollín de las piras de la muerte

el humo del carbón de los cadáveres.

 

Y Kyiv, roja de ira, mira cómo

Babyi Yar es envuelta por las llamas.

 

Ningún remordimiento apaga el fuego.

Nada puede vengar la desmesura.

Malditos los que piden el olvido.

Malditos los que piden el perdón.

 

Mykola Bazhan fue uno de los grandes poetas ucranianos del siglo XX. Destacó en una vanguardia influida por el futurismo, el constructivismo y el expresionismo, y desarrolló un verso enérgico y sintácticamente complejo, con arcaísmos y neologismos entre imágenes sorprendentes.

 

NO MORIREMOS EN PARÍS

 

Me moriré en París un jueves por la noche.

César Vallejo

 

Olvidamos olores ruidos colores líneas

Perdemos el oído la vista y la alegría

Alzas la cara y buscas con las manos tu alma

Pero vuela muy alto no puedes alcanzarla

 

Queda una estación una última parada

Gira la espuma gris de los adioses, sube

Y está lavando ya mis impotentes palmas

Me corre por la boca un sucio calor dulce

Sólo el amor perdura, mejor no hubiera sido

 

Lloré en sábanas míseras hasta más no poder

Por la ventana vagas lilas de un rojo enfermo

Corría el tren qué lánguidos miraban los amantes

La estantería sucia que aguantaba tu cuerpo

La primavera afuera se asentaba prosaica

 

No moriremos en París, lo sé de cierto

Sino en míseras sábanas sudadas y lloradas

Nadie nos servirá nuestro coñac lo sé

No habrá besos tampoco que nos salven

Ni sombríos anillos bajo el Pont Mirabeau

 

No es de Dios la amargura de más con que lloramos

Amamos en exceso qué vergüenza de amantes

Demasiados poemas sin rubor escribimos

No podremos morir en París los convoyes

Nos vedarán las aguas bajo el Pont Mirabeau

 

Natalka Bilotserkivets, poeta, traductora, ensayista, editora, es una de las poetas más conocidas de Ucrania actualmente. “No moriremos en París” se convirtió en el himno de la generación de jóvenes ucranianos posterior a Chernóbil que ayudó a derrocar a la Unión Soviética.

 

NAVAJA

 

Una navaja

para cortar el pan.

Una navaja

para hacer una flauta.

Una navaja

para acabar con el cordero

herido por el lobo.

Tan

desnuda, seca y limpia queda

la superficie del caldo

del día del Señor, que tiembla

cuando lo toca el sudor

del pescado.

Un signo de piedad y de lágrimas.

No la toques

si no hay buenas señales:

es una navaja,

es música que mata.

No son solo palabras:

es poesía sin

palabras,

donde la hierba lava

la cuchilla del cielo.

Natalka Bilotserkivets es una poeta y traductora ucraniana. Nació en el pueblo de Kuianivka cerca de Sumy y se educó en la Universidad de Kiev

 

EL VECINO RAPADO DE TU INFANCIA

 

El vecino rapado de tu infancia

nunca creció,

desobediente al tiempo

que nos llevara lejos y más lejos de las costas fraternas.

Sus suaves y castaños rizos, afeitados para el verano

con la navaja de antes de la guerra, nunca volvieron a crecer.

no había,

con la excepción del fluir del tiempo, río profundo cerca erosionando costas.

Su madre se olvidaba y a veces desde el porche

le ordenaba volver de los alegres juegos

de los que era difícil volver a casa a tiempo,

y él no volvía.

Ni siquiera en la noche.

Ni siquiera en invierno.

Ni cuando tú, mayor, te diste cuenta

de que le habías dado a tu hijo el nombre suyo.


Halyna Kruk Profesora de estudios literarios en la Universidad de Lviv, Halyna Kruk ha publicado cinco poemarios y ha recibido tres premios literarios en Ucrania.

 

LA HISTORIA DE LA CULTURA A FIN DE SIGLO

 

Hoy responderás conmovedores y afectuosos mensajes,

hojeándolos en la oscuridad, confundiendo las vocales

con las consonantes,

como la máquina de escribir en una vieja oficina de Varsovia.

Las pesadas celdillas

refulgen con el oro del que se hila el lenguaje.

No te detengas, sólo escribe,

mecanografía sobre el vacío espacio blanco, marca a través del

callado sendero negro.

En la noche inacabable nadie volverá de las divagaciones,

y en el pasto húmedo morirán los olvidados caracoles.

 

Europa Central está cubierta por un tejido de nieve blanca.

Siempre tuve fe en los  impasibles movimientos de los gitanos,

no todos han heredado esta moneda desgastada.

Si miras sus pasaportes,

olorosos a mostaza y azafrán;

si escuchas sus decrépitos acordeones

que hieden a cuero y a especias árabes,

los oirás decir que cuando te vas –sin importar adónde

sólo agrandas la distancia, y nunca estarás más cerca

que ahora;

cuando se extinguen las canciones de los gramófonos,

se derraman restos

como los tomates

de una lata echada a perder.

 

Cada mañana estalla  el corazón sobrecargado de la época,

pero no detrás de estas puertas, no en ciudades quemadas por el sol.

El tiempo pasa, pero pasa cerca que,

si miras detenidamente, puede verse su pesada deformación,

y murmuras oraciones que escuchaste por accidente,

y quieres que alguna vez alguien reconozca tu voz y diga:

así comenzó la era,

se volvió incómoda, pesada como un camión de municiones

que deja atrás planetas muertos y transmisores calcinados,

dispersa a los patos salvajes en el estanque

que huyen volando y su llamado es más potente

que el de los camioneros,

dios

se entromete.

 

Al elegir qué curso seguir, deberías averiguar,

entre otras cosas,

si la cultura de fin de siglo

se ha inscrito en el interior de las venas de tu apacible brazo,

si se ha enraizado en las espirales de tu cabello espeso,

descuidadamente revuelto por el viento,

alborotado por dedos

como corrientes de agua tibia en una palangana,

como cuentas de arcilla de colores sobre tazas y ceniceros,

como un vasto cielo de otoño

sobre un trigal.

 

Serhiy Zhadan es poeta, ensayista y traductor. Vive en Járkov y es también escritor de ciencia ficción. Ha obtenido la Orden Cultural del Mérito Polaco. Entre sus obras destacan Lili Marleen (2009), Heridas de bala y cortadas (2012) y Mesopotamia (2014).