lunes, 10 de enero de 2011

AARÓN GARCÍA PEÑA / Madrid


Aarón García Peña, (Madrid, 1978 - Oslo, 2061)

Poeta

Obra publicada: "Cuidado, mancha" (2007), "Machado: vida y flamenco" (2007) y "Dios y sus cómplices" (2009).

* Director de Comunicaciones y Página web de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles.* Profesor de la Escuela de Escritores de Madrid.* Presidente de la Agrupación de "Retórica y Elocuencia" del Ateneo de Madrid.* Profesor de talleres personalizados —presenciales y a distancia— de poesía, guión de cine y teatro y narrativa breve.* Conferenciante y columnista en las revistas Culturamas, Letras y Belianís.


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EN EL NOMBRE DEL CIELO

Se precisa vivir.

Se precisa vivir.

Es preciso vivir para estar vivo.

La realidad se viene desangrando

y con las huellas sucias de haber perdido la paciencia.

Es hora ya de hacerte ver que no eres nada,

el tiempo ya de que no existas, dios, ni en las caries de los niños;

reconocer que no eres alto cuando olvido en la noche los verbos de tres sílabas;

saber que no gravitas, no almacenas el peso de las flores

ni el parturiento corazón con que educamos la cultura;

saber que no conspiras,

no levantas la sangre hacia el cerebro,

nada existe hacia ti porque tú nada existes en tu mundo,

no incluyes mundo,

no albergas a las heces ni a los barcos,

y nada es tan pequeño para que el mar no se dé cuenta.

Nunca hubo mar.

Nunca hubo mar.

Supimos de la luz cuando te ahogamos.

...

Si tú eres dios la luz es nuestra.

la luz que se incorpora a ver cómo amanece sin su ayuda.

...

Me duele que te claven haciéndote creer que eres posible.

Tuvimos que perder porque soñamos.

Tuvimos que mojar los hospitales,

empapelar con ángeles la luna

y hacerte un dormitorio en todas las cabezas.

Y allí,

—al modo en que es el pulso la sola distracción de los homínidos,

al modo en que creer es demostrar nuestra ignorancia,

nuestra escasez inmensa,

evolutiva,

la de todo homo ludens equivocado desde el génesis—,

paré mi corazón por vez primera.

...

Oímos que nacías por los poros cerrados del suicidio del hombre,

llevándote contigo los miedos de las plantas hacia arriba,

llevándote a ti mismo con la vida temblando como un muerto a tu izquierda,

Llevándote, no más, la parte inteligente de las cosas.

La vida es una enorme vaca que levantamos cuando llueve.

¿Cuánta vida hay en ti que sea comestible?

¿Cuánta vida, dime.

¿Por qué he de descalzar los pies en el espacio?

...

Me debo haberte conocido.

Me debo arrepentirme de acunar al aire la caída de tus normas,

subir al cielo hasta que nada importe,

hasta que la verdad apenas fuese un mero pálpito apartado a la mentira.

Te debo equivocarme como todos los muertos de la historia.

...

Nunca he creído en libertad alguna que calzara tu asfixia,

tu destrucción anémica surgida al pie de monstruos y manzanas.

Nunca la libertad es suficiente.

El fin de toda célula es enseñar, de modo responsable, sus pies manchados por el alba.

El mar no se merece un pez con los riñones tristes,

no se merece ser violado desde el aire para manipular nuestra conducta.

No te bastaba

con descorchar la destrucción y negar la tutela del oxígeno,

inseminar tu fraude con la sola presencia de la muerte;

tenías que lograr que lo supiéramos.

...

He aplaudido la tierra, diseccionado el aire y los pañuelos

donde van a llorar de luto en luto las espaldas,

los nidos subterráneos,

la miel,

mi sexo índice.

He llevado a más gente para oler con fuerza.

Te he buscado en la cal de los teatros,

en las lavanderías acolchadas del viento,

en el cordón de los recién nacidos bajo la única escalera que atraviesa tu carne.

He sabido mirar bajo todas las nubes para reír junto a las cosas serias.

Pero por más que reparé en mi espíritu y lo llené de aceite,

por más que me acerqué a los asesinos que despegan de ti como un almendro,

apenas sí consigo convencerte

de que no hay fantasma capaz de que me importe.

...

Acaso es tiempo ya de hacerte libre.

Acaso es tiempo ya de ser más cultos y valientes.

Se te oxidó la astucia,

Se te oxidó el espíritu de cuantos tienen frío a los pies de tu cama.

...

Pero te hicimos demasiado hermoso,

un agua distraída para lavar alrededor el pánico;

y tan arriba, tan desde tu exilio, que sólo el comprobarte nos da vértigo.

Dime, ¿cabes fuera del mundo?, ¿cabría una inquietud donde no existe?

No hay nada parecido a ti en esta larga y comestible,

en esta larga letanía de estar vivo.



El poema corresponde al estereotipo del "ateo" en "Dios y sus cómplices", publicado en 2009.

jueves, 6 de enero de 2011

Liliana María Celiz / Argentina


Liliana María Celiz, Argentina, merecedora de los siguientes premios: • Premio de la Casa de la Amistad Argentino Cubana, año 1987.• Tercer premio en el Concurso Nacional de Poesía organizado por la Emisora Lobos, año 1988.• Finalista en el Concurso organizado por la editorial “Argenta Sarlep”, año 1988.• Primera mención en el Concurso Nacional de Poesía organizado por la Emisora Lobos, año 1989.• Mención especial en el concurso organizado por la Emisora Lobos, año 1989. Sus publicaciones:“El ciclo del recuerdo”, “En complexión de dos”, “·El nacimiento de la flor”, Ediciones del Dock, 2010, “A los que fueron pájaros”, Ediciones del Dock, 2009., "elevación de vos o pensamiento” Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2007., ¿De dónde vienes de mirar tus ojos padre?. Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2000, Del traje de Eva y su manzana (poemas). Buenos Aires, Último Reino, editado con el apoyo económico de Fondo Nacional de las Artes. 1997., Desembocadura, Buenos Aires, Tierra Firme, 1990. Compilación de poemas en conjunto con los poetas Gustavo Baz, Gabriel Rizzola, Carlos González y Chantal Damon. Se editó con el apoyo económico del fondo Nacional de las Artes.

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una hoja desdoblada en el silencio, en el metal, el hule del silencio enmohecido por detrás de las montañas y en las rocas (como cuencos divididos en las rocas, en los cuerpos de peldaños doloridos por detrásde la belleza en el zanjón de calles por los lirios entre hojas de papeles que desbandan el caudal de los pañuelos como en cintas, como naves de ultramar en el crepúsculo, entre gotas de los lirios entre mamas que se doblan en la ausencia entre campos de gemidos límpidos, como nubes de naufragios perseguidos entre guiones del destierro en la mitad más múltiple del alba adormecida de las flores como cargando el cuerpo en filasen rebanadas múltiples de ausencia como cangrejos idos por detrás de las veredas hacia el espacio en huecos doloridos de la mitad de mí y en la espesura del aliento consumado de las noches como náufragas del mar a la distancia (polvaredas de los verbos por doquier perdidos de azafrán y hule en la desgracia)
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bocas imantadas de las torres del abismo en el alma desdentada y sin aliento de mí como costumbre apenas de distancia (pasajera) entre náufragos calientes de chicharras pasajeras desde tubos pasajeros de la ausencia en el almíbar fresco de la sangre desglosada o como cántico concéntrico (las flores de la noche haciendo señas entre piezas de eucalipto silenciado /barras de esplendor la noche acometida de distancia)
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brazos agitados en la especie carcomida de mi sangre, del azúcar de mi sangre como néctar en las plumas (del vehículo del aire a desde el fondo en el color de caracoles desde el fondo como forma, en el abismo antiguo de las aguas sin morada en el vaivén - los astros en vaivén sin la morada acuosa de los nombres perseguidos -yo del tú- en el oleaje mínimo del verso a la palabra del revés cantando en el declive
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en las orillas de mi sexo y como aliento en derredor del cuerpo carcomido (vuelan desde mí los nombres como flores flotantes en el aire al nuevo sol de superficie acuática en las torres concéntricas del vientoa borbotones) (algas vibran por detrás de las especies de los peces sin sus sexos -divididos- algas vuelven al espacio de los muertos, por detrás de las cortinas de alquitrán y hule en los alpistes) -gotas siempre unidas a algún trueno como especie y en las plantas de mi cuerpo-
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la balsa caída en otras hojas de conciencia que bailan a la luna en su través las formas deletreadas en el plano carnal de nuestras aguas fluídas de toda la conciencia genital de nuestros cuerpos gritando como idos en el plano de algún vértigo mayor (tan de tantas hojas siempre en redondez la calle, algunos tiempos idos sin retorno, algunas hojas quietas en la noche -el campo de la noche al infinito- entre las gotas quietas de algún árbol ido como entraña nuestro sol ecuestre en los destellos caídos de las hojas siempre) (en soledad sinuosa nuestros cuerpos) de calles sin sus briznas, sin sus tallas, de sépalos vacíos
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oída la canción del niño en el submundo del oído en el oleaje (más allá las formas, los ancestros, la pátina en el viaje que se pierde y el tambor-el nido en el tambor interno-) las caracolas dadas vueltas del revés del río entre la bruma tibia de otro viaje niño en el mantón de baile de otro viaje en el desborde medio en el oriente -donde caía el sol toda la tarde- plagadode las hojas imposibles tal vez sea veraz la vuelta por las calles (ellos de la mano entonces) el canto ido nuestras manos como tantas del revés del viaje
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dos cuerpos, en la noción de ser en el espacio no pesan el tamaño de existencia como viaje, no como contorno entre las olas raídas como viaje en el lado horizontal del cuerpo (el lado en que se cuela el horizonte como forma acicalada de las plumas en el aire, como último contorno) el lado en que se pierden las caricias apretadas contra el pasto o como hueco en el estado sólido del beso de la estatua- el brazo saliendo de las formas pasajeras, definiendo como tope la nostalgia -el brazo como tocando fondo a la distancia, del lado terrenal de los pañuelos verdes de la tarde como plumas en el ámbito más nítido de oleaje- o sin sabor al viento como red que lo despliega en el segundo, en la hilación segunda de las cosas como pliegue, como vértice en el pliegue, la pregunta
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¿para qué? el reposo entre las rocas, el arco de los sueños decayendo porque él va de pie de sus antaños a los bordes mismos de las hojas (consolación de hojas en lo triste, detrás de los tentáculos del sola la caída allá en la punta de algún médano -y ver caer la liebre comoenjuta-) las manos a lo lejos de la cara: palpándome la cara justo a dos,el borde de las manos en el pliegue de pregunta en las dos aguas : él en la sustancia misma del silencio ahora que es la noche y no la calma, no la complexión solar justo a la hora del hueco en el espejo diurno de las hojas (los árboles cantando en plena dejadez del sueño -el últimobostezo- lo alborotado de la tarde entre los vértigos del mundo que no cae como un ciclo divagante del lado más atrás de las estrellas-) para la formación aguda de pregunta entre las lámparas a mediados de la noche como palpitación del sueño a la manera del desastre

viernes, 29 de octubre de 2010

MIGUEL HERNÁNDEZ



Miguel Hernández

Biografía:

En Orihuela, un pequeño pueblo del Levante español, rodeada del oasis exuberante de la huerta del Segura, nació Miguel Hernández el 30 de octubre de 1910. Hijo de un contratante de ganado, su niñez y adolescencia transcurren por la aireada y luminosa sierra oriolana tras un pequeño hato de cabras. En medio de la naturaleza contempla maravillado sus misterios: la luna y las estrellas, la lluvia, las propiedades de diversas hierbas, los ritos de la fecundación de los animales. Por las tardes ordeña las cabras y se dedica a repartir la leche por el vecindario. Sólo el breve paréntesis de unos años interrumpe esta vidad para asistir a la Escuela del Ave María, anexa al Colegio de Santo Domingo, donde estudia gramática, aritmética, geografía y religión, descollando por su extraordinario talento. En 1925, a los quince años de edad, tiene que abandonar el colegio para volver a conducir cabras por las cercanías de Orihuela. Pero sabe embellecer esta vida monótona con la lectura de numerosos libros de Gabriel y Galán, Miró, Zorrilla, Rubén Dario, que caen en sus manos y depositan en su espíritu ávido el germen de la poesía. A veces se pone escribir sencillos versos a la sombra de un árbol realizando sus primeros experimentos poéticos. Al atardecer merodea por el vecindario conociendo a Ramón y Gabriel Sijé y a los hermanos Fenoll, cuya panadería se convierte en tertulia del pequeño grupo de aficionados a las letras. Ramón Sijé, joven estudiante de derecho en la universidad de Murcia, le orienta en sus lectura, le guía hacia los clásicos y la poesía religiosa, le corrige y le alienta a proseguir su actividad creadora. El mundo de sus lecturas se amplía. El joven pastor va llevando a cabo un maravilloso esfuerzo de autoeducación con libros que consigue en la biblioteca del Círculo de Bellas Artes. Don Luis Almarcha, canónigo entonces de la catedral, le orienta en sus lecturas y le presta también libros. Poco a poco irá leyendo a los grandes autores del Siglo de Oro: Cervantes, Lope, Calderón, Góngora y Garcilaso, junto con algunos autores modernos como Juan Ramón y Antonio Machado. En el horno de Efén Fenoll, que está muy cerca de su casa, pasa largas horas en agradable tertulia discutiendo de poesía, recitando versos y recibiendo preciosas sugerencias del culto Ramón Sijé que acude allí a visitar a su novia Josefina Fenoll. Desde 1930 Miguel Hernández comienza a publicar poemas en el semanario El Pueblo de Orihuela y el diario El Día de Alicante. Su nombre comienza a sonar en revistas y diarios levantinos.

Primer viaje a Madrid y Perito en lunas

Poseído por la fiebre de la fama, en diciembre de 1931 se lanza a la conquista de Madrid con un puñado de poemas y unas recomendaciones que al fin de nada le sirven. Aunque un par de revistas literarias, La Gaceta Literaria y Estampa, acusan su presencia en la capital y piden un empleo o apoyo oficial para el "cabrero-poeta", las semanas pasan y, a pesar de la abnegada ayuda de un puñado de amigos oriolanos, tiene que volverse fracasado a Orihuela. Pero al menos ha podido tomarle el pulso a los gustos literarios de la capital que le inspiran su libro neogongorino Perito en lunas (1933), extraordinario ejercicio de lucha tenaz con la palabra y la sintaxis, muestra de una invencible voluntad de estilo. Tras este esfuerzo el poeta ya está forjado y ha logrado hacer de la lengua un instrumento maleable. En Orihuela continúa sus intensas lecturas y sigue escribiendo poesía. También sus amigos le preparan alguna actuación en público. En el Casino de Orihuela recita y explica su "Elegía media del toro". Otra vez, en abril de 1933, es en Alicante donde interpreta la misma elegía después de una docta charla de Ramón Sijé sobre Perito en lunas. La prensa local se hace eco del acontecimiento literario alimentando en el joven poeta el ansia y sed de celebridad.

Segundo viaje a Madrid

Un día, al salir de su trabajo, en una notaría de Orihuela, conoce a Josefina Manresa y se enamora de ella. Sus vivencias van hallando formulación lírica en una serie de sonetos que desembocarán en El rayo que no cesa (1936). Las lecturas de Calderón le inspiran su auto sacramental Quien te ha visto y quien te ve y sombra de lo que eras, que, publicado por Cruz y raya, le abrirá las puertas de Madrid a su segunda llegada en la primavera de 1934. Allí se mantiene con un empleo que le ofrece José María de Cossío para recoger datos y redactar historias de toreros. En Madrid su correspondencia amorosa no se interrumpe y la frecuente soledad inevitable en la gran ciudad le hace sentir nostalgia por la paz e intimidad de su Orihuela. Las cartas abundan en quejas sobre la pensión, rencillas de escritores, intrigas, el ruido y el tráfico. Así es que en cuanto le es posible vuelve a su pueblo para charlar con los amigos, comer fruta a satisfacción y bañarse en el río. Aunque lentamente, va creándose en Madrid su círculo de amigos: Altolaguirre, Alberti, Cernuda, Delia del Carril, María Zambrano, Vicente Aleixandre y Pablo Neruda. Entre ellos trata de vender algunos números de la revista El Gallo Crisis, recién fundada por Ramón Sijé, pero tienen que constatar que ésta no gusta a muchos de sus nuevos amigos. Neruda se lo confiesa abiertamente: "Querido Miguel, siento decirte que no me gusta El Gallo Crisis. Le hallo demasiado olor a iglesia, ahogado en incienso". Ramón Sijé teme perder a su gran amigo para sus ideales neocatólicos, pero pronto tienen que constatar que el ambiente de Madrid puede más que los ecos de la lejana Orihuela. Pablo Neruda insiste en sus ingeniosos sarcasmos anticlericales: "Celebro que no te hayas peleado con El Gallo Crisis pero esto te sobrevendrá a la larga. Tú eres demasiado sano para soportar ese tufo sotánico-satánico". Si Ramón Sijé y los amigos de Orihuela le llevaron a su orientación clasicista, a la poesía religiosa y al teatro sacro, Neruda y Aleixandre lo iniciaron en el surrealismo y le sugirieron, de palabra o con el ejemplo, las formas poéticas revolucionarias y la poesía comprometida, influyendo, sobre todo Neruda y Alberti, en la ideología social y política del joven poeta provinciano. Superada esta crisi, Miguel Hernández es ya un poeta hecho y comienza a crear lo más logrado y genial de su obra.

La Guerra Civil

El estallido de la Guerra Civil en julio de 1936 le obliga a tomar una decisión. Miguel Hernández, sin dar lugar a dudas, la toma con entereza y entusiasmo por la República. No solamente entrega toda su persona, sino que también su creación lírica se trueca en arma de denuncia, testimonio, instrumento de lucha ya entusiasta, ya silenciosa y desesperada. Como voluntario se incorpora al 5º Regimiento, después de un viaje a Orihuela a despedirse de los suyos. Se le envía a hacer fortificaciones en Cubas, cerca de Madrid. Emilio Prados logra que se le traslade a la 1ª Compañía del Cuartel General de Caballería como Comisario de Cultura del Batallón de El Campesino. Va pasando por diversos frentes: Boadilla del Monte, Pozuelo, Alcalá. En plena guerra logra escapar brevemente a Orihuela para casarse el 9 de marzo de 1937 con Josefina Manresa. A los pocos días tiene que marchar al frente de Jaén. Es una vida agitadísima de continuos viajes y actividad literaria. Todo esto y la tensión de la guerra le ocasionan una anemia cerebral aguda que le obliga por prescripción médica a retirarse a Cox para reponerse. Varias obritas de Teatro en la guerra y dos libros de poemas que han quedado como testimonio vigoroso de este momento bélico: Viento del pueblo (1937) y El hombre acecha (1939).

El poeta en la cárcel

En la primavera de 1939, ante la desbandada general del frente republicano, Miguel Hernández intenta cruzar la frontera portuguesa y es devuelto a las autoridades españolas. Así comienza su larga peregrinación por cárceles: Sevilla, Madrid. Difícil imaginarnos la vida en las prisiones en los meses posteriores a la guerra. Inesperadamente, a mediados de septiembre de 1939, es puesto en libertad. Fatídicamente, arrastrado por el amor a los suyos, se dirige a Orihuela, donde es encarcelado de nuevo en el seminario de San Miguel, convertido en prisión. El poeta -como dice lleno de amargura- sigue "haciendo turismo" por las cárceles de Madrid, Ocaña, Alicante, hasta que en su indefenso organismo se declara una "tuberculosis pulmonar aguda" que se extiende a ambos pulmones, alcanzando proporciones tan alarmantes que hasta el intento de trasladarlo al Sanatorio Penitenciario de Porta Coeli resulta imposible. Entre dolores acerbos, hemorragias agudas, golpes de tos, Miguel Hernández se va consumiendo inexorablemente. El 28 de marzo de 1942 expira a los treinta y un años de edad.


POEMAS:

Besarse, mujer,
al sol, es besarnos
en toda la vida.
Asciende los labios,
eléctricamente
vibrantes de rayos,
con todo el furor
de un sol entre cuatro.

Besarse a la luna,
mujer, es besarnos
en toda la muerte:
descienden los labios,
con toda la luna
pidiendo su ocaso,
del labio de arriba,
del labio de abajo,
gastada y helada
y en cuatro pedazos.

&&&

LA BOCA

Boca que arrastra mi boca:
boca que me has arrastrado:
boca que vienes de lejos
a iluminarme de rayos.

Alba que das a mis noches
un resplandor rojo y blanco.
Boca poblada de bocas:
pájaro lleno de pájaros.
Canción que vuelve las alas
hacia arriba y hacia abajo.
Muerte reducida a besos,
a sed de morir despacio,
das a la grama sangrante
dos fúlgidos aletazos.
El labio de arriba el cielo
y la tierra el otro labio.

Beso que rueda en la sombra:
beso que viene rodando
desde el primer cementerio
hasta los últimos astros.
Astro que tiene tu boca
enmudecido y cerrado
hasta que un roce celeste
hace que vibren sus párpados.

Beso que va a un porvenir
de muchachas y muchachos,
que no dejarán desiertos
ni las calles ni los campos.

¡Cuánta boca enterrada,
sin boca, desenterramos!

Beso en tu boca por ellos,
brindo en tu boca por tantos
que cayeron sobre el vino
de los amorosos vasos.
Hoy son recuerdos, recuerdos,
besos distantes y amargos.

Hundo en tu boca mi vida,
oigo rumores de espacios,
y el infinito parece
que sobre mí se ha volcado.

He de volverte a besar,
he de volver, hundo, caigo,
mientras descienden los siglos
hacia los hondos barrancos
como una febril nevada
de besos y enamorados.

Boca que desenterraste
el amanecer más claro
con tu lengua. Tres palabras,
tres fuegos has heredado:
vida, muerte, amor. Ahí quedan
escritos sobre tus labios.

&&&

El amor ascendía entre nosotros
como la luna entre las dos palmeras
que nunca se abrazaron.

El íntimo rumor de los dos cuerpos
hacia el arrullo un oleaje trajo,
pero la ronca voz fue atenazada,
fueron pétreos los labios.

El ansia de ceñir movió la carne,
esclareció los huesos inflamados,
pero los brazos al querer tenderse
murieron en los brazos.

Pasó el amor, la luna, entre nosotros
y devoró los cuerpos solitarios.
Y somos dos fantasmas que se buscan
y se encuentran lejanos.

&&&

EL NIÑO YUNTERO

Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.

Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.

Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.

Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.

Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.

Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.

Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.

A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.

Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.

Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.

Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
resuelve mi alma de encina.

Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.

Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.

¿Quién salvará a este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?

Que salga del corazón
de los hombres jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.
Menos tu vientre,
todo es confuso.
Menos tu vientre,
todo es futuro
fugaz, pasado
baldío, turbio.
Menos tu vientre,
todo es oculto.
Menos tu vientre,
todo inseguro,
todo postrero,
polvo sin mundo.
Menos tu vientre,
todo es oscuro.
Menos tu vientre
claro y profundo.

&&&

No puedo olvidar
que no tengo alas,
que no tengo mar,
vereda ni nada
con que irte a besar.

&&&

Tu corazón, una naranja helada
con un dentro sin luz de dulce miera
y una porosa vista de oro: un fuera
venturas prometiendo a la mirada.

Mi corazón, una febril granada
de agrupado rubor y abierta cera,
que sus tiernos collares te ofreciera
con una obstinación enamorada.

¡Ay, qué acometimiento de quebranto
ir a tu corazón y hallar un hielo
de irreductible y pavorosa nieve!

Por los alrededores de mi llanto
un pañuelo sediento va de vuelo
con la esperanza de que en él lo abreve.

&&&

Si nosotros viviéramos
lo que la rosa, con su intensidad,
el profundo perfume de los cuerpos
sería mucho más.

¡Ay, breve vida intensa
de un día de rosales secular,
pasaste por la casa
igual, igual, igual,
que un meteoro herido, perfumado
de hermosura y verdad.

La huella que has dejado es un abismo
con ruinas de rosal
donde un perfume que no cesa hace
que vayan nuestros cuerpos más allá.

&&&

MADRE ESPAÑA

Abrazado a tu cuerpo como el tronco a su tierra,
con todas las raíces y todos los corajes,
¿quién me separará, me arrancará de ti,
madre?

Abrazado a tu vientre, ¿quién me lo quitará,
si su fondo titánico da principio a mi carne?
abrazado a tu vientre, que es mi perpetua casa,
¡nadie!

Madre: abismo de siempre, tierra de siempre: entrañas
donde desembocando se unen todas las sangres:
donde todos los huesos caídos se levantan:
madre.

Decir madre es decir tierra que me ha parido;
es decir a los muertos: hermanos, levantarse;
es sentir en la boca y escuchar bajo el suelo
sangre.

La otra madre es un puente, nada más, de tus ríos.
El otro pecho es una burbuja de tus mares.
Tú eres la madre entera con todo su infinito,
madre.

Tierra: tierra en la boca, y en el alma, y en todo.
Tierra que voy comiendo, que al fin ha de tragarme.
Con más fuerza que antes, volverás a parirme,
madre.

Cuando sobre tu cuerpo sea una leve huella,
volverás a parirme con más fuerza que antes.
Cuando un hijo es un hijo, vive y muere gritando:
¡madre!

Hermanos: defendamos su vientre acometido,
hacia donde los grajos crecen de todas partes,
pues, para que las malas alas vuelen, aún quedan
aires.

Echad a las orillas de vuestro corazón
el sentimiento en límites, los efectos parciales.
Son pequeñas historias al lado de ella, siempre
grande.

Una fotografía y un pedazo de tierra,
una carta y un monte son a veces iguales.
Hoy eres tú la hierba que crece sobre todo,
madre.

Familia de esta tierra que nos funde en la luz,
los más oscuros muertos pugnan por levantarse,
fundirse con nosotros y salvar la primera
madre.

España, piedra estoica que se abrió en dos pedazos
de dolor y de piedra profunda para darme:
no me separarán de tus altas entrañas,
madre.

Además de morir por ti, pido una cosa:
que la mujer y el hijo que tengo, cuando pasen,
vayan hasta el rincón que habite de tu vientre,
madre.

viernes, 15 de octubre de 2010

ROSA MELO



Rosa Melo: la poesía es magia que empieza hurgando el recuerdo.
Domingo 12 de Abril de 2009 19:00 .(Desirée Depablos/CNP 4.762)

Rosa Melo nació en Porlamar, pero desde muy pequeña su madre se la llevó a vivir a Caracas. Cuando apenas tenía cinco años, ingresó al Colegio Madre Rafols, allí permaneció interna hasta los quince años. “Creo que el mismo internado abrió mi sensibilidad y surgió la poesía…escribía mucho y mis compañeras me llamaban la poeta”, comenta.

Egresada de la Escuela Superior de Comercio, inició su formación artística en la Escuela de Arte Escénico de la mano de Juana Sujo, Horacio Peterson y Alberto de Paz y Mateos, además realizó cursos de arte y actuaciones teatrales en los primeros programas de Televisa en Venezuela, en el Teatro Nacional y el Teatro Municipal de Caracas.

Incursionó también en La Escuela de Artes Plásticas, participando en varias exposiciones colectivas. Toda esta inquietud se identificó en su poesía, siendo su Maestra y consejera nuestra gran Poeta Ida Gramcko.

-¿Cuándo decidió dedicarse a la poesía?
-Nunca pensé que llegaría a ser poeta, era una muchacha simple y sencilla. A los tres años de salir del internado me casé y me dedique a mi hogar y a mis siete hijas. Siempre sentí la necesidad de escribir y guardé mis escritos en un cajón durante 35 años hasta que un día mis hijas los hicieron llegar a Ida Gramcko, quien luego de leerlos escribió un artículo que tituló “Una Nueva individualidad”. A partir de ese momento sentí un compromiso con la poesía.

- ¿Cual fue su primer libro?
- "Acírate", en el año 1982 con prólogo de Ida Gramcko, fue el resultado de una selección de aquellos escritos y simbolizaría el antes y el después de la poesía en mi vida. Luego seguí escribiendo y vinieron otros libros como: Hábito de Ser, La Casa Adormecida, Tiempo de Horizontes, Donde la Ausencia, Desandando Insomnios y La Flor de los Cerezos. También tengo cuatro poemarios inéditos: Signos del Coloquio, Restos de Polen, Caligrafía de Sueños y el Grito que se Ignora

-¿Qué es la poesía para Rosa Melo?
-Es un arte, es magia que empieza hurgando el recuerdo, es el arte del insomnio, casi toda mi poesía la hago en mis insomnios. El poema surge solo, de repente viene una idea y la escribo.

-¿Cuál es su lectura preferida?
- Siempre he sentido la necesidad de leer, me gustan mucho Rainer María Rilke, César Vallejo, Alfredo Silva Estrada y la poesía de Ida Gramcko

-¿Cual es su mejor recuerdo?
-El recuerdo más bello de mi infancia es mi abuelo, a quién escribí muchos poemas.
En un momento mágico la poetisa deja escapar uno de aquellos versos que nos acarician el alma:
Abuelo, vienes...
un mecedor se acuesta
en mis pupilas
tu mano suave
brilla silenciosa
Un espacio total
despeja la memoria

POEMAS

Blanca la página

trae tu visión abierta

Tu barba

es tiempo que gira

y cosquillea mis mejillas

Abuelo que siembras sonrisas

en los difíciles pasillos

de mi infancia

ahora en otoño

el camino es amplio

los árboles secos

retoñan tus pisada

y mi mano minúscula

de entonces

aprieta tu sombra

en mi memoria

& & &

La hoja al caer

se entrega al aire

en feliz sueño

& & &

Miro la choza

Quietud en las afueras

hambre interior

& & &

Cuando la tierra

Brama, los volcanes

respiran hondo

& & &

El desborde es

intento, nada va más

allá del límite

& & &

Se hace la flor

pétalo a pétalo

los hijos también

& & &

Gota de rocío

al llegar al manantial

ya serás río

& & &

Se cae la rosa

después de su belleza

entra en mi libro

& & &

Después del dolor

se ama más y mucho

más

esta gran vida

& & &

Si retrocedes

el eco deja huellas

puedes resbalar

& & &

Sólo la calma

produce bienestar

en los recuerdos

& & &

Ayer es tiempo

que juega desafiante

en la memoria

& & &

Dentro del musgo

regia orquesta dirige

la voz del sapo

& & &

Nubes de magia

se aposentan en el alma

Se acumula el silencio

Surtiras palabras

envuelven el momento

Es regalo y lazo maleable

Don de Matices

El alma cofre abierto

escondite que devuelve con creces

lo pensado

recibe los signos del coloquio

Las manos se entregan

& & &

El alma envuelve la razón

Vigila las acciones

Reduce lo que sobra

Alberga hasta el detalle

Ahí está

sólo espera engarzar

Sembrar

No extrae

envuelve lo que llega

amplía al máximo las señales

Da

Alberga

¿Su forma?

acantilado del ser

Cenaculo del sueño

Sortilegio de antorchas

Vaho tibio que reanima

que ampara

que refuerza el estar

& & &

¡Cómo despierta el alma

cuando encuentra

una sonrisa

una mirada

un lago en el verano!

Toda suerte de raíces

con profundas primaveras

Toda suerte de otoños

con sus savias retenidas

El invierno no cuenta

cuenta su blancura

tanto recibe el alma

que se hace serena

y resplandece



Palabras Para Rosa Melo Por Edda Armas.

Blanca la página: trae tu visión abierta. Este verso de Rosa Melo es una especie de plegaria o “frase sagrada” con la que, al repetirla en voz interior, se invoca a la divinidad en apoyo a la meditación. Es un mantra de invocación. Y, comienzo con esta idea mis palabras para Rosa, convencida como estoy, de que Rosa escribe rodeada de tres Musas, con las que ella definitivamente coquetea en su hacer poético. Y es que hay poetas, Rosa una de ellas, que hallan en las divinidades femeninas [esas que presiden las artes y las ciencias e inspiran a los filósofos y a los poetas] la explicación de su arder poético. Me refiero a tres de las nueve musas canónicas, nacidas de nueve noches seguidas de amor entre Zeus y Mnemósine, nietas de Urano (el cielo) y Gea (la tierra). Hablo de Érato, la amable, con su lira en la mano simbolizando los coros de la Lírica; de Polimnia, la que preside los himnos sagrados, quien apoya sus codos en la roca y coloca un dedo sobre la boca para simbolizar el silencio; y de Clío, la que ofrece gloria, se ocupa de la historia, y se representa de pie, sobria, con un rollo de escritura en las manos.

Y así es Rosa Melo, la poeta. Cuando uno la piensa, aparece serena, amable, posada con el codo apoyado sobre la mesa (la roca) en actitud meditativa, invocando. Ella, quien se paseó por los estudios de comercio, las artes del color en la pintura, el arte del drama interpretativo en las tablas del teatro, el arte de dominar el modelaje en la escultura, quien asumió el antiguo arte de la Caligrafía como oficio, quien casó muy joven y construyó una familia de siete hijos y diecisiete nietos, nunca pensó sin embargo, que llegaría a ser poeta. Y acá la tenemos, hoy, bautizando su octavo libro, bajo el enigmático título de Signos del coloquio, en el que reúne 60 poemas, con epígrafes de tres de sus poetas tutelares: el alemán Nietzsche, el Belga Verhesen, y el venezolano Silva Estrada.


Rosa admite ser “captora de poemas”. Lo dice así: “atrapo el poema y el poema surge”. Porque Rosa, tras concentrada invocación, se reencuentra con las palabras en el lugar de la revelación. Ese lugar es la semi-sombra, lecho de hojas caídas de muchos árboles, cuna de estrellas fugaces miradas por ella, fuente bullente de sales minerales, es la casa del desvelo. Pero no cualquier desvelo. Casa de su propio desvelo. De su propia palabra. Por tanto: su casa-alma. Ella ha dicho que “su poesía es casi toda de desvelo” y yo quiero colocar en colores de Neón esa confesión suya, por ser tan reveladora de la esencia de su accionar poético.

El desvelo para Rosa es el momento “de la atención suprema”. Ese estar alerta de los seis sentidos, para olfatear el movimiento de lo que nos angustia, o digamos se desvela, y hacer de su captura el acto del goce supremo. Me plena, dice ella, ese momento, que no es desvelo, sino puro destello de la poesía. En su caso, lo asocia con la noche, porque así le ocurre. Pero advirtiéndonos que “el desvelo es más grande que la noche, pues recibe al día”. Y ese andar desobediente y libertario entre los límites de la luz y la oscuridad, entre el asir algo y soltarlo, es el arte que ella practica como una sacerdotisa que alimentó su alma desde niña, creciendo en la palabra, develando sus misterios y máscaras, andando los silencios que ante muchas preguntas surgían como única respuesta (siendo círculos de fuego) hasta que éstas encontraran su cuerpo de palabra poética. Ella, Rosa, suelta esta exclamación: “El poema surge de noche, creo que por el silencio”. Pero ese silencio, aclara es el silencio de la palabra. Y es que sólo aquel que atento redescubre los silencios es quien halla las palabras que nombre sus pasajes, nombrando así todo hallazgo, toda revelación. Todos sus versos son hijos del desvelo.

Creo que en Rosa el ´pensamiento´ es clave. Esa clave recorre casi toda su obra, inclusive y de manera significativa en los poemas que conforman el poemario Los signos del coloquio, que hoy nos convoca. Y recordemos que literalmente pensamiento es lo que en sánscrito es ´mantra´. Ella lo escribe así:

La soledad / crea con fuerza el pensamiento / lo envuelve en savia /de brotes interiores.

Y de otro poema:

El pensamiento / se abre/ se entrega / ¿y cómo no sonreir / y apresar lo que conmueve?

Rosa Melo, nunca pensó que llegaría a ser poeta. Pero lo es. Lo es desde niña, ella lo llama ser “poeta de origen”. Y ese origen, a mi modo de ver, ancla en el rumor marino de su Porlamar natal, en esa luz particular que tamiza el oleaje en todo paisaje de isla, pero también, y a manera de marca de origen (sello de agua, digamos) en el aprendizaje y cultivo interior de su ´Hálito de Ser´ en sus años de interna en el colegio Madre Rafols donde permaneció hasta los quince años. Ella lo expresó así: “creo que el mismo internado abrió mi sensibilidad y surgió la poesía…allí, escribía mucho, y ya mis compañeras me llamaban poeta”, comenta Rosa en una entrevista a Desirré Depablos. Ella lo esencializa así:

Miro más el azul / porque trae visiones / senderos más antiguos / Imagino / seguras existencias.

O así:

Media madrugada / ojos abiertos / rumor de mar / El oído salta / al Primer Náufrago / a la espuma formada / por el primer grito / ¿Quién y qué nombre / bebió su agua / hasta perderse?

Y en el caso de Rosa Melo, ser poeta de origen, repito, la hacía vivir la poesía, gozarla en cada captura, como ´canto celeste´ para ella misma, para el levantar alas espirituales del alma, pues ya sabemos que su poesía guardó silencio para los otros -por largos años (al parecer 35)- en el interior de una gaveta en su escritorio de madera. Sabemos que fueron sus hijas (hadas traviesas) quienes entregaron los manuscritos de su madre a la poeta Ida Gramcko, mientras Rosa estaba de viaje, y que a su regreso se encontró la revelación de la palabra de Gramcko sobre ella y su poesía, en un artículo que tituló “Una nueva individualidad” en su columna en el diario El Nacional, comprometiéndola con el lector, y aún más con ella misma y la poesía. Así nació “Acírate”, su primer poemario publicado en 1982.

Entonces, hablamos de una Poeta sincera, quien es libre escribiendo su poesía, que vive una exaltación al auscultar el pensamiento, con tres décadas de andares poéticos, recogidos en sus respectivas casas de papel, como lo son sus otros poemarios: Hábito de Ser, La casa adormecida, Tiempo de Horizontes, Donde la ausencia, Desandando insomnios, La Flor de los cerezos, y el que hoy bautizamos: Signos de coloquio; y los aún inéditos: Restos de Polen, Caligrafía de sueños y El Grito que se ignora. Y concordamos con su amiga Blanca González (compañera de vida desde la época del internado) que los títulos que Rosa ha dado a sus poemarios son todos versos significativos en sí mismos.

Hablamos de la Poeta, que también cultiva un Jardín de Orquídeas, en diálogo permanente e ininterrumpido con poetas con quienes alimentó amistad profunda: Alfredo Silva Estrada, Elizabeth Schön, Ida Gramcko, Sonia Sanoja y Fernand Verhesen, y con sus maestros: Juana Sujo, Horacio Peterson, Carlos Prada, y con aquellos que han sido, entre muchas, lecturas predilectas: Rainer Maria Rilke, César Vallejo; por nombrar al menos dos.

Cierro mis palabras con una pregunta balance que intuyo que muchas veces Rosa Melo se formuló: ¿Quién dialoga con el silencio?

El poeta y el místico dialogan con el silencio en busca de la revelación. Ya que el silencio –esa diana invisible– es la trascendencia, Dios. Y Rosa Melo, “con su quietud en las afueras y su hambre interior” al dialogar con el silencio, admite en algunos de sus versos que: Si Dios entrega el sueño oscurece más la noche / El sueño pierde su dominio / El cuerpo cansado duerme / La mente activa sueña / ¿Deja de ser pensamiento? / El sueño es la conciencia ya vivida/ Telón del pensamiento/ Y ¿quién mueve los hilos de la mente que abarca que no encuentra la búsqueda del Ser?
Y le responde Rilke:

-Cada poeta lleva su lenguaje respondiendo a lo infinito de su ser en transparencia.

Y en Rosa, ocurre su ser en transparencia, agrego yo. Por ser Calígrafa de sueños, Noctámbula como Ida Gramcko, de un modo amable como Érato. Por pesar las palabras en el tamiz de organza que anuda el cielo con la tierra. Por su mantenerse atenta al chispazo del pensamiento. Por su agilidad para atrapar lo que éste le dicta en forma de versos –ya cuajados en su interior– y transcribirlos a la blanca página en noches de largo insomnio.

domingo, 26 de septiembre de 2010

AQUILES NAZOA


AQUILES NAZOA
Nace en Caracas el 17/5/1920 - Muere en la Autopista Caracas-Valencia el 25/4/1976

Escritor, periodista, poeta y humorista, cuya obra proyecta los valores de la cultura popular venezolana. Nació en la barriada caraqueña de El Guarataro, en el seno de una familia de escasos recursos económicos. Fueron sus padres Rafael Nazoa, jardinero y Micaela González. A los 12 años empieza a trabajar para ayudar a su familia, completando su formación a través del estudio autodidacta. Entre 1932-1934 se desempeñó en múltiples oficios tales como aprendiz de carpintería, telefonista y botones del hotel Majestic de Caracas y empleado de una bodega, hasta que entra a trabajar en el diario caraqueño El Universal hacia 1935; donde trabaja como empaquetador, luego pasa al archivo de clisés y finalmente aprende tipografía y corrección de pruebas. Por este tiempo aprendió a leer el francés y el inglés, lo que le permitió en 1938, obtener un puesto como guía turística en el Museo de Bellas Artes. Durante este período fue enviado como corresponsal de El Universal a Puerto Cabello, donde colabora en el diario El Verbo Democrático. Un artículo suyo en el que critica la indolencia de las autoridades locales en la erradicación de la malaria, le acarrea una demanda del Concejo Municipal de Puerto Cabello y su posterior encarcelamiento en 1940.
Luego de ser liberado regresa a Caracas, donde ingresa a trabajar en la emisora Radio Tropical y mantiene en El Universal una columna titulada «Por la misma calle». Durante este tiempo es incorporado al diario Últimas Noticias, comenzando a publicar sus poemas humorísticos en la sección «A punta de lanza», firmada con el seudónimo «Lancero». También en este período se incorpora al semanario satírico El Morrocoy Azul donde desarrolla sus dotes como humorista, publicando con el seudónimo de «Jacinto Ven a Veinte», sus poemas Teatro para leer. A partir de agosto de 1943, empieza a colaborar en el diario El Nacional. En 1945, aparece en Caracas su libro El transeúnte sonreído. Durante estos años, colabora igualmente en las revistas Élite y Fantoches, la segunda de las cuales dirige por cierto tiempo. En 1948 obtiene el Premio Nacional de Periodismo en la especialidad de escritores humorísticos y costumbristas. 2 años después aparecen sus libros El Ruiseñor de Catuchey Marcos Manaure, idea para una película venezolana, con prólogo de Juan Liscano. En 1953, el Morrocoy Azul pasa al control del gobierno, lo que ocasiona que Aquiles Nazoa y otras periodistas colaboren con la revista humorística El Tocador de las señoras. Sin embargo, al hacerse más difícil la situación política, Nazoa decide marchar al exilio (1955-1958).
De regreso a Caracas, colabora en la revista Dominguito, fundada en febrero de 1958 por Gabriel Bracho Montiel y en marzo de 1959, crea junto a su hermano Aníbal la publicación humorística, Una señora en apuros; de la que sin embargo no llegaron a salir sino unos pocos números. Una situación similar aconteció con El fósforo, aparecido en noviembre de 1960, en el cual su nombre encabezaba la lista de los editores; en definitiva tanto ésta última revista como Dominguito fueron clausuradas por las autoridades gubernamentales a fines de 1960. Ese mismo año, aparece en Caracas su libro de poemas Caballo de manteca y, a partir de ese momento, sus obras dentro del género poético (ediciones, reediciones, antologías) se hacen más abundantes y son recogidas en la compilación Humor y amor de Aquiles Nazoa, publicada en 1970. Además de sus obras relacionadas con la poesía, Nazoa produjo trabajos en prosa que incluyen especialmente su ensayo de 1961, Cuba, de Martí a Fidel Castro; Caracas, física y espiritual (Caracas, 1967), que ganó ese mismo año el Premio Municipal de Literatura del Distrito Federal y trabajos de crítica de arte (Mirar un cuadro, Humorismo gráfico en Venezuela); así como numerosas conferencias de divulgación cultural. También en 1966 publicó una compilación titulada Los humoristas de Caracas. Durante la década de los 70, además de preparar libros como La vida privada de las muñecas de trapo, Raúl Santana con un pueblo en el bolsillo y Leoncio Martínez, genial e ingenioso (publicado después de su muerte), dicta charlas y conferencias, mantiene un programa de televisión titulado Las cosas más sencillas y proyecta la formación de un grupo actoral que pusiera en práctica el «Teatro para leer». Muere en un accidente de tránsito en la autopista Caracas-Valencia. En su memoria se creó por proposición de Pedro León Zapata, la cátedra libre de humorismo «Aquiles Nazoa», inaugurada el 11 de marzo de 1980.

Poemas


Balada de Hans y Jenny
Verdaderamente, nunca fue tan claro el amor como cuando Hans Christian Andersen

amó a Jenny Lind, el Ruiseñor de Suecia.

Hans y Jenny eran soñadores y hermosos, y su amor compartían como dos colegiales

comparten sus almendras.

Amar a Jenny era como ir comiéndose una manzana bajo la lluvia.

Era estar en el campo y descubrir que hoy amanecieron maduras las cerezas.

Hans solía contarle fantásticas historias del tiempo en que los témpanos eran

los grandes osos del mar.

Y cuando venía la primavera, él le cubría con silvestres tusílagos las trenzas.

La mirada de Jenny poblaba de dominicales colores el paisaje.

Bien pudo Jenny Lind haber nacido en una caja de acuarelas.

Hans tenía una caja de música en el corazón, y una pipa de espuma que Jenny le diera.
A veces los dos salían de viaje por rumbos distintos.

Pero seguían amándose en el encuentro de las cosas menudas de la tierra.

Por ejemplo, Hans reconocía y amaba a Jenny en la transparencia de las fuentes

y en la mirada de los niños y en las hojas secas.

Jenny reconocía y amaba a Hans en las barbas de los mendigos

y en el perfume del pan tierno y en las más humildes monedas.

Porque el amor de Hans y Jenny era íntimo y dulce

como el primer día de invierno en la escuela.

Jenny cantaba las antiguas baladas nórdicas con infinita tristeza.

Una vez la escucharon unos estudiantes americanos,

y por la noche todos lloraron de ternura sobre un mapa de Suecia.

Y es que cuando Jenny cantaba, era el amor de Hans lo que cantaba en ella.

Una vez hizo Hans un largo viaje y a los cinco años estuvo de vuelta.

Y fue a ver a Jenny y la encontró sentada, juntas las manos, en la actitud tranquila de una muchacha ciega.

Jenny estaba casada y tenía dos niños sencillamente hermosos como ella.

Pero Hans siguió amándola hasta la muerte, en su pipa de espuma

y en la llegada del otoño y en el color de las frambuesas.

Y siguió Jenny amando a Hans en los ojos de los mendigos

y en las más humildes monedas.

Porque verdaderamente, nunca fue tan hermoso el amor

como cuando Hans Christian Andersen amó a Jenny Lind,

el Ruiseñor de Suecia.

CREDO

Creo en Pablo Picasso, Todopoderoso, Creador del Cielo de la Tierra;
creo en Charlie Chaplin, hijo de las violetas y de los ratones,
que fue crucificado, muerto y sepultado por el tiempo,
pero que cada día resucita en el corazón de los hombres,
creo en el amor y en el arte como vías hacia el disfrute de la vida perdurable,
creo en el amolador que vive de fabricar estrellas de oro con su rueda maravillosa,
creo en la cualidad aérea del ser humano,
configurada en el recuerdo de Isadora Duncan abatiéndose
como una purísima paloma herida bajo el cielo del mediterráneo;
creo en las monedas de chocolate que atesoro secretamente
debajo de la almohada de mi niñez;
creo en la fábula de Orfeo, creo en el sortilegio de la música,
yo que en las horas de mi angustia vi al conjuro de la Pavana de Fauré,
salir liberada y radiante de la dulce Eurídice del infierno de mi alma,
creo en Rainer María Rilke héroe de la lucha del hombre por la belleza,
que sacrificó su vida por el acto de cortar una rosa para una mujer,
creo en las flores que brotaron del cadáver adolescente de Ofelia,
creo en el llanto silencioso de Aquiles frente al mar;
creo en un barco esbelto y distantísimo
que salió hace un siglo al encuentro de la aurora;
su capitán Lord Byron, al cinto la espada de los arcángeles,
unto a sus sienes un resplandor de estrellas,
creo en el perro de Ulises,
en el gato risueño de Alicia en el país de las maravillas,
en el loro de Robinson Crusoe,
creo en los ratoncitos que tiraron del coche de la Cenicienta,
el beralfiro el caballo de Rolando,
y en las abejas que laboran en su colmena dentro del corazón de Martín Tinajero,
creo en la amistad como el invento más bello del hombre,
creo en los poderes creadores del pueblo,
creo en la poesía y en fin,
creo en mí mismo, puesto que sé que alguien me ama.

AMOR, CUANDO YO MUERA...

Amor, cuando yo muera no te vistas de viuda,
ni llores sacudiéndote como quien estornuda,
ni sufras «pataletas» que al vecindario alarmen,
ni para prevenirlas compres gotas del Carmen.

No te sientes al lado de mi cajón mortuorio
usando a tus cuñadas como reclinatorio;
y cuando alguien, amada, se acerque a darte el pésame,
no te le abras de brazos en actitud de ¡bésame!

Hazte, amada, la sorda cuando algún güelefrito
dictamine, observándome, que he quedado igualito.
Y hazte la que no oye ni comprende ni mira
cuando alguno comente que parece mentira.

Amor, cuando yo muera no te vistas de viuda:
Yo quiero ser un muerto como los de Neruda;
y por lo tanto, amada, no te enlutes ni llores:
¡Eso es para los muertos estilo Julio Florez!

No se te ocurra, amada, formar la gran «llorona»
cada vez que te anuncien que llegó una corona;
pero tampoco vayas a salir de indiscreta
a curiosear el nombre que tiene la tarjeta.

No grites, amada, que te lleve conmigo
y que sin mí te quedas como en «Tomo y obligo»,
ni vayas a ponerte, con la voz desgarrada,
a divulgar detalles de mi vida privada.

Amor, cuando yo muera no hagas lo que hacen todas;
no copies sus estilos, no repitas sus modas:
Que aunque en nieblas de olvido quede mi nombre extinto,
¡sepa al menos el mundo que fui un muerto distinto!

Marilyn en la morgue

En el año ya lejanísimo
Mil novecientos treinta y dos,
Cuando en las últimas pianolas
Rodaba aún el charlestón
Y en las pantallas fulguraba
La mirada de Clara Bow,
Y mi hermana tenía un novio
Que había estado en Nueva York
Y yo tenía doce años
Y era un muchacho soñador
Y me bastaba verlo a él
Con su flagrante traje sport
-saco a rayas, gorra a cuadros,
Pantalón a lo Harold Lloyd-,
Y oí narrar sus aventuras
De fogonero
En un vapor
Y lavaplatos en Maniatan
Y bailarín de un music hall;
En esa época que digo
-¡era en el año treinta y dos!-
Ah me bastaba sólo eso
-¡yo era el tonto que aún soy!-
Para subirme a mis ensueños
Como quien sube a un ascensor.
Desde entonces ando en el mundo
Como anduviera Dreamy-Boy,
Viviendo en sueños la aventura
Que la vida nunca me dio.
Visto harapos de vagabundo,
Mi equipaje es mi corazón,
Viajo en los trenes de noche,
No tengo un diez para un hot dog,
Pero mastico mi esperanza
Como quien masca un chewing-gum
Y si me mata la tristeza
Echo una estrella en el juke box.
Nadie me espera, como nadie
Cuando salí me dijo adiós.
De dónde vengo no me importa
Como tampoco a dónde voy.
Cierto que soy un muerto de hambre,
Un vagabundo, un polizón,
Con el sombrero agujereado
Y los zapatos sin cordón,
Pero quien niega que soy libre,
Que soy tan libre como Ford
Y que a mis pies tengo la tierra
Como un magnífico balón
Para jugar al football-rugby
Y así olvidar de que soy:
De que soy un hombre sin casa,
Un hombre paria, un Dream-Boy,
Un John Smith desamparado
De quien se ha olvidado el amor,
Un prisionero de ciudades
Que a sí mismo se encadenó
Y que se arrastra por los trenes
De una prisión a otra prisión.
Y aquí está América a mis pies
Como un magnífico balón;
Puedo jugar con ella al rugby
O, si prefieren, al béisbol.
Un Rockefeller es el pitcher
Y un Rockefeller es el coach.
Pero juguemos a otra cosa,
Porque soy mal jugador,
Y lo que quiero con América
Es encontrarle el corazón.
Por hallárselo ando rodando de la Florida a Nueva York.
En Alcatraz viví cien años,
Tuve una novia en Oregón,
En Carolina fui John Brown
Y en Alabama fui Jim Crow;
En Chicago fui caletero
Y en Amalfi morí de amor;
Fui bailarín en Nueva Orleáns
Allá en el año treinta y dos,
Y ahora en un tren de madrea
Voy de Pittsburg a Nueva York
Con la esperanza ya perdida
De descubrir en cuál rincón
Dejó la América de Lincoln
Olvidando su corazón.
Qué contaré cuando regrese
A aquel mundo del treinta y dos
Cuando bastaba que mi amigo
Me saludara: -Hello boy-
Para que yo, muchacho tonto
Hiciera igual que Dream Boy
Y me subiera a mis ensueños
Como quien sube a un ascensor,
Para llegar a un mundo mágico
En donde estaba Nueva York
Ah, Marilyn, tu cruel América
Tu desdichada gran nación
Te ha destrozado entre sus manos
Como un paquete de pop corn.
Y allí estás, pálida manzana
Bajo tu luna de neón.

UN SAINETE O ASTRAKAN DONDE EN SUBIDOS COLORES
SE LES MUESTRA A LOS LECTORES LA TORTA QUE PUSO ADAN

ACTO I
El drama pasa en el cielo
y en los tiempos patriarcales
en que Adán era un polluelo
y el mundo estaba en pañales.

Al levantarse el telón
es San Miguel quien lo sube;
llega Dios en una nube
y así empieza la cuestión.

DIOS
-Hecha la Tierra y el Mar
y el crepúsculo y la aurora,
me parece que ya es hora
de acostarme a descansar.

SAN MIGUEL
-¿Terminasteis el Edén?

DIOS
-Hombre, claro, por supuesto,
y aunque peque de inmodesto.
me parece que está bien.

Es sin duda lo mejor
de cuanto hasta hoy he creado:
tiene aire acondicionado
y un río en technicolor.

Y como el clima lo favorece
todo allí crece
que es un primor:
se dan auyamas,
se dan chayotas
y unas papotas
de este color.

SAN MIGUEL
A propósito, Señor,
empeñado en sostener
hoy con vos una entrevista,
por aquí estuvo el nudista
que fabricasteis ayer.

DIOS
-¿Nudista? ? Debe haber
alguna equivocación;
yo ayer hice el cigarrón,
el picure y el cochino,
pero ninguno anda chino;
todos tienen pantalón.

SAN MIGUEL
-Señor, olvidáis a Adán,
el animal de dos patas;
el que vive entre las matas
como si fuera Tarzán.

DIOS
-¡Ya recuerdo!... El ejemplar
que fabriqué con pantano
y a quien el nombre de humano
le di por disimular.

(Risueño)

La intención que tuve yo
fue fabricar un cacharro,
pero estaba malo el barro
y eso fue lo que salió.

SAN MIGUEL
-Y bien, ¿hablaréis con él?

DIOS
-Llamádmelo, por favor.

SAN MIGUEL
(at the telepone)

-¡Atención, operador!
Conecte con el Vergel,
y avísele al Tercio Aquel
que lo llama el Director.

OPERADOR
-Estés en tierra o en mar,
deja, Adán, cuanto te ate
y acomódate en el bate
que el Viejo te quiere hablar!

ACTO II
Ahora pasa la acción
al jardín del Paraíso,
donde Adán, ya sobre aviso
recibe al Viejo en cuestión.

EL VIEJO

-Adán, ¿qué quieres de mí?

ADAN
-Oh Señor, qué he de querer,
¡que me consigas mujer
o me saques de aquí!

DIOS
-¿No te gusta este lugar?

ADAN
Tiene magníficas cosas:
las frutas son deliciosas
y el clima muy regular:

tiene animales
de los más finos:
sólo cochinos
hay más de cien.

Y en cuanto a plagas
esto es muy sano:
sólo hay gusano,
chipo y jején.

Pero aunque no tenga igual
ni en belleza ni en salero,
mientras yo viva soltero
le falta lo principal.

DIOS
-Entonces no hay más que hablar.
Si quieres una señora,
ponte de rodillas, ora
y acomoda el costillar.

(Tras esta declaración
y sin conversarlo mucho
pela Dios por un serrucho
y empieza la operación).

DIOS

-Hágase en un santiamén
la criatura encantadora
que va a coger desde ahora
por el mango la sartén!

(Y del costado de Adán
sale su joven esposa:
la joven pecaminosa
de quien los siglos dirán
que por estar de golosa
perdió el perro y perdió el pan).

ACTO III
Adán se casó con Eva,
y con sus pocos ahorros.
se compraron dos chinchorros
y alquilaron una cueva.

Y a la siguiente semana
ya arreglados sus asuntos,
salieron a darle juntos
una vuelta a la manzana.

Y fue en aquella ocasión,
fue en aquel triste minuto,
cuando encontraron el fruto
que causó su perdición.

EVA
-¿Qué fruta es esa
color granate?
¿Será tomate?
¿Será mamón?

ADAN
-Ni son naranjas
ni son limones.

EVA
-¿Y pimentones?

ADAN
-¡Tampoco son!

EVA
-La mata en su ramazón,
a la de almendrón imita.

ADAN
-¿Almendrón? ¡Qué va, mijita!
¡Yo conozco el almendrón!

(Eva se acerca al manzano,
pero al estar junto a él,
con un machete en la mano
la detiene San Miguel).

SAN MIGUEL

-Si no queréis que lejos
os boten del jardín
oíd estos consejos
que os doy en buen latín.
Podéis comer caimito,
batata y quimbombó,
cambur y cariaquito,
¡pero manzana no!
Y el que haga caso omiso
de tal prohibición,
saldrá del Paraíso
lo mismo que un tapón.
(Se evapora San Miguel
y entonces sale una fiera
semejante a la manguera
de una bomba Super-Shell).

MANGUERA
-No le hagas caso, mujer,
si quieres comer manzanas
no te quedes con las ganas,
que nadie lo va a saber.
(Y al probar Eva el sabor
del fruto que tanto ansiaba,
se vuelve pájara brava,
por no decir lo peor).

EVA
-¡Quiero joyas
y oropeles!
¡Quiero pieles
y champán!
¡Quiero viajes
por Europa!
¡Quiero sopa
de faisán!
¡Quiero un novio
que se vista!
¡No un nudista
como Adán;

(Aplaude alegre el reptil,
Eva baila con un oso
y Adán está más furioso
que un loco en ferrocarril).

Sale Adán junto a la fuente
jugando con un rana,
diversión intrascendente
muy propia de un inocente
que no ha comido manzana.

Y es aquí cuando Eva
llega con un traje tan conciso,
que se le ve El Paraíso
por la parte de La Vega.

EVA
-Adán, ¿por qué tan callado?
Dime, amor, ¿qué te resiente?

ADAN
-Que entre tú y esa serpiente
me tienen muy disgustado.

EVA
-¡Pero si todo es en chanza!
¡Y esa culebra es tan mansa
como el caballo y la cebra...!

ADAN
Pero para ser culebra
le has dado mucha confianza.

(llorando)

Yo soy tu burla, tu guasa,
y en cambio con la serpiente,
te muestras tan complaciente
que ella es quien manda en la casa.

(filosófico)

¡Eso es lo triste y lo cruel
de la amistad con culebra
que si uno les da una hebra
cogen todo el carretel!

EVA
-Bueno, Adán, aquí hay manzana.

ADAN
-¡No quiero!

EVA
-¿Por qué, negrito?

ADAN
-Porque no tengo apetito
ni me da mi perra gana!

EVA
-Un pedacito ... Sé bueno ...
Pruébala ... ¡Sabe a bizcocho!

ADAN
-No puedo. Comí topocho
y a lo mejor me enveneno ..

(Furiosa, escupiendo plomo;
Eva coge un arma nueva
y antes de que Adán se mueva
se la sacude en lomo).

EVA
-¡Vamos, Adán, no más plazos!
Aquí tienes dos docenas:
¡Te las comes por las buenas
o te las meto a escobazos!

ADAN
-Bueno, sí, voy a comer:
pero no arriesgues tu escoba,
mira que el palo es caoba
y es muy fácil de romper.

(Y arrodillándose allí,
como un moderno cristiano,
coge la fruta en la mano
se la come y dice así)

ADAN
-Por testigo pongo a Dios
de que si comí manzana,
la culpa es de esta caimana
pues me puso en tres y dos!

(come llorando)

LA VOZ DEL VIEJO:
-Pues transgredisteis así
mis órdenes oficiales,
¡Amarrad los macundales,
y eso es saliendo de aquí!

AUTOR:
Y así acaba el astrakán
donde en subidos colores
se les mostró a los lectores
la torta que puso Adán".

jueves, 16 de septiembre de 2010

ACCIÓN POÉTICA ÁLBUM DE CONTACTOS / EL OJO ERRANTE



La acción poética del Ojo Errante , asumirá una de las mayores virtudes de la POESIA, como lo es la desnudez de la palabra. La palabra elegida y asumida en un coro de voces plurales para corporizar al poema, al propio y al de otros, venezolanos y del mundo, con un hilo conductor establecido colectivamente. Ofreceremos al público un abanico muy amplio de voces poéticas que han abordado la imagen a partir de ese sentido, en una experiencia que expondremos a manera de páginas de un Álbum de contactos, para y con el público

Los integrantes del Ojo Errante que participarán son: Anabela San Vicente , DMargot Baptista, Georgina Ramírez, Héctor Anibal Caldera, Héctor Vera, Hildegart Acosta, Ligia Colmenares, Marcia reverón, Rubén Ackerman, Ruth Hernández, Tere Casa, y Edda Armas.

Se presenta a continuación una muestra de algunos versos protagonistas en este espacio:

ºººººººººº

El hueco de tu almohada tendrá un olor a nido
José Pedroni

La casa nos ofrece el color de los cielos, el olor de
las huellas y los rastros,
Elizabeth Schön

olor de té marchito
en las burbujas de la risa.
Diego Fortunato

el acre aroma de frutas descompuestas
y el color sin color de la miseria.
Eugenio Montejo

Oscuro olor de pan
traía la alacena
Belkys Arredondo Olivo

Vivía en las alturas y aspiraba el olor de los paisajes
Wislawa Szymborska

Espero el poema,
su olor difícil
en la pulpa del deseo
Julio Miranda

Hay tardes en que todo
huele a enebro quemado
y a tierra prometida.
Antonio Gala

Ignoro el alcance de tu olor, pero sé que has estado
en todos mis puntos de partida, envolviéndome,
Rafael Cadenas

Tu olor reconquista el estremecimiento.
Rafael Cadenas

el olor sideral de la flor del café,
el sabor azul de la vainilla,
me detienen en el fondo del día.
Vicente Gerbasi

Tiempo, transpiras olor a tormenta.
Rafael Cadenas

La tierra húmeda huele profunda y oscura.
Alejandro Oliveros

Las flores nacidas anoche han desaparecido
Y sólo cuelgan con olores tristes de los gajos.
Ramón Palomares

Toma el perfume entre las manos y échalo lejos,
Lejos, donde haya un hacha y un árbol derribado.
Ramón Palomares
así,
nacemos
así,
comenzamos a tomar el aroma
de los buenos días
Milagro Haack

Cuánto cuesta abandonarte, lavarme
de tu olor, quitarme las huellas de tu peso
Almudena Guzmán

Todo te daré: mar, luz, aroma
Darío Lancini

amor imposible convertido en perfume.
Darío Jaramillo Agudelo

un aroma te rescata,
amor imposible de otro hotel remoto
Darío Jaramillo Agudelo

Este perfume intenso de tu carne
Salvador Novo

y pienso en el perfume
que de nuevo me hiere
aunque el jazmín no exista.
Meira Delmar

Con membrillos maduros
Perfumo los armarios.
Juana de Ibarbourou

Huelo a muerte en estos días, huelo a olvido,
a poema inacabado, a tristeza, a pecado.
Gonzalo Osses A Vilches

La carne con olor a tierra
conoce la plegaria
contra los mensajeros de lo irreal
Homero Aridjis

Es olor de piel humedecida
con lengua de gato negro.
Carolina Escobar Sarti

¡Qué tristeza de olor de jazmín!
Juan Ramón Jiménez

El olor de tu mirada
espía perdigueramente
mi deseo.
Carolina Escobar Sarti

Las flores sin perfume deben el llamarse flores a las flores perfumadas.
Antonio Porchia

Tiene toda mi ropa
Un aroma frutal que da a mi cuerpo
Un constante sabor a primavera.
Juana de Ibarbourou

Huelo a guerra en Medio Oriente, a delirio en Occidente,
a luna talada, a deseo insatisfecho,
a ensoñación castrada.
Gonzalo Osses A Vilches

Huelo a lejanía del mar, huelo a censura,
a amores descompuestos, a la lujuria del cura.
Gonzalo Osses A Vilches

He sido criado en el olor de la tierra,
del trigo y del vino nuevo.
Henri Bosco

Tú me habitas,
aroma arrebatado
que por mí te despliegas,
Vicente Aleixandre

Huelo mal, como a fracaso, como a podrido,
como a derrumbe y nostalgia,
como a hambre de esperanza.
Gonzalo Osses A Vilches

Es olor de pan caliente
hecho en horno de leña
que se enreda en mi cabello
Carolina Escobar Sarti

yo quisiera en perfume convertirte,
Salvador Díaz Mirón

Ese olor de tu mirada
me lo he llevado puesto
Carolina Escobar Sarti

Perfume de gardenia tiene tu boca
Rafael Hernández

Huelo a un animal que sólo yo conozco.
Roque Dalton
Un súbdito obtiene su trono de aquel aroma antiguo
emanado de los anacarados relieves de escudos
y lanzas.
Elizabeth Schön

Por un túnel en donde se mezclan ciudades, olores,
tapetes, iras y ríos, crece la planta del poema.
Álvaro Mutis

Perfume de mar
roza la noche quieta
blancos misterios.
Maité Ayala

Pequeñas huellas, el olor del rebaño
aún en el aire.
Susana Benet

Huelen las horas a naranjos en flor.
No tengo prisa.
Susana Benet
El olor no se nos va nunca.
Edda Armas

La flor penetra la noche con su filoso néctar púrpura.
Edda Armas

Un ojo y un paisaje dentro es mi olfato cuerpo.
Edda Armas

Si el olor te llega mancha los papeles.
Edda Armas

Erizados permanecemos en el néctar de la flor.
Edda Armas

Color y aroma entre mis manos.
Han florecido los rosales.
Aída Flores Escalante

El hombre volverá a su estado de planta
De nariz trepadora/ de pájaro errante.
Enrique Gómez Correa

Asciendo como topo hacia un aire
que huele mi vista, el ojo de mi olfato.
Joaquín Pazos

...y su olor es a durazno y membrillo
y con una o dos de ellas huele toda la casa...
Ernesto Cardenal

Yo huelo a ti.
Me persigue tu olor, me persigue y me posee.
Darío Jaramillo Agudelo

No es este olor un perfume sobrepuesto sobre ti,
no es el aroma que llevas como una prenda más:
Darío Jaramillo Agudelo

A veces un aroma delgado como de agua,
como de nube o lluvia; a veces un violento
perfume que recuerda la piel de una gacela
Josefa Parra

Por el olor del mar inmenso y el olor del pan caliente.
Paul Èluard

Aquí donde las llamas se alzan
de los tarros de basura,
y los sin casa duermen de pie
Charles Simic

Ya no aguanto más el olor a muerto
Cristina Peri Rosi

Toda nomenclatura es triste.
Huele a campos tapiados,
a cadenas de lúgubres adioses,
a pisadas que aplastan,
a papeles manchados,
a descarnadas corrosiones.
Roberto Juarroz

Mi ensueño que se complace en martirizarme
se embriagaba sabiamente con el perfume de tristeza
Stephane Mallarmé

dejando siempre, de sus manos mal cerradas,
cien blancos ramilletes de estrellas perfumadas.
Stephane Mallarmé
Ser como la hora de las barcas en las noches de enero,
que se adormecen entre narcisos y faros.
Antonio Colina

a veces aleteaba en su hombro dejando caer
un dulce sonido a naranjos azules girando por el cielo
Juan Gelman

Ni la esencia me cabe
de una flor
Todavía estoy
olorosa a tu voz,
a mano tierna
María Calcaño

Por qué tendré esta gana
de flores
María Calcaño

la confusión de un aroma
que emigra de una flor
y se va a perfumar un pensamiento
Roberto Juarroz

Eres una rama de tilo donde el silencio florece
Sophia de Mello

El perfume de las algas sacia el aire
y las ramas se recuestan sobre las ventanas
Sophia de Mello

Alguna vez estuve, quizás regrese aún, a orillas de la paz,
como una flor que mira correr su bello tiempo junto al brazo de un río.
Olga Orozco

He conseguido ver el resplandor con que te llevan cuando te persigo;
he aspirado también, señor de las plantaciones y las flores,
el aroma narcótico con que me abrazas desde un rincón vacío de la casa
Olga Orozco