jueves, 7 de abril de 2011

Mairym Cruz-Bernal / Puerto Rico


Mairym Cruz-Bernal, Poeta, ensayista puertorriqueña (1963). Nació en Mayagüez, una ciudad al oeste de la isla de Puerto Rico. Presidenta del PEN-Puerto Rico. Dirigió desde el 1993 al 1999 el Grupo Puertas: Movimiento artístico-literario de fin de siglo. Presidió el V Encuentro Internacional de Escritoras en Puerto Rico, evento realizado en abril de 2003 donde más de 300 escritoras firmaron un manifiesto por la paz, el 3 de mayo de 2003, cuando la marina de guerra de los Estados Unidos salió de la isla de Vieques. Estudió un B.A. en Psicología en Loyola University, New Orleáns (1983), y una Maestría en Escritura Creativa, Vermont College, Norwich University (1994). Sus poemas han sido traducidos al macedonio, árabe, croata, eslovenio, italiano, portugués, inglés, alemán, francés y polaco. Mairym Cruz-Bernal vive en San Juan, Puerto Rico, es Asesora de los Encuentros Internacionales de Escritoras, movimiento itinerante por los países hispano parlantes. Es miembro honorario del Círculo de Escritores de Venezuela, y alianzas de amistad con la Union de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y la Sociedad de Escritores de Chile (SECH).

Publicaciones: -Ejército de rosas, Antología de poetas puertorriqueñas vivas, Compiladora Mairym Cruz-Bernal, Boreales Editores, San Juan, Puerto Rico, 2011-Ese lugar bajo mi lámpara, edición enumerada y firmada por la autora, San Juan, 2010 -Canción de una mujer cualquiera, Diosa Blanca, Caracas, 2008; edición virtual Letra & Pixel, 2009.-Ensayo sobre las cosas simples, Común Presencia, Col. Los Conjurados, Bogotá, 2006 -Alas de Islas, Oveja Negra, Bogotá, 2003-Querida amiga, querido amigo, co-autora con el cantante Danny Rivera, Isla Negra Editores, San Juan, 1999. -Encajes negros, Casa del Poeta Peruano, Lima, 1999. -Ojo de loba, plaquette, Casa del Poeta Peruano, Lima, 1998.-Soy dos mujeres en silencio que te miran, Torremozas, Madrid, 1998. -Cuando él es adiós, La Editorial Universidad de Puerto Rico, San Juan, 1997. -On Her Face the Light of La Luna, Provincetown Arts Press, Provincetown, 1997. -Ballad of The Blood/Balada de la sangre, Editora y Traductora al inglés de la poesía de la cubana María Elena Cruz Varela, Ecco Press-HarperCollins, Nueva York, 1995. - Poemas para no morir, Mairena, San Juan, 1995.


Bendita sea mi lámpara


Bendita sea mi lámpara

ella no me humilla como los rayos del sol.

Gabriela Mistral


Apaga la luz para encenderme

ensayar con la palabra o la flor

gritar un verso como si fuera parir

pero primero quiero ser polvo, rocío

algo pequeño pequeñito

que no exista

cosa que vuele o agua que el sol

en su empeño de amanecer tanto

no pueda evaporar

ser un beso de agua en el mar

la silueta de un río

una lluvia cortada en llanto sin gemido

bañarme en mí siendo minúscula

apenas vista menos amada

ser nada en el empeño errante de ser más

ser viento

ese es el milagro

no tener alma

agua, viento, ser una copa de luz

que nada diga

trenza hermosa que amarra mi cuello

y ahoga el grito

qué locura me impide ser la asesina de mí misma


Estatuas


Ante tantas estatuas quién iba a notar que yo respiraba


Cielopájaro


...me duele una mujer en todo el cuerpo

Borges


El sol hace su nido azul en el cielo

tanta belleza duele

las nubes se acumulan

mitad cielo de espuma

mitad pájaro

no termina el sol de descender

Cielopájaro se duele conmigo

parece extrañamente quieto

como si el mismísimo universo gritara que te espera

mi corazón se ha detenido

mis manos no parecen pegadas a mi cuerpo

me tocan obscenamente

todo cielo es oro fulminante

oro oro como una oración que implora

juro que lo estoy viendo

oro azul

espuma que traga

gran boca que se abre al horizonte

desciende el sol

asciendo a los infiernos

el fuego no puede quemar todo lo que de fuego tengo

escucha tras el huevo este gran grito

rojo ahora está rojo el firmamento

la laguna adquiere sus tonos violentos

estoy más sola con la belleza de la Tierra

el sol ensangrentado

su caída se lleva mi penúltimo suspiro

cuántas caídas más podré vivir

el rojo disuelve mi visión de aguas

lo traga el mar el mar

todo lo traga

menos tu nombre tu nombre

es mi camino

comienza la oscuridad

aquello ha descendido

hemos muerto otra vez

para qué quiero mi manos

me duele un hombre en todo el cuerpo


martes, 5 de abril de 2011

Ricardo Ramírez / Venezuela


Ricardo Enrique Ramírez Requena (Ciudad Bolívar 1976). Es Licenciado en Letras por la Universidad Central de Venezuela (2008) institución en la que finaliza actualmente el último semestre de la Maestría en Literatura Comparada. Se desarrolló como Librero principal de El Buscón Librería de Ocasión desde Mayo 2004 a agosto 2008. Se ha desempeñado como profesor de Lenguaje en la Universidad Simón Bolívar. Ha participado como colaborador con reseñas, narraciones y crónicas en los blogs: elapendicedepablo.blogspot.com y ficcionminima.blogspot.com, y en los portales de Relectura.org y Ficciónbreve.org, y en revistas en Venezuela y México. Actualmente se desempeña como profesor de Literaturas Occidentales en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela y de Literatura en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Monte Ávila.


Cuerpo de mujer

1


Cuando el cuerpo habla, las palabras que lo nombren se deben ante él. Debe darnos aquello que enuncia en sus olores, el sabor del lugar del que procede. Cada cuerpo habla a otros como a sí mismo: despierta rechazos y acercamientos, dudas y certezas, epifanía y desconcierto. Así la palabra con el cuerpo: le habla desde su doblez y su carencia, su dulzura y sus aciertos. Cada palabra se levanta, se lava, suda, se perfuma desde el espejo del otro. Lleva un ritmo dictado por el cuerpo, que se abre sincero.


2


Me miras cuando ya no miro. Llevas tus talentos de hembra: calculas, haces pronósticos, observas mis hábitos, me juzgas, reconoces lo que te agrada. Imaginas cuanto costaría hacerme a tu cuerpo. Uno voltea y te sabe observando, con ese calidoscopio que es tu mirada de mujer. Uno habla y volteas tu ahora, oteando ese punto infinito que ustedes miran cuando decantan lo que decimos, la cara de bolsa con que uno se suelta. Incluso observas a quien me mira, ves la expresión de ella, ves de arriba abajo si podría ser o no tu competencia. Llevas una balanza en donde me pesas. Revisas tus bolsillos, tus monedas. Como ves, uno también se sabe presa.


4


Mejor no hacer nada. El demonio está aquí pero duerme. Los labios no están prestos y se secan. Mejor recojo tu humedad, acerco el fuego y respiro sus vapores arcada tras arcada. Mejor no hacer nada, solo eso. Los labios se prestan solos y humedecen. El demonio duerme siempre tibio. Vivo animal en su reposo.


5


Los labios resguardan a la mueca o a la risa, el aliento tibio y la longitud incalculable y húmeda de su lengua. Por los labios los hombres juzgamos cosas: su delgadez, la paridad entre el superior y el inferior, la tersura, el grosor. Los sabios significan una boca grande o pequeña, una sonrisa franca y abierta o pequeña e íntima. Son los labios analogía y metáfora de su propio cuerpo, de su color, su fragilidad. Ambos son reflejo de los otros, ambos se empapan o se secan deacuerdo al movimiento correcto. Se abren, muestran el oscuro fin en donde hacer casa y entonan serenos la más perfecta de las palabras: aquella que a veces, llenos de torpeza, no logramos escuchar, ni siquiera en los estertores del orgasmo.


6


La espera siendo fortaleza, columna que sostiene el abrazo del aire alrededor de los dedos, asidos a unas manos que no encuentro sino en sueños. La llegada tan débil, catarata que se riega por el cuerpo, afuera como adentro, y todo lo dispersa. ¿Hay mayor fragilidad que derramarse?, ¿hay mayor fortaleza que esperar que te derrames? Hazte a la tierra, cócela. Sostenla con tibiera, fórmala. Vendré con mis palabras desde el suelo. Has de este piso en que me esperas un ánfora de tiempo.


7


Las manos de ellas enseñan a tocar. Como ciegas, recorren tu rostro palmo a palmo, secreteándolo. Tocan los ojos, la frente, la nariz, los cañones de la barba, los labios, el mentón. Te apartan y te jalan hacia ella. Son rosadas como salmón o bronceadas. Manos de fregar o de reina, amarillas de nicotina o de mármol, largas de pianista, de palma grande o dedos pequeños, de dedos como estiletes que escriben con sangre en tu espalda. Con unas cortas o no, toman tu mano y la aprietan, la levantan, la acercan, la arrojan de su cuerpo. Con ambas cruzan tu cara con violencia o con calma. Con ellas amasan o firmas cheques de compañía, cambian pañales, hacen Yoga. Dirigen la ciudad con agitación o parsimonia, pintan el aire alrededor. Ellas buscan ser llevadas pero en verdad llevan. En una mano una flor y en la otra una navaja.


8


Uno mira desde lejos un cuerpo y se acerca. El camino desde el lugar en donde estás hasta ese cuerpo se paladea, se respira en sus olores traídos por la brisa. Uno mira desde cerca un cuerpo y se detiene a escucharlo. La boca se ha hecho agua. Sólo hay hambre en esas manos. Pronto viene el devorar.


10


Te desgranas fantasma, ahora, en la mañana. Intento descifrarte y no me dejas ya. Más que un sabio, un enfermo soy de tu olor. Es un círculo en donde lanzo la atarraya en cada calle y espero Del averno a tu olor, y de tu olor al averno.



Última vela


Las mujeres van cayéndose a pedazos, empiezan por los senos que las manos no contienen ya; no levantan más el rabo: sus labios se secan, su piel se seca y endurece en las axilas poblándose de lechos olvidados.


Ante las velas, cada una pide un viejo con quien morirse, que no las toque cuando duerman, que no reproche los vellos en sus cuerpos ni su lectura de sor Juana


Los hombres en cambio nos desplomamos de inmediato, no damos espacio a que el tiempo labore y surque sus espacios. Todo de golpe cae y se hace polvo mientras limpiamos el revólver y colocamos las balas.


Cada tanto tiempo, ella baja a los infiernos a cenar con sus demonios. Desaparece su mirada, su presencia de los días. Anida en sus carbones, los consulta y alimenta con su olvido.


Cuando vuelva, buscará que le espantes el azufre que la envuelve, solo eso. Tus palabras no curarán nada. Aunque la beses, no habrá lluvia entre sus piernas. En tus ojos buscará los parques, los campos de batalla, las lunas que pasan y que vuelven, a el que abandona los hijos, las manadas de perros por las calles, las barbas y la calvicie, los grandes templos, el sol en estos parajes de ferias y de ron, el ardor, la sangre.


Buscará en tus ojos un bastón y tu aroma de sudor viejo, un beso en la frente en las mañanas.


Ahora sabes.


Los hombres, a veces, también aprendemos.

domingo, 3 de abril de 2011

Fernando Sabido Sánchez / España


FERNANDO SABIDO SÁNCHEZ, Peñarroya (Córdoba) España. Año 1950, Poeta y Pintor Abstracto. Libros de poesía publicados: -EL PASO DEL TIEMPO. Año 2007, -LAS DIOSAS ESCONDEN SU SEXO DETRÁS DE LA LUNA. Año 2010, -VIVENCIAS, MENTIRAS Y ALGÚN MATIZ UTÓPICO. Año 2010, -LA MUERTE SIEMPRE CULMINA SU TRABAJO. Año 2011 -Editor de las Antologías poéticas Poetas Siglo XXI y ANTOLOGÍA de la poesía Universal con más de tres mil entradas. -Sus poemas han sido traducidos al inglés, catalán, italiano, rumano, hebreo, ruso y portugués. -Sus poemas están incluidos en antologías poéticas de España, Europa y Hispanoamérica, -Antología de la Poesía Universal Arte poética de André Cruchaga. El Salvador, -Biblioteca Digital Siglo XXI, Revistas literarias que publican sus trabajos: -Antique Children Poetry. Revista de Arte y Cultura. (EEUU), -Alianza Cultural Latinoamericana. Austin (Texas. EEUU), -Alkaid. (España). -Cinosargo. (Chile). -Groenlandia. (España) -Revista Letras Fuengirola. (España). -Revista Oriflama. (España) -El Palabrero Universal. (Colombia). –Letras Salvajes. (Puerto Rico) -Girapoemas de Antaria. Año 2009. -Poetare. It (Italia) -Álora la bien cercada. (España).-La Fragua Universal. (Argentina). -Alpialdelapalabra. (Argentina). –Catapult to Mars. (Escocia) -Analecta Literaria (Argentina). BLOG: http://fernando-sabido.blogspot.com/



ILETRADOS


Cíclicamente sobre la Literatura graznan

cuervos iletrados y las palabras abandonan

horrorizadas la república de Platón

La cultura es usurpada por una monarquía

de analfabetos, de malas hierbas que brotan

en tierras infecundas


¿Qué será de nosotros el día en que a las bestias

salvajes les falte el sustento?


SOLEDAD


En las mujeres que han vivido intensamente

tampoco están las respuestas, las observo

ocultándose en un espanto dramático

o separando los últimos ángulos

con imperceptibles fragmentos de luz


Los ojos del tiempo revelan su desnudez,

si las pregunto sobre el amor, muestran

las heridas del sexo, el perfil del desengaño

y los verdugos


Ahora miran al horizonte confundidas

envueltas en una fe caduca y en su soledad


ME AMARÁ SIN PREJUICIOS LA MUERTE


Amé en secreto muchas veces implorando

pasiones inéditas, rompí escarchas lleno

de esperanza y encontré corazones convexos

Me negaron mujeres de sexualidad imprecisa

y abracé cuerpos desnudos con deseos ajenos,

hasta el siempre prosaico reducto de la infidelidad

alcanzó a rechazarme


Amé labios que me ocultaron la sonrisa,

a mujeres de sexo solidario inmersas en la causa

con una fe ciega y el alma empapada

Amé vírgenes aferradas al dogma de hogueras

pretéritas, a prostitutas y en verdad,

a mi mismo


Podría contar la realidad con palabras

más dulces, si no supiera que algún día

me amará sin prejuicios la muerte


MISILES


I


No llores cuando los malditos

Dancen sobre la tumba de tu libertad


Hazles creer que el ataúd está vacío


II


Ante la Asamblea General

de la ONU

aquel Presidente pronunció

un trascendental discurso


Reconoció el derecho

de los parias de la tierra

a circular libremente

por el Tercer Mundo


III


Cumplí con eficacia

Todos los objetivos

Planté muchos árboles

Escribí varios libros

Tuve hijos

Me queda cavar la tumba


Con una será suficiente


IV


Al inmigrante clandestino

le leen sus derechos

los policías que le detienen

periódicamente

por indocumentado


V


No concibo que crean en los dioses

y se postren ante unos atributos inventados

aunque no inflijan daño a nadie


Sólo a sí mismos


VI


El Dictador

Tomó el poder

Desplegando

Banderas


Y plegando

Intelectuales


VII


El Coronel golpista

Emuló a su homónimo

Fronterizo


En soflamas

Paranoia

Y perpetuidad


VIII


El que no piense como yo

estará en posesión de la verdad


Escribió en un rapto de infalibilidad

aquel Papa


IX


Una mujer desconocida

Me arroja algo similar a piedras

y se oculta detrás del corazón


El suelo está húmedo cuando me arrodillo

Pero no la temo


X


Me siento feliz a tu lado

Decías mirándome a los ojos

Transfigurándote


Pasaron los años

Y el amor se hizo carne

Con alevosía


Después

Ni tan siquiera eso

viernes, 1 de abril de 2011

Elianne Santiago / México


ELIANNE SANTIAGO (Toluca, México). Estudió la licenciatura en Letras Latinoamericanas en la UAEMéx. Realizó estudios en Creación Literaria en la Escuela de Escritores del Estado de México (SOGEM), y en la UNICENTRO, Paraná, Brasil, donde llevó a cabo cursos de perfeccionamiento de la lengua portuguesa. Se ha desenvuelto como catedrática, correctora de estilo y, en el ámbito editorial, como coordinadora de la revista Castálida, del Instituto Mexiquense de Cultura. Ha sido alumna de los talleres de poesía dirigidos por Enriqueta Ochoa, Óscar Wong y Dolores Castro. Obra suya aparece antologada en el libro La Mujer Rota, publicado por Literalia Editores (Guadalajara, 2009), y en el pliego Pavesas, editado por La Colmena (núm. 59, julio-septiembre, 2008), entre algunas otras publicaciones. Ha participado como ponente y lectora de su obra en diversos foros y medios. Recientemente concluyó la licenciatura en Psicología y se desenvuelve en el ámbito de la psicopedagogía.



LOS QUE AMAMOS A LOS GATOS NEGROS


Los que amamos a los gatos negros

no somos convidados a la mesa de la suerte,

donde en el festín se deleitan la vanagloria y el escarnio.


Nuestras sombras son apenas gracias a un rayo

que se resistió a sólo germinar simientes

y arremetió tenaz contra el centro de la roca.


(Pero no somos geoda en nuestra entraña.)


Amamos las pérdidas porque nos pertenecen,

los desencuentros, los imposibles y las derrotas.

Llegamos demasiado tarde a la vida,

cuando las armas y los dones

eran ya el regodeo mezquino de otros.


Errabundos, entre brumas,

nuestros pies son la astilla a cada paso,

y en nuestras manos la oscuridad se asila.


Somos los sin nombre ni casa,

los que edifican un lugar con los escombros,

y hacen de las tormentas un arrullo

con que dormir la pesadilla.


Sobrevivientes de nosotros mismos,

traspasamos cual fantasmas

la opulenta alegría de los otros,

por el afán de suponer la dicha,

y, en la marginalidad de nuestros territorios,

malamente ensayamos la sonrisa.


Compartimos el sobrante de nuestro pan

y la acostumbrada ausencia de nuestro abrazo

con los seres de negra suerte,

los indeseables a la mirada,

los que con ruindad son echados del camino

por temor a las cuentas pendientes.


Y, hermanos de su agorera oscuridad,

les amamos como nadie ama,

con lo que ni siquiera tenemos,

les curamos las heridas con la sal de nuestros ojos,

les cobijamos con nuestro frío,

les damos a beber de nuestras cicatrices

mientras encaramos un ruego con fiereza

hacia la imperturbable infinitud de la noche.


NO ME CREO


He advertido la penumbra de un tiempo que me miente la que soy

tras los escenarios donde el mundo prepara la sonrisa.


Soy la que se arrodilla ante la luz y pierde el rostro,

la sin sombra por no elegir el simulacro.

Nombre sin eco capaz de restituir el título de notables actuaciones

en el carnaval de las lisonjas.


La carcajada dimensiona el tropiezo y cede su protagonismo a la caída.

¡Aplausos! ¡Caravanas! Muecas largamente ensayadas.

Luego, un silencio rapiñero clava el vidrio de su ojo inconmovible

al llanto, a la vergüenza de estar representando el cuadro de estar vivo.


Pero en este acto no hay virgen que ofrezca su manto,

no hay piedad, sólo una aséptica discusión sobre aciertos e infalibles.


¡Que la caída se repita, que sangre,

que una lágrima destelle entre la noche

y la caricatura asome el mejor ángulo de su irrisoria desventura!

¡Que la mofa se abra a un tiempo de mortaja y repiques indóciles

a un tiempo fijo de disección doméstica!


Cualquiera puede repetir el trance

y dejar caer el telón para descubrir tras de sí el artilugio,

la tramoya humana donde cedemos nuestra vida

por una mirada de aceptación mansa.



COSMÓPODO

El loco de ojos vidriosos ama las piedras

y las palomas que nunca han sido tantas

y los pensamientos que han sido muchos.

ALFONSO KIJADURÍAS


Sólo el loco sabe amar

la voz del pensamiento

con la furia del recluso,

del suicida, del mendigo.


En su misticismo con la mosca

todas las doctrinas son por su hedor

adoración del insecto,

y él lo sabe:

comprende el lenguaje del tiempo,

la porción de ceniza que somos;

pero no se duele,

ama su muerte, su hambre, su enfermedad,

la costra que lo cura de ser “bello”.


Ha burlado el miedo al abismo,

haciendo de sí una caída sucesiva

donde sus palabras sobrevuelan

en violenta sinfonía de aves delirantes

el cadáver que somos.


El loco lo sabe, lo sabe,

una carcajada lo delata,

el brillo extático de sus pupilas,

el desdén de su gesto,

la gutural ternura de su voz:

es el amado, el Elegido

de un dios vilipendiado que no olvida.


Los otros: los artífices, los zalameros,

los proxenetas del pensamiento

nos podemos retirar.

Nada sabemos.

Hemos perdido.


PARA QUE EN TI NO OSCUREZCA


Nos amamos al filo de un foso con leones,

porque amar es punible en estos días.

Pero aún somos tantos los insolentes equilibristas del sueño

y la dentellada de la vida tanto ha menoscabado

que todo lo vale el morir por la rendición de un instante

perdurable en la mirada del otro, el otro

donde somos cuando a una voz decimos noche

y el extravío se puebla de estrellas,

cuando ateridos nombramos la piel del deseo

y una brisa tibia nos envuelve y colma con ternura.


La serenidad de los astros también sabe del temor al vacío,

pero su luz respira con denuedo,

porque no hay otra certeza que continuar amando

la oscuridad y su insalvable herida,

la vida y sus famélicas fieras de lumbre.


Por eso hechizo a la bestias

con el hipnótico goteo de mi sangre,

para ahuyentar su rugido, para que a ti,

no te rocen sus flamígeras pupilas

y persista el diapasón del manantial que tu corazón contiene.


Porque tu palabra es credo posible entre estos tiempos de usura,

y aún falta tanto por descubrir tras la apacible bravura de tus ojos,

bajo los enigmas de tu piel, en la violenta cabriola de tu sexo,

que gozosa, después del bien de amarte,

avivaría el cirio de mi alma hasta las cenizas,

para que tu carne no fuera presa de los emisarios del dolor,

y, en cambio, se pronunciara diáspora ascendente de luminoso polen,

pira de dulcísimos cantos en medio de la tiniebla.


Para que en ti no oscurezca,

para que el mal tiempo no combe tu esperanza.



miércoles, 30 de marzo de 2011

Lena Yau / Venezuela



Lena Yau (Caracas, 1968) escritora hispano venezolana, Licenciada en Letras (UCAB) Master en Comunicación Social (UCAB) y culminó las asignaturas de un Doctorado en Filología Hispánica (Universidad Autónoma de Madrid). Reside en Madrid desde 1999. Colabora con artículos de opinión en la prensa de USA y de Latinoamerica y con revistas digitales como Delirio, Rasgado de Boca y Los Hermanos Chang. Ha dictado conferencias sobre literatura digital en las sedes del Instituto Cervantes en Pekín, Shanghai y Madrid. Es autora del blog Mil Orillas.

Puede conocer más en la entrevista que sigue:


Nociones elementales de jardinería


Lluvia

no intentes

reventarme

el cuerpo.


(Él se adelantó).


Usó mis manos

para arrancar

los rosales

sin herirse.


Removió la tierra

agostó las raíces

y tras una cerveza

se fue pisoteando

lo que fuimos.


(No. No miró)


Lava mis ojos

lluvia.


Borra la sangre

llévate el barro

deja el dolor.


Quiero hacer con él

un broche

que me recuerde


(cada día)


que de jardinería nada sé.


Toledo


El reflejo en la ventana

le habla de la memoria del trueno

del amor a la tormenta

del camino hacia un libro

y de sus huellas en el agua de Lisboa.

(El Tagus me tragó, nunca regresé a mí).


La mirada en el café

le cuenta su pasión por la novela negra

describe una comida en familia

tararea una canción folk que aprendió en Perth

y se abre.

(Siento cosas).


Ella ríe.

Él también.


¿Sabes que tu risa es descarada?

(¿Sí? Escríbelo en un poema).

Suéñame pero no me nombres.

(Intentaré no pronunciarte).


Si se secara el Atlántico

habría dos Toledos menos en el mapa

y dos amantes nuevos en la cama.


Entonces ella podría escucharle decir

que lo que enciende sus ganas

no son sus ojos de niña

no es la intuición de sus pezones

no es el eco de sus letras.


Lo que le arde,

le quema,

le chamusca,

es su hermosa impúdica irresistible

risa de puta.


saborgar


hizo girar el molinillo sobre la palma de mi mano

lloviznó polvo pimienta

dejó correr el aceite de oliva

me ordenó buen provecho

me lamí descarada mirando sus ojos

fuimos dos perros

esa noche memorable


Gone


Hoy no me acordé de ti.

La vida siguió

(como siempre).

En la alameda

los árboles

temblaron sus hojas

para dejarlas morir.

Quizás en ese instante

sentí algo

parecido a tu nombre.

Me detuve.

(No era tu voz).

Miré mis zapatos

y calculé el tiempo.

Hace mucho

que no aplasto

colillas encendidas.


Parhelia


Despertar de los ojos de la niña muerte,

del pez que intento devolver al estanque

con las varillas de un abanico isabelino

que antes estuvo en Aranjuez,

despertar de sus trozos destrozos de cristal gelatina,

blancos, irisados, pútridos, de la sauna pública,

de una vitrina sucia y de la náusea,

del baile de gogós submarinistas,

de un subterráneo,

del inglés al español al ladino al francés,

de ladrones plurilingües,

entender sin entender

siríaco y friulano,

rogarle a Plinio El Viejo

entre lágrimas

que olvide al volcán,

huir de una nube ardiente de azúcar rosa.

Despertar de golpes de tacón en mi frente,

de cámaras fotográficas perdidas,

de agendas y plumillas recuperadas,

abrir los ojos sucesivamente,

encenderle la luz a cada pequeño horror.

Descubrir que la tachadura

rompió el papel

que llevaba mi nombre.

Prensar los párpados.

No quedan sueños.


sábado, 26 de marzo de 2011

Françoise Roy / Canadá


Françoise Roy nació en Québec, Canadá, en 1959. Estudió Geografía con diplomado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Florida (B.Sc. 1980, M.A., 1983) y un diplomado en traducción de la O.M.T (2000).
Ha publicado diez poemarios, una plaqueta, dos novelas y un libro de cuentos. De 2000 a 2007, escribió artículos sobre literatura en el suplemento cultural Acento del periódico La Voz de Michoacán. Es traductora certificada y miembro del taller de traducción literaria de la Universidad de Guadalajara. En 2002, fundó con otras poetas la revista mensual de arte y cultura Tragaluz, de la cual fue editora hasta su cierre en 2007. Ha traducido más de una cincuentena de libros, y una obra de teatro de Fernando Del Paso.
En 1997, recibió el Premio Nacional de Traducción Literaria de México; en 2002, el Premio Nacional de Cuento Victoria de las Mercedes (México D.F.), segundo lugar; en 2006, . el premio Jacqueline Déry-Mochon por su novela Si tu traversais le seuil; en 2007, el premio Nacional de Poesía Alonso Vidal; en 2005, fue finalista del Premio Acento de Cuento Breve y en 2006 obtuvo mención honorífica en el Séptimo Certamen Literario de Cuento “Sobre rieles”, casa de la Cultura de Nuevo León.
Fue becaria 2004-2005 y 2006-2007del Programa de Estímulos a la Creación Artística implementado por la Secretaría de Cultura de Jalisco y el CONACULTA, y en 2007, se hizo acreedora de una residencia artística en el Centro de Traducción Literaria del Banff Center for the Arts. En 2008, obtuvo el Premio Internacional Ditët e Naimit por su trayectoria literaria, galardón otorgado en Tetovo, Macedonia. En 2009, fue finalista del Concurso Literario de Radio Canadá en la categoría “Poesía”, segundo lugar del concurso de poesía Wine Fest, y obtuvo la residencia artística del FONCA en Argentina, de abril a junio del mismo año. En 2010, obtuvo el tercer lugar del concurso nacional Timón de oro, en la categoría “poesía”.
Vive en Guadalajara, México, desde 1992.


Ladrido de peces

El ángel jalaba mi energía. Mi energía como una piel, un lienzo de túnica, una cobija, mano flácida al final del brazo, cuerpo de suicida que pende al cabo de su cuerda. El Ángel jalaba como en el juego de la soga. El ángel de un lado, yo del otro. Un péndulo oscilando entre la sombra y la luz. “No quiero ir a los túneles de Gaza”, le digo. A los dos gatos, a mi esposo y a mí, nos sembraron en medio de las sábanas, quiero quedarme aquí, no a donde silban las balas, no en otra parte donde abren cuerpos como ostras al paso del cuchillo.

No quiero ver la película de horror, en su versión snuff. Y al mismo tiempo —cómo es la vida de terca, la belleza de inmortal— una flor crece en el desierto de Chihuahua, dibujando desde su cama de arena, con sus pinceles de clorofila, la estela diminuta de un avión supersónico (despega vertical hacia el cielo, como si quisiera alcanzar a Dios).
El ángel de un lado, yo del otro. Un péndulo oscilando entre la sombra y la luz.


La vena yugular

El nombre de una vena. Un ducto que sale del corazón y da la vuelta al cuerpo. Una palabra que evoca el puñal y los dramas pasionales. Busco el parentesco con el “yugo”, “subyugar”, y no encuentro genealogía común entre ese delicado tubo de carne de pétalos (atraviesa la garganta por fuera como una planta trepadora que fuese puro tronco) y lo que somete y pesa —bulto de Sísifo— sobre el lomo de los bueyes.
El libro de anatomía me dice que son cuatro y que ciñen el cuello.

Mano estranguladora sin palma: sólo cuatro dedos de piel tan delgada como la de una cebolla, rellenos de una savia rojo oscuro (la venal, más guinda que escarlata).
Uno pronuncia el nombre, yugular, y piensa de inmediato en el cordero tendido en el altar de un Dios seguramente refractario a los derrames de sangre.


Cuarto poema de amor

Me pregunto que tan hondo tendría que escarbar bajo la corteza de tu piel para hallarlo, ora ave enjaulada, ora orquídea, diamante que brilla solo en la negrura, lágrima de luz que se escurre en la mejilla del Universo. Escarbar como uno cava una tumba, las manos ampolladas sosteniendo una pala. Estratos de telas diversas encima —una placenta que late, se explaya en la distancia separando tu mano de mi cuerpo, que nada podría herir cuando estás cerca de mí—.
Yo, en cambio, lo llevo justo abajo de la piel, guante de cuerpo entero que se me hubiera deslizado por una hendidura en mi pecho, mi cráneo, donde fuera que algo tan delgado como una navaja pudiese penetrar atravesando la oscuridad de las entrañas. Lo único que tienes que hacer es rascar mi pecho con tus uñas, y lo verás expuesto en carne viva.
Y mi piel, enrollada en tu corazón.

jueves, 24 de marzo de 2011

Hernán Vargascarreño / Colombia


Hernán Vargascarreño (Zapatoca, Colombia, 1960). Poeta, traductor y editor. Docente de literatura egresado de la Universidad Industrial de Santander. Creó y dirigió en Santa Marta el programa nacional Poesía Mar Abierto (1991-2007). Dirige la revista de poesía Exilio. Se desempeña como docente en el distrito de Bogotá. En el 2008 coordinó el taller de poesía de la Casa de Poesía Silva y en el 2009 el Taller de Crónica de la Memoria del Ministerio de Cultura.
Libros publicados: País íntimo (2003), Piedra a piedra (2010) y sus traducciones al Castellano Almenas del tiempo, de Edgar Lee Masters (2003) y ¿Quién mora en estas oscuridades?, edición bilingüe de Emily Dickinson (2007).
Entre otras, ha recibido las siguientes distinciones: Becado por el Ministerio de Cultura en la modalidad de creación literaria (1999); Premio Nacional de Poesía Antonio Llanos (Biblioteca Centenario, Cali, 2000); segundo finalista en el Premio Nacional de Poesía Ciudad de Bogotá IDCT (2002); Premio Nacional de poesía sin banderas de la Casa Silva (2003); Premio Nacional de Poesía José Manuel Arango (2010). Correo electrónico: poetasalexilio@gmail.com


Poemas del libro Piedra a piedra, Premio Nacional de Poesía José Manuel Arango 2010


Piedra a piedra,
palabra a palabra

Sola, insegura, apremiante palabra,
casa sin atavíos.
Rafael Cadenas

1
DE PRONTO UNA PALABRA rompe su silencio y
despelleja sobre los hombres su grave desnudez.
Se abalanza sobre lo suyo y hace mella.
Horada alguna dicha ha tiempo olvidada
y nos regresa a la falsedad de la esperanza.
Creemos entonces ser felices.
Ha hecho lo suyo la infeliz palabra.

2
CIERTAS PALABRAS saben esconder sus alas
-temerosas de los hombres, claro está-
Sellan en su canto inoído
el visaje de secretas escrituras.
Guardan lumbre
para otros tiempos más aciagos
ante la oscuridad que las acosa.
Nunca dicen nada, y su santo y seña
es el aire mudo e inmóvil.
Por su aspecto, tremolante e invisible,
solemos confundirlas
con una vaharada de los dioses.

3
CADA PALABRA lleva lo suyo,
una especie de eco profundo
que ha viajado con los siglos,
un testigo pétreo
de la desolación de los hombres,
algo así como un fantasma
marmóreo del tiempo.
De pronto,
una simple pasión,
una bandera, un sueño,
estallan todo su pasado
y exhiben ante nosotros
el vaciado de sus vísceras
como única defensa.
Nada hemos dejado de ella
si pretendemos recogerla.

4
HAY PALABRAS
que hacen sombra,
como nube, árbol, casa…
Otras hacen pena o destierro o desamparo.
También hay
las que guerrean, atacan y destrozan.
O las que muerden, pujan, acarician…
Solo hay que pronunciarlas.
Nada más.

5
LA FELICIDAD de los dioses
ha de estar dada
por la ausencia de palabras.
Las nuestras,
míseras, soterradas, valentonas,
no hacen más que alejarnos de su reino.
En vano levantamos
estancias, murallas, rencores,
cualquier tipo de encierro
que asile nuestras miserias
y sirvan de trampa a las palabras.

6
CUANDO SE LANZA una piedra
también se lanza la palabra piedra.
Cuando se besan otros labios
también besamos la palabra labios.
Cuando la angustia tiembla
en nuestro pecho
también tiembla la palabra angustia.
Cuando vislumbramos la muerte
ya somos la palabra muerte.

7
UNA PALABRA dice lo suyo.
Otra le contradice secamente.
Una más se solidariza con la primera.
Otra duda de las dos.
Aparece una que solo las observa a todas.
Luego llegan otras a curiosear
y otras más se plantan ante la escena
esgrimiendo sus cínicas sonrisas.
Pasados solo unos momentos
ya todas opinan libremente del bien y del mal,
y cada una acepta el cinismo de la otra
solo por la certeza de su propia orfandad.

8
LA PALABRA guijarro
parece un poco olvidada
y la hemos abandonado
a las aguas de sus ríos y riberas.
La palabra poema
cada día está más confinada
al tiempo de los libros.
Podemos unirlas para unir sus fuerzas:
Un poema es un guijarro,
pequeño canto rodado
alisado y redondeado
a fuerza de rodar impulsado
por las aguas del tiempo.

9
NADA,
es una palabra llena de sí misma.
También es una ambigua tentación
que a menudo nos encanta
con sus inaudibles cantos de sirenas.
Escribimos para engañarla,
para no caer en ella.
Eso creemos.

10
SE PUEDE COSECHAR una palabra
como un buen rencor.
Es posible que la palabra reloj se mueva,
pero su tiempo es inmóvil.
Hay algo indescifrable en la palabra enigma,
pero una vez resuelto, el enigma es más profundo.
Todos gritan una sola palabra al unísono,
pero cada uno, míseramente, reclama lo suyo.
Un misterio no develado yace en la palabra misterio.
Cuando descubrimos la desolación del hombre,
comprobamos lo animales que somos
de mudas y estériles palabras.
Piedra a piedra, palabra a palabra
hemos levantado las más oprobiosas ignominias.
Piedra a piedra, palabra a palabra,
también las hemos sabido derrumbar.