Edda Armas.
Poeta
venezolana nacida en Caracas, el 2 de junio de 1955. Psicóloga Social, egresada
de la Universidad Central de Venezuela, con especialidad en creatividad y
gerencia cultural. Aparece en el panorama literario venezolano en 1975, con el
poemario de poesía breve Roto todo silencio. Por concurso participa del primer
Taller Expresión Literaria en Poesía, convocado por el Centro de Estudios
Latinoamericanos “Rómulo Gallegos (CELARG) bajo la conducción de Ludovico
Silva, Guillermo Sucre y Gonzalo Rojas. Su segundo poemario Contra el aire,
aparece bajo el número 4 de la Colección Voces Nuevas, Ediciones de talleristas
del Celarg, en 1977.
Su obra ha
merecido los Premios: Premio
Municipal de Literatura, Mención Poesía en 1995 por su libro Sable. Segundo
Premio del Concurso Internacional de Poesía Le Courrier d’l Orénoque en
Besançon, Francia. Mención Honorífica de la Bienal de Poesía “Ramón Palomares”
del Ateneo de Escuque en 1994 con Sable. Premio Internacional de Poesía XIV
Bienal “J.A. Ramos Sucre”, con jurado integrado por los poetas Oscar Hahn
(Chile), José Luis Rivas (México) y Armando Rojas Guardia (Venezuela), por su
poemario En bicicleta.
Publicaciones:
• Armadura
de piedra, No. 97 de Colección de Poesía Pequeña Venecia, 2005
• La mujer
que nos mira, Colección de Plaquettes artesanales del Taller Editorial El Pez
Soluble, 2000.
• La otra
orilla (Editorial Cabos Sueltos, 1999) presentada en XX Salamanca, España. • La
creatividad del mal o el círculo de las flores.
Libro de
Artista con grabados originales de la Artista Plástica venezolana-israelita
Lihie Talmor, edición de autoras, 1995.
• Rojo
Circular. Fondo Editorial Fundarte, 1992.
• Cuerdas
de Serpiente. Editorial Arte, 1995
•
Aguariacuar, La partida. Libro de artista con Fotograbados de Lihie Talmor,
editado por el Taller Arte Dos Gráfica de Bogotá, Colombia, 1994.
• Dagas y
otras flores. (Poesía) Antología personal. Monte Ávila Editores
Latinoamericana. Colección Altazor. 2007
Algo de su
poesía
Somos espejos
fraguados de muchas despedidas.
El suelo que pisamos
hoy
confirma la premonición
que era sueño ayer.
Llegó el hombre
accionando la palabra guerra.
Náusea demencial.
Disputa eterna, trono del Rey
***
Aquí, ahora
somos esta
circunstancia
este cielo eclipsado
este olvido de lo
humano
una inexactitud en
el dolor
que nos aflige sin
retorno
***
Duele la llaga, la
marca, la verdad que esperamos.
La paz que ninguna
civilización alcanza.
Sé que te irás por
la única ventana
que abre y cierra a
voluntad
***
No abro la boca.
Tampoco los ojos.
No puedo mirar
menos tragar.
Es amargo y es
camino.
Poemas de ARMADURA
DE PIEDRA, Caracas 2005
***
La XIV Bienal
Literaria José Antonio Ramos Sucre, otorga el premio, Mención Poesía, a Edda
Armas por su libro En bicicleta, acá algunos poemas de ese libro
LOS LOBOS PODRÁN
AULLAR
Los puntos débiles
son espinas. Entierros.
Azotan, cuando menos
se espera. Son semillas.
Crecen en la
oscuridad.
¿Bajo cuál
apariencia se harán presentes?
Se asoman
convirtiéndose en una circunstancia
que nos enfrenta.
¿Nacemos con ellas o
se generan de las
experiencias que no
logramos asimilar?
¿Has mirado mi
cuerpo con una lupa?
Cada partícula exige
una perspectiva,
cada rincón un
ángulo diferente.
Detalla mis lunas.
No, no me refiero a mis lunares,
hablo de las lunas
interiores. Eclipsadas,
prominentes,
intersensuales. Cosmogonías de la intimidad.
En las propiedades
de la gema radica el secreto.
La energía contiene.
Indaga, el color del mineral
que la retiene.
Habitas el bienestar del escondite.
No puedo desactivar
la bomba, ni cortar los hilos
que anudan una
sensación a otra. Ni siquiera
puedo evitar que
ames a tu propio ritmo
o que la nostalgia
te atrape cerrando la ventana.
Los tiempos no son
los mejores.
Hay demasiado
monóxido. La bomba nos acecha.
Mediocridad y odio
tiñen los actos del hombre,
y la palabra
cotidiana. Compartimos la confesión,
la lucidez en noches
afiebradas, el juramento
¿sobre qué Biblia,
en cuál ceremonia?
Damos tregua a los
sentidos cuando el alma reclama
hábitos para
recobrar el ánimo en días aciagos.
Quisiera decirte que
entendí, pero no es así.
Somos la rutina. Lo
roto. La espina.
Un cascarón de
langosta en el fondo del mar.
Giramos. Cortamos el
hilo para ser otro deseo.
La intersección. La
lengua renaciendo.
Una luna basta. Dos
nos agobian.
Girar el trompo.
Descargar. Hallar la zanja.
La espontaneidad. La
compañía sobre la grama.
Mediar con las lunas
interiores. Morder la zeta.
Retar al girasol
tragando luz, siempre luz
hasta el
renacimiento necesario.
El mundo es una
salamandra de torpes colores
enjaulados.
Reconocernos no nos salvará del ocio,
de la equivocación.
Giramos el trompo. Nube.
Los lobos podrán
aullar, los cielos tornarse
aguasmarinas, las
ortigas crecer como extensiones
doradas a tu vista,
pero aún así tu cuerpo,
deseado, audaz,
concreto, permanecerá invicto
hasta que cierta luz
lo alcance.
Al romper el
cascarón renaces y esta gacela que soy
te encuentra.
***
ERA UN SER EXTRAÑO
No estorbes a la
canción. Déjala repetirse, una y otra vez,
singular,
invariable, predecible. Abertura de la memoria
por donde regresas,
penetrada por la idea obsesiva de la pasión.
El otro sale apurado
diciendo que esta noche
llegará tarde. Lo vi
alejarse de espaldas hasta convertirse
en un punto del
mismo tamaño de mi pupila.
Te internas en el
jardín. Te ocupas de las plantas.
Limpias
cuidadosamente sus hojas, recorriendo
con tu manoguante la
línea gruesa de sus venas.
Retornas al brillo,
a la sílaba, a lo simple.
Insistes en abrir
huecos para enterrar vitaminas en la tierra.
Bañas las plantas
con agua del sereno de la tarde.
Ves como cae,
sigilosa, desde el pico de la jarra de plata
que lleva un delfín
estirado como asa. Posesiones.
El ritual es la
virtud.
Territorios. La
lombriz permanece activa.
Descubres túneles
que, a la menor presión de tu dedo
índice, se
derrumbarían. Cada circunstancia
demarca sus límites.
Las palabras del otro son cuchillos
que pueden
enterrarse en la tierra abonada del corazón.
Sientes tu
fragilidad ante la violencia. Doméstica.
Emocional. Cautiva.
Un caracol del
tamaño de una arveja se desplaza, lenta
y dócilmente, por la
orilla del marco de la ventana.
Es un ser extraño.
Con su pequeñez a cuestas, recorre
un tramo poco
habitual, nada selvático, nada abonado.
Bordea escenarios de
un jardín inaccesible al otro,
a la caza de otras
zonas de reconocimiento y contacto.
***
ALMENDRON
El sol se convirtió
en espía madurando las moras en el cerro.
Aposté a que
vendrías, contándolas en el disfrute de palpar
su roja e irregular
superficie. También esperaba a que juntos
derrotáramos los
escondrijos de los pequeños insectos para
atar las cuerdas al
grueso tronco del árbol de almendrón que
compartimos en la
infancia; como si fuese posible posponer
el adiós en la
locura que nos cerca.
¿Por qué no hay
tiempo y para qué no lo hay?
¿Por qué mi beso se
queda tragado y mis sueños son puro deseo?
¿Por qué se repiten
los sueños angustiantes?
¿Quién puede empujar
la sedalina que tapa mis ojos,
mi boca, mi ahora
quiero desnudarte para decirte
que el mundo
comienza y termina con tu mirada
impidiéndome la
respiración?
¿Angustia, por qué
regresas, qué deseas, a quién buscas?
Por qué no te comes
la nube que cae. Por qué no atas
los corazones que
dejaron de amar. Por qué tocas mis
bordes mis perfiles
mi puntas. El misterio, afloja, se estira,
exige, intimida.
Mirada retrospectiva para anudarlo.
Tu paso aún persigue
mi sombra en los traspatios
deshaciendo el
minúsculo espacio entre dos cuerpos
que aún se buscan
desacralizando sus rostros bajo
el almendrón de la
memoria.
Los recuerdos
permanecen sepias envueltos en
papeles de seda
hasta el reencuentro.
***
OJO DE PEZ
Con Mercedes Roffé
La habitación
centra. Entramos a desnudar los mismos
cuerpos de la calle,
sudados, exhaustos. Miras y enfocas
a través del lente
de la cámara para distanciar la perspectiva
del ojo hueco. El
desenfoque nos asoma a la pregunta.
Las preguntas
pretenden convertirse en el portarretrato
de la nostalgia;
costumbre de la relación que somos.
Los negativos sin
clasificar, sin fechas y sin álbum
son pruebas
irrefutables de lo vivido. Movilizan la
indagación. Sol
secreto en cada uno.
La mano que curva, y
curva tan drásticamente sus
dedos en busca del
ángulo, del encuadre,
de la nitidez, del
fondo para la escena, es la misma
que me acaricia.
Aferrada a la máquina persigue
mis intenciones, mi
intimidad, mi dramatismo,
a través del ojo de
pez.
La cámara interior
reserva el color del atardecer
al apetito que nos
ofrece la piel más descarnada.
Dentro de una hora
esta luminosidad será agredida.
Partitura de
movimientos interrumpidos. Cámara baja.
Revelas. Existe un
negativo.
Ojo de pez sobre las
rocas enfrentadas al sol y a la
infinitud del
caracol que somos.
Regresamos en mareas
diferentes. Respiramos.
Entramos otra vez,
repitiendo la secuencia de imágenes
silenciosas,
procurando aire porque la ola borra siempre
la presencia.
CONTRA EL AIRE
nublarte
como si escaparas
a tanta piel
***
mis dedos
prisioneros
anudan tus poros
a mis limites
***
la puerta que nos
traspasa
no nos gira
no nos disuelve
nos aplasta contra la
decisión
permaneciendo
callada
***
quiero olvidar
a los que se salvan
a diario del fuego
evitando el contagio
humano
pueden no ver el
dolor
si cierran los ojos
quiero olvidarlos
(Contra el aire,
1976)
Material tomado de
diversas páginas de internet y libros propios
2 comentarios:
primer comentariooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo
enserio...
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