sábado, 28 de febrero de 2009

CARMEN ELENA GONZALEZ SALAS


AJENA

De tanto dar rodeos,
esconderme,
he perdido el camino

y por mucho que intento
no logro recordar
el tono de mi voz

ni apretando los ojos
evocar algún rasgo
que me devuelva a mí

apenas un atisbo
en estas ganas tercas
de morir por un rato.

**********

Duermo


para que este cuerpo


que sólo vive por mi madre


entienda que estoy muerta


que nunca fui nacida




más aún así se empeña en el ausente


en la que pude ser pero no he sido


**********


Hubo una época
en mi vida

en que tuve una casa
un buen esposo
niños
y hasta un
perro

ladrando

tuve incluso

la dicha
de un pequeño jardín
en medio de la casa
con el tamaño exacto
para un cielo privado
y en él

un limonero

la vida

se hizo entonces
como un cromo:

estática,
feliz
y colorida

pero llegó la noche
de esos tiempos

porque

la astronomía, ya sabemos
es una ciencia exacta



5 comentarios:

Anónimo dijo...

Estupendo Carmen Elena, ese segundo poema.

Ha dejado tras de sí profundos rastros de melancolía que traspasan el unmbral de esa noche.

Anónimo dijo...

Si amiga, melancólicos y hasta desgarradores, creo que muestran a alguien detrás de la máscara...
alguien ya superado...no sé...

Bellos y conmovedores!

Arístides Valdés Guillermo dijo...

Textos muy bien logrados. La metaforización de la inmediatez inherente a nosotros los humanos y, asimismo, la cosecusión de una musicalidad exquisita mediante el uso de unidades métricas afines, hacen que la lectura de estos poemas nos sumerja, inexorablemete, en las aguas del gozo convocado por la conquista estética.

Le reconozco méritos a la poesía cuando detrás de ella pueden palparse los latidos del corazón de quien la escribe. Ajenos al hermetismo con que suelen maltratarnos algunos hacedores de discursos laberínticos, la transparencia del lenguaje utilizado aquí, sin desdeñar audacias tropológicas (por supuesto), admite facilmente nuestra identificación con el universo sugerido por el sujeto lírico.

El poema se apropia de más vida cuando el poeta consigue pluralizar las singularidades. Y esa virtud deslumbra en estos textos.

Felicitaciones.

Arístides

Arístides Valdés Guillermo dijo...

Ah, y aquí, si me permiten, quiero compartir con los lectores del blog este poema que hasta el momento no ha encontrado cabida en ningún libro:


Nosotros junto al mar.

El viento pasa
y enfurece a las olas
y estrena rebeliones y hace danzar columpios
en tu cabello emancipado.

Nadie
más que nosotros junto al mar.

No vemos
nada que contamine al horizonte.
Sólo su línea inmensa nutiéndose de azules.

El viento. El mar. Nosotros.

Y el cuerpo de la arena convocándonos.

Una mano que roza las lindes de otra mano,
una pupila hundiendo su tamaño en la otra,
y un arco disponiéndose
para el silbido con que anuncia el dardo.

La sed. La piel. Nosotros.

El mundo entero vuelto de espaldas a la orilla
y el agua encabritándose.

Y más allá de las miradas nuestras,
ni un deseo flotante ni un cabo donde asirse,
ni una mínima balsa que nos salve
de este naufragio próximo.

Arístides Valdés Guillermo dijo...

Por qué será que, cuando escribimos rápido, siempre la ortografía se divierte dinamitando cualquier intento de utilizarla sin caer en incorrecciones?