Si el poema no nace, pero es real tu
vida,
eres su encarnación.
Habitas
en su sombra inconquistable.
Te acompaña
diamante incumplido.
*****
Vengo de un reino extraño,
vengo de una isla iluminada,
vengo de los ojos de una mujer.
Desciendo por el día pesadamente.
Música perdida me acompaña.
Una pupila cargadora
se adentra en lo que ve.
Mi fortaleza,
mi última línea,
mi frontera con el vacío
ha caído hoy.
*****
A un esbirro
Rostros deben andar por su café, por
sus calles de llanto, por el humo de su cigarrillo.
Han de buscarlo voces, perseguirlo por
las frías carreteras.
¡Cuántas puertas rompió vestido de
hombre!
¿Cómo halló tanta tiniebla para vencer
la zumbante nube de ojos fijos?
Un paisaje insomne que hable para él.
*****
You
Tú apareces,
tú te desnudas,
tú entras en la luz,
tú despiertas los colores,
tú coronas las aguas,
tú comienzas a recorrer el tiempo como
un licor,
tú rematas la más cegadora de las
orillas,
tú predices si el mundo seguirá o va a
caer,
tú conjuras la tierra para que
acompase su ritmo a tu lentitud de lava,
tú reinas en el centro de esta
conflagración
y del primero
al séptimo día
tu cuerpo es un arrogante
palacio
donde vive
el
temblor.
*****
El exiliado deplora las patrias.
Rehúye escisiones. Se encamina hacia el instante.
Comienza a ver. Cuanto lo rodea
recobra su fuerza.
Las cosas se avivan de día en día.
Se adhiere a su cuerpo, buscando el
molde antiguo.
Se reconoce enigma. Despide la
irrealidad.
Ve su cara en el estanque y la olvida.
(Del poemario Una isla)
*****
Yo visité la tierra de luz blanda.
Anduve entre melones y hierbas
marinas, comí frutas traídas por sacerdotisas adolescentes, palpé árboles de
savia roja como ladrillo que moraban junto a la tumba de un príncipe, vi viejos
catafalcos de gobernadores guardados por lentas palmas. Por los contornos había
raíces en forma de tazones donde los monos mitigaban la sed.
Pasé un día cerca del lugar donde
duermen los ahorcados.
Era la época en que los brujos habían
partido a los campos de arroz destruyendo todos los talismanes.
En las calles vistosas doncellas
oscuras danzaban.
Entonces los capitanes bajaban de los
ojos para explorar la ciudad.
De este viaje más allá de los
presuntos límites sólo conservo alguna que otra estrella de mar, varios
retratos -ella y yo- y un peregrino cofre que encontré en el barco durante la
travesía.
De aquel idioma y de mis pasos por la
tierra dicha no existe imagen que esté hoy extinguida. Los veleros tocan a las
puertas del aire donde persisto. La luz me trae delfines muertos. Tu olor
reconquista el estremecimiento.
*****
He resuelto mis vínculos.
Ya soy uno.
Porque ésta que ahora comienza es la
temporada magnífica de la claridad donde sólo existe el haz indivisible de la
amorosa conjunción. Ahora mi corazón silbante, clarividente y numeroso riega
sus sentencias prenatales, sus aromas yodados, sus impaciencias pueriles, sus
rumores de moscardón sobre la cebada, sus tinieblas fieles en la crueldad de
estos parajes poblados por oscuros habitadores que suelen entregarse con
frenesí a los desapacibles dioses de la espuma.
No obstante me irrita el tardío lienzo
de los alcatraces porque no puedo descifrar su idioma. En cambio me place el
jardín de los soberanos donde habitan en espejos incomunicables los que han
sido desterrados del amor.
Fatídico, doble, sensual, echadas ya
las cuentas para mis logros futuros, me he desposado con un nuevo esplendor.
Fue el reino de las aguas.
Hice mis particiones.
Aguas en la memoria, absolutas como
los desiertos, solamente el silencio del oro en el follaje puede compararse con
su espíritu.
Osaré recrearme en la evocación.
Isla, deleitable antífona.
Horma de los cuatro puntos.
Asilo de los vientos sin paz.
Adelantándome y retrocediendo como un
preludio abro las tierras moradas.
Una naranja resplandeciente, sola,
sobre un lienzo como un deseo.
La rama menos transparente de una
constelación.
Un vaso de ron en las manos de un
galeote.
Un viaje.
El monumento de la sal.
Una flecha que se dispara sola.
El beso, el ayuntamiento, el éxtasis y
la culminación.
Los supremos vaivenes de las aguas
irredentas.
Una colmena donde se oculta un
arcoiris.
El rebaño de los puentes cuando el día
cesa.
Nuncios de autodestrucción.
Un final.
Aquel alocado parloteo de los loros.
Las salpicaduras de los bañistas.
La hamaca que se balancea.
*****
He entrado a región delgada.
Todo lo que canta se reúne a mis pies
como banderas que el tiempo inclina.
Aquí el mundo es una estación
amanecida sobre corales.
Ésta es la morada donde se depositan
los signos de las aguas, el légamo de los navíos, los mendrugos cargados de
relámpagos.
Éste es el huerto de las especias
clamorosas, la temporada de arcilla que el océano erige.
Ésta es la fruta de un piélago muerto,
la columna desesperada del hambre.
Ésta es la salobre campana de verdor
que el fuego crucifica, la tierra donde una tribu oscura embalsama un clavel.
Ésta es la tinta trémula del día, la
rosa al rojo vivo inscrita en los anales de la selva.
*****
Pero el tiempo me había empobrecido.
Mi único caudal eran los botines
arrancados al miedo.
De tanto dormir con la muerte sentía
mi eternidad. De noche deliraba en las rodillas de la belleza. Presa de tenaces
anillos, a pesar de mi parsimonioso continente de animal invicto me guardaba de
la transitoriedad ínsita a mis actos.
Magnificencia de la ignorancia. Brujos
solemnes habían auscultado mi cuerpo sin poder arribar a un dictamen. Sólo yo
conocía mi mal. Era -caso no infrecuente en los anales de los falsos
desarrollos- la duda.
Yo nunca supe si fui escogido para
trasladar revelaciones.
Nunca estuve seguro de mi cuerpo.
Nunca pude precisar si tenía una
historia.
Yo ignoraba todo lo concerniente a mí
ya mis ancestros.
Nunca creí que mis ojos, orejas, boca,
nariz, piel, movimientos, gustos, dilecciones, aversiones me pertenecían
enteramente.
Yo apenas sospechaba que había tierra,
luz, agua, aire, que vivía y que estaba obligado a llevar mi cuerpo de un lado
a otro, alimentándolo, limpiándolo, cuidándolo para que luciera presentable en
el animado concierto de la honorabilidad ciudadana.
Mi mal era irrescatable.
Me sentía solo. Necesitaba a mi lado
una mujer silenciosa, paciente y dúctil que me rodease con una voz.
Yo era un rey de infranqueable
designio, de voluntad educada para la recepción del acatamiento, de
pretensiones que hacían sonreír a los duendes.
Un rey niño.
Cuando advino, inopinadamente, una era
de pobreza, perdí mi serenidad.
Mis pasiones absolutas -entre ellas el
amor, que para mí era totalidad- fueron barridas.
En suma, yo era una pregunta condenada
a no calzar el signo de interrogación. O un navío que se transformaba en
fosforescente penacho de dragón. O una nube que se demudaba conforme al
movimiento.
Habitaba un lugar indeciso.
Mi historia era un largo recuento de
inauditas torpezas, de infértiles averiguaciones, de fabulosas fábricas.
Un dios cobarde usurpaba mis aras.
Él había degollado el amor frente a
una reluciente laguna, en un bosque de caobos. Huía mugiendo sábanas
ensangrentadas. Escapaba del recinto feliz. Las nubes eran símbolos zoológicos
de mi destierro.
El amor me conducía con inocencia
hacia la destrucción.
El odio, como a mis mayores, me
fortalecía.
Pero yo era generoso y sabía reír.
Como no soportaba la claridad, dispuse
entre anaranjados estertores de sol mi regreso hacia el final. Las aguas me
condujeron como el sensitivo lleva la pesadilla. Volví insomne al lugar de la
ficción.
(Del poemario Los
cuadernos del destierro)
*****
Beloved country
Cuánto tuyo no se desenvuelve como
música perdida en mí.
País al que regreso cada vez que me he
empobrecido.
Sello, fasto, bóveda de los cofres.
Nunca me has negado tu leche de
virgen.
Mi reflujo, mi fuente secreta, mi
anverso real.
Ignoro el alcance de tu olor, pero sé
que has estado
en todos mis puntos de partida,
envolviéndome,
Oriente solícito, como una ceremonia.
País donde van las líneas de mi mano,
lugar donde soy otro,
mi anillo de bodas, estás cerca del
centro.
*****
Desolado
De tanto imaginarte, sonreírte,
esperarte, me canso. Te veo y pregunto ¿eres tú?
Respiro tu llegada; ya sin creer.
No me pidas explicaciones.
No me quites la idea que tengo, tan
vaga.
No me pruebes, por favor, en terreno
firme (me harías a un lado).
Algunas veces de ti no queda nada, una
pequeña lámina.
Si llegas, te aproximas, te parece
bien, sencillamente será otra cosa, otra cosa, cosa de delirio.
Tendrás magnitud y calor.
Eres el otro lado del botín.
¿Comprendes?
*****
Rutina
Me fustigo.
Me abro la carne.
Me exhibo sobre un escenario.
Allí no ofrezco el número decisivo.
Devorarme ¡mi gran milicia!, pero soy
también un armador tenaz.
Sé reunirme pacientemente, usando
rudos métodos de ensamblaje.
Conozco mil fórmulas de reparación.
Reajustes, atornillamientos, tirones, las manejo todas.
A golpes junto las piezas.
Siempre regreso a mi tamaño natural.
Me deshago, me suprimo, displicente,
me borro de un plumazo y vuelvo a montar,
montar al carafresca.
(No se trata de rearmar un monstruo,
eso es fácil, sino de devolverle a alguien
las proporciones.)
Planto mi casa en medio de la
locuacidad.
Me reconstruyo con un plano inefable.
Calma. Ya está. Entro a la horma.
*****
Fracaso
Cuanto he tomado por victoria es sólo
humo.
Fracaso, lenguaje del fondo, pista de
otro espacio más exigente, difícil de entreleer es tu letra.
Cuando ponías tu marca en mi frente,
jamás pensé en el mensaje que traías, más precioso que todos los triunfos.
Tu llameante rostro me ha perseguido y
yo no supe que era para salvarme.
Por mi bien me has relegado a los
rincones, me negaste fáciles éxitos, me has quitado salidas.
Era a mí a quien querías defender no
otorgándome brillo.
De puro amor por mí has manejado el
vacío que tantas noches me ha hecho hablar afiebrado a una ausente.
Por protegerme cediste el paso a
otros, has hecho que una mujer prefiera a alguien más resuelto, me desplazaste
de oficios suicidas.
Tú siempre has venido al quite.
Sí, tu cuerpo, escupido, odioso, me ha
recibido en mi más pura forma para entregarme a la nitidez del desierto.
Por locura te maldije, te he
maltratado, blasfemé contra ti.
Tú no existes.
Has sido inventado por la delirante
soberbia.
¡Cuánto te debo!
Me levantaste a un nuevo rango
limpiándome con una esponja áspera, lanzándome a mi verdadero campo de batalla,
cediéndome las armas que el triunfo abandona.
Me has conducido de la mano a la única
agua que me refleja.
Por ti yo no conozco la angustia de
representar un papel, mantenerme a la fuerza en un escalón, trepar con
esfuerzos propios, reñir por jerarquías, inflarme hasta reventar.
Me has hecho humilde, silencioso y
rebelde.
Yo no te canto por lo que eres, sino
por lo que no me has dejado ser. Por no darme otra vida. Por haberme ceñido.
Me has brindado sólo desnudez.
Cierto que me enseñaste con dureza ¡y
tú mismo traías el cauterio!, pero también me diste la alegría de no temerte.
Gracias por quitarme espesor a cambio
de una letra gruesa.
Gracias a ti que me has privado de
hinchazones.
Gracias por la riqueza a que me has
obligado.
Gracias por construir con barro mi
morada.
Gracias por apartarme.
Gracias.
(Del poemario Falsas
maniobras)
*****
El juez
—ese que separándose de nosotros
dicta sus fallos —
vive de nuestra sangre,
a expensas de nuestras entrañas,
comiéndose la fruta que nos llevamos a
la boca;
es él quien la saborea, la mastica, la
traga.
Se nutre aun perdonándonos.
Caminamos lentamente
y abriéndonos paso o pensando cada
paso.
Su mirada rígida en la noche
se enciende con los huesos de la
infancia.
*****
Nada, nada se repite,
solo yo, en la memoria, me tengo
como un vestigio
entre mis propias manos.
*****
Como quien camina según un designio
que no es suyo
y diseña una figura
que él mismo no puede leer,
hace su trayecto
el que debe explicar.
*****
¿Cómo pudo
volverse tribunal
de su vida
(no es sino la sala
donde se reúne
a rumiar fallos)
el
que menos juzga,
el
que existe desde su cuerpo,
el
menos concluyente
de los nacidos?
*****
Flacos dedos
me asuelan.
El cielo se estanca
en mi pozo.
La magia
está herida.
Vivo
como la tierra de donde vine,
la tierra que recorrí con mi padre.
Las palabras
no dicen en este confín.
*****
Muerde,
traga,
recibe
lo necesitas,
lo está pidiendo a gritos tu cuerpo,
lo reclama tu pecho a voces,
lo esperan tus rodillas.
Come cuanto antes este plato.
Tus manos no se sentirán flojas en la
mañana.
Toma el bocado que te corresponde,
el escogido para ti,
el que alguien puso en tu mesa
para que vivieras con él.
*****
Hombre
que se acusa.
En el fondo
llaga
del Cristo
traicionado.
Impostura
que clama por exactitud.
*****
Me sostiene
este vivir en vilo
sin ninguna señal
ni mapa
ni promesa,
en una antesala donde todos trajinan
como empleados
para olvidar.
*****
Es recio haber sido,
sin saberlo, un jugador,
y encontrarse
tocando
como una carta
el destino.
Ya no hay más jugadas sino un ponerse
en manos desconocidas.
*****
Ya el delirio no me solicita.
Vivo sobre la sal, levantándome y
cayendo, día tras día. Como, ndo, me acuesto sobre lo que me sostiene sin pedir
una aclaración, sin esperar nada. Soy cuerpo. Me llamo tensión, debilidad, silencio,
piel, nervio, olor, yerro. Me arrastro, toco hierba, me hago suelo. Lo inefable
no me quiere.
Hace años dejé de preguntar. Desistí
en un tilo.
Las ventanas dicen vivir.
El pensamiento escarba, escarba.
Soy una cuerda que se abraza a la
última proximidad.
Vibrante querer.
Ducho en disensión, en rotura, en
desvivir, persisto.
Arrastro una historia anonadada.
Soy flaqueza máxima. Mis piernas se
doblan. No llego, no llego.
¿De dónde sale la fuerza cuando sigo?
Soy el sordo, el exabrupto, el golpe en la mejilla, el veneno de la suavidad,
el manto del loco, el que hostiga al fervor, el sórdido tubo, la ciénaga sin
fulgor, la horma de nuestra ignorancia, el que se hace, se deshace, se hace.
*****
Bebo locura, yermo, corredor, libro,
conversación, proximidad, vientre, sueldo; la bebida se riega con lentitud, se
establece en las rodillas, sube a la boca confundiéndola,
mi único suelo.
*****
La diosa no pudo conjurar la
persecución. El que la servía oye restallar látigos, pero no puede apartar los
ojos. Huye a un borde.
Allí dice su parte, su monodia, su
antiestrofa.
*****
Siéntate. Ya el tormento se viste con
el trapo de la obligación. Es hora de dar comienzo a la obra.
Me retomo. Hace tiempo me dejé en un
borde. Allí donde el azufre del monólogo hacía imposible respirar.
*****
Aunque esté aquí en mi cuarto, éste es
un confín. Cada instante me parece el último; el sitio que ocupo, término
ansioso. Vivo en medio de congregadas extremidades.
*****
Soy la eclosión muda de lo yacente.
Una horda gárrula sale de la inercia y vuelve a ocultarse.
La respiración no puede con lo no
dicho. Lo no dicho golpea contra las paredes. Voy, dando traspiés, a cumplir.
*****
Desciendo a la calle, como si sólo yo
existiera.
Exhalo azufre, lo huelo en la piel.
Los condenados mandan mensajes conmigo.
Soy un micrófono que vocea médulas.
*****
Desemboco donde no estoy.
Soy mi jugo, el hueso arrancado a la
demencia, la rotura múltiple.
Vomito salmos, cuevas, miedos.
*****
Es tan corta la distancia entre
nosotros y el abismo, casi inexistente,
una delgada lujuria. Basta detenerse y ahí está. Somos eso.
No necesitamos mirarlo de cerca. Que
no haya engaño. La separación nos pertenece.
*****
Una vez más digo: si él no encontrara
apoyo dentro de mí, todo se habría resuelto, pero no, me despedaza, me corta en
trozos, me riega por el campo. En mi propio plato, con mi tósigo, me devora. Le
he pedido que me deje donde me encontró, en la medianoche de todas las noches,
pero él es incansable. Unta con mis trozos su pan. Embadurna conmigo sus días.
¿Y yo? Yo también lo devoro.
¿Pero a quién persigue el perseguidor?
Si donde yo estoy no hay nadie. Me estrujo, me lleno de saliva, de tiempo y no
encuentro historia. Ninguna marca, ningún hito, ninguna celebración. Entonces
es inútil que se afane. Sin embargo, se convierte en látigo. Mi enemigo, o mi
amigo a la larga, me arrastra por corredores, calles, autobuses, salones,
rampas.
*****
Somos los jornaleros incansables.
Cavamos, cavamos y mientras más cavamos más crece nuestra tarea. Cavamos
buscando un agujero.
Nuestra marca es este caminar tropezando.
Estamos hasta los huesos de tinieblas.
*****
Minos, el ululante, el de la larga
cola, no necesitaba ser tan espantoso. Cualquier rostro hubiera servido. Juzgar
basta.
Círculo significa no estar presente.
*****
Cada quien lleva un fantasma incómodo.
A espaldas suyas hacemos nuestra alegría. Somos los hombres de la tarea
equivocada. Trabajamos para privarlo de comida, pero él nos ara por dentro. Los
legados del error. Formamos mesnada. Labramos sin pausa disfraces.
*****
Repetirse, repetirse, repetirse, y
vivir ¿dónde es? ¿Quién sabe ceder el paso al deslumbramiento como el que se
siente incumplido?
Ser a lo vivo, amor real.
*****
Tuve que disentir,
ocultarme,
desaparecer.
Tuve
que ser una disonancia.
Tuve que dejarme ir
a la deriva
sin explicar.
Tuve que esconder
el rostro,
volverme
huidizo,
callar, acallar
(cuando acaso era útil
una simple aclaración).
Se me juzgaba con ley de hombre
pero nunca fui interrogado.
Todo
fue por ti,
y no te he visto.
*****
Se hunde uno,
se atasca,
se desoye
y vuelve a unirse. Un pantano.
No es broma.
Hay encallamientos
peores que la ilusión.
Se ahoga uno
en su magno deseo
y alguien lo levanta,
exhausto, confundido, disperso
y sin haber aprendido.
Se queda uno
a mitad de camino, reptando
bajo el resplandor.
*****
Hazte a tu nada
plena.
Déjala florecer.
Acostúmbrate
al ayuno que eres.
Que tu cuerpo se la aprenda.
*****
Puesto que estás aquí,
tienes que
Aquí se camina
sin preguntar.
Tienes que
No precisemos.
Haz como que entiendes.
Ya sabes:
sin interrogar.
(Todas las preguntas caen
a los pies de tienes que.)
¿Angustia?
Nada de eso,
quédate tranquilo
en tu silla, contando las horas.
*****
No lleves más
la pesadilla.
Tenaz
se envuelve con nuestra piel.
Echémosla por la borda.
Al agua
la terrible
cansada
voraz
pesadilla,
ojo inminente de sal.
*****
Vida
arrásame,
barre todo,
que sólo quede
la cascara vacía, para no llenarla
más,
limpia, limpia sin escrúpulo
y cuanto sostuviste deja caer
sin guardar nada.
*****
¿A dónde me conducirás?
¿Qué será de mi vida
trabajada?
¿Debo devolverme
después de haber andado tanto?
Me deshice
para llegar a este sitio.
Nos pertenecemos.
He de tener fuerzas para seguir.
*****
Es de rigor
no quitarse la cara.
Los gritos deben quedar para el cuarto
donde apenas se está en pie.
Al salir
¡cuidado!, se ha de andar vestido
a lo héroe.
Ya sé.
Hay que escribir con distancia —no
lejanía -
para, sobre todo, propiciar al pudor,
y si alguna vez te traicionas,
esto es,
dices
lo que se te vino a los labios,
no tendrás acceso
al recinto.
*****
Que cada palabra lleve lo que dice.
Que sea como el temblor que la
sostiene.
Que se mantenga como un latido.
No he de proferir adornada falsedad ni
poner tinta dudosa ni
añadir brillos a lo que es.
Esto me obliga a oírme. Pero estamos
aquí para decir verdad.
Seamos reales.
Quiero exactitudes aterradoras.
Tiemblo cuando creo que me falsifico.
Debo llevar en peso mis palabras. Me poseen tanto como yo a ellas.
Si no veo bien, dime tú, tú que me
conoces, mi mentira, señálame la impostura, restrégame la estafa. Te lo
agradeceré, en serio. Enloquezco por corresponderme.
Sé mi ojo, espérame en la noche y
divísame, escrútame, sacúdeme.
(Del poemario Intemperie)
*****
Mal
Detenido, no sé dónde, mas es un hecho
que estoy, detenido.
Llevo años en el mismo lugar, al
fondo. ¿Vivo? Funciono, y ya es mucho.
*****
Angst
No es nada, nada
algo sin trascendencia,
nada.
Una dificultad leve
en la respiración.
Problema de angostura
parece.
¿Acaso no sabías
que la puerta es estrecha?
*****
As if
Es como si amáramos. Es como si
sintiésemos. Es como si viviéramos.
Esto fatiga. Hasta se ansía un error.
Puede que al equivocarse,
los actores rocen la verdad.
*****
Deseo
Asciende por mi cuerpo como otra sangre
más cálida
que en mi boca se muda,
se vuelve la que no es
y se extingue
como un rumor más de la noche.
Río
que repite nombres.
*****
Despilfarro
Es recio haber gastado días, meses,
años en defenderse sin saber de quién.
Recio no poder ver el rostro del que
asedia.
Recio ignorar lo que nos devasta.
*****
El argumento
Por la mañana
leemos anestesiados
las noticias
de la guerra (cualquier guerra),
un titular
bien merece algunos combates;
cada bando
desea demostrar que Dios
está de su parte
con el argumento definitivo;
nuestros ojos recorren
las páginas
-buscamos más confirmaciones
de nuestra derrota
y el periódico trae lo que esperamos
encontrar.
*****
Atisbo
De repente comprendí
que matamos
porque estamos muertos.
*****
Sé
que si no llego a ser nadie
habré perdido mi vida.
(Del poemario Memorial)
*****
Eludías
el encuentro
con el tú
magnífico,
el que te toma
y te anula como tempestad
y de ti arranca al que busca.
*****
Cómo pudiste vivir
de la idea
que la ocultaba,
con un sabor
que no era el de ella,
huyendo
de su aparecer
que era también el tuyo?
*****
Llegas
no a modo de visitación
ni a modo de promesa
ni a modo de fábula
sino
como firme corporeidad, como
ardimiento, como inmediatez.
*****
Llevas el amante
al lugar
del acontecer
-el lugar del asentimiento.
*****
Él abre los ojos,
siente,
se abandona.
Sabe ya que nada, nada
le pertenece,
salvo su dependencia,
y acata
el extraño señorío.
*****
Se creyó dueño
y ella lo obligó a la más honda
encuesta,
a preguntarse qué era en realidad
suyo.
Después lo tomó en sus manos
y fue formando su rostro
con el mismo material del extravío,
sin desechar nada,
y lo devolvió a los brazos del origen
como a quien se amó sin decírselo.
*****
Misión
del amante:
arder
fuera del camino.
*****
Enséñame,
rehazme
a fondo,
avívame
como quien enciende un fuego.
*****
Destruye
la retórica del amante
y hazlo venir a pie, desnudo, sin
arrimo,
a tu recio descampado.
Que pruebe a sostenerse ahí,
que sienta tu frío,
que vele.
*****
Ella lo alzó del suelo
cuando fue necesario,
para otra vez, al sentirlo fuerte,
enseñarle
suelo.
*****
En tu reino
todos los días se vuelven suficientes.
(Del poemario Amantes)
Rafael Cadenas (Barquisimeto, Lara, 8
de abril de 1930) es un poeta, ensayista y profesor universitario venezolano. En
1985 recibió el Premio Nacional de Literatura de Venezuela y en 2009 el Premio
FIL de Literatura en Lenguas Romances, en Guadalajara, México, entre muchos
otros, Cadenas también fue galardonado en 2018 con el Premio Reina Sofía de
Poesía Iberoamericana.
Dueño de un lenguaje mágico y
depurado, su obra lo sitúa como uno de los grandes exponentes de la poesía
modernista hispanoamericana.
De sus libros de poesía y ensayo,
merecen destacarse "Los cuadernos del destierro" en 1960,
"Falsas maniobras" en 1966, "Memorial" en 1977,
"Intemperie" en 1977, "Anotaciones" en 1983,
"Amante" en 1983, "Dichos" en 1992, "Gestiones" en
1992 y "Apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística" en 1995.
Recibió la beca Guggenheim en 1986 y
el doctorado Honoris Causa de la Universidad Central de Venezuela.
Desde temprana edad combinó la pasión
por la literatura con la militancia política en el Partido Comunista de
Venezuela. Por esta razón sufrió cárcel y exilio durante la dictadura de Marcos
Pérez Jiménez. Se refugió en la isla de Trinidad hasta 1957. En Caracas escribe
y publica Una isla (1958) y Los cuadernos del destierro (1960). Durante esos
años forma parte del grupo de debate político y literario «Tabla redonda»,
junto con Manuel Caballero, Jesús Sanoja Hernández, Jacobo Borges, entre otros.
Contrajo matrimonio con Milena González Carvallo, de quien enviudó en 2017. Es
profesor jubilado de la Escuela de Letras de la Universidad Central de
Venezuela.
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