viernes, 31 de enero de 2020

Rafael Cadenas, Selección





Si el poema no nace, pero es real tu vida,
eres su encarnación.
Habitas
en su sombra inconquistable.
Te acompaña
diamante incumplido.

*****

Vengo de un reino extraño,
vengo de una isla iluminada,
vengo de los ojos de una mujer.
Desciendo por el día pesadamente.
Música perdida me acompaña.

Una pupila cargadora
se adentra en lo que ve.

Mi fortaleza,
mi última línea,
mi frontera con el vacío
ha caído hoy.

*****

A un esbirro

Rostros deben andar por su café, por sus calles de llanto, por el humo de su cigarrillo.
Han de buscarlo voces, perseguirlo por las frías carreteras.
¡Cuántas puertas rompió vestido de hombre!
¿Cómo halló tanta tiniebla para vencer la zumbante nube de ojos fijos?
Un paisaje insomne que hable para él.

*****

You

Tú apareces,
tú te desnudas,
tú entras en la luz,
tú despiertas los colores,
tú coronas las aguas,
tú comienzas a recorrer el tiempo como un licor,
tú rematas la más cegadora de las orillas,
tú predices si el mundo seguirá o va a caer,
tú conjuras la tierra para que acompase su ritmo a tu lentitud de lava,
tú reinas en el centro de esta conflagración
y del primero
al séptimo día
tu cuerpo es un arrogante
palacio
donde vive
el
temblor.

*****

El exiliado deplora las patrias. Rehúye escisiones. Se encamina hacia el instante.

Comienza a ver. Cuanto lo rodea recobra su fuerza.
Las cosas se avivan de día en día.

Se adhiere a su cuerpo, buscando el molde antiguo.
Se reconoce enigma. Despide la irrealidad.

Ve su cara en el estanque y la olvida.


(Del poemario Una isla)

*****

Yo visité la tierra de luz blanda.
Anduve entre melones y hierbas marinas, comí frutas traídas por sacerdotisas adolescentes, palpé árboles de savia roja como ladrillo que moraban junto a la tumba de un príncipe, vi viejos catafalcos de gobernadores guardados por lentas palmas. Por los contornos había raíces en forma de tazones donde los monos mitigaban la sed.
Pasé un día cerca del lugar donde duermen los ahorcados.
Era la época en que los brujos habían partido a los campos de arroz destruyendo todos los talismanes.
En las calles vistosas doncellas oscuras danzaban.
Entonces los capitanes bajaban de los ojos para explorar la ciudad.
De este viaje más allá de los presuntos límites sólo conservo alguna que otra estrella de mar, varios retratos -ella y yo- y un peregrino cofre que encontré en el barco durante la travesía.
De aquel idioma y de mis pasos por la tierra dicha no existe imagen que esté hoy extinguida. Los veleros tocan a las puertas del aire donde persisto. La luz me trae delfines muertos. Tu olor reconquista el estremecimiento.

*****

He resuelto mis vínculos.
Ya soy uno.
Porque ésta que ahora comienza es la temporada magnífica de la claridad donde sólo existe el haz indivisible de la amorosa conjunción. Ahora mi corazón silbante, clarividente y numeroso riega sus sentencias prenatales, sus aromas yodados, sus impaciencias pueriles, sus rumores de moscardón sobre la cebada, sus tinieblas fieles en la crueldad de estos parajes poblados por oscuros habitadores que suelen entregarse con frenesí a los desapacibles dioses de la espuma.
No obstante me irrita el tardío lienzo de los alcatraces porque no puedo descifrar su idioma. En cambio me place el jardín de los soberanos donde habitan en espejos incomunicables los que han sido desterrados del amor.
Fatídico, doble, sensual, echadas ya las cuentas para mis logros futuros, me he desposado con un nuevo esplendor.
Fue el reino de las aguas.
Hice mis particiones.
Aguas en la memoria, absolutas como los desiertos, solamente el silencio del oro en el follaje puede compararse con su espíritu.
Osaré recrearme en la evocación.
Isla, deleitable antífona.
Horma de los cuatro puntos.
Asilo de los vientos sin paz.
Adelantándome y retrocediendo como un preludio abro las tierras moradas.
Una naranja resplandeciente, sola, sobre un lienzo como un deseo.
La rama menos transparente de una constelación.
Un vaso de ron en las manos de un galeote.
Un viaje.
El monumento de la sal.
Una flecha que se dispara sola.
El beso, el ayuntamiento, el éxtasis y la culminación.
Los supremos vaivenes de las aguas irredentas.
Una colmena donde se oculta un arcoiris.
El rebaño de los puentes cuando el día cesa.
Nuncios de autodestrucción.
Un final.
Aquel alocado parloteo de los loros.
Las salpicaduras de los bañistas.
La hamaca que se balancea.

*****

He entrado a región delgada.
Todo lo que canta se reúne a mis pies como banderas que el tiempo inclina.
Aquí el mundo es una estación amanecida sobre corales.
Ésta es la morada donde se depositan los signos de las aguas, el légamo de los navíos, los mendrugos cargados de relámpagos.
Éste es el huerto de las especias clamorosas, la temporada de arcilla que el océano erige.
Ésta es la fruta de un piélago muerto, la columna desesperada del hambre.
Ésta es la salobre campana de verdor que el fuego crucifica, la tierra donde una tribu oscura embalsama un clavel.
Ésta es la tinta trémula del día, la rosa al rojo vivo inscrita en los anales de la selva.

*****

Pero el tiempo me había empobrecido.
Mi único caudal eran los botines arrancados al miedo.
De tanto dormir con la muerte sentía mi eternidad. De noche deliraba en las rodillas de la belleza. Presa de tenaces anillos, a pesar de mi parsimonioso continente de animal invicto me guardaba de la transitoriedad ínsita a mis actos.
Magnificencia de la ignorancia. Brujos solemnes habían auscultado mi cuerpo sin poder arribar a un dictamen. Sólo yo conocía mi mal. Era -caso no infrecuente en los anales de los falsos desarrollos- la duda.
Yo nunca supe si fui escogido para trasladar revelaciones.
Nunca estuve seguro de mi cuerpo.
Nunca pude precisar si tenía una historia.
Yo ignoraba todo lo concerniente a mí ya mis ancestros.
Nunca creí que mis ojos, orejas, boca, nariz, piel, movimientos, gustos, dilecciones, aversiones me pertenecían enteramente.
Yo apenas sospechaba que había tierra, luz, agua, aire, que vivía y que estaba obligado a llevar mi cuerpo de un lado a otro, alimentándolo, limpiándolo, cuidándolo para que luciera presentable en el animado concierto de la honorabilidad ciudadana.
Mi mal era irrescatable.
Me sentía solo. Necesitaba a mi lado una mujer silenciosa, paciente y dúctil que me rodease con una voz.
Yo era un rey de infranqueable designio, de voluntad educada para la recepción del acatamiento, de pretensiones que hacían sonreír a los duendes.
Un rey niño.
Cuando advino, inopinadamente, una era de pobreza, perdí mi serenidad.
Mis pasiones absolutas -entre ellas el amor, que para mí era totalidad- fueron barridas.
En suma, yo era una pregunta condenada a no calzar el signo de interrogación. O un navío que se transformaba en fosforescente penacho de dragón. O una nube que se demudaba conforme al movimiento.
Habitaba un lugar indeciso.
Mi historia era un largo recuento de inauditas torpezas, de infértiles averiguaciones, de fabulosas fábricas.
Un dios cobarde usurpaba mis aras.
Él había degollado el amor frente a una reluciente laguna, en un bosque de caobos. Huía mugiendo sábanas ensangrentadas. Escapaba del recinto feliz. Las nubes eran símbolos zoológicos de mi destierro.
El amor me conducía con inocencia hacia la destrucción.
El odio, como a mis mayores, me fortalecía.
Pero yo era generoso y sabía reír.
Como no soportaba la claridad, dispuse entre anaranjados estertores de sol mi regreso hacia el final. Las aguas me condujeron como el sensitivo lleva la pesadilla. Volví insomne al lugar de la ficción.


(Del poemario Los cuadernos del destierro)



*****

Beloved country


Cuánto tuyo no se desenvuelve como música perdida en mí.
País al que regreso cada vez que me he empobrecido.
Sello, fasto, bóveda de los cofres.

Nunca me has negado tu leche de virgen.

Mi reflujo, mi fuente secreta, mi anverso real.

Ignoro el alcance de tu olor, pero sé que has estado
en todos mis puntos de partida, envolviéndome,
Oriente solícito, como una ceremonia.

País donde van las líneas de mi mano, lugar donde soy otro,
mi anillo de bodas, estás cerca del centro.


*****


Desolado

De tanto imaginarte, sonreírte, esperarte, me canso. Te veo y pregunto ¿eres tú?
Respiro tu llegada; ya sin creer.

No me pidas explicaciones.
No me quites la idea que tengo, tan vaga.
No me pruebes, por favor, en terreno firme (me harías a un lado).

Algunas veces de ti no queda nada, una pequeña lámina.
Si llegas, te aproximas, te parece bien, sencillamente será otra cosa, otra cosa, cosa de delirio.
Tendrás magnitud y calor.

Eres el otro lado del botín.
¿Comprendes?


*****

Rutina

Me fustigo.
Me abro la carne.
Me exhibo sobre un escenario.
Allí no ofrezco el número decisivo.
Devorarme ¡mi gran milicia!, pero soy también un armador tenaz.
Sé reunirme pacientemente, usando rudos métodos de ensamblaje.
Conozco mil fórmulas de reparación. Reajustes, atornillamientos, tirones, las manejo todas.
A golpes junto las piezas.
Siempre regreso a mi tamaño natural.
Me deshago, me suprimo, displicente, me borro de un plumazo y vuelvo a montar,
montar al carafresca.
(No se trata de rearmar un monstruo, eso es fácil, sino de devolverle a alguien
las proporciones.)
Planto mi casa en medio de la locuacidad.
Me reconstruyo con un plano inefable.
Calma. Ya está. Entro a la horma.


*****

Fracaso

Cuanto he tomado por victoria es sólo humo.

Fracaso, lenguaje del fondo, pista de otro espacio más exigente, difícil de entreleer es tu letra.

Cuando ponías tu marca en mi frente, jamás pensé en el mensaje que traías, más precioso que todos los triunfos.
Tu llameante rostro me ha perseguido y yo no supe que era para salvarme.
Por mi bien me has relegado a los rincones, me negaste fáciles éxitos, me has quitado salidas.
Era a mí a quien querías defender no otorgándome brillo.
De puro amor por mí has manejado el vacío que tantas noches me ha hecho hablar afiebrado a una ausente.
Por protegerme cediste el paso a otros, has hecho que una mujer prefiera a alguien más resuelto, me desplazaste de oficios suicidas.

Tú siempre has venido al quite.

Sí, tu cuerpo, escupido, odioso, me ha recibido en mi más pura forma para entregarme a la nitidez del desierto.
Por locura te maldije, te he maltratado, blasfemé contra ti.

Tú no existes.
Has sido inventado por la delirante soberbia.

¡Cuánto te debo!

Me levantaste a un nuevo rango limpiándome con una esponja áspera, lanzándome a mi verdadero campo de batalla, cediéndome las armas que el triunfo abandona.
Me has conducido de la mano a la única agua que me refleja.
Por ti yo no conozco la angustia de representar un papel, mantenerme a la fuerza en un escalón, trepar con esfuerzos propios, reñir por jerarquías, inflarme hasta reventar.
Me has hecho humilde, silencioso y rebelde.
Yo no te canto por lo que eres, sino por lo que no me has dejado ser. Por no darme otra vida. Por haberme ceñido.

Me has brindado sólo desnudez.
Cierto que me enseñaste con dureza ¡y tú mismo traías el cauterio!, pero también me diste la alegría de no temerte.

Gracias por quitarme espesor a cambio de una letra gruesa.
Gracias a ti que me has privado de hinchazones.
Gracias por la riqueza a que me has obligado.
Gracias por construir con barro mi morada.
Gracias por apartarme.
Gracias.


(Del poemario Falsas maniobras)

*****

El juez
—ese que separándose de nosotros
dicta sus fallos —
vive de nuestra sangre,
a expensas de nuestras entrañas,
comiéndose la fruta que nos llevamos a la boca;
es él quien la saborea, la mastica, la traga.
Se nutre aun perdonándonos.

Caminamos lentamente
y abriéndonos paso o pensando cada paso.

Su mirada rígida en la noche
se enciende con los huesos de la infancia.

*****

Nada, nada se repite,
solo yo, en la memoria, me tengo
como un vestigio
entre mis propias manos.

*****

Como quien camina según un designio
que no es suyo
y diseña una figura
que él mismo no puede leer,
hace su trayecto
el que debe explicar.

*****

¿Cómo pudo
volverse tribunal
de su vida
(no es sino la sala
donde se reúne
a rumiar fallos)
el
que menos juzga,
el
que existe desde su cuerpo,
el
menos concluyente
de los nacidos?

*****

Flacos dedos
me asuelan.
El cielo se estanca
en mi pozo.
La magia
está herida.

Vivo
como la tierra de donde vine,
la tierra que recorrí con mi padre.

Las palabras
no dicen en este confín.

*****

Muerde,
traga,
recibe
lo necesitas,
lo está pidiendo a gritos tu cuerpo,
lo reclama tu pecho a voces,
lo esperan tus rodillas.
Come cuanto antes este plato.
Tus manos no se sentirán flojas en la mañana.
Toma el bocado que te corresponde,
el escogido para ti,
el que alguien puso en tu mesa
para que vivieras con él.

*****

Hombre
que se acusa.
En el fondo
llaga
del Cristo
traicionado.

Impostura
que clama por exactitud.

*****

Me sostiene
este vivir en vilo
sin ninguna señal
ni mapa
ni promesa,
en una antesala donde todos trajinan
como empleados
para olvidar.

*****

Es recio haber sido,
sin saberlo, un jugador,
y encontrarse
tocando
como una carta
el destino.

Ya no hay más jugadas sino un ponerse
en manos desconocidas.

*****

Ya el delirio no me solicita.
Vivo sobre la sal, levantándome y cayendo, día tras día. Como, ndo, me acuesto sobre lo que me sostiene sin pedir una aclaración, sin esperar nada. Soy cuerpo. Me llamo tensión, debilidad, silencio, piel, nervio, olor, yerro. Me arrastro, toco hierba, me hago suelo. Lo inefable no me quiere.

Hace años dejé de preguntar. Desistí en un tilo.
Las ventanas dicen vivir.
El pensamiento escarba, escarba.
Soy una cuerda que se abraza a la última proximidad.
Vibrante querer.
Ducho en disensión, en rotura, en desvivir, persisto.

Arrastro una historia anonadada.
Soy flaqueza máxima. Mis piernas se doblan. No llego, no llego.
¿De dónde sale la fuerza cuando sigo? Soy el sordo, el exabrupto, el golpe en la mejilla, el veneno de la suavidad, el manto del loco, el que hostiga al fervor, el sórdido tubo, la ciénaga sin fulgor, la horma de nuestra ignorancia, el que se hace, se deshace, se hace.

*****

Bebo locura, yermo, corredor, libro, conversación, proximidad, vientre, sueldo; la bebida se riega con lentitud, se establece en las rodillas, sube a la boca confundiéndola,
mi único suelo.

*****

La diosa no pudo conjurar la persecución. El que la servía oye restallar látigos, pero no puede apartar los ojos. Huye a un borde.
Allí dice su parte, su monodia, su antiestrofa.

*****

Siéntate. Ya el tormento se viste con el trapo de la obligación. Es hora de dar comienzo a la obra.

Me retomo. Hace tiempo me dejé en un borde. Allí donde el azufre del monólogo hacía imposible respirar.

*****

Aunque esté aquí en mi cuarto, éste es un confín. Cada instante me parece el último; el sitio que ocupo, término ansioso. Vivo en medio de congregadas extremidades.

*****

Soy la eclosión muda de lo yacente. Una horda gárrula sale de la inercia y vuelve a ocultarse.
La respiración no puede con lo no dicho. Lo no dicho golpea contra las paredes. Voy, dando traspiés, a cumplir.

*****

Desciendo a la calle, como si sólo yo existiera.
Exhalo azufre, lo huelo en la piel. Los condenados mandan mensajes conmigo.
Soy un micrófono que vocea médulas.

*****

Desemboco donde no estoy.
Soy mi jugo, el hueso arrancado a la demencia, la rotura múltiple.
Vomito salmos, cuevas, miedos.

*****

Es tan corta la distancia entre nosotros y el abismo, casi inexistente,  una delgada lujuria. Basta detenerse y ahí está. Somos eso.
No necesitamos mirarlo de cerca. Que no haya engaño. La separación nos pertenece.

*****

Una vez más digo: si él no encontrara apoyo dentro de mí, todo se habría resuelto, pero no, me despedaza, me corta en trozos, me riega por el campo. En mi propio plato, con mi tósigo, me devora. Le he pedido que me deje donde me encontró, en la medianoche de todas las noches, pero él es incansable. Unta con mis trozos su pan. Embadurna conmigo sus días. ¿Y yo? Yo también lo devoro.
¿Pero a quién persigue el perseguidor? Si donde yo estoy no hay nadie. Me estrujo, me lleno de saliva, de tiempo y no encuentro historia. Ninguna marca, ningún hito, ninguna celebración. Entonces es inútil que se afane. Sin embargo, se convierte en látigo. Mi enemigo, o mi amigo a la larga, me arrastra por corredores, calles, autobuses, salones, rampas.

*****

Somos los jornaleros incansables. Cavamos, cavamos y mientras más cavamos más crece nuestra tarea. Cavamos buscando un agujero.
Nuestra marca es este caminar tropezando. Estamos hasta los huesos de tinieblas.

*****

Minos, el ululante, el de la larga cola, no necesitaba ser tan espantoso. Cualquier rostro hubiera servido. Juzgar basta.
Círculo significa no estar presente.

*****

Cada quien lleva un fantasma incómodo. A espaldas suyas hacemos nuestra alegría. Somos los hombres de la tarea equivocada. Trabajamos para privarlo de comida, pero él nos ara por dentro. Los legados del error. Formamos mesnada. Labramos sin pausa disfraces.

*****

Repetirse, repetirse, repetirse, y vivir ¿dónde es? ¿Quién sabe ceder el paso al deslumbramiento como el que se siente incumplido?
Ser a lo vivo, amor real.


*****

Tuve que disentir,
ocultarme,
desaparecer.

Tuve
que ser una disonancia.

Tuve que dejarme ir
a la deriva
sin explicar.

Tuve que esconder
el rostro,
volverme
huidizo,
callar, acallar
(cuando acaso era útil
una simple aclaración).

Se me juzgaba con ley de hombre
pero nunca fui interrogado.

Todo
fue por ti,
y no te he visto.

*****

Se hunde uno,
se atasca,
se desoye
y vuelve a unirse. Un pantano.
No es broma.
Hay encallamientos
peores que la ilusión.

Se ahoga uno
en su magno deseo
y alguien lo levanta,
exhausto, confundido, disperso
y sin haber aprendido.

Se queda uno
a mitad de camino, reptando
bajo el resplandor.

*****

Hazte a tu nada
plena.
Déjala florecer.
Acostúmbrate
al ayuno que eres.
Que tu cuerpo se la aprenda.

*****

Puesto que estás aquí,
tienes que

Aquí se camina
sin preguntar.

Tienes que
No precisemos.
Haz como que entiendes.

Ya sabes:
sin interrogar.
(Todas las preguntas caen
a los pies de tienes que.)

¿Angustia?
Nada de eso,
quédate tranquilo
en tu silla, contando las horas.

*****

No lleves más
la pesadilla.

Tenaz
se envuelve con nuestra piel.
Echémosla por la borda.

Al agua
la terrible
cansada
voraz
pesadilla,

ojo inminente de sal.

*****

Vida
arrásame,
barre todo,
que sólo quede
la cascara vacía, para no llenarla más,
limpia, limpia sin escrúpulo
y cuanto sostuviste deja caer
sin guardar nada.

*****

¿A dónde me conducirás?
¿Qué será de mi vida
trabajada?
¿Debo devolverme
después de haber andado tanto?
Me deshice
para llegar a este sitio.
Nos pertenecemos.
He de tener fuerzas para seguir.

*****

Es de rigor
no quitarse la cara.
Los gritos deben quedar para el cuarto
donde apenas se está en pie.
Al salir
¡cuidado!, se ha de andar vestido
a lo héroe.
Ya sé.
Hay que escribir con distancia —no lejanía -
para, sobre todo, propiciar al pudor,
y si alguna vez te traicionas,
esto es,
dices
lo que se te vino a los labios,
no tendrás acceso
al recinto.

*****

Que cada palabra lleve lo que dice.
Que sea como el temblor que la sostiene.
Que se mantenga como un latido.

No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni
añadir brillos a lo que es.
Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir verdad.
Seamos reales.
Quiero exactitudes aterradoras.
Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso mis palabras. Me poseen tanto como yo a ellas.

Si no veo bien, dime tú, tú que me conoces, mi mentira, señálame la impostura, restrégame la estafa. Te lo agradeceré, en serio. Enloquezco por corresponderme.
Sé mi ojo, espérame en la noche y divísame, escrútame, sacúdeme.

(Del poemario Intemperie)




*****

Mal

Detenido, no sé dónde, mas es un hecho que estoy, detenido.
Llevo años en el mismo lugar, al fondo. ¿Vivo? Funciono, y ya es mucho.

*****

Angst

No es nada, nada
algo sin trascendencia,
nada.
Una dificultad leve
en la respiración.
Problema de angostura
parece.
¿Acaso no sabías
que la puerta es estrecha?

*****

As if

Es como si amáramos. Es como si sintiésemos. Es como si viviéramos.

Esto fatiga. Hasta se ansía un error. Puede que al equivocarse,
los actores rocen la verdad.

*****

Deseo

Asciende por mi cuerpo como otra sangre
más cálida
que en mi boca se muda,
se vuelve la que no es
y se extingue
como un rumor más de la noche.
Río
que repite nombres.


*****


Despilfarro

Es recio haber gastado días, meses, años en defenderse sin saber de quién.
Recio no poder ver el rostro del que asedia.
Recio ignorar lo que nos devasta.


*****

El argumento

Por la mañana
leemos anestesiados
las noticias
de la guerra (cualquier guerra),
un titular
bien merece algunos combates;
cada bando
desea demostrar que Dios
está de su parte
con el argumento definitivo;
nuestros ojos recorren
las páginas
-buscamos más confirmaciones
de nuestra derrota
y el periódico trae lo que esperamos encontrar.


*****

Atisbo

De repente comprendí
que matamos
porque estamos muertos.

*****

que si no llego a ser nadie
habré perdido mi vida.


(Del poemario Memorial)

*****

Eludías
el encuentro
con el tú
magnífico,
el que te toma
y te anula como tempestad
y de ti arranca al que busca.


*****

Cómo pudiste vivir
de la idea
que la ocultaba,
con un sabor
que no era el de ella,
huyendo
de su aparecer
que era también el tuyo?


*****

Llegas
no a modo de visitación
ni a modo de promesa
ni a modo de fábula
sino
como firme corporeidad, como ardimiento, como inmediatez.


*****

Llevas el amante
al lugar
del acontecer


-el lugar del asentimiento.


*****

Él abre los ojos,
siente,
se abandona.
Sabe ya que nada, nada
le pertenece,
salvo su dependencia,
y acata
el extraño señorío.


*****

Se creyó dueño
y ella lo obligó a la más honda encuesta,
a preguntarse qué era en realidad suyo.
Después lo tomó en sus manos
y fue formando su rostro
con el mismo material del extravío, sin desechar nada,
y lo devolvió a los brazos del origen
como a quien se amó sin decírselo.


*****

Misión
del amante:

arder
fuera del camino.


*****

Enséñame,
rehazme
a fondo,
avívame
como quien enciende un fuego.


*****

Destruye
la retórica del amante
y hazlo venir a pie, desnudo, sin arrimo,
a tu recio descampado.
Que pruebe a sostenerse ahí,
que sienta tu frío,
que vele.

*****

Ella lo alzó del suelo
cuando fue necesario,
para otra vez, al sentirlo fuerte,
enseñarle
suelo.

*****

En tu reino
todos los días se vuelven suficientes.


(Del poemario Amantes)


Rafael Cadenas (Barquisimeto, Lara, 8 de abril de 1930) es un poeta, ensayista y profesor universitario venezolano. En 1985 recibió el Premio Nacional de Literatura de Venezuela y en 2009 el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, en Guadalajara, México, entre muchos otros, Cadenas también fue galardonado en 2018 con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

Dueño de un lenguaje mágico y depurado, su obra lo sitúa como uno de los grandes exponentes de la poesía modernista  hispanoamericana.
De sus libros de poesía y ensayo, merecen destacarse "Los cuadernos del destierro" en 1960, "Falsas maniobras" en 1966, "Memorial" en 1977, "Intemperie" en 1977, "Anotaciones" en 1983, "Amante" en 1983, "Dichos" en 1992, "Gestiones" en 1992 y "Apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística" en 1995.
Recibió la beca Guggenheim en 1986 y el doctorado Honoris Causa de la Universidad Central de Venezuela.
Desde temprana edad combinó la pasión por la literatura con la militancia política en el Partido Comunista de Venezuela. Por esta razón sufrió cárcel y exilio durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Se refugió en la isla de Trinidad hasta 1957. En Caracas escribe y publica Una isla (1958) y Los cuadernos del destierro (1960). Durante esos años forma parte del grupo de debate político y literario «Tabla redonda», junto con Manuel Caballero, Jesús Sanoja Hernández, Jacobo Borges, entre otros. Contrajo matrimonio con Milena González Carvallo, de quien enviudó en 2017. Es profesor jubilado de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela.

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