Agonicé en la arruinada
mansión de recreo, olvidada
en un valle profundo.
En vaho de la humedad
enturbiada el aire. La maleza
desmedrada los árboles de
clásica prosapia.
Mis voces de dolor se
prolongaban en el valle nocturno.
Un mal extraño desfiguraba mi
organismo.
IV
No me confieso
esta mentira está hecha de
vidrio
tarde
¿acaso no quedan palabras
para lo que has desatado
sobre mí?
Mírate
mira en lo que te has convertido
la noche ha usurpado tu hogar
amanece en copos
dagas
te olvido tarde
te has quedado sola
y yo contigo
sin aliento
me quedo.
Errancia
A la hora secreta
en la que te vea
deja migas
para no perderte.
Hay un embrujo en este andar
un orden que se cuela en las
arrugas de la calle
un temple mortecino de mirada
incauta
tallado a pie en los retos de
su escape
todo
pertenece
a este
suelo
a la brisa que se adueña de
su nombre
al tiempo en los pasos
abandonan las entrañas
para ir y hacerse libres
entre cábalas y aceras.
La herrumbre es el rastro más
nefasto
prueba irrefutable de la
extensa caminata
por el hoyo más profundo que
se ha erguido bajo
el cielo
pináculo cobrizo que se
hincha con augurios
derrotero inmaculado de una
vida…
Carlos Iván Padilla (Caracas, Venezuela 1993)
Autor de Avatares (Monte Ávila Editores,2016, Premio de la XIII Edición del Concurso para Autores Inéditos 2015 en la mención Poesía). Premio del III Concurso de Poesía Joven "Rafael Cadenas" 2018, con su inédito Carmamara.
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