Ante los ojos
Las estrellas habitan
la cartografía de los jardines.
El relámpago huye de la carne
y los ecos son una granada
pretendiente.
No hay nada más dulce
ni más amargo que la memoria del
presente.
La desnudez de las diosas revela
la migración interminable.
Cada piedra es una palpitación.
Cada ausencia puebla la geología
de los nombres
Sus cuerpos están llenos de
orgías de higueras.
Cada desplazamiento es un
recuerdo de la carne
del paraíso, de ternuras y de
anhelos.
Cómo decir adiós a las geografías
de los pies antiguos?
Cómo decir adiós a las geografías
en acuarela?
Ascienden por las escaleras
de la tierra, del cielo, y del
mar.
La niebla cubre su sangre
están llenas de regresos y de
amores.
Todo es invisible
los astros no quieren ver su luz.
Desnudas bajo sus hombros
palpan el agua de las orillas.
y dominan el abecedario de la
nuez
El deseo
Las diosas traspasan las orillas
y convierten todo rito en hilos
sagrados.
Las náyades nacen de la espuma
rosa
en los cauces de los ríos.
Son las goteras de luna
que colman los troncos y los
mordiscos
de las muchachas seráficas
de suaves caricias en la oreja.
Aguardan el augurio en las
ranuras de la mano
en lagos, en fuentes de agua.
Se inventan cuevas húmedas
cubiertas de yedra
borran las constelaciones
para recrearse frente a la orilla
del delirio
de inquietudes peregrinas.
Buscan entre los mortales
sorprender
a la criatura intacta.
Mientras la luz se arrodilla en
el cauce del agua
y amanece en ese lugar que da
nombre
a las náyades y a las Diosas
prestadas.
Corren hasta la aurora, hasta la
cuenca del río
y en el regazo del musgo
por el celo del agua, poseedor
del deseo
convierten sus sueños en un
manantial de pájaros.
El oráculo
El oído escucha el silencio
de las aguas ceremoniales
desde la corteza de la tierra.
Las sacerdotisas se deslizan
predicen el futuro en las hojas
secas
mastican coca y alabanzas.
Un pie escucha al otro pie
una mano ofrece a la otra mano
la semilla del sol oculto.
Las diosas atraviesan
y exhiben el cuerpo prohibido.
Los poros sienten el aire
la respiración se acelera
la piel toca la piel de los
mortales
y otra mirada contempla desde la
tormenta de la rosa.
Ivonne Gordon ( Quito, Ecuador -1953)
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