Primer premio: Sin mí, de Kaira Vanessa Gámez Márquez
a Auxiliadora Márquez
I
Vago oscura por una casa.
Algo me dice que deambulo
escrita en un cuaderno amarillo
que no recuerdo.
Ayúdame, abuela, a recobrar
mis manos.
¿Dónde me hendió la memoria
en qué pliegue me ha dejado
varada
cuántas noches llevo
en este cuerpo desanudado
que no soltará sus huesos
hasta arrancarme de mí?
II
Abuela
hace frío en esta casa
oigo espejos sin hondura
—creo que no me mienten—.
Cada mañana soy la única letra de
mi nombre
y cada noche
repito gestos que me vienen de
otra casa
donde duermo con la mirada vacía.
Podría jurar que una como tú
me compone piadosamente
hasta darle un cuerpo a la sombra
sobre la cama.
He olvidado dónde estoy
y el pasado de esa voz que está
por encontrarme:
no sé
no sé venir en su idioma
al mundo donde me retiene.
III
Esta casa ha escrito un rostro
debajo de mi cuerpo
un idioma de lengua negra
separado de mi voz
me ha esparcido tras los
dinteles.
Vine a dar allí
donde siempre estuve
impedida de la luz, de ser un
huésped.
Soy la que me sujetaba oscura
el lugar del que se marcha
los baúles, el cerrojo, las
paredes
lo que queda, un resto mío
del que no pude esconderme.
Abuela*
no llores tras lozas de esta
entraña vacía
de este lado eres el alba
que no viene porque sabe
que heredé la noche suficiente
para sobrevivir cien días más
y hallar, hallar, hallar,
hallarme sin dar
con nadie.
Segundo premio: Eros II, de Jorge Luis Landaeta
(a Lucas)
ciego onírico hacía muchos años
en la noche del beso volví a
sostener un sueño
se me probaba como jinete
sobre un potro del que no tengo
ya recuerdo
ante un coliseo americano y
excesivo
ahí las venias de mi infancia
ante ojos jurados
tan pronto saludé
el caballo fue al galope
inadvirtiendo
dos portones de vidrio sin sentido
en pleno arco de salida
atravesamos con alegría la gasa
de laceraciones
y a pesar de la profunda sangre
en su cuerpo en el mío
galopamos en el yermo campo de
otoño
libres
él no se detenía yo tampoco
y nos espoleábamos
lejos
en cada bache de la tierra
mi caballo cojeaba
y yo le sometía al fuste
de quién teníamos noticia adónde
cuando al fin mermó su paso
quise revisarle y vi su pata
henchida
de vísceras húmedas y prietas
lacrimoso el hueso
le sobé el lomo
palmadas firmes para que sienta
sin saber si así se pide piedad
enfilé de vuelta al coliseo
donde supe que se le sacrificaría
ofrenda del disfrute de los
hombres
mi sangre ya no podía importar a
nadie
Tercer premio: Sobre una piedra, de Winifer Ravelo
A todas las mujeres africanas que
mueren atravesando el mediterráneo.
“Hay una constelación hirviendo
adentro de la piedra”
Marosa di Giorgio
Ha muerto la primavera,
estas olas furiosas están de luto
se golpean en sí, en una masa
imponente de agua,
en esta piedra que me sostiene,
siento la vibración de cada golpe
/cuando la mar respira
reúne las fuerzas necesarias
para golpearse a sí misma/
(la mar)
y mis pies que tocan la piedra,
tienen miedo —no al vigor del/ de
la marsino
a la desnudez mineral,
a la piedra sabia que lo contiene
todo,
mis pies siguen ahí,
abiertos a la piedra,
escuchando el flujo de la furia,
cómo cada ola en su choque se
comunica con la piedra.
Está naciendo el verano,
las aguas bajo las olas celebran,
el sol abre como una garganta la
neutralidad del cielo,
hunde sus manos en las aguas
lleva alimentos extraños;
donde las edades del agua
comunican a sus habitantes sobre la danza
luminosa.
El agua corta la piedra a través
de las manos de la luna,
piedra consciente de la densidad,
las edades y la vida
llueves, llueves, llueves
el vientre cálido del volcán,
la lengua del fuego durmiendo
abajo de un río.
Pez libre huyes del mar
Pez libre huyes al viento
raíz del árbol, vena de la
catarata
los ojos de la profundidad agitan
azufre,
nutren a la bacteria,
relámpago quebrando.
El verano ha nacido
y el primer vestigio del sol
agoniza al contacto con la madera,
madera protectora que sostienes
razas cubiertas de esperanza,
el mediterráneo es una vena
enloquecida
cantándole a los caídos, también
agoniza la roca,
cántico oculto, el golpe del
agua.
El agua choca con todos sus
espíritus,
choca y parece morir cuando toca
los pies de los desesperados.
El hambre es otra piedra que se
hunde
y los cuerpos ante la mar son
insólitos,
la columna de Hércules sostiene
en sus vértebras el pánico,
la oscuridad de la boca
hambrienta
los ojos de la mujer enarbolados
en la profundidad
mezclados con el agua,
son cristales que rajan la mano
de dios
Mujer unísona de otras voces,
mujer unísona cantando la muerte
de las miles de mujeres desprotegidas,
tu cuerpo es un manifiesto
invadido
que al caer a la mar se purifica
y las manos de la muerte
acarician tu cuerpo,
reconstruyéndolo,
pero el mediterráneo es lo último
que puede tocarte
porque tu transparencia besa a
las aguas,
unísonas
y tu nombre olvidado por la
historia
se transforma en el alimento de
mil criaturas del océano,
todas las mujeres ofrendadas a la
mar
están incrustadas en el corazón
animal,
en el latido de órganos
vegetales,
mujeres subsaharianas,
mujeres áfrica negra,
mujeres árabes,
mujeres mediterráneas,
mujeres las hijas de la guerra.
Mujeres mar,
úteros del descanso de la lluvia
la luz quebrada alimenta plantas
ancestrales.
Ahora mis pies sienten su
belleza,
la piedra metaboliza todos los
procesos,
el choque de las olas en la
piedra
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