AGONÍA DE LA REINA
Darte la vida en estallidos de
la carne y perderme en ello
Fue la máxima consigna que
coronó el universo en mis cabellos.
Cruce del cielo y del infierno
mi vestido de flores
Me di en las cascadas de tu
aliento
En la luz derramada por los
vasos de tu día
En la efervescencia y la
pólvora
Con el dolor surcando los
contornos de este tiempo
Limpié lágrimas y escombros
después de las conflagraciones
Con una caravana de fantasmas
cruzándome la calma
Sembré las flores arrancadas
de mi risa
Y te puse con ellas un jardín
en el pecho.
Era un levitar de aromas en
mis senos
Una comparsa de libélulas
cantándome en el vientre
Un olor de mangos en las manos
esparcido
Era mi cuerpo el lecho de tu
río
La caverna oscura en la que
para tu calor
Hube de inventar el fuego.
Multipliqué los panes para tu
hambre de niño
Y se fue deshojando el árbol
que cuidé para ti
Contra el frío de todos los
inviernos
En ramas desnudas bajo un
cielo de plomo
Vi tornarse mis brazos
extendidos.
Cuando un pedazo de sol
agonizaba en mi ventana
Y tus ojos miraban caer
meteoros de cruda lejanía
Yo contaba los hijos que perdí
en guerras sin nombre
Los animales enjaulados en mi
boca
Y los días vagabundos
Con el musgo entre mis piernas
que no tuvo sello
Barcos fantasmas vi partir
desde mi cuerpo
Mordí la ácida fruta de los
nocturnos desamparos
Y las horas incrustaron
alfileres de veneno
En mi carne fugitiva.
Despierta y extendida como una
oscura estepa
Depositó la noche sus
misterios
En la enormidad de mis amplias
orfandades
Los guardé para ti en el cofre
de mis dedos
Los secretos de las piedras me
fueron revelados
La savia de los troncos me
entregaron sus milagros
Para curarte al retorno de tus
vuelos a la furia
Desflecado el estandarte
Con que alzaste hasta lo alto
tus deseos.
De esperarte se gastaron mis
sentidos
Llovió edad sobre mi pelo y la
mirada,
se me llenó de humo
Dejaron de saltar los
arlequines de mis manos
Aprendí a no pestañear en los
eclipses
De mi falta se marchó el olor
de crisantemos
Y el carrusel de mi risa se
convirtió en silencio
Rota la cabalgadura que cargó
mis esperanzas
Prófuga gris en su evasión
perfecta
En su tristeza yace como tenía
que ser
En un ovillo de huesos sin
sustento
Sobre una mezcolanza de plomo
y de ceniza.
Consuelo
Tomás (Bocas del Toro, Panamá 1957)
Es una
poeta, narradora, comunicadora, actriz de teatro para títeres. Ha
ganado premios nacionales de poesía y cuento y participado como invitada a una
pluralidad de encuentros literarios en España, Centroamérica, Alemania,
Argentina, Cuba, Puerto Rico, México, Colombia, República Dominicana. Parte de
su obra ha sido publicada en revistas nacionales e internacionales y traducida
al inglés, francés, holandés, sueco, alemán, rumano, portugués y bengalí.
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