DERECHOS Y DEBERES DE
LA AUTORA
Probadme, mordisquead mis pensamientos,
los vicios, mis caídas;
es fácil
bajar
la cremallera
de una mujer expuesta, que se dona.
Mas,
no puedo aseguraros
que lleguéis hasta mí,
a la raíz del llanto o de la risa.
Aún conduzco en medio de la niebla
y es largo este camino de carteles
por el que voy buscando mi morada.
Me doy
pero me guardo,
he ahí mi mercancía.
Dejadme que conserve
algún secreto
furioso
entre los dientes.
Por lo demás, leedme sin piedad.
(Del libro 50 Mujeres desnudas)
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