lunes, 15 de noviembre de 2021

Adélia Prado ( 11 poemas)





CHORINHO DULCE


Ya tuve y perdí

una casa,

un jardín,

un umbral,

una puerta,

un marco de ventana con un perfil.

Sabía una modinha y no la sé más.

Cuando la vida da descanso, vuelvo a querer

el umbral,

el portal,

el jardín

más la casa,

el marco de la ventana y aquella cara abandonada

Todo imposible, todo de otro dueño,

todo de tiempo y viento.

Entonces me da por llorar, horas y horas,

el corazón ablandado como un higo en almíbar.


CASAMIENTO


Hay mujeres que dicen:

Mi marido, si quiere pescar, que pesque,

pero que limpie el pescado.

Yo no. A cualquier hora de la noche me levanto,

ayudo a descamar, abrir, cortar y salar.

Es tan bueno, nosotros solos en la cocina,

de vez en cuando los codos se tropiezan

él cuenta cosas como “éste fue difícil”,

“plateó en el aire dando coletazos”

y hace el gesto con la mano.

El silencio de cuando nos vimos por primera vez

atraviesa la cocina como un río profundo.

Por fin, el pescado en la bandeja,

vamos a dormir. Cosas plateadas estallan:

somos novio y novia.


METAMORFOSIS


Fue así que mi padre me dijo una vez:

estás hecho un caballo viejo buscando la gruta.

Las cigarras aferraban las patas a los troncos

y zumbaban con decisión su silbido.

Los árboles cantaban en el patio,

renovadas las hojas de un verde novísimo.

Expandí las narinas y fui a pastar

con mi cabeza minúscula.

Lo más caliente y amarillo que puede ser,

era el sol, un día de pura luz.

Mugí entre las vacas, antediluviana,

sé de arbustos, agua que encontré y bebí.

Al volver sacudí el cuello y la cola.

Quedaron solo dos señales:

un modo goloso de olfatear lo verde;

un modo de pisar, solo pezuña y piedras.

 

 


FOTOGRAFÍA


Cuando mi madre posó

para éste que fue su único retrato,

no aceptó tener las sienes curvas.

Sin embargo, hay un deseo de belleza en su rostro

que una doctrina dura ha contenido.

La boca es conspicua

pero las orejas se muestran.

El vestido es negro y cerrado.

El temor de Dios circunda su semblante,

como cadena. Luminosa. Pero cadena.

Sería un retrato triste

si no viese en sus ojos un jardín.

No de aquí. Pero jardín.

 

NACIMIENTO DEL POEMA


Lo que existe son cosas,

no palabras. Por eso

te escucharé sin cansancio recitar en búlgaro

como miraré montañas durante horas,

o nubes.

Señales valen palabras,

palabras valen cosas,

cosas no valen nada.

Entender es un rapto,

igual que no entender.

Mi madre muriendo,

no faltó a mi llanto este arco iris:

el luto va bien con mi pelo claro.

Granito, lápida, crëpe,

¿son cosas bellas o palabras bellas?

Mármol, sol, lejía.

Entender me secuestra de palabra y de cosa,

arroja mi corazón de la poesía.

Por eso escribo poemas

para velar lo que amenaza mi debilidad mortal.

Me rehúso a creer que los hombres inventaron las lenguas,

es el Espíritu quien me impele,

quiere ser adorado

y sopla en mi oído este himno litúrgico:

baldes, escobas, deudas y miedo,

deseo de ver a Jonathan y ser condenada al infierno.

No construí las pirámides. Soy Dios.

 

EN PORTUGUÉS


Araña, corcho, perla

y cuatro más que no digo

son palabras perfectas.

Morir es insuperable.

Dios no tiene ningún peso.

Mariposa es asopiram,

un jabón hirviendo en la olla.

Ojalá estas rarezas

sean psicologismos,

desviaciones debidas

al pecado original.

Palabras, las querría antes como cosas.

Mi cabeza se cansa

en este discurso infeliz.

Jonathan me dijo:

 “¿Ya tomaste tu yogur?”

¡Qué dulzura me cubrió, qué consuelo!

Las lenguas son imperfectas

 para que los poemas existan

y yo pregunte de dónde vienen

los insectos alados y este afecto,

tu brazo rozando el mío

 

POEMA COMENZADO DESDE EL FIN


Un cuerpo quiere otro cuerpo.

Un alma quiere otra alma y su cuerpo.

Este exceso de realidad me confunde.

Jonathan diciendo:

parece que estoy en una película.

Si le dijera eres un estúpido el diría que sí.

Si él dijera vamos juntos al infierno a pasear

yo iría.

Las casas bajas, las personas pobres

y el sol de la tarde,

imaginen lo que era el sol de la tarde

sobre nuestra fragilidad.

Venía con Jonathan

por la calle más torcida de la ciudad.

El camino del Cielo.


 GREGORIANO


¿Hay algo más sensual?

Los monjes en el canto llano.

Me abro como solo lo puede hacer

una flor toda abierta,

despierta la espumilla rosa

contra lo melancólico y lo gris.

“Un día veremos a Dios con nuestra carne”.

No es el espíritu quien sabe,

es el cuerpo mismo,

el oído,

el canal lacrimal,

el pecho aprendiendo:

respirar es difícil.


MUJER AL CAER LA TARDE


Oh Dios,

no me castigues si digo

¡mi vida fue tan linda!

Somos humanos,

nuestros verbos tienen tiempos,

no son como el Tuyo,

eterno.


ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO


En esta hora de la tarde

cuando la casa reposa

la obra de mis manos

es esta cocina limpia.

Tan fácil

un día después del otro

y pronto estaremos juntos

en las “colinas eternas”.

Recupera mi cuerpo

un modo de bondad,

la que me vuelve capaz

de producir un verso.

¿Me comprendes, Altísimo?

Él no responde,

también duerme la siesta.

 

EN UN JARDÍN JAPONÉS


Para el minuto de goce que llamamos Dios,

hacer silencio todavía es ruido.

 





 

Adélia Luzia Prado Freitas (Divinópolis, 13 de diciembre de 1935), más conocida como Adélia Prado, es una escritora, poetisa y profesora brasileña. En 1978 ganó por su obra O coração disparado el Premio Jabuti de Literatura. En 2007 recibió el Premio de Literatura Infantil y Juvenil de la Academia Brasileña de Letras por su libro Quando eu era pequena. En 2014 el Gobierno de Brasil le concedió la Orden del Mérito Nacional.
 

 

 

 

 


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