UN TIEMPO DE PASIÓN
Después entramos en un tiempo de pasión tan
extrema que era casi calma, el cuerpo
duplicaba lo que quería soportar. La angustia
y el placer jugaban una con otro. Nos salíamos de lo que yo había
pensado era el camino, y volvíamos fácilmente.
Y todo se hacía bajo una luz tranquila, como si nuestros
sueños infantiles se hubieran despertado, el antiguo
equilibrio de poderes desnudo en el cuarto,
el chasquido ocasional de una palmada cargada de lujuria dulce
y extrema. Cuando me oía a mí misma pidiendo cosas,
mi susurro grave era como el siseo
de alguna otra criatura. El sexo había sido
como música, alto y brillante como la luna,
azúcar como la leche que había saltado en un pequeño
arco desde el pecho. Había parecido que estábamos desatados
como el fuego puede desatarse de la tierra,
o el aire del agua, que éramos flores que las estaciones
abrían y cerraban, habíamos sido interpretados. Ahora
éramos dos personas, jugando la una con la otra,
como si no hubiera habido nada sagrado. Ahora,
entraban la voluntad, el abandono del cielo,
y extremos de emoción que yo no había sabido que existieran
fuera de las habitaciones donde las personas se lastiman unas a otras.
Nos amábamos. Nuestro nido había estado vacío
por unos años ya. Encerrados juntos, o un
dedo de uno tocando un
pezón del otro, volábamos de cabeza hacia
la tierra y salíamos de ella, como ensayando.
Nunca se me cruzó la idea de que él ya no me
amara, de que hubiéramos dejado el reino del amor.
…
ACEITE DE PESCADO
Una medianoche, llegué a casa después del trabajo
y el departamento apestaba a pescado
frito. Todas las ventanas estaban cerradas,
y todas las puertas, abiertas, de
la sartén y la espátula se desprendía una espiral
espesa de oliva y bacalao. Mi marido
dormía. Abrí las ventanas y cerré
las puertas y puse los platos en la pileta
y los sumergí en detergente. Al día
siguiente le fui con el chisme a una amiga, y ella dijo,
algunos podrían vivir con eso, y hasta
aprender a disfrutar del olor a frito. Y esa noche,
miré a mi amor, y quien él es
me tocó el fondo del corazón. Busqué
una botella de extra-extra virgen,
y una receta de filete de mar en
aceite de oliva, llené los cuartos con
volutas de perfume de aleta, el contorno
en la arena que dibujaron los primeros cristianos,
el lazo que significa seguridad, que significa yo también,
recordé el ceño fruncido de mis padres frente a cualquier
dejo de olor fuera de la cocina,
el escalofrío calvinista, en esa casa, frente a la dulce
grasa de la vida. Yo había venido a mi compañero
aturdida, anhelante, un poco de sal
en su canasto de pesca, una chica en aceite,
su plato. No había sabido que uno
pudiera aprobar a otro completamente – que uno pudiera
despertarse un día rancio, que uno pudiera despabilarse
del
sueño del enjuiciamiento.
…
LA PROMESA
Con
el segundo trago, en el restaurant,
tomados
de la mano sobre la mesa vacía,
hablamos
de eso otra vez, renovamos nuestra promesa
de
matarnos el uno al otro. Estás tomando gin,
el
enhebro azul noche
se
disuelve en tu cuerpo, yo tomo Fumé,
mastico
su tierra fragante y ahumada, estamos
recibiendo
tierra, ya somos en parte polvo,
y
donde sea que estemos, estamos también en nuestra
cama,
encajados, desnudos, a lo largo uno del otro,
cercanos,
embriagados
después
del amor, entrando y
saliendo
del borde de la conciencia,
nuestros
cuerpos felices, entrelazados. Tu mano
se
tensa sobre la mesa. Te da miedo
que
me acobarde. Lo que no quieres
es
agonizar en una cama de hospital por un año
después
de un infarto, incapaz
de
pensar o de morir, no quieres
que
te aten a una silla como a tu impecable abuela,
profiriendo
insultos. El cuarto en penumbras
a
nuestro alrededor,
globos
de marfil, cortinas rosadas
ceñidas
por la cintura —y afuera
un
anochecer de verano tan leve,
alto,
luminoso. Te digo que no me
conoces
si creer que no te
mataré.
Piensa en cómo hemos flotado juntos,
mirándonos
a los ojos, pezón contra pezón,
sexo
sobre sexo, las mitades de una criatura
resurgiendo
hasta el borde de la materia
y
sobrepasándola —me conoces de la brillante
sala
de partos salpicada de sangre, si un león
te
tuviera entre sus dientes yo lo atacaría, si las sogas
que
ataran tu alma fueran tus propias muñecas, yo las cortaría.
…
ÚLTIMA HORA
En
medio de la noche, me hice una cama
en
el piso, alineándola fielmente a mi madre,
la
cabecera hacia las colinas, los pies hacia la Bahía donde
los
pájaros vadean para buscar moluscos —me acosté,
y
el primer cascabel de la muerte sonó
con
su autoridad del desierto. Ella tenía ese aspecto de
niño
cantor en un ventarrón,
pero
su cara se había vuelto más material,
como
si los tejidos, almacenados con su vida,
estuvieran
siendo reemplazados desde algún abastecimiento general
de
jaleas y resinas. Su cuerpo la respiraba,
crujidos
y chasquidos de mucosidad, y después
ella
no respiraba. A veces parecía
que
no era mi madre, como si hubiera sido sustituida
por
un ser más adecuado a esa tarea,
una
criatura más simple y más calma, y sin embargo
saturada
del anhelo de mi madre.
La
palma de mi mano le rodeaba la coronilla
donde
latía su corazón feroz, la otra mano sobre su
hombro
pequeño, me mantuve a la par de ella,
y
entonces empezó a apurarse,
a
adelantarse, después se quedó quieta y su
lengua,
manchada como motas de maná,
se
levantó, y un jadeo se formó en su boca,
como
si lo hubieran forzado a entrar, después la calma. Después otro
suspiro,
como de alivio, y después
la
paz. Esto siguió por un rato, como si ella estuviera
expresando,
sin apuro,
sus
sentimientos sobre este lugar, su tierra
y
apesadumbrada conclusión, y después, contra
la
palma de mi mano en su cabeza, el regalo de no
sufrir,
ningún latido;
por
momentos, sus latidos parecían curvarse—
y
después sentí que ella no estaba allí,
sentí
como si ella siempre hubiera querido
escaparse
y ahora se hubiera escapado.
Entonces
se transformó,
despacio,
en una cosa de hueso,
que
marcaba el lugar donde ella había estado.
…
MADRE PRIMERIZA
Una
semana después de que naciera nuestra hija,
me
arrinconaste en la habitación de huéspedes
y
nos hundimos en la cama.
Me
besaste y me besaste, mi leche desató su
nudo
corredizo y caliente a través de mis pezones,
empapó
mi blusa. Toda la semana había olido a leche,
leche
fresca, agria. Empecé a latir:
mi
sexo había sido desgarrado como un trapo
por
la corona de su cabeza, me habían cortado con un cuchillo
y
cosido, los puntos tiraban de la piel—
y
la primera vez que te rompen, no sabes
que
vas a cicatrizar, mejor que antes.
Me
acosté con miedo y sangre y leche
mientras
me besabas y me besabas, tus labios calientes,
hinchados
como los de un adolescente, tu sexo grande y seco,
todo
tú tan tierno, te inclinaste sobre mí,
sobre
el nido de puntadas, sobre
lo
rajado y desgarrado, con la paciencia de alguien que
encuentra
un animal herido en el bosque
y
se queda con él, a su lado
hasta
que vuelva a estar entero, hasta que pueda correr de nuevo.
…
LOS NO NACIDOS
A
veces puedo ver, alrededor de nuestras cabezas,
Como
mosquitos alrededor de un farol en verano,
Los
hijos que podríamos tener,
El
brillo tenue de todos ellos.
A
veces los siento esperando, adormecidos
En
algún vestíbulo –sirvientes, casi–
Escuchando
el timbre.
A
veces los veo mintiendo como cartas de amor
En
la Oficina de Cartas Muertas
Y
a veces, como esta noche, de oscuro
Reojo
puedo sentir sólo a uno de ellos
Parado
al borde de un acantilado frente al mar
En
plena oscuridad, estirando sus brazos
Desesperadamente
hacia mí.
…
PRIMERA HORA
Esa
hora, fui más yo misma que nunca. Me había sacado
a
mi madre lentamente de encima, estaba acostada ahí
respirando
por primera vez, como si
el
aire del cuarto me estuviera soplando
como
a una burbuja. Todo lo que tenía que hacer
era
salir por la línea de mi mirada y volver,
salir
y volver, en la seda de la gravedad, la
presión
del aire una caricia, oliendo en mí
la
sangre cremosa de ella. El aire
me
tocaba suavemente la piel y la lengua,
entraba
en mí y sacaba los pequeños
suspiros
que yo no sabía que eran míos.
No
tenía miedo. Estaba acostada en la quietud
y
miraba, y me dedicaba al pensamiento sin palabras,
mi
mente recibía su oxígeno
directamente,
la rica mezcla por boca.
No
odiaba a nadie. Miraba y miraba,
y
todo era interesante, yo era
libre,
todavía no enamorada, no
pertenecía
a nadie, no había bebido
leche,
todavía – nadie tenía
mi
corazón. No era muy humana. No
sabía
que existía alguien más. Estaba acostada
como
un dios, por una hora, después vinieron a buscarme,
y
me llevaron con mi madre.
…
EL SALTO DEL CIERVO
En ese instante
la ilustración en la etiqueta de nuestro tinto preferido
se asemeja a mi esposo, lanzándose hacia el precipicio
en su fervor por liberarse de mí.
Su piel es áspera y cómoda; su rostro
plácido, en trance, rumiante;
cada miembro de la fúrcula llega hasta sus ancas,
cada púa se extiende derecha, hacia arriba;
las ramas, modelos de su cerebro, arcaico,
indomable. Alinea su osamenta al alzar vuelo
desde la orilla del precipicio,
fabuloso. Cuando alguien se fuga,
mi corazón salta. Incluso cuando huyo de mí misma,
la mitad de mí está con quien se marcha.
Todo es callado, vacío cuando él se va.
Me siento un paisaje, una tierra sin forma.
Sauve qui peut —deja que se salven los que puedan.
Una vez vi un grabado en las astas de un gamo
donde alguien pequeño era crucificado.
Me siento su víctima, él parece la mía.
Me preocupa que las alargadas piernas del ciervo
se tuerzan al lanzarse. Oh mi pareja.
Fui ilusa de su fidelidad, como si fuera un halago
más que un estado parcial de sueño.
Y cuando escribí sobre él ¿Sintió que debía caminar
con mis libros apilados sobre su cabeza
para mejorar su postura, o con un marco de cuernos
como esos colgado frente al cazador
que se baja un trozo de carne de venado con sauvignon?
¡Oh salta, salta! ¡Cuidado con las rocas!
¿Acaso el antiguo voto debe desearle felicidad
en su nueva vida, incluso gozo sexual?
Temo que sí, al inicio,
cuando aun no pueda diferenciarnos.
Bajo su velludo vientre, a lo lejos,
se observan las motas alineadas del viñedo,
sus vides sin reventar, sus raíces limpias,
sus botellas crecen en los extremos de sus cerbatanas
tal
oscuros, frescos, vacilantes gemidos.
…
LA ÚLTIMA HERIDA
Cuando mi hijo llega a casa del viaje de fin de semana
en el
que se clavó un trozo de acero del
techo de un coche y se abrió la cabeza
y le afeitaron la herida y la desinfectaron
y le dieron puntos, se acerca a mí
sonriendo con orgullo y miedo, y poco a poco
inclina la cabeza, como para el dios del trauma,
y ahí está, el cuero cabelludo azul grisáceo como la
piel de un cadáver, la superficie fría y
gelatinosa, el corte largo y rectilíneo
como si fuera deliberado, las
suturas a ambos lados como terribles
marcas de la voluntad humana. Le digo
Increíble, arrimo su cabeza en dirección a mi estómago
con suavidad, la piel desnuda de la parte superior
que tiembla como piel de leche hervida
y azulada como la epidermis de un mono
extraído muerto de su madre, el
crecimiento leve del cabello fino como una
promesa. Acuno su cerebro en mis brazos como
una vez mecí todo su cuerpo,
entregado, y el área de la herida resplandece
gris y translúcido como la cabeza de un pardillo
cuando se
tambalea al borde del nido, el corte una
línea media en descenso por el cráneo, la carne
gelatinosa, los puntos negros, la hendidura que dice
me
lo llevo, el hilo que dice lo devuelvo.
…
VEO A MI NIÑA
Cuando te vas de campamento y me despido, te veo
doblar el cuello por el peso del chelo, veo
ni pequeño torso bajo la
carga de la mochila pesada del mismo modo en que
una piedra reposaría sobre el cuerpo de un niño, y
de repente veo tu bondad, el peso de tu
bondad paciente y tenaz a medida que arrastras tus
cosas al avión, te pareces a una viejecita
de huesos pequeños de la Europa más oscura
que
avanza hacia la tercera clase, que carga con todos los
bienes de la familia.
De repente todo el aeropuerto está lleno de tu bondad, tu
cabello fino parece tallado por la bondad, tu
pálido rostro parece desangrado, con
esa mirada atenta hacia arriba tienes el aspecto de
alguien que permaneciera bajo una losa.
Durante mucho tiempo recé para que fueses buena,
recé para que no fueses algo así como un Hitler del
mismo modo en que yo de niña temía ser Hitler; pero
no quería expresarlo así, la opresión de la bondad, la
ausencia de vida. Me pides algo para comer
y mi corazón salta, te quito la mochila de la espalda y
dejamos
tu chelo contra una silla y
luego ya me puedo sentar y verte comer pastel de
chocolate,
con cuidado una cucharadita tras otra, tu
lengua que se mueve lentamente sobre esa mezcla
en el profundo placer, Qué bueno está, mamá,
qué bueno está, sonríes, y el aire que te rodea la cara
brilla
con el oscuro brillo escindido de la bondad.
…
CUANDO MI HIJO ESTÁ
ENFERMO
Cuando mi hijo está tan enfermo que se duerme
a mitad del día, la cabeza pequeña, ovalada
y dura con tanto dolor que
prefiere olvidar la conciencia como
alguien que cuelga de una cuerda en llama
dejando ir su vida, me siento y
apenas respiro. Pienso en la
piel medio líquida de sus labios,
inflamada y mellada con ranuras rojas como
fisuras en la corteza de un volcán, desde
donde se puede ver el fuego. Aunque estoy
al otro lado del pasillo, veo los
bultos frenéticos de sus globos oculares tirando
de los párpados verdosos, sus sienes
rojas y agrias de dolor, su piel
como oro pálido, como mantequilla fría que luego
cambia un poco a mantequilla rancia hasta que
le salen pecas que se pueden extender, islas negras
y pequeñas de moho, duerme el sueño
terrible del enfermo, su corazón esforzado
que late como un conducto en su cuerpo, como un
zapato golpea las barras de acero cuando
alguien quiere que lo dejen salir, me
siento, me siento muy quieta, estoy en las
afueras del mundo, en el límite descubierto
cuando se supo que era plano; el borde desgarrado,
grueso y de barro negro, los vasos y las
venas y los tendones que cuelgan
en suspenso,
cuando mi hijo está enfermo me siento en el borde de
la nada y me cuelgan las piernas
y a veces dejo caer un zapato
para
entregarle algo.
…
Sharon Olds (San Francisco, 1942).
Poeta norteamericana, ha recibido reconocimientos como el National Book Critics
Circle Award 1984, el San Francisco Poetry Center Award 1980, el Premio T.S.
Eliot 2012 y el Premio Pulitzer de poesía 2013 con su poemario titulado Stag’s
Leap (El Salto del Ciervo).
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