Un
país
Un
país es, siempre, una isla.
Un
abrigo que recibe el escaso rayo de sol:
un lugar es siempre la singularidad de su luz.
Un
lugar es cada una de nuestras madres.
Cúmulo
de pasado vivo
sujeto
como larga cola de animal prehistórico.
Es
una guerra invisible y silenciosa pariéndose a sí misma
mientras
miras por la ventanilla del transporte público.
Es
olvidar la fórmula para hacer cualquier cosa.
Cada
pérdida es un país,
cada
ser, una nación entera,
cada
ser amado es un hogar donde creciste.
Un
país es un lugar que nunca vuelve a ser el mismo;
gente
que nace, gente que muere.
Un
círculo que se cierra contigo afuera.
Cristina
Gálvez Martos
Painting Doves on the Venezuelan
Embassy in Santiago
In Venezuelan Spanish, pintar la
paloma
means flip the bird, which is exactly
what we do
as we taxi by the embassy on our way
to a party
at our friend’s apartment up the
street
in Providencia. It’s still early—9 PM,
a few hours
before the first refugees will file
through the night,
passports expired, birth and marriage
certificates lost or stolen, Chile’s
borders
a jail cell. The line will trail for
blocks—
no bathrooms for infants or chairs
for the elderly—pleading
with whatever dignity, submitting
whatever bribe, paying with empty
pockets
whatever crumbs remain unlooted.
We were there last week, Ivana’s
passport
long expired. We ate empanadas as we
waited,
chatted with our neighbors in the
queue—
expropriations and oil,
motorcycles and handguns, altiplanos
and deserts, each border bleeding
into the next, down here to the
world’s end.
When the iron doors of her homeland
swallowed her, I waited in the park,
scared
of the price they would demand.
But then they spat her back out.
I’m a person again, she said, waving a
useless stamp.
On the road to the party, we paint
doves
with the bitterest of intentions,
imagine them flying far from here
and shitting on statues of the men who
stole
her country. But at night we dream of
doves too,
each one painted by the hands
of those who wait, coving walls that
divide us
with a mural of feathers and sky.
David Brunson
Retazos
civiles
He
visto a mis amigos intentar escapar de la guerra mudándose a otras guerras
coleccionar
las fotos del piso del aeropuerto cromático de nuestra niñez entrañable
correr
y hablar desnudos después de haberse ocultado tanto
buscando
pruebas de persecuciones para poder pedir un asilo donde sea
buscando
linaje ancestral de otras tierras para irse a donde sea
hallando
en Orwell las respuestas de un tiempo explosivo hasta la medula
pintando
los billetes hiperinflacionarios, haciendo dibujos de casas en llamas,
mirando
atónitos todos los incendios de los campos petroleros
versados
en un solo modo de producción,
la
adicción a la renta petrolera también es una droga dura, se sabe.
Miles
de personas recaudando fondos para rescatar bibliotecas que arden
intentando
recuperar pasillos techados que se vinieron abajo
recordando
el sonido de todos los heladeros de la infancia,
corriendo
apresurados sin mirar que una semilla da la flor
buscando
asideros en el sótano de los libros
de
Ana Frank, cuando caen las bombas.
He
visto carteles en la carretera como en alguna extraña remembranza del viejo
oeste, ofreciendo
recompensa
a quien encuentre a los que son considerados “traidores de la patria”
He
visto a mis amigos buscando el fragmento de aquel escritor muerto que alguna
vez escribió: “A este país se lo han cogido cuatro bárbaros, veinte bárbaros, a
punta de lanza y látigo”
Mientras
un grupo de hombres en el país juega dominó en una mesita sencilla
con
tapabocas y sin guantes en plena pandemia
otros
asisten al velorio de los suyos aglomerados, sin miedo a la muerte.
Los más silenciosos, recortando el exceso de
palabras que nos aturden a todos.
He
visto también a los seres jardineros labrar la tierra con esmero
y
por donde van caminando la tierra se vuelve abundante y reverdece.
He
visto a esos jardineros hacer bailar estrellas con las bombas que van cayendo
saltando
al ritmo de lo imprevisto, y hasta con risa
y
te dan una mano, y estalla en uno el amplio mundo.
Creadores
saben
que, al tener una semilla y esparcirla, es ser viento.
Despiertos
terrestres y celestes de la eternidad
sin
pretender tener todas las respuestas.
Su
mirada y corazón abarcan la belleza, la han visto, no intentan retenerla.
Dira
Martínez Mendoza
Silencio
En mi tierra vacían al silencio
lo dejan sin aliento
sin saber dónde está su tumba
Más
allá del dilatado extravío
varios
intentamos caminar
sorprendidos
incluso de poder hacerlo,
a
lo lejos desperdigados se ven los casquillos,
la
poeta me recuerda de su casa en ruinas
donde
persiste su rosal
y
me pregunto hacia dónde caminamos
Este
silencio me hace arrastrar los pies
un
hoyo adelante emerge sin parar de crecer
-hacia
dónde- lo digo ahora en voz alta
pocos
voltean y menos son los que aún van erguidos
hubo
fraternidad hubo una vez compartir
superficial
en su forma, tal vez, qué importa
lo relevante es llegar
-a dónde- vuelvo a
preguntar
la rosa persiste en sus
pétalos
sigo sin saber qué hacer
cómo estar al tanto de
este silencio
Eblius
Saiken
Pretendo
vivir
allende
el país
que
me cerca
adentro
es
un lugar
acaso
en un cuerpo
que
escribe.
Eleonora
Requena
I
De
qué exilio hay que hablar
cuándo
comienza cómo
El
diccionario dice
Separación
de una persona de la tierra en que vive.
Separar apartar alejar aislar
distanciar
La persona soy yo
De la tierra en que vive
Cambió
de nombre tu país tu calle la plaza donde jugabas de niño
Cambió
de nombre es otra
De
la tierra en que vive
De
la casa
Asaltada violada robada secuestrada
La persona
Que se pierde en su casa
Que no encuentra
Sosiego
Que se ahoga en el humo
Le disparan
Esta calle de sangre
Esta ventana rota
Esta fila de muertos en
la acera
De
la tierra en que vive
Separado
El extrañado de su propio patio
De
qué exilio hay que hablar
Este es el mío exilio pequeñito
El
mío
Elizaria
Flores
Danza
del corazón
Esto
no es un poema
yo
no sé hacer poemas.
Esto
es un sentir
porque
de sentir sí que estoy hecho.
Tengo
el corazón desacompasado
Palpita
a ratos a ritmo de pajarillo
a
ratos a ritmo de pasodoble
Se
acelera en una murga
se
ajusta de pronto a un beat
Mi
corazón no está hecho trizas
pero
tiene pedazos regados por el mundo.
Canta
un tango lento
baila
una tarantella.
Se
acongoja con un fado
y
se divierte con una cueca
Bate
un candombe
Taconea
un jarabe tapatío
Se
solaza con un vals.
Danza
del corazón
Hay
trozos de mi corazón
danzando
por cada ciudad, por cada país
donde
se han ido los amores,
los
amigos,
la
familia.
De
pronto, el latido cesa
la
fiesta para
el
corazón cruje y salta una lágrima.
Pero
vuelve al ritmo
vuelve
a la danza
el
corazón baila alegre
Los
seres amados
idos
se
encuentran a salvo
del
infierno.
El
corazón brinda
baila
agradecido.
Golcar
Rojas
LA
CANASTA
Es
fácil detectar la fruta podrida.
Uno
la ve irradiando podredumbre,
infectando a las demás.
Uno sabe.
Inútil
el gesto de dar la voz de alarma.
Inútil
querer apartarla, salvar al resto.
Velar por la canasta.
Uno trata.
Y,
sin embargo, algo tiene la manzana enferma.
Algo
irradia, algo irradia
que procura su permanencia,
y uno no entiende qué pasa.
La peste
se arraiga.
Graciela
Yáñez Vicentini
T
A
ti
ni
agua
que
engendraste exiliados del mundo
secaste
el sustento
y
la piel
que
envuelve la comida descompuesta
Tú
reventaste
el pecho
que
eyecta sangre
que
corre por años
se
pudre
como
tus entrañas
Tus
padres
reflejos
infames
te
relataron sofismas
pesadillas
pestes
resentimiento
aturden
por generaciones
Tus
sirenas cantan tus mentiras
que
se clavan en ojos y oídos
lobotomizan
Chispas
ciegan
zumbidos
atraviesan cabezas
rebeldes
por
“accidente”
“enfrentamiento”
“suicidio”
Lo
orquestan filas y uniformes
Detrás
de ellos escupes odio
en
tu trono de mierda
Con
alicate arrancas
la
juventud
las
raíces
la
voz
el
trabajo
las
uñas
los
dientes
los
tendones
la
cordura
el
miedo a la muerte
Con
electricidad enciendes
dolor
terror
desesperación
carne
Bailas
sobre cadáveres
haces
aquelarre de miseria
atropellas
vulnerables con vehículos
frente
a millones
de
cómplices
Diriges
circos judiciales
contra
acusados torturados
te
aplauden tus zalameros
frente
a la podredumbre
Sueltas
monstruos y demonios
devoradores
de inocencia
bestias
de fuego y plomo
Encarcelas
y apaleas
en
un domo
en
cuartos de locos
en
una sepultura gélida
siempre
blanca
Saqueas
la tierra noble
envenenas
los ríos
matas
a sus criaturas
con
tu codicia
Eructas
moscas
que
se posan sobre tus aduladores
Repartes
botines
Compras
silencio
Crías
burócratas
Les
lanzas cebo a los farsantes
roen
desperdicios
a
tus pies
Estrangulas
las luces
las
corrientes
los
motores
las
almas hambrientas
los
enfermos
Persigues
las palabras
que
punzan tus miedos
las
callas
las
desapareces
Innombrable
maldito
húndete
con tu séquito
y
tu andamio
en
tus mazmorras
en
las sombras
en
la nada
Ivana
Aponte
51
A Brigitte Monteiro
y
Armando Rojas Guardia
Pensando
en la patria
el
poeta dijo:
Alguna vez amamos
o dijimos amar
la terquedad sombría
de tu fuerza
pero
las mías merman
como
el pollo al deshuesarlo;
o
el ajoporro troceado
para
caldos y cocidos
mis
fuerzas don Armando
flaquean
como
mis piernas
cuando
subieron
infinitas
escaleras
por
falta de ascensor
hasta
tu piso
ya
no sé
en
cuál patria creer
si
en la actual
o
en la de mis recuerdos
porque
patria-patria
ya
no tengo
a
más de 7.000 km de distancia
lo
más parecido a ella
es
el beso de mi mujer
al
llegar a casa;
el
video por WhatsApp
con
mi hijo adorado
la
cena lista
sin
condición y cariño.
Jason
Maldonado
Mis
muertos hacen ruido debajo de la cama
Insisten
en que este clamor es el fin de los vivos
Me
dicen que olvide las raíces y huya de la podredumbre
Saben
que estamos tan solos como ellos
Mis
muertos murmuran debajo de la cama
Cuentan
los equívocos por centenares
Desgranan
como las cuentas de un rosario
los
hitos de una tragedia inexplicable
Mis
muertos protestan debajo de la cama
Me
exigen que tome cartas en el asunto
El
tiempo es según ellos el asesino de la esperanza
y
ya no hay esperanza ni tiempo que perder
Jorge
Gómez Jiménez
¿A
quién saluda el dictador?
Arenga
con los brazos y recorre
el
patio de cemento agrietado
pisa
sin ver la vegetación que tenaz
pujaba
a través de las fisuras
junta
las manos en rezo
se
inclina hacia ellas en venia y sigue
de
nuevo paso
a
paso
saluda.
Saluda
y agradece el dictador
los
vítores mudos en el patio de este colegio en domingo electoral
este
colegio vacío y también vacío de lunes a viernes
vacío
de maestros
vacío
de útiles escolares
vacío
de normalidad
colegio
de pocos niños frágiles que no podrían aún
votar.
Alabado
sea el Señor del dictador
porque
estos pequeños desde la espina dorsal tan a la vista
saben
estos
niños tan cada día más grises
tan
cada día más ausentes
saben.
¿Quién
saluda de vuelta al dictador
en
este centro electoral?
La
anemia saluda de vuelta al dictador.
Cuántas
urnas vacías de votos y llenas de venezolanos fantasmas
sumas
imposibles
lo
esperan al cruzar la puerta.
Y
seguirá dando las gracias
y
hundirá el dedo en la tinta violeta
“garante
del normal desarrollo de esta jornada cívica”
aunque
la jornada abrió los ojos como se encienden las batallas
con
toque de diana y amenaza
jornada
sobre todas las cosas militar y autoritaria
performance
tan bien ensayado por años
tinta
intachable
tinta
indeleble
tinta
inútil absorbe el dedo meñique del dictador adelantado en la celebración.
Tinta
intachable
tinta
indeleble
cuánto
silencio y miedo en estas urnas
cuánto
llanto y tanto grito a diario tras las otras
en
cada hospital
en
cada morgue
algunas
son tan pequeñas
tan
fallido su contenido.
Saluda
el dictador en el patio del colegio con sus manos en rezo
silencio
indeleble
arenga
el dictador a los votantes de nombre hueco en una lista
nombre
hueco indeleble
sus
manos festivas entran amenazantes al aula
camina
hacia el vacío el dictador
saluda
a las madres suicidas
saluda
a los profesores universitarios puestos a elegir entre lavar
su
ropa
o
comer
el
trabajo de ascenso no dio para más
saluda
a las menores de edad encarceladas sin juicio
a
las niñas desde hace varias semanas ausentes a la hora del timbre
de
tanta hambre
de
tanto dolor de estómago
de
tanta afección sin cura
a
los niños flaquitos
a
las hermanas mayores que han salido a trabajar a ver
si
sus hermanos menores comen
y
si sus padres comen
algo.
Las
manos del dictador animan a sus votantes con carnet y sin deseo
las
manos del dictador lucen solitarias y a quién le importa
esta
elección ya la ganó.
Ya
no reza el dictador
ha
cambiado la composición y una mano cerrada en puño
se
estrella contra la otra abierta que la recibe.
El
dictador camina celebrando los golpes que encaja a diario
camina
sobre el cemento amplio, el patio sin recreo
sin
red de voleibol
sin
pelota de fútbol
patio
de cantina clausurada
puño
golpeando la palma de la mano abierta hacia el horizonte vacuo
puño
pegando duro y celebrando el triunfo que garantizó
a
punta de hambre y retribución obligada
a
fuerza de dengue y malaria y neonatos infectados
a
fuerza de moneda ilegible
a
punta de amenaza y miedo
a
fuerza de tortura
palo
por la espalda palo por la cabeza palo entre las piernas.
En
este colegio hoy no hay quien reciba al dictador y eso qué importa
no
hay quien vote de verdad y eso qué importa
puño
contra la palma de la mano y gracias
puño
contra la palma de la mano
no
hay quien venga el día de mañana
no
hay quien venga el lunes dispuesta estudiar.
Keila
Vall de la Ville
CÉDULA
EN MANO
En
mi país la muerte está de moda.
El
aire se ha vuelto una lámpara oscura
una
zona de odio y flores inquietas.
En
mi país hay esquinas con las manos arriba
rutas
donde no ocurre el ángel
pasillos
hechos para irse.
La
patria es una lista de supermercado:
lo
indecible, el murmullo, la uña que se hunde en el dolor
la
casa fallida, el pomo abandonado.
En
mi país la gente
conjuga
la sospecha en primera persona.
Una
comarca de sol y vaivenes
donde
el presente es un perro airado
que
le ladra al pasado.
Aquí
la vida es una afonía en el paisaje,
una
llave caída en el asfalto,
un
manuscrito en el rencor.
En
mi país los dioses pasan de largo
y
no hay certidumbres
aunque
la rosa sea siempre la rosa.
En
mi país, los pájaros son el toque de queda.
Un
relato brusco.
Una
linterna extraviada.
Una
garganta rota en lo profundo.
Leonardo
Padrón
†
Aquí
descansamos todos.
Nos
amputaron el espíritu
mientras
parecíamos estar dormidos.
Veíamos
lo que acontecía.
Nadie
alzó la voz.
De
repente nos vimos boca arriba
en
el asfalto,
y
la maldad personificada,
llevando
en brazos su arma,
se
retiraba.
Supimos
que ya era muy tarde.
Yéiber
Román
El mal no tiene naturaleza positiva;
pero la pérdida del bien ha recibido el nombre de mal
San Agustín
Un
esbirro
¡Desciende
a tu oscuridad hombre a medias, inacabado espíritu!
De
la voluntad de Dios, olvido
¿Dónde
está tu hermano Caín?
En
las entrañas de la tierra,
envuelto
en folgos de hielo
pisan
su cabeza
un
olvido de piedra lo ronda
allá
en la tumba
Ni
perdón, ni agua
Ni
hoguera, ni grano
en
la boca del mal
¡Tortura!
grita el ciclope bastardo!
Al
aire dientes, testículos, ojos, vísceras,
huesos,
rosario, la foto del último almuerzo familiar
la
piel alarga el recuerdo de la luz
Bestia
del encierro, esbirro
El
otro tu exterminio, carne de hombre
Membrana
virtuosa, plegaria en tu sombra
¿Cuánta
muerte soporta su sueño?
¿Duerme
alguna vez en el regazo de sus difuntos?
¿Le
pesan las cruces de los condenados?
¿A
cuál anillo del infierno acude a orar?
Cuerpo
saña, cuerpo nación, cuerpo preso político, cuerpo de hambre, cuerpo de letras,
cuerpo de voz, cuerpo sepultura
Dime
tu señor del daño
¿Cuantos
más?
Yoyiana
Ahumada Licea
Ya lo dijo Federico García
Lorca El poeta debe ser una voz de alerta en la sociedad. Y desde
esa voz la poesía dice presente frente a la dictadura que pretende instalarse
en Venezuela, desconociendo la voluntad de la gran mayoría de sus habitantes,
quienes cívicamente elegimos un cambio de gobierno y hoy no se nos reconoce
nuestro derecho a una elección libre. Pretenden silenciar a quienes pensamos
diferente y el horror se ha convertido en el pan servido en nuestras mesas.
Nos basta una mano para matar.
Necesitamos dos para acariciar, para aplaudir,
y todas
las del mundo para conseguir la paz.
Gloria Fuertes
La imagen de la portada fue
tomada de la web
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