miércoles, 18 de septiembre de 2013
ARMANDO ROJAS GUARDIA / PATRIA
PATRIA
Alguna vez amamos, o dijimos amar,
la terquedad sombría de tu fuerza.
La voz del padre enronquecía
al evocar calabozos, muchedumbres,
hombres desnudos vadeando el pantano,
llanto de mujer, un hijo
y más arriba (dónde arriba?)
el trapo contumaz de una bandera.
Supimos, lenta y vagamente,
que lo imposible te buscaba
extraviándote los pies
-aquellos pies de Hilda obsesionaron
a mis ojos de niño: su corteza
terrosa, vegetal, desconcertada
sobre la pulitura del granito.
Tal vez una tarde, entre los campos,
la música te deletreó de pronto
al lado de algún bosque, una colina,
un lago triste que se te parece:
la misma terquedad al revelarte
ávida no precisamente de nosotros
(los efímeros, los quizá, los transeúntes)
sino de tu pátina absurda de grandeza
-esos sueños opulentos de la historia
que son más bien su horror, su pesadilla.
Ahora que te conoces vil, prostibularia,
porque tanta voluntad ecuestre
se apeó bajo el sol a regatear
y el héroe mercadeó con su bronce
y el oro solemne del sarcófago
adornó dentaduras, fijó réditos,
y no hay toga ni charretera ni sotana
que te oculten cuadrúpeda, obsequiosa
por treinta monedas ancestrales,
yo me atrevo a cubrir tu desnudez.
No es verdad que te vendiste. Tú anhelabas
dilapidarte brusca, totalmente:
un lujoso imposible.
Lo sabías,
siempre lo has sabido y como siempre
aras en el mar. Te concibieron
con voluntad precisa de fracaso.
Cómo afirmar, pasito, que hoy te quedas
en la dificultad de sonreírte
levantando los hombros, desganado,
y diciéndote con sorna, con ternura,
mañana sí tal vez. Quizá mañana...
Armando Rojas Guardia
lunes, 16 de septiembre de 2013
OCTAVIO PAZ / Elegía Interrumpida

ELEGÍA INTERRUMPIDA
Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
Al primer muerto nunca lo olvidamos,
aunque muera de rayo, tan aprisa
que no alcance la cama ni los óleos.
Oigo el bastón que duda en un peldaño,
el cuerpo que se afianza en un suspiro,
la puerta que se abre, el muerto que entra.
de una puerta a morir hay poco espacio
y apenas queda tiempo de sentarse,
alzar la cara, ver la hora
y enterarse: las ocho y cuarto.
Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
La que murió noche tras noche
y era una larga despedida,
un tren que nunca parte, su agonía.
Codicia de la boca
al hilo de un suspiro suspendida,
ojos que no se cierran y hacen señas
y vagan de la lámpara a mis ojos,
fija mirada que se abraza a otra,
ajena, que se asfixia en el abrazo
y al fin se escapa y ve desde la orilla
cómo se hunde y pierde cuerpo el alma
y no encuentra unos ojos a que asirse...
¿Y me invitó a morir esa mirada?
Quizá morimos sólo porque nadie
quiere morirse con nosotros, nadie
quiere mirarnos a los ojos.
Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
Al que se fue por unas horas
y nadie sabe en qué silencio entró.
De sobremesa, cada noche,
la pausa sin color que da al vacío
o la frase sin fin que cuelga a medias
del hilo de la araña del silencio
abren un corredor para el que vuelve:
Suenan sus pasos, sube, se detiene...
Y alguien entre nosotros se levanta
y cierra bien la puerta.
Pero él, allá del otro lado, insiste.
acecha en cada hueco, en los repliegues,
vaga entre los bostezos, las afueras.
Aunque cerremos puertas, él insiste.
Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
Rostros perdidos en mi frente, rostros
sin ojos, ojos fijos, vaciados,
¿busco en ellos acaso mi secreto,
el dios de sangre que mi sangre mueve,
el dios de yelo, el dios que me devora?
Su silencio es espejo de mi vida,
en mi vida su muerte se prolonga:
Soy el error final de sus errores.
Hoy recuerdo a los muertos de mi casa.
El pensamiento disipado, el acto
disipado, los nombres esparcidos
(lagunas, zonas nulas, hoyos
que escarba terca la memoria),
la dispersión de los encuentros,
el yo, su guiño abstracto, compartido
siempre por otro (el mismo) yo, las iras,
el deseo y sus máscaras, la víbora
enterrada, las lentas erosiones,
la espera, el miedo, el acto
y su reverso: en mí se obstinan,
piden comer el pan, la fruta, el cuerpo,
beber el agua que les fue negada.
Pero no hay agua ya, todo está seco,
no sabe el pan, la fruta amarga,
amor domesticado, masticado,
en jaulas de barrotes invisibles
mono onanista y perra amaestrada,
lo que devoras te devora,
tu víctima también es tu verdugo.
montón de días muertos, arrugados
periódicos, y noches descorchadas
y en el amanecer de párpados hinchados
el gesto con que deshacemos
el nudo corredizo, la corbata,
y ya apagan las luces en la calle
¡Saluda al sol, araña, no seas rencorosa!
Y más muertos que vivos entramos en la cama.
Es un desierto circular el mundo,
el cielo está cerrado y el infierno vacío.
OCTAVIO PAZ
viernes, 13 de septiembre de 2013
Lêdo Ivo / Ser y saber
SER Y SABER
Veía el viento soplando y la noche descendiendo. Oía el grillo saltando en la hierba estremecida. Pisé el agua más bella que la tierra. Veía la flor abrirse como se abre la ostra. El día y la noche se unieron para ungirme. La unión de luz y sombra abrazó mis sueños. Veía la hormiga esconderse en la ranura de la piedra. Así se esconden los hombres entre las palabras. La belleza del mundo me sustenta. Es el hermoso pan matinal que la mano más humilde coloca en la mesa que divide. Jamás seré un extranjero. No temo ningún exilio. Cada palabra mía es una patria secreta. Soy todo lo que es partición el trueno la claridad los labios del mundo todas las estrellas que desaparecen. Sólo conozco el origen: el agua negra que lame la tierra y los cangrejos que me acechan entre las raíces del mangle. Sólo sé lo que no aprendí: el viento que sopla la lluvia que cae y el amor.
Lêdo Ivo
(Lêdo Ivo nació el 18 de febrero de 1924 en Maceió, Brasil)
(Traducción del poeta venezolano José Carlos de Nóbrega)
jueves, 12 de septiembre de 2013
Juan Carlos Mestre / Cavalo Morto II
Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
Un poema de Lèdo Ivo es una luciérnaga que busca una moneda
perdida. Cada moneda perdida es una golondrina de espaldas posada sobre la luz
de un pararrayos. Dentro de un pararrayos hay un bullicio de abejas
prehistóricas alrededor de una sandía. En Cavalo Morto las sandías son mujeres
semidormidas que tienen en medio del corazón el ruido de un manojo de llaves.
Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
Lèdo Ivo es un hombre viejo que vive en Brasil y sale en las
antologías con cara de loco. En Cavalo Morto los locos tienen alas de mosca y
vuelven a guardar en su caja las cerillas quemadas como si fuesen palabras
rozadas por el resplandor de otro mundo. Otro mundo es el fondo de un vaso, un
lugar donde lo recto tiene forma de herradura y hay una sola tarde forrada con
tela de gabardina.
Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
Un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo es un río que
madruga para ir a fabricar el agua de las lágrimas, pequeñas mentiras de lluvia
heridas por una púa de acacia. En Cavalo Morto los aviones atan con cintas de
vapor el cielo como si las nubes fuesen un regalo de Navidad y los felices y
los infelices suben directamente a los hipódromos eternos por la escalerilla
del anillador de gaviotas.
Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
Un poema de Lèdo Ivo es el amante de un reloj de sol que
abandona de puntillas los hostales de la mañana siguiente. La mañana siguiente
es lo que iban a decirse aquellos que nunca llegaron a encontrarse, los que aún
así se amaron y salen del brazo con la brisa del anochecer a celebrar el
cumpleaños de los árboles y escriben partituras con el timbre de las
bicicletas.
Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
Lèdo Ivo es una escuela llena de pinzones y un timonel que
canta en el platillo de leche. Lèdo Ivo es un enfermero que venda las olas y
enciende con su beso las bombillas de los barcos. En Cavalo Morto todas las
cosas perfectas pertenecen a otro, como pertenece la tuerca de las estrellas
marinas al saqueador de las cabezas sonámbulas y el cartero de las rosas del
domingo a la coronita de luz de las empleadas domésticas.
Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
En Cavalo Morto cuando muere un caballo se llama a Lèdo Ivo
para que lo resucite, cuando muere un evangelista se llama a Lèdo Ivo para que
lo resucite, cuando muere Lèdo Ivo llaman al sastre de las mariposas para que
lo resucite. Háganme caso, los recuerdos hermosos son fugaces como las
ardillas, cada amor que termina es un cementerio de abrazos y Cavalo Morto es
un lugar que no existe.
Juan Carlos Mestre (Poeta y
artista visual español nacido en Villafranca de Bierzo, León, en 1957.)
miércoles, 10 de abril de 2013
Piedad Bonnett
Asedio
"Si te ponen miedo mis ojos ausentes, mis ojos noctámbulos,
mis ojos dementes..."
León de Greiff
No me culpes.
Por rondar tu casa como una pantera
y husmear en la tierra tus pisadas.
Por traspasar tus muros,
por abrir agujeros para verte soñar.
Por preparar mis filtros vestida de hechichera,
por recordar tus ojos de hielo mientras guardo
entre mis ropas un punzón de acero.
Por abrir trampas
y clavar cuchillos en todos tus caminos.
Por salir en la noche a la montaña
para gritar tu nombre
y por manchar con él los blancos paredones
de las iglesias y los hospitales.
Hay en mí una paloma
que entristece la noche con su arrullo.
Mi noche de blasfemias y de lágrimas.
*****
Ni los sueños, donde tu rostro tiene todas las formas de la
dicha.ni el sol que tanto amo sobre mi cuerpo desnudo,
ni la grata canción del antiguo trovero enamorado,
ni el verso de Darío ni el verso de Quevedo,
ni esta luna que brilla con brillo de alcancía,
ni tu nombre por otros pronunciado,
ni el eco de mis pasos en la inmensa catedral solitaria,
ni el rosal que yo siembro con mis manos y me sangra los dedos,
ni las noches insomnes,
ni tu dulce retrato mentiroso,
ni el tiempo, -ese falsario de mil rostros-
pueden calmar mi pena de no verte.
"Siempre hay paz en la certeza..."
Truman Capote
Hasta el fondo del vaso
desde tu oscuro fondo
caían las palabras
difíciles
amargas
caían como gotas espesas y brillantes
que iba sorbiendo el tiempo
como arena finísima
caían
haciendo un agujero
en mi mano extendida
y cada gesto
era ya para siempre
ideograma de tintas visibles
de un idioma
que iba olvidando mientras lo aprendía
y el instante nacía cada vez
para morir
en memoria y en fuga de presente.
Tenerte era perderte.
No tenerte
es esperar
confiada
que no llegues.
*****
Otra vez sales de mí, pequeño, mi sufriente.
Otra vez miras todo con mirada reciente,
y llenas tus pulmones con el aire gozoso.
Ya no lloras.
El mundo, de momento, no te duele.
Todo es tibio esta vez, caricia pura,
como una prolongada primavera.
Ignoras
mi útero vacío, mi sangrado.
Desconoces
que el grito de dolor de parturienta
va hacia adentro y se asfixia, sofocado,
para que no trastorne
el silencio que ronda por la casa
como una mosca azul resplandeciente.
Mis manos ya no pueden cobijarte.
Sólo decirte adiós como en los días
en que al girar, ansioso, tu cabeza,
mi sonrisa se abría detrás de la ventana
para encender la tuya. Cuando todo
era sencillo transcurrir, no herida,
ni entraña expuesta, ni desgarradura
Piedad Bonnett (Amalfi, Antioquia, 1951) es licenciada en Filosofía y
Letras de la Universidad de los Andes y profesora de esta Universidad
desde 1981. Tiene una maestría en Teoría del Arte, la Arquitectura y el
Diseño en la Universidad Nacional de Colombia. Ha publicado ocho libros de poemas y cuatro novelas.
viernes, 6 de julio de 2012
1era Parada Poética en el Jaleo
PLAZA DE CHACAO
Un libro entre sus labios
Y no sabía que estuvo garabateado desde siempre
Para ella
Ni que sus poses se ensayaron a partir de su cabeza recostada
Ni que su voz fue sugerida tantas veces
Ella no sabía
Que preguntaron por su nombre a los amigos
Quienes jamás llevaron los recados
O miraban para otro lado
Porque nadie glosa las iniciaciones del trato ajeno
Porque su credo son los mares separados
Y las vacaciones en junio
Por eso no entienden que se puede sonreír extrañando
Con MacArthur Park de fondo
Frente a bardas de estraperlo
Tu nombre fue curioseado
Tu piel comprendida
Y de tarde te ayudaron a brincar un abismo de envidias
Ahora
Esas manos que no te sirvieron hojas de té tibias
Ni una plegaria de gloria
Hacen antesala para circular tus nudillos
Para dar vueltas a ese mundo
Para devolverte allí
A las gradas que mudando a colores verdes
Nos dejan decir lo que significa
Estar destinados
JOAQUÍN ORTEGA
*****
EL COLIBRÍ Y LO IMPOSIBLE
me pidió un colibrí.
A mi novia imposible
le gusta pedirme
cosas imposibles.
atrapar al colibrí
que vuela inmóvil
en mi amor.
que el colibrí se sostiene
velóz y estático
en la fuerza de la nada
de mis alas reconstruidas.
Pero ella sabe también
que soy un hombre
que vuelve de la muerte
y que para los hombres como yo
lo heroico está en la humildad
de reconocer lo imposible.
Sin embargo, a veces,
mi novia y yo somos niños
y es allí
donde mi novia imposible
me pide nuestro colibrí,
a pesar de todo.
CINZIA RICCIUTI
*****
TRAZOS
No escribes el poema
sino su nostalgia
su íntima penuria
Espacios
entre el silencio
y esta palabra incierta
que se fuga
III
Blanco
en cada pliegue
en cada minúscula
hendidura
Palabra escindida
tu nombre
trazo apenas
V
Un tiempo
de silencio
hiere
la memoria
VI
Lenta
borrando formas
buscas lo claro
la línea inmensurable.
ANA MARÍA DEL RE
*****
OTRA VEZ A YOCASTA
Cuando muera, madre [porque
tendré que morir antes que tú, para soportarlo] no llores, estés acá o más allá
del país de la conciencia. Detente en el arco del vientre y nómbrame, para
reconocerme, para saberme en tus labios, nuestra casa. Háblale al inerte cuerpo,
dile del tintineo del reloj al que da cuerda mi padre desde entonces. Vuelca tu
arrullo ese día inabarcable, sobre el llanto y arrópalo, entre tanto nos
contraiga el naufragio.
HÉCTOR VERA
*****
A veces ya muy nochecreo ver al amor como a la muerte
Juntos entran en el lecho blanco
y en duelo agudo guerrean sus dominios
Se lamentan palpitan
y exhalan el último suspiro
cuando llega la hora del éxtasis
SONIA CHOCRÓN
miércoles, 6 de junio de 2012
CADÁVER EXQUISITO JAMMING ERRANTE
Se remueven las emociones
Busco un Náhuatl en las entrañas del tiempo
con la punta del lápiz
Sí, lo sé, sobre mí caerá un atardecer
El ajedrez de tu pecho se llora
y van ciegas las nubes, como barcas perdidas y la muerte del mundo cae sobre mi vida
No sé, tal vez, la herida vino y dijo lo que sin saber no podíamos escuchar ó
la palabra: principio y fin
perdida, pérfida, perdigón
están, ir, venir, sentir
busca en estas paredes tu palabra
envuelta en desnudo
vibrante, la miel viene a mis labios
cayendo por treguas inexistentes
y entonces me encontró la neblina
Nota: Cadáver exquisito construido la noche del jueves 31 de mayo en el Ateneo de Caracas, por los poetas participantes y público en general
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