jueves, 22 de abril de 2021

Magda Portal ( 5 poemas)

 




Pero llegaste


para quien mis brazos

se abrieron en cruz

y las arañas del sueño tejieron

la seda infinita de la amnesia

conquistador ilusionado

de mis tribus salvajes de tristeza

donde llevaste la religión de una

alegría nueva como los aeroplanos

sobre las selvas vírgenes

Hoy el traje de nuestras almas

es el arcoíris de la sonrisa

 

Ven, bésame


Ven, bésame

Qué importa que algo oscuro me esté royendo el alma…

¿Con sus dientes?

Yo soy tuya y tú eres mío… bésame

No lloro hoy… Me ahoga la alegría,

Una extraña alegría que yo no sé de dónde viene.

Tú eres mío… ¿Tú eres mío?…

Una puerta de hielo hay entre tú y yo:

¡Tu pensamiento!

Eso que te golpea en el cerebro, y cuyo martillar

me escapa…

Ven, bésame… ¿Qué importa?…

Te llamó el corazón toda la noche,

Y ahora que estás tú, tu carne y tu alma,

¿Qué he de fijarme en lo que has hecho ayer?

¡Qué importa!

Ven, bésame… tus labios,

Tus ojos y tus manos…

Luego… nada…

¿Y tu alma? ¡Y tu alma!


Canto Proletario


“La vida es de los felices”

amanece en todos los pregones callejeros-

rueda la mañana sobre el asfalto de la tierra ululante y caliente

al extremo de la ciudad,

los árboles saludan al obrero, con sus ramas estremecidas

por la alegría del viento vagabundo, el gran libertario.

Como un dolor sigue la sombra la silueta del hombre

que desemboca en la ancha puerta de la fábrica

allí -el humo acaecido en las máquinas, el gemido de las poleas

bajo la presión del pensamiento humano,

balcones a la eternidad,

los ojos siguen la labor constructora

y toda fábrica es una sola maquinaria de empuje formidable

como un titánico organismo

que mueve el “motor maravilloso”

de los cerebros de cien hombres unidos

el hermoso espectáculo del cerebro

y el músculo en acción!

El sudor les decora la cara

como otra sonrisa que se tuesta en los labios apretados

de anhelo,

la fábrica lo es todo:

la esperanza  y la cárcel

Todos los días son mañana

para el obrero que los lleva apretados

al corazón como la imagen de la madre

¡Libertad!

estandarte del hombre

el sol espera la salida de la fábrica

desde el horizonte sus anchos brazos de luz

saludan el dolor del obrero vencedor de la vida.


Pacific  steam


recién noche vientre negro de fiera amaestrada

tus pasillos se encienden con luciérnagas de sueño

 

arrinconada está la flor de mis veinte años

como una niña de cabellos largos

 

mar del color del jersey de la mañana

balanceo embriagante

sin palabras armonía de los silencioso

 

cortando el transatlántico el presente

enarboladas manos de adiós

gritaban las gaviotas

 

pañuelos inútiles sin respuesta

 

el rojo capitán obeso y el japonés

de ojos tatuados de deseo

flechas tiradas al azar las siluetas de las

pasajeras

la pianola es un grito destemplado

 

el corazón del mar abrazado de oscuridad

 

viajeras pálidas ojos anestesiantes

hombres que fuman cigarrillos de recuerdo

 

por las claraboyas de la noche

se asomó la mañana

En sus manos traía la costa

...


17


quisiera perderme de mí misma

limbo de mi pensamiento

Y haber perdido la mirada angustiosa

de mis ojos

para los pasos arrebatados por la muerte

 

Perderme de los hilos tensos

que el corazón tiende a los cuatro

puntos cardinales de mi vida

 

Saltar el círculo que me aprisiona

y en el que se debate

serpiente cercada de llamas

 

mi juventud inútil

 

¡Perderse! tendido vuelo

por sobre las agujas de las ciudades

más altas – por sobre el mar

como un globo cargado de oxígeno

que sueltan a merced de los vientos

Lejos más allá de todas las distancias  


Liberación


Un día seré libre, aún más libre que el viento,

será claro mi canto de audaz liberación

y hasta me habré librado de este remordimiento

secreto que me hunde su astilla al corazón.

Un día seré libre con los brazos abiertos,

con los ojos abiertos y limpios frente al sol,

el miedo y el recuerdo no estarán encubiertos

y agazapados para desgarrarme mejor.

Un día seré libre… Seré libre presiento,

con una gran sonrisa a flor de corazón,

con una gran sonrisa como no tengo hoy.

Y ya no habrá la sombra de mi remordimiento,

el cobarde silencio que merma mi emoción.

Un día habré logrado la verdad de mi  yo

 


Magda Portal (Lima, Perú  1990 – 1989)

Poeta y destacada dirigente política peruana, padeció el destierro y la cárcel. Entre sus obras tiene las publicaciones de El derecho de matar (La Paz, 1926), Costa Sur (Santiago de Chile, 1945), Constancia del Ser (Lima, 1965), etc.

martes, 20 de abril de 2021

Ida Gramcko ( 9 poemas)





Viva belleza desde el seno irrumpe

como una curvatura que desliza

las auroras boreales de las ubres

sobre un lecho de líneas.

Somos el hombre el caballo sufren,

pero una inmensa investidura estricta

nos señala sin verbo entre las cumbres.

Somos entonces ser hasta la risa,

la carcajada diáfana en los buches.

 

 

CASI SILENCIO

 

La piedra cae el fondo. Así caen todas

las piedrecillas. Un día, algo que remueve

las aguas las hace correr, precipitarse,

abriendo heridas en la fina arena. El

agua toda es llanto. Pero un rayo de

sol aparece. Las aguas se hacen claras.

Al fondo, lentamente, las piedrecillas

hallan al fin sitio. Y encima de las aguas,

flota una flor entreabierta: la

conciencia.

 

La esencia no es pérdida de tierna

presencia.

La esencia es la presencia

de lo intemporal,

de lo divino y sobrehumano.

 

El cambio, para que lo sea,

tiene que cambiar siempre.

He ahí la permanencia.

 

La muerte es lo único

que no es curable.

 

Para lo más hondo, yo no creo

en instantes. Lo supremo jamás

es actual.

El amor sin mortal asidero,

no se somete al tiempo.

 

Porque lo que está sometido

al devenir y no al alcance

de lo más luminoso y más puro,

aunque sea emotivo, es ligero.

 

Lo que no conocemos no es misterio.

Son aspectos insignificantes

del mundo material.

Conocemos lo eterno, lo inmenso,

lo máximo, —es suyo, es mío

y sólo es así—

y ante tamaña luz,

¿caben hallazgos,

descubrimientos o sorpresas?

 

Un afecto puede ser hermoso pero,

ante el sentimiento único e inmutable,

nos resulta pequeño.

Como la yerba ante el astro.

Como el guijarro ante la nube.

Como fronda salpicada de frutos ante

el cielo en que alumbra una sola flor

áurea y suprema.

 

POEMA 12

 

Tú, párvulo indefenso,

encuentras cómo reventar el labio

para vengar con testimonio intenso,

el bello, el denso,

el increíble agravio.

 

...

 

POEMA 14

 

Amor invalidándonos reflejo

para trocarlo en cómplice sumiso.

Estupor, reto añejo,

humillación en ámbitos de hechizo

donde el tocado, el tímido, el perplejo

padece culpa y huele paraíso

 

 

Estar afuera es como estar adentro

de inagotable intimidad creadora.

No es perder cuerpo, es descubrir un centro

mayor que lo interior que nos demora.

Estar afuera, a pleno sol, al viento…

La noche ya no es más la mediadora,

pues nos une a través de un mandamiento

de sombra impuesta que se ve o ignora.

Escogida es la unión desde lo intenso.

Vivo nivel estalla con la aurora

y enlaza lo profundo con lo inmenso,

pues cada ser deviene lo que añora.

Y queda un solo ser, un gran suspenso,

mas el hombre lo sabe y lo atesora.

 

 

No, la tierra no podrá ser la tierra,

ni la muerte podrá ser la muerte,

ni la vida la vida,

hasta que mi alma no haya conocido toda

la espantosa pesadilla,

y no se haya internado hasta la entraña

del hondo, humano abismo.

¡Ah! ¿Qué valen aquí, sobre este mundo,

mi espíritu y mi instinto,

si aún tienen un temblor de ensueños claros

que son claras mentiras?

No, no, no puede ser, ni puedo

tampoco ser yo misma,

hasta que no haya saboreado toda,

toda la hiel amarga y el acíbar.

 

EL ESPANTAPÁJAROS

 

Nunca amaste los pájaros. Es cierto.

Ni los niños que huyeron de tu sombra

¡crucifijo del hombre contra el cielo!

Se deshizo la ronda

en el jardín; volaron los insectos;

después, las mariposas…

Sólo quedó, en la soledad, tu espectro,

y un niño sólo en la pradera sola,

inválido y sediento.

Lejos de ti, volaron las palomas,

y la ronda infantil en otro huerto

levantó sus columpios, sus coronas…

Sólo permanecieron los almendros

abrieron sus corolas

glaciales como témpanos.

¡No podían volar! Y las bellotas,

los manzanos en flor y el limonero.

Pasaban, fugitivas, las alondras.

¡Pudiste detenerlas en su vuelo!

Pasaron golondrinas y gaviotas,

y mirlos y jilgueros,

y enamoradas tórtolas…

Y maduró tu fruto en el silencio;

en el silencio, sonrosadas pomas,

labios mudos, se abrieron.

Pero hoy el viento sacudió las hojas,

dispersó las semillas y los pétalos

y el pezón de los árboles se agota

en exhausto racimo amarillento.

¡No veles ya! Se marchitó la fronda.

¡Despídete del cerco!

En una alegre emanación sonora,

la infancia, en ronda florecida, ha vuelto.

Los pájaros celebran su victoria

picoteando tus restos:

tu pecho de aserrín, tu sien de estopa,

la hilacha sin color de tus cabellos.

Te sostiene una estaca melancólica

como al retrato de un payaso muerto.

¡Oh trágica derrota;

oh racimo de harapos verdinegros;

oh maniquí del campo que sollozas

mirando el alto nido y el alero,

hermano del fantasma, de la escoba,

del ciprés y del cuervo!

Hermano mío… ¡llora!

Llora conmigo sobre el campo yermo.

y aprende a amar los pájaros… ¡Que te oigan

cantar los niños y te escuche el viento!

Como un ángel caído al que perdona

la mano celestial, sube hasta el cielo.

¡Que se levante un ala milagrosa

en cada uno de tus hombros, quiero!

¡Que emprendas en tu muerte, que es tu aurora,

el viaje azul al paraíso eterno

en donde un niño solitario toma

gajos de luz que no consume el tiempo

a un árbol sin otoño y sin carcoma!

El niño aquél, inválido y sediento.

 

 

 

Arráncame  las áridas  raíces

déjame suspendida en el espacio,

entre los vientos firmes.

Allí se está como en un gran regazo

maternal y sin límites.

Déjame con los pájaros,

indagan lo invisible.

¡Ah, más allá del cielo se alza un árbol

que sus alas indómitas persiguen!

No lo han visto jamás y, sin embargo,

creen sentir su rumor en los confines.

Rumor de hojas distantes... Pero ¿acaso

no lo vieron, gigante, en el origen

primero de la vida, y en sus cantos

no es la voz de la ausencia lo que aflige?

Deja que suba a lo alto

y que mi canto vibre.

Canto la ausencia de algo,

de una estrella enterrada en nubes grises.

La sombra azul del árbol

se dilata y me ciñe.

Déjame con los pájaros.

Soy una flor delimitada y triste.

Arráncame los pétalos y el tallo

y la fragancia, y líbrame.

 

Esto soy todavía

un sosiego turbado por las lágrimas.

Esto fui: una pupila

húmeda, abierta y ávida.

Esto he de ser: el llanto, mientras viva.

Un erguido sollozo me levanta,

me hace andar en las cumbres, me encamina

hacia la azul montaña.

Y allí está la sonrisa

como una flor salvaje que me aguarda.

Veré la blanca flor y será mía,

¡mía!, y tendré, llorando, que arrancarla

del fondo de mi ser, pequeña y tibia,

de lo alto de la cumbre, pura y blanca.

¡Mía! Y el llanto surca mis mejillas

para que yo merezca su fragancia.


PLEGARIA

 

No te puedo nombrar. No tienes nombre. Eres lo que se siente. Nunca lo que se explica. ¡Oh mi Absoluto Amado, a quien descubro ahora sin que ninguna forma lo limite! Perdóname la antigua reflexión.

 

No eres lo que se piensa. Eres lo que se ama. No eres conocimiento sino sólo estupor. No eres el perfil sino el asombro. No eres la piedra sino lo inaudito. No eres la razón sino el amor.

 

De la mano del Ángel yo he ascendido a tu hallazgo que nunca es un concreto tesoro sino continuamente un descubrimiento inenarrable. El Ángel, a mi lado, sintió también intensa, más intensa que nunca, más intensa que con algo o con alguien, esa visión de inmensidad. Como con nadie, no porque cada caso es singular, sino porque aquel acto fue más hondo que todos los suyos, como si recibiéramos de pronto un advenimiento de infinito.

 

Y es inútil pensar en encarnarte. Eres lo que nunca se puede encarnar ni nombrar porque sólo nos juntas las manos y nos haces doblar las rodillas.

 

Déjame sentirte, ¡oh infinitud, oh zona inmensa, dimensión sobrehumana, oh mi Dios, siempre con la piel deslumbrada tanto que el cuerpo se me vuelve luz! Déjame estupefacta, arrebatada, y déjame que vibre para siempre con la palpitación mía e íntima.

 

Quisiera ser aquella que permanece, atónita, ante ti. La que no sabe de tu nombre, la que no sabe de tu forma, una ignorante estremecida. Y que así sea.

 





Ida Gramcko  (Puerto Cabello, Venezuela 1924-1994)

Poeta, ensayista y cuentista, venezolana. Nace en Puerto Cabello. Ha obtenido los siguientes premios: "Premio de la Asociación Cultural Interamericana", con el libro Umbral (1941); "Premio de Teatro Ateneo de Caracas"; con el libro La rubiera (1956); "Premio Municipal de Poesía" con el Libro El Poeta (1962); entre otros. Otros libros: Cámara de Cristal (1944); La Vara Mágica (1948); María Lionza (1955).

miércoles, 14 de abril de 2021

Idea Vilariño / Ya no será






Ya no será

 

Ya no será,

ya no viviremos juntos, no criaré a tu hijo

no coseré tu ropa, no te tendré de noche

no te besaré al irme, nunca sabrás quien fui

por qué me amaron otros.

No llegaré a saber por qué ni cómo, nunca

ni si era de verdad lo que dijiste que era,

ni quién fuiste, ni qué fui para ti

ni cómo hubiera sido vivir juntos,

querernos, esperarnos, estar.

Ya no soy más que yo para siempre y tú

Ya no serás para mí más que tú.

Ya no estás en un día futuro

no sabré dónde vives, con quién

ni si te acuerdas.

No me abrazarás nunca como esa noche, nunca.

No volveré a tocarte. No te veré morir.

 

 

Idea Vilariño (Montevideo, 18 de agosto de 1920-Montevideo, 28 de abril de 2009)fue una poeta, ensayista y crítica literaria uruguaya perteneciente al grupo de escritores denominado Generación del 45. Dentro de sus facetas menos conocidas se encuentran la de traductora, compositora y docente.


lunes, 12 de abril de 2021

Óscar Hahn / Movimiento Sísmico






MOVIMIENTO SÍSMICO

 

Tuve una vez un gran amor

que derribó mi casa

agrietó mis puentes

y me hizo perder el equilibrio

Después vinieron las réplicas:

amoríos de baja intensidad

que ni siquiera

me hicieron temblar

En cuanto al gran amor

ay mísero de mí

todavía respira

debajo de las ruinas


 

Óscar Hahn (Iquique, Chile, 5 de julio de 1938) es un poeta, ensayista, profesor y crítico chileno, integrante de la generación literaria de los años 1960. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 2012.

 

miércoles, 7 de abril de 2021

Juan Martins / Suele vestir de sombra (7 poemas)

 







ALGUIEN me lastima

en el cuerpo del otro

para este hundido resto que soy.

Hasta amarte por separado

de la luz que se revienta

sobre mi sueño,

lidiando en el tallo de tu sexo,

como este proverbio del reflejo

que se yergue de lo eterno

cuando te excitas con la idea

de lo sagrado,

de saberte morir

en un abrazo anegado y disuelto.

 

Y ENTONCES esta cotidianidad

descansará en la eternidad

del día.

Es tan odiada la ruina

por su belleza

que olvidan de la seda

su origen de podredumbre,

su origen de rastro

hacia las sombras.

El vientre, un vacío

estado de la locura sin ti.

 

TENER QUE odiar al deseo

—que descansa—

en el residuo de la espera.

Las bardas se dilatan

por debajo de los hombres

y no cubren su alegoría,

acaso se oculten del instante

para suplir el adulterio del temor.

Habrá que darle lugar al mundo

a pesar de que el tiempo

se extienda en la amenaza

de dos cuerpos que se levantan.

 

ACOSADA POR la palabra,

nadie camina detrás de mí

por desoír nuestro linaje que se

derrama sobre las calles,

cuando han caído de sus columnas

al pie de la soledad.

Detrás de la sombra la vanidad

de mirarme.

 

ME RESISTIRÉ de aquel cuerpo

que no sabe de legados y extraños

hasta sucumbir por las formas de las sombras

y abrir tus sienes de los manuscritos

que en sus confines se esconde el secreto

de mis herederos,

mi paraíso del otro quien de goce abre su misterio

por los mismos días del mar,

como si la tipografía me engañara por los años.

Me entrego a ella por su sediento

rasgo de tinta y eterno trazado.

 

DEJAR EL TIEMPO encima del cuerpo,

éste, no abandona el temor

porque permanezcas en él.

Los cuerpos: el miedo de los días sobre el rezo

del indigente pasado.

 

HAS DICHO que los labios

son como la ignominia

de tus vestiduras,

nunca usados para la oquedad

desnuda de tu cuerpo.

Ya sin ti, no tendremos la despedida

de los espejos

con los que limpiabas

las sombras de mi rostro.

Juan Martins (Maracay, Venezuela, 1960.)

Poeta, dramaturgo, editor, crítico literario y teatral. En poesía ha publicado Deseos de casa (La Liebre Libre, 1995), Ese animal que engaña mi vientre (Ediciones Presagios, México, 2012) y Soy una herida que no se deja atenuar (bid & co. editor, 2019), que recibió el Premio III Bienal de Literatura de Poesía Abraham Salloum Bitar. Dirige la revista de crítica literaria y teoría teatral Teatralidad. En ensayo, ha publicado Él es Vila-Matas, no soy Bartleby (2014), El delirio del sentido, desde una poética del dolor y otros ensayos (2014), Novelas son nombres, ensayos inexactos (2016), De qué hablo cuando hablo de Murakami (2016) y Gonçalo M. Tavares: el secreto de su alfabeto (2019), patrocinado por la Fundación Instituto Portugués de Cultura y el Instituto Camões Portugal.