martes, 10 de junio de 2008

Belkys Arredondo Olivo


Belkys Arredondo Olivo


Nació en Caracas, Venezuela. Poeta, periodista y editora. Realizó estudios en la Escuela de Artes Plásticas Cristóbal Rojas (1970), en la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela (1990) y de Postgrado en Literatura Venezolana de la misma universidad (1999).


Ha publicado tres poemarios, Sagita(1998), una plaquette llamada Abecedario roto (1999), De un grano de arena saldrá un pájaro (2001) y Cóncavo (2005). Sus poemas aparecen en los libros Taller de Poesía para uso de Talleristas (1998) y Voces Nuevas (1999), ambas publicaciones del CELARG, también, en Las Voces de la Hidra. Antología de la poesía venezolana de los años 90. (Compilador, Miguel Marcotrigiano, 2002, Ediciones Mucuglifo) y en la Antología poética del Círculo de Escritores de Venezuela (2005) y Revista Blanco Móvil, ejemplar dedicado a la poesía venezolana (México, 2006). En 2006 obtuvo el Premio Latinoamericano José Rafael Pocaterra, en la mención Poesía, con su poemario A ras del vidrio.



Su poesia:


EXPERIMENTO

Resumir verbos
puede estar entre el descubrirse
y sorprenderse

retomar la responsabilidad
no olvidar la imposición
la postura hierática en un pupitre
frente a alguien
que repite lo repetido


SAGITA

Y empiezo con lo que acabo de decir
Para algunos somos ajenos.
Somos imposiblemente propios.
Irremisiblemente. Irremediablemente.
Indubitativamente. Certeramente cierto.
Somos increíblemente inexistentes.
Ajenos. Eternamente ajenos.

Nunca sabrán nuestros nombres
e ignorarán por siempre
nuestros pasos y nuestros cuerpos.


INSOMNIO

me dijeron que en su cielo de esmalte
no dormía
Para su curación
detallaron del tiempo aquél
las posibilidades

en éste
comentaron de pastillas y tratamientos

Y esa noche al cruzar el rojo pavimento
todo el azul me derritió
junto a mis zapatos
entre hombro y hombro acogida
la lágrima


(Sagita 1998)



LAS HORMIGAS

De dónde vinieron
por qué esperan los pies descalzos
si cerca no hay jardines
porqué las sorprendo debajo de la almohada
porqué mordisquean lo que amo

A su pesar no ando con sigilo
aprecio la frialdad de los mosaicos
sacudo persianas

y canto


SOLDADURA DE GASA

las recámaras aún no existen
no he de dormir

podría liberar formas
abrir compuertas y arrebolar

podría habitar la caja
lanzar piedras al tejado de vidrio

buscar la sombra de la espada
sin anestesia ni suturas

mas desabrigo el frío
y corono la extrañeza del pájaro

el aire hidrata
la leche cuaja y flota

y deshago albahaca con los ojos
para comer de mí


PLACER SIN CUERPO

Dejarse rodear
Provocar lo amado
andar a tientas
Dejar que las letras
bailoteen como dirigibles
en gravedad esponjosa

A tientas
Feliz el cuerpo
El animo
Tener el derecho de los niños
de abrir los brazos como barcos
a las 5 de la tarde

Dejarse llevar
por el amor
de estar sintiendo

Saberse vivo

Regocijarse de la piel y los zapatos
Probar el aire
Sentir el viento
Probar la tierra
La semilla
Probar el fuego

Sentirse vivo


PARA NO LEER EN VOZ ALTA

Mi cabeza arde.
No la apaga otro fuego, tampoco la lluvia.
Campos de huesos, sombra atrapada.
algo llora, volteo sorprendida como
el niño que encuentra un jardín sonando.

No, no son estrellas, es la casa vieja,
No, no es selva comprimida,
es el parque de brujas,
No, no es el cuerpo felpudo,
es la ausencia.

Son los nuevos ruidos que tengo.
El agua corriendo por las cañerías,
el sótano oscuro donde prendí sonajas
son los caminos trazados.
Aprender el canto de cuna,

levantarme a cumplir con la promesa
de un futuro ajeno que digo mío,
llevar una caja en la cabeza para que los
cabellos no se vean. Rojos, hebras de fuego,
independientes ventean

No, no acerques la mano
te quemarían.


JOKER

Alrededor de toda la casa
desparramaré hilos de gasolina,
luego telas de agua circulantes

Una cúpula mantendrá la temperatura
la cierta
Expandiré los papeles
sacaré los colores y las sedas

apretará los labios el deseo del equilibrista

mantendré lo palpable por la punta del lápiz

y será para ti

(De un grano de arena saldrá un pájaro 2001)



Al acercarme en son de cobijo a mis poemas

ellos se golpean en la jaula


¿aprenderán la atención

de estos cuerpos que somos?


pequeños aletean perseguidos

por lo que vivieron una vez


he pensado en soltarlos


me detiene el que en la urbe

en libre albedrío mueran



Mientras transitas la noche

el piélago de la mirada

abona el silencio

la boca quita asienta lo vivido


palabras vendrán

una dirá amo

otra duele

y aquella callará por nombrar


de lo olvidado

suavemente

quitas el polvo



Le dije a mis muertos que te llamaría

por la estructura del poema

les dije también que había tomado su forma

mas otros ojos eran válidos

y tuve miedo


ellos hablaron de una posibilidad

sólo a la cita convenida


y no viniste



Me desprendo del idioma

me quedo muda

en soliloquio interno


olvido la pluma

me encapsulo


soy un punto amarillo

que no responde


(A ras del vidrio 2006)




lunes, 9 de junio de 2008

viernes, 6 de junio de 2008

Eugenio Montejo



Eugenio Montejo acabó su batalla contra los molinos de viento que atormentaron su existencia en el último tiempo. Nos deja con una gran experiencia de vida trazada en cada una de sus líneas. Es encontrar Manoa la razón de nuestra incesante búsqueda, la que atormenta nuestro espíritu? O simplemente vivimos en ella, en cada paso que damos, cada sonrisa que prodigamos, cada momento de felicidad que nos permitimos vivir?De seguro Montejo despertó este viernes en otra parte fisica, en otro lugar terrenal, pero su esencia debe estar en Manoa, lugar que nunca abandonará, porque está en él como en cada uno de nosotros


(Caracas, 1938 - 2008) poeta y ensayista venezolano.Fundador de la revista Azar Rey".Co-fundador de la Revista Poesía de la Universidad de Carabobo.Investigador en el centro de estudios Latinoamericanos "Romulo Gallegos"(Caracas).Colaborador de gran cantidad de revistas nacionales y extranjeras. En 1998 recibió el Premio Nacional de Literatura. Uno de sus poemas es citado en la película 21 gramos, del director mexicano Alejandro González Iñárritu.
Muere de cáncer el 5 de junio del 2008, en Valencia Venezuela.



El DIALOGO CON EL ENIGMA DE EUGENIO MONTEJO

La voz del poeta Eugenio Montejo, nacido en Caracas en el año 1938, ha sido una de las más prolíficas en el avatar literario venezolano de los últimos tiempos. Acercarse a la poesía de Montejo es enfrentarse a un paisaje que enseguida se hace nuestro, es toparnos con sensaciones, cosas, objetos, memoria que sacude, anima e invita a replegarnos del mundo que nos prende y sentirnos cómodos en la vida que habitamos. Rica en sus manifestaciones, desde su primer libro “Élegos” (1967), la obra poética de Montejo ha hallado terreno fecundo en un universo natural, en el que se sitúa el poeta y desde donde nos invita al ritual de la contemplación, desde donde nos presenta a los árboles como seres palpitantes, donde la música de pájaros y gallos despierta nuestros oídos adormecidos, donde las piedras, remotas y quietas, rezan la paz de los tiempos y se yerguen como símbolo de permanencia contra la fugacidad de la vida, contra “esa sensación de efimeridad de la existencia con la que se nace y se padece” como lo afirma el mismo poeta, donde finalmente lo natural se arriesga a lo visible y se afianza a la tierra, patentizando así ese otro sentimiento de raigambre que une al hombre con lo terreno y que Eugenio Montejo ha nombrado “terredad”, concepto que ha explayado a lo largo de su poesía. Dirá el poeta: “Estar aquí en la tierra: no más lejos/ que un árbol, no más inexplicables/ livianos en otoño, henchidos en verano/ con lo que somos o no somos, con la sombra/ la memoria, el deseo, hasta el fin...”

Pero el imaginario montejiano está más aun llenó de reminiscencias, de transfiguraciones, de analogías, donde hay un eco melancólico del pasado, el hogar, los que se quedaron en el camino, el tiempo:

“Los días se doblan en mi mesa/ se esparcen, rotan, se suceden/ pero ¿qué hace mi alma del tiempo?/ Iba a amanecer y ya es de noche”/ vine a la ciudad y está desierta” escribe en su poemario de 1976 “Algunas palabras”.

Ese ardor que se instala en algunas de sus poesías altera los sentimientos, hay cierta añoranza que palpita en las palabras, como en aquellas donde el espacio vacío es la casa, lugar que cobija, protege y que está “lleno de noche dentro y por fuera de nubes”

Es inevitable, recorriendo la obra de Montejo, hablar de la poesía de los objetos, no reaccionar ante la mirada que posa el escritor sobre las cosas aparentemente inanimadas, sumergidas en una rigidez y una quietud. Así una silla regresa a su lejano árbol, una mesa “ya tiene bastante con que nada se caiga/ cuando las sillas entran en voz baja/ y en su torno se congregan”, o el café es un “amable duende que nos sigue por el mundo con densas vaharadas”

Ecos de poetas queridos para Montejo se traslucen en su poesía. Jorge Manrique, César Vallejo o Fernando Pessoa. Sin embargo el poeta descubre su propio alfabeto, sus palabras “fuertes, francas, amarillas, otras redondas, lisas, de madera...”

Carlos fuentes dijo alguna vez que la poesía era hacerle el amor a las palabras, se podría agregar que Eugenio Montejo le hace el amor a las palabras con belleza, con esplendor: el sentido de la forma nunca ahogará los significados más profundos, mas sin embargo tampoco hallaremos imágenes deshilvanadas, ninguna visión sin melodía.

La poesía de Eugenio Montejo se ha enriquecido además con la presencia de varios heterónimos liderados por el enigmático Blas Coll, figura extravagante que pretende una reforma de la lengua castellana y a cuyo cobijo se reúnen un grupo de discípulos, entre ellos Sergio Sandoval, quien ha publicado “Guitarra del horizonte”, conjunto de coplas con comentarios del autor, Tomás Linden, poeta sueco autor de un conjunto de sonetos llamado “El hacha de seda”, Eduardo Polo, quien ha escrito un poemario para niños inédito titulado “Chamario” y así otros que aun no salen a la luz, pero aguardan atentos en medio de las tertulias de la aldea de Puerto Malo.

Si bien su obra ha sido muy pródiga, es ahora cuando las palabras de amor de Eugenio Montejo hallan morada en un poemario titulado “Papiros amorosos”, recientemente publicado en España por la editorial Pre-Textos. En él la grandeza del amor ocupa el mundo, es el espejo donde se retrata el ser amado, presente o lejano, pero siempre objeto y fin del sentimiento. En “Papiros amorosos” la emotividad se constituye en eje, signo y escenario del entendimiento, de la lucidez, la serenidad que llega cuando se conoce profundamente a aquel que amamos, cuando el amor se torna forma, color, cuerpo y tierra.

Escribe el poeta: “Y ser hasta el fin el que he nacido/ éste que por tu amor vino a al tierra”

“Se dice poco el amor en estos tiempos” ha dicho el poeta, tal vez por ello nos ofrece esta poética pletórica de intensidad, un espacio donde podemos jugar a descubrir el amor ancestral, en oportunidades tan esquivo mas siempre tan cierto.

A propósito de este libro Eugenio Montejo nos habla de sus poemas de amor y de algunas apreciaciones sobre su obra.

María Alejandra Gutiérrez.- ¿Es “Papiros amorosos” el testimonio de esa presencia constante del amor en su vida, esa visión reposada de los sentimientos que otorgan los años?

Eugenio Montejo.- Papiros amorosos es un conjunto de poemas que incluye unos cuantos poemas anteriormente publicados y el resto inédito. Se trata de un viejo proyecto que ahora logra concretarse y que probablemente crezca un tanto más. De joven escribí pocos poemas de amor, y publiqué menos. Siempre pensé que se trata de un texto difícil, que demanda no poca destreza verbal, por lo que no conviene precipitarse. Al encarar su escritura no resulta fácil pasar de la orilla de la palabra a la orilla de la memoria. Y sin ese pasaje no hay poema que valga. Es verdad que este riesgo es común a la hechura de todo poema, pero en el texto amoroso hay que tener presente que cuanto interesa a una pareja no siempre interesa al lector. Su tono debe esquivar el riego del lugar común y la nadería. Por lo demás, deseaba que en este poemario no se sacrificara la entonación más o menos común a mi poesía, que conservara su impronta. Algunos poemas escritos hace más de treinta años y aún no publicados, no obstante considerarlos válidos todavía, no los incluí en esta colección porque sentí que se abrían a un diálogo distinto, se apartaban de la unidad tonal del libro, o tal me parecía. En fin, en este poemario es visible, tal vez, la tendencia a recuperar la emoción desde un estado más sereno, “la emoción recordada en reposo”, de que hablaba Wordsworth. Hace poco me preguntaron acerca de la impresión que me había dejado la escritura de este libro, y respondí que, contrariamente a lo que antes suponía, he terminado por aceptar que el amor es tan misterioso, si no más, que la muerte. Es misterioso y así mismo subversivo, tan subversivo que atenta contra el yo, la piedra angular de la personalidad social. No en vano las sociedades se han cuidado en todo tiempo de afirmar instituciones para controlarlo. Venimos saliendo de un siglo terrible, de grandes ambiciones totalitarias, no es raro que el amor se diga poco en nuestro tiempo. ¿Qué podrían significar las palabras amorosas de Ana Ajmátova para ese proyecto de control absoluto de los seres que representó el comunismo?

Pregunta.- Siento su poesía nostálgica, de añoranza por el pasado, por los que nos están. ¿Sirven las palabras para convocar el pasado y hacer que las cosas trasciendan en el tiempo?

Eugenio Montejo.- No sé si la palabra correcta sea nostalgia. A Blas Coll no le gustaba esta palabra, decía que el sentimiento de añoranza debe mencionarse con una sola sílaba, de lo contrario ninguna añoranza es verdadera. Pero volviendo a su pregunta, creo que ello tiene que ver, más que con la nostalgia del tiempo ido, con una percepción de la simultaneidad de la horas, digamos de un tratamiento no lineal, sino circular, del tiempo; tal vez sea esto lo que nos lleva a evocar un instante y sentirlo en simultaneidad con otro que ya ha ocurrido o va a ocurrir más tarde. Se trata de una visión que debemos a la psicología de los amerindios y de los africanos, es decir, que no sólo nos valemos de los hábitos perceptivos que nos legaron los europeos, sino que con mayor asiduidad solemos percibir el tiempo como circular y simultáneo; en el fondo ello viene a representar cierto “cubismo” del tiempo, donde todas las horas, las de ayer, las de mañana y las de hoy, conviven en nuestra imaginación simultáneamente.

Pregunta.- Aristóteles asociaba la melancolía con el héroe, el artista, el poeta, ¿ciertamente posee el poeta un espíritu taciturno, un temperamento melancólico?

Eugenio Montejo.- Uno de los poetas apócrifos de quienes me he ocupado, Tomás Linden, dice en un verso: “La belleza en la tierra se desvía de la mujer a la melancolía”. Es probable que lo que ahora me pregunta encuentre alguna confirmación en esas palabras. En lo que escribo, sin embargo, no veo una inclinación al saturnismo muy acentuada. Ni una cosa ni la otra. Tiendo siempre a la búsqueda de un equilibrio y me desvivo por lograr tanto como puedo la armonía. Además, siempre he creído que la poesía, como la vida, se define a partir de la esperanza. Diría, pues, que antes que el extremo representado por el saturnismo, y el de la euforia vital, opto siempre por el difícil y necesario equilibrio.

Pregunta.- ¿Cómo es su relación con la naturaleza, nace espontánea o deriva de vivencias o emociones de su vida, de su infancia?

Eugenio Montejo.- Los hombres de mi edad, es decir, los venezolanos contemporáneos de la generación de 1958, fuimos involuntarios testigos del cambio de un país agrario a un país petrolero, con todas las alteraciones y trastornos que ello supone. Vimos el crepúsculo de ese país geórgico que estaba en despedida, con su ritmo y sus formas tan distintas, formas de trato, de habla, de relaciones; no era ciertamente un país edénico, porque también en él estaban presentes los muchos males del caudillismo criollo, pero estaba más unido a los ritmos naturales que venían de los siglos precedentes. Con el petróleo, para bien o para mal, cambia todo, y nace nuestra apresurada modernidad, que se lleva por delante las viejas edificaciones, como también las viejas formas, para construir en su lugar, sin mucho cálculo previo, un país nuevo, de forma adúltera, es decir, descasado con la tradición. No es extraño que sean los gendarmes militares quienes mejor se desempeñen en este propósito: se reedifica a ritmo de tambor. Con el viejo país que se despide se van también costumbres y relaciones de contacto más estrecho con el mundo natural y agrario. La infancia de quienes cuentan más o menos mi edad estuvo más cerca de los árboles, los animales, el campo. El muchacho de hoy, cuando no tiene la fortuna de salir a las aldeas, debe resignarse al mundo virtual, en el cual sólo conoce a los animales por imágenes Digamos que éste no es un fenómeno solamente venezolano; en nuestra época se tiende a ser más urbano en la medida en que se afirma la ciudad nueva. Y en esa misma medida se aleja también la posibilidad de la contemplación. Ungaretti afirma en uno de sus apuntes que en nuestro tiempo ya casi no es posible la poesía porque no es posible la contemplación. En verdad, vivimos espoleados por la prisa que impone la religión del dinero.

Pregunta.-¿Cómo afronta usted como poeta ese mundo de hoy del que habla, cómo se nutre su poesía de esa nueva realidad?

Eugenio Montejo.- Diría que se trata de una preocupación común al poeta que hoy vive en Sidney, en Madrid o en Caracas, es decir, que todo ello forma parte de la realidad que ha de afrontar cualquier artista en nuestro tiempo, sobre todo si se desempeña en los ámbitos urbanos contemporáneos. Una forma de respuesta a su pregunta estaría en la vieja boutade surrealista:“¿Por qué no construimos la ciudad en el campo?”... Por mi parte, trato de sobrellevar los ritmos antiguos y modernos “lentamente y con gran industria, separando lo sutil de lo espeso”, como decían los viejos alquimistas. Hago cuanto puedo para que la ciudad me vulnere lo menos posible. No siempre es fácil, se trata, una vez más, de un asunto de equilibrio, de procurar que la ciudad no nos imponga su caoticidad frenética. Por otra parte, no siempre se escribe a partir de cuanto nos rodea; a veces se parte de remotas vivencias que imponen paradójicamente su cercanía sentimental. En tales casos, las verdaderas raíces que nutren aquello sobre lo cual se escribe están muy distantes del quehacer cotidiano del poeta.

Pregunta.- Acá en Venezuela vivimos en un “trópico absoluto”, sin embargo usted siente cierta añoranza por la nieve ¿De qué se trata ese deseo por algo que no tenemos?

Eugenio Montejo.- Tal vez ello se incluye dentro de las búsquedas de nuestras realidades complementarias. Para el hombre de los trópicos la nieve es algo con cuya carencia, sin resignarse del todo, se acostumbra desde niño a dialogar, pues no son pocos las leyendas y cuentos infantiles donde ella es parte esencial del paisaje. Ese diálogo prosigue a lo largo de la vida, aunque ella falte en nuestra geografía, pues constituye un apócrifo complemento de nuestro imaginario. Siempre la nieve está allí, aunque no caiga ni pueda palparse, como está el sol para los habitantes de las tierras nórdicas. Entre los alemanes se habla del “complejo del sur”, lo que explica una cierta añoranza de la regiones meridionales y la frecuencia, entre sus artistas, de obras compuestas en Italia, por ejemplo. Tal vez a los hombres del sur corresponda una añoranza inversa, y la presencia de la evocación de la nieve forme parte de ella.

Pregunta.- ¿Cómo surgió en su obra el juego de los heterónimos?

Eugenio Montejo.- A principios del siglo XX, y de modo un tanto inexplicable, se manifestó una gran atracción por la heteronimia. Algunos grandes poetas, sin conocerse entre ellos, cultivaron la escritura apócrifa, como se denomina en castellano, o heteronímica como la llamó Pessoa, o bien la escritura oblicua, como prefiero nombrarla. El caso es que Antonio Machado, el gran poeta español, contribuyó de modo notable a la creación de obras apócrifas sin tener nada que ver con Pessoa, su contemporáneo, que por entonces, como también algunos otros, se ocupaba lo mismo. Unos años antes se había manifestado otro no menos importante, el poeta francés Valéry Larbaud, cuyo alter ego se llama A. O. Barnabouth, dado a conocer en 1909, antes que Pessoa. El recurso de la escritura apócrifa, por sí solo, nada garantiza; es el genio de Pessoa, de Valéry Larbaud o de Machado el que le da vida a sus memorables creaciones. En el caso mío, guardando todas las distancia, partí de un personaje, Blas Coll, de quien publico un pequeño cuaderno. Su tentativa algo disparatada apunta nada menos que a la modificación de la lengua, tratando de recomendar fórmulas más sucintas que supuestamente la defiendan ante el predominio de otras lenguas más sintéticas. En el taller de su tipografía se reúnen amigos, discípulos, contertulios, una “infame turba” que terminan por ser los “colígrafos”, los discípulos de Blas Coll. Ya han aparecido un par de cuadernos de estos amigos.

Pregunta.- Hay un poema de Álvaro Mutis que dice: “Sólo una palabra/ una palabra y se inicia la danza/ de una febril miseria” ¿Qué es para usted la palabra?

Eugenio Montejo.- Para quien escribe, y ciertamente no sólo para él, la palabra es el valor preferente pues ocupa el centro del ser. Nunca será bastante la importancia que le prestemos a la palabra y, por ende, al lenguaje como rasgo individuante de nuestra especie. El lenguaje y la risa, según Aristóteles, nos distinguen de los animales. En el caso de los versos citados, se deben a uno de los poetas que más quiero y admiro, Álvaro Mutis. Creo que la palabra a que aluden sus versos participa por igual de lo verbal y lo averbal y requiere, por tanto, de un alfabeto mágico.

Pregunta.- ¿Y la poesía, qué es para usted?

Eugenio Montejo.- La definición que damos de la poesía suele cambiar a lo largo de los años. Y esos cambios tal vez subrayen nuestra incertidumbre ante lo que es por esencia indefinible. Hoy tiendo a decir, quizá privilegiando su rasgo de diálogo con el enigma, que se trata de un melodioso ajedrez que jugamos con Dios en solitario. Me doy cuenta ahora, sin embargo, de que en el juego de ajedrez se procura a toda costa ser ganador. En este otro ajedrez que menciono nada se desea ganar ni perder, y tal vez por ello resulte tan atractivo.

©María Alejandra Gutiérrez. Escritora y colaboradora en varios medios impresos en Caracas (Venezuela)



*********************************************



EUGENIO MONTEJO: BITÁCORA DEL ALMA

por Carmen Cristina WOLF

El Premio de Poesía Octavio Paz otorgado al poeta venezolano Eugenio Montejo es un bálsamo para nuestro convulsionado país, herido por la insolencia de un gobierno militarista que trata al pueblo venezolano como si fuera una tropa, que sólo obedece órdenes a cambio de dádivas y limosnas. Esperaba este reconocimiento por tantos años de leer sus versos, escribir notas al borde de sus libros y aprenderme de memoria algunas estrofas de sus poemas. Hace algunos meses lo vi pasar por los pasillos de la Feria del Libro, con su andar pausado, algo distraído como corresponde a todo poeta. Un señor joven que conserva algo de muchacho y no sé por qué evoca otras épocas, dueño de una sencillez que sólo se observa en los espíritus refinados.

Sus versos son una especie de mapa para asomarse al mundo desde el centro de uno mismo. Especialmente me atrae el poema Mi lámpara que es, según él mismo confiesa, uno de sus preferidos:

De noche, al apagarla, en mi silencio
puedo oírla rezar.
Cansada ya de arder, de tanto estar en vela
frente a la oscuridad del mundo,
ruega no sé en qué lengua solitaria
por ti, por mí, por todos los que doblan
atormentados el último periódico
y en sueño apartan la sombra de sus letras,
como quien ya no indaga, aunque le importe,
cuánta vida nos guarda la tierra todavía
cuando mañana se despierte.
(Del libro Alfabeto del Mundo)


***********************************************


ADIÓS AL SIGLO XX

a Alvaro Mutis

Cruzo la calle Marx, la calle Freud;
ando por una orilla de este siglo,
despacio, insomne, caviloso,
espía ad honorem de algún reino gótico,
recogiendo vocales caídas, pequeños guijarros
tatuados de rumor infinito.
La línea de Mondrian frente a mis ojos
va cortando la noche en sombras rectas
ahora que ya no cabe más soledad
en las paredes de vidrio.
Cruzo la calle Mao, la calle Stalin;
miro el instante donde muere un milenio
y otro despunta su terrestre dominio.
Mi siglo vertical y lleno de teorías...
Mi siglo con sus guerras, sus posguerras
y su tambor de Hitler allá lejos,
entre sangre y abismo.
Prosigo entre las piedras de los viejos suburbios
por un trago, por un poco de jazz,
contemplando los dioses que duermen disueltos
en el serrín de los bares,
mientras descifro sus nombres al paso
y sigo mi camino.


AMANTES

Se amaban. No estaban solos en la tierra;
tenían la noche, sus vísperas azules,
sus celajes.

Vivían uno en el otro, se palpaban
como dos pétalos no abiertos en el fondo
de alguna flor del aire.

Se amaban. No estaban solos a la orilla
de su primera noche.
Y era la tierra la que se amaba en ellos,
el oro nocturno de sus vueltas,
la galaxia.

Ya no tendrían dos muertes. No iban a separarse.
Desnudos, asombrados, sus cuerpos se tendían
como hileras de luces en un largo aeropuerto
donde algo iba a llegar desde muy lejos,
no demasiado tarde.


CANCIÓN

Cada cuerpo con su deseo
y el mar al frente.
Cada lecho con su naufragio
y los barcos al horizonte.

Estoy cantando la vieja canción
que no tiene palabras.
Cada cuerpo junto a otro cuerpo,
cada espejo temblando en la sombra
y las nubes errantes.

Estoy tocando la antigua guitarra
con que los amantes se duermen.
Cada ventana en sus helechos,
cada cuerpo desnudo en su noche
y el mar al fondo, inalcanzable.



DURA MENOS UN HOMBRE QUE UNA VELA...

Dura menos un hombre que una vela
pero la tierra prefiere su lumbre
para seguir el paso de los astros.
Dura menos que un árbol,
que una piedra,
se anochece ante el viento más leve,
con un soplo se apaga.
Dura menos un pájaro,
que un pez fuera del agua,
casi no tiene tiempo de nacer,
da unas vueltas al sol y se borra
entre las sombras de las horas
hasta que sus huesos en el polvo
se mezclan con el viento,
y sin embargo, cuando parte
siempre deja la tierra más clara.


LA POESÍA

La poesía cruza la tierra sola,
apoya su voz en el dolor del mundo
y nada pide
ni siquiera palabras.

Llega de lejos y sin hora, nunca avisa;
tiene la llave de la puerta.
Al entrar siempre se detiene a mirarnos.
Después abre su mano y nos entrega
una flor o un guijarro, algo secreto,
pero tan intenso que el corazón palpita
demasiado veloz. Y despertamos.


MANOA

No vi a Manoa, no hallé sus torres en el aire,
ningún indicio de sus piedras.

Seguí el cortejo de sombras ilusorias
que dibujan sus mapas.
Crucé el río de los tigres
y el hervor del silencio en los pantanos.
Nada vi parecido a Manoa
ni a su leyenda.

Anduve absorto detrás del arco iris
que se curva hacia el sur y no se alcanza.
Manoa no estaba allí, quedaba a leguas de esos mundos,
-siempre más lejos.

Ya fatigado de buscarla me detengo,
¿qué me importa el hallazgo de sus torres?
Manoa no fue cantada como Troya
ni cayó en sitio
ni grabó sus paredes con hexámetros.
Manoa no es un lugar
sino un sentimiento.

A veces en un rostro, un paisaje, una calle
su sol de pronto resplandece.
Toda mujer que amamos se vuelve Manoa
sin darnos cuenta.
Manoa es la otra luz del horizonte,
quien sueña puede divisarla, va en camino,
pero quien ama ya llegó, ya vive en ella.


*************************************************





jueves, 5 de junio de 2008

CECILIA ORTIZ

Cecilia Ortiz, nació en San Casimiro, Edo Aragua, el 17 de febrero de 1952; Licenciada en letras (UCV,1984)



MARINO

¡Sal de mi vida!
ya te quité el tatuaje
la mujer culebra
montada en un caballito de mar
no existe.

¿Quieres una marca Capitán?

Yo te hice un pespunte invisible
con tinta de oro
destila sangre
por minutos
de un momento a otro
tendrás el corazón estático
Y tu respiración será mi nombre



Está en el puerto, ya lo siento venir, mar cerca, sombra en
la arena, me veo esquiva, taciturna, con todas las palabras de mar en los
labios, sin poder estirar mis brazos hacia allá, con mi hábito de esclava,
energía fluvial y pecho de espina, tantos nombres y adjetivos para decir
Te amo.

(tomados de ENTREMARINO 2006)



Con la playa rota entre los dedos
delineando el frío en la ventana
pasa tu cara,
recortes de manzana,
hilos de viento
geometría absurda de dos manos.
Un arocoiris feliz
me perdió en su color más triste.
Otros mediodías me reclaman,
yo, viajera ausente.

Olas que han caído
el último cigarrillo se pierde entre los dedos.



INTERCAMBIO

Entregué,

la rodaja naranja para un encuentro
de mis formas, reservas de azúcar
y estambres.

Recibí,

colmillos de elefantes, cuchillos afilados
sin puntería.

Al intercambiar

admitámoslo así
hubo más que daño.




Por todos los ángulos de la tierra
encuentro tus palabras regadas.
He aprendido a equivocarme.

Perfiles oscuros dibujan la noche
nos colocan
inalcanzables.

Lanzo miradas espías
camino ríos cuando duermes
por encontrarte.

Qué no daría por sacar de las raíces
tu vida.

Qué no daría por cerrar mis ojos
en tu calma.


(tomados de Trebol de la memoria 1978)



Sí, se desvanecen en la marea
no huelen
retazos de alga

Pobre muerte
sin extender la mano
sin encontrar camino

Fuera del mar ya no se es nada
el ojo del molusco
el pedacito que vuelve
respira del pasado

Juré por un momento que lo amaba
y me salvó la vida
juré por él que perdería

Ya no muero de esas cosas, dije

Aquí estoy contando los días




Abrí la herida
Desangré de nuevo
No pensé en los días de sosiego
Manché la tarde
El vestido rasgado
La mano en el pecho
No supe respetar mi dolor

(tomados de Daños Espirituales 2006)

miércoles, 4 de junio de 2008

Gustavo Pereira

Si la poesía japonesa encuentra en el haiku una estructura poética propia con la que el poeta Basho recreó imágenes milenarias de Japón, en Venezuela también la poesía cobija formas propias de expresión. Es así que los somari, palabra que no encuentra significación en el diccionario si la tiene para Gustavo Pereira, quien se remonata a las raíces indígenas guaiqueríes de su nata Margarita.
Pereira recrea todos los sentimientos y emociones posibles en el hombre en los somari, que él mismo define como "Es neologismo o una palabra que probablemente tenga algunas reminiscencias de la lengua perdida del pueblo Guaiquerí que habitó mi isla natal Margarita. Las pocas palabras que sobrevivieron de esa lengua son de una belleza fonética extraordinaria".





Gustavo Pereira nació en Punta de Piedra, Isla de Margarita, Venezuela, en 1940. Poeta y crítico literario, es doctor en Estudios Literarios en la Universidad de París. Fue fundador del Departamento de Humanidades y Ciencias Sociales y del Centro de Investigaciones Socio-Humanísticas de la Universidad de Oriente. Asume el compromiso social y político. Su poesía es de gran importancia para comprender el nuevo quehacer poético venezolano; de lenguaje directo, imaginativo y acusador. Es uno de los poetas venezolanos más importantes de su generación y de la historia literaria venezolana, latinoamericana. Formó parte del grupo “Símbolo” (1958). Fue director y fundador de la Revista Trópico Uno de Puerto La Cruz. Ha publicado más de treinta títulos, entre ellos: Preparativos del viaje (1964); En plena estación (1966); Hasta reventar (1966); El interior de las sombras (1968); Los cuatro horizontes del cielo (1970); Poesía de qué (1971); Libro de los Somaris (1974); Segundo libro de los somaris (1979); Vivir contra morir (1988); El peor de los oficios (1990); La fiesta sigue (1992); Escrito Salvaje (1993); Antología poética (1994); Historias del Paraíso (1999); Dama de niebla (1999); Oficio de partir (1999) y Costado indio (2001).. Ha recibido algunos reconocimientos, entre ellos, el Premio Fundarte de Poesía (1993), el Premio de la XII Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (1997) y el Premio Nacional de Literatura (2001).

XII

Y este país

que amo con rabia

y desprecio hasta adentro

Este país vasallo sediento y sin embargo apagado

Este país que carece del más elemental sentido de su interior

Este país detrás de las pequeñas iluminaciones detrás de los mitos que envuelve

También conforme a que lo pisen o lo degüellen

Este país que no tiene un punto fijo sino los cuatro horizontes del cielo

para perderse o salvarse!



EL PODER FATAL


En mi país

los imbéciles

hacen carrera

sin necesidad de otro atributo


SOMARI


Cuando estuvimos de acuerdo en esto

no nos dijimos media palabra

En cambio ahora

para distanciarnos

¡el grueso Larousse resulta exiguo!


ADENTRO


Vivir en un país despedazado

puede que no esté mal

para curtirse o para endurecerse

Vivir en un país envilecido

puede ser experiencia útil

para estómagos como el mío

Pero llevarlo adentro ya es el colmo

¡Colgar de él como una levadura

es simplemente

el colmo!


"LA POESÍA ES COMO EL ÚTERO MATERNO, AL CUAL QUEREMOS VOLVER"

Pereira presenta sus libros el próximo sábado 24 en el Centro de la Diversidad Cultural, donde también le cantarán galerones (Cheo Pacheco)

Gustavo Pereira es el poeta homenajeado en el V Festival Mundial de Poesía
Ana María Hernández G.

EL UNIVERSAL


Gustavo Pereira llega a la síntesis de la poesía con sus somaris. Esa microestructura tejida y tramada en una de las poesías más sólidas y reconocidas, y que alcanza más de treinta libros, lo corona como el poeta homenajeado en el V Festival Mundial de Poesía.

Pereira (Punta de Piedras, 1940) confiesa que si no hubiera sido abogado "hubiese sido farandulero, político, boxeador, cantante, abogado". Y se ataja a sí mismo, "que lo fui pero como una forma de ganarme la vida. Nadie se gana la vida escribiendo poesía".

Relata que acaban de aparecer dos libros suyos: Equinoccial y "uno de prosas, de pequeñas notas, se llama Cuentas. Es un libro que yo quiero mucho, porque es producto de anotaciones, algún verso que me conmueve, alguna reflexión ante una lectura, un paisaje. Es un batiburrillo de notas y cosas. Hasta hay un ensayo sobre Sucre, a quien yo admiro mucho".

Difícil es para el poeta sopesar el trazado que ha tenido su obra: "Yo creo que uno escribe el mismo poema. Pero me imagino que habrá estímulos externos que le permitan a uno abordar otros temas. Trato los temas, el contenido conduce a la forma, creo que existen contenidos que se vuelven inesperados en la consciencia de uno; y a mí no me cabe duda que eso repercute en el tono del poema".

Pero también se sorprende con el auge que ha tenido la asistencia a recitales de poesía; y añade sus impresiones sobre lo que ha visto de este festival.

"Me sorprendió mucho, aparte de la poesía de los representantes de Asia, África y América Latina, la del francés Ludovic Janvier. Yo viví en París un par de años y estaba sorprendido por lo formalista de la poesía francesa, sin alma, llena de estructuras, críptica. Yo creo que la poesía debería transmitir, si no sólo transmite códigos indescifrables, y creo que hay otros menesteres humanos que se pueden ocupar de eso".

Otro camino por el que transita Pereira es un libro de ensayos, "anotaciones sobre el oficio de poeta, la evolución de la poesía, en general; lo que me ha conmovido, porque la poesía es una tabla de salvación en ese naufragio".

Posiblemente eso explica el atractivo actual de la poesía. "Es lo que ocurre con el mar. ¿Tú no te has preguntado por qué la gente enloquece en sus vacaciones por irse a la playa a vivir las condiciones más terribles sólo por estar frente al mar y bañarse? Por la atracción que ejerce el útero materno. Salimos de ahí y siempre queremos retornar".


(Somari de los soñadores)
" En las manos -hueso sacramental, antiguos gestos de profetas que diseminaban la rosa y la palabra como semillas inextintas- de Gustavo Pereira, alguna voz lejana perpetúa la sabiduría con que el hombre sobrevive al barro de las sepulturas y a los vientos salobres que provocan el llanto. Me enorgullezco (...) en aceptar a nuestro costado mortal a este ser que nos acercaron los dias de otros tiempos conmovedoramente lejanos..."
Alfredo Armas Alfonzo
El Nacional
Caracas, 16.6.1979

martes, 3 de junio de 2008

Edda Armas.











Edda Armas.

Poeta venezolana nacida en Caracas, el 2 de junio de 1955. Psicóloga Social, egresada de la Universidad Central de Venezuela, con especialidad en creatividad y gerencia cultural. Aparece en el panorama literario venezolano en 1975, con el poemario de poesía breve Roto todo silencio. Por concurso participa del primer Taller Expresión Literaria en Poesía, convocado por el Centro de Estudios Latinoamericanos “Rómulo Gallegos (CELARG) bajo la conducción de Ludovico Silva, Guillermo Sucre y Gonzalo Rojas. Su segundo poemario Contra el aire, aparece bajo el número 4 de la Colección Voces Nuevas, Ediciones de talleristas del Celarg, en 1977. 

 

Su obra ha merecido los Premios: Premio Municipal de Literatura, Mención Poesía en 1995 por su libro Sable. Segundo Premio del Concurso Internacional de Poesía Le Courrier d’l Orénoque en Besançon, Francia. Mención Honorífica de la Bienal de Poesía “Ramón Palomares” del Ateneo de Escuque en 1994 con Sable. Premio Internacional de Poesía XIV Bienal “J.A. Ramos Sucre”, con jurado integrado por los poetas Oscar Hahn (Chile), José Luis Rivas (México) y Armando Rojas Guardia (Venezuela), por su poemario En bicicleta. 

 

Publicaciones: 

 

• Armadura de piedra, No. 97 de Colección de Poesía Pequeña Venecia, 2005

• La mujer que nos mira, Colección de Plaquettes artesanales del Taller Editorial El Pez Soluble, 2000.

• La otra orilla (Editorial Cabos Sueltos, 1999) presentada en XX Salamanca, España. • La creatividad del mal o el círculo de las flores.

Libro de Artista con grabados originales de la Artista Plástica venezolana-israelita Lihie Talmor, edición de autoras, 1995.

• Rojo Circular. Fondo Editorial Fundarte, 1992.

• Cuerdas de Serpiente. Editorial Arte, 1995

• Aguariacuar, La partida. Libro de artista con Fotograbados de Lihie Talmor, editado por el Taller Arte Dos Gráfica de Bogotá, Colombia, 1994.

• Dagas y otras flores. (Poesía) Antología personal. Monte Ávila Editores Latinoamericana. Colección Altazor. 2007 


Algo de su poesía 

 

Somos espejos fraguados de muchas despedidas.

 

El suelo que pisamos hoy

confirma la premonición que era sueño ayer.

 

Llegó el hombre accionando la palabra guerra.

 

Náusea demencial. Disputa eterna, trono del Rey

***

Aquí, ahora

somos esta circunstancia

este cielo eclipsado

este olvido de lo humano

 

una inexactitud en el dolor

que nos aflige sin retorno

***

Duele la llaga, la marca, la verdad que esperamos.

La paz que ninguna civilización alcanza.

Sé que te irás por la única ventana

que abre y cierra a voluntad

***

No abro la boca.

Tampoco los ojos.

 

No puedo mirar

menos tragar.

 

Es amargo y es camino.

 

Poemas de ARMADURA DE PIEDRA, Caracas 2005 


***

La XIV Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre, otorga el premio, Mención Poesía, a Edda Armas por su libro En bicicleta, acá algunos poemas de ese libro

 

LOS LOBOS PODRÁN AULLAR

Los puntos débiles son espinas. Entierros.

Azotan, cuando menos se espera. Son semillas.

Crecen en la oscuridad.

 

¿Bajo cuál apariencia se harán presentes?

 

Se asoman convirtiéndose en una circunstancia

que nos enfrenta.

 

¿Nacemos con ellas o se generan de las

experiencias que no logramos asimilar?

 

¿Has mirado mi cuerpo con una lupa?

 

Cada partícula exige una perspectiva,

cada rincón un ángulo diferente.

 

Detalla mis lunas. No, no me refiero a mis lunares,

hablo de las lunas interiores. Eclipsadas,

prominentes, intersensuales. Cosmogonías de la intimidad.

En las propiedades de la gema radica el secreto.

La energía contiene. Indaga, el color del mineral

que la retiene. Habitas el bienestar del escondite.

 

No puedo desactivar la bomba, ni cortar los hilos

que anudan una sensación a otra. Ni siquiera

puedo evitar que ames a tu propio ritmo

o que la nostalgia te atrape cerrando la ventana.

 

Los tiempos no son los mejores.

Hay demasiado monóxido. La bomba nos acecha.

Mediocridad y odio tiñen los actos del hombre,

y la palabra cotidiana. Compartimos la confesión,

la lucidez en noches afiebradas, el juramento

¿sobre qué Biblia, en cuál ceremonia?

 

Damos tregua a los sentidos cuando el alma reclama

hábitos para recobrar el ánimo en días aciagos.

 

Quisiera decirte que entendí, pero no es así.

Somos la rutina. Lo roto. La espina.

Un cascarón de langosta en el fondo del mar.

Giramos. Cortamos el hilo para ser otro deseo.

La intersección. La lengua renaciendo.

Una luna basta. Dos nos agobian.

 

Girar el trompo. Descargar. Hallar la zanja.

La espontaneidad. La compañía sobre la grama.

Mediar con las lunas interiores. Morder la zeta.

Retar al girasol tragando luz, siempre luz

hasta el renacimiento necesario.

 

El mundo es una salamandra de torpes colores

enjaulados. Reconocernos no nos salvará del ocio,

de la equivocación. Giramos el trompo. Nube.

Los lobos podrán aullar, los cielos tornarse

aguasmarinas, las ortigas crecer como extensiones

doradas a tu vista, pero aún así tu cuerpo,

deseado, audaz, concreto, permanecerá invicto

hasta que cierta luz lo alcance.

 

Al romper el cascarón renaces y esta gacela que soy

te encuentra.

***

 

ERA UN SER EXTRAÑO 

No estorbes a la canción. Déjala repetirse, una y otra vez,

singular, invariable, predecible. Abertura de la memoria

por donde regresas, penetrada por la idea obsesiva de la pasión.

 

El otro sale apurado diciendo que esta noche

llegará tarde. Lo vi alejarse de espaldas hasta convertirse

en un punto del mismo tamaño de mi pupila.

 

Te internas en el jardín. Te ocupas de las plantas.

Limpias cuidadosamente sus hojas, recorriendo

con tu manoguante la línea gruesa de sus venas.

Retornas al brillo, a la sílaba, a lo simple.

 

Insistes en abrir huecos para enterrar vitaminas en la tierra.

Bañas las plantas con agua del sereno de la tarde.

Ves como cae, sigilosa, desde el pico de la jarra de plata

que lleva un delfín estirado como asa. Posesiones.

 

El ritual es la virtud.

 

Territorios. La lombriz permanece activa.

Descubres túneles que, a la menor presión de tu dedo

índice, se derrumbarían. Cada circunstancia

demarca sus límites. Las palabras del otro son cuchillos

que pueden enterrarse en la tierra abonada del corazón.

Sientes tu fragilidad ante la violencia. Doméstica.

Emocional. Cautiva.

 

Un caracol del tamaño de una arveja se desplaza, lenta

y dócilmente, por la orilla del marco de la ventana.

Es un ser extraño. Con su pequeñez a cuestas, recorre

un tramo poco habitual, nada selvático, nada abonado.

Bordea escenarios de un jardín inaccesible al otro,

a la caza de otras zonas de reconocimiento y contacto.

***

ALMENDRON 

 

El sol se convirtió en espía madurando las moras en el cerro.

Aposté a que vendrías, contándolas en el disfrute de palpar

su roja e irregular superficie. También esperaba a que juntos

derrotáramos los escondrijos de los pequeños insectos para

atar las cuerdas al grueso tronco del árbol de almendrón que

compartimos en la infancia; como si fuese posible posponer

el adiós en la locura que nos cerca.

 

¿Por qué no hay tiempo y para qué no lo hay?

¿Por qué mi beso se queda tragado y mis sueños son puro deseo?

¿Por qué se repiten los sueños angustiantes?

¿Quién puede empujar la sedalina que tapa mis ojos,

mi boca, mi ahora quiero desnudarte para decirte

que el mundo comienza y termina con tu mirada

impidiéndome la respiración?

 

¿Angustia, por qué regresas, qué deseas, a quién buscas?

Por qué no te comes la nube que cae. Por qué no atas

los corazones que dejaron de amar. Por qué tocas mis

bordes mis perfiles mi puntas. El misterio, afloja, se estira,

exige, intimida. Mirada retrospectiva para anudarlo.

 

Tu paso aún persigue mi sombra en los traspatios

deshaciendo el minúsculo espacio entre dos cuerpos

que aún se buscan desacralizando sus rostros bajo

el almendrón de la memoria.

 

Los recuerdos permanecen sepias envueltos en

papeles de seda hasta el reencuentro.

***

OJO DE PEZ 

Con Mercedes Roffé

 

La habitación centra. Entramos a desnudar los mismos

cuerpos de la calle, sudados, exhaustos. Miras y enfocas

a través del lente de la cámara para distanciar la perspectiva

del ojo hueco. El desenfoque nos asoma a la pregunta.

Las preguntas pretenden convertirse en el portarretrato

de la nostalgia; costumbre de la relación que somos.

 

Los negativos sin clasificar, sin fechas y sin álbum

son pruebas irrefutables de lo vivido. Movilizan la

indagación. Sol secreto en cada uno.

 

La mano que curva, y curva tan drásticamente sus

dedos en busca del ángulo, del encuadre,

de la nitidez, del fondo para la escena, es la misma

que me acaricia. Aferrada a la máquina persigue

mis intenciones, mi intimidad, mi dramatismo,

a través del ojo de pez.

 

La cámara interior reserva el color del atardecer

al apetito que nos ofrece la piel más descarnada.

Dentro de una hora esta luminosidad será agredida.

Partitura de movimientos interrumpidos. Cámara baja.

Revelas. Existe un negativo.

 

Ojo de pez sobre las rocas enfrentadas al sol y a la

infinitud del caracol que somos.

 

Regresamos en mareas diferentes. Respiramos.

Entramos otra vez, repitiendo la secuencia de imágenes

silenciosas, procurando aire porque la ola borra siempre

la presencia. 


CONTRA EL AIRE

 

nublarte

como si escaparas

a tanta piel

***

mis dedos prisioneros

anudan tus poros

a mis limites

***

la puerta que nos traspasa

no nos gira

no nos disuelve

nos aplasta contra la decisión

permaneciendo callada

***

quiero olvidar

a los que se salvan a diario del fuego

evitando el contagio humano

pueden no ver el dolor

si cierran los ojos

quiero olvidarlos

 

(Contra el aire, 1976)

 

Material tomado de diversas páginas de internet y libros propios