lunes, 15 de noviembre de 2021

Juana Bignozzi (13 poemas)

 




LA VIDA PLENA

 

A algunos les han quitado las ganas de hablar,

pasan mudos por el amor, aman perros vagabundos

y tienen una piel tan sensible

que nuestros pequeños saludos cotidianos

pueden producirles heridas casi de muerte.

Nosotros, seres amables e inofensivos,

miramos los gatos enfermos, las mujeres con collares

que pasan por la calle

y sentimos un desamor agradable,

casi suficiente.

 

Que necia salir por esa ciudad

a recoger mis confidencias entre adúlteras

poetas de diarios pueblerinos

burguesías napoleónicas y analizadas

solitarios a los que no recuerdo en sus actuales escenarios legales

salvo algunas soledades de domingo a la tarde en la provincia

alguna etapa antes de volver al verdadero destino ignorado

 

que necia creer que siempre más allá

había un imperio con toda su fanfarria

y el exotismo de sus colores

y no sólo este trabajo mínimo y constante

ser armonioso sin conciliar unir sin renunciar


Supiste quién era

antes de que yo empezara a sospecharlo

ahora caminando por lejanas y míticas ciudades

soy tu triunfo

vos hiciste esa figura que recorre lugares que nunca conocerás

pero son sólo tuyos para siempre

vos los soñaste yo los conozco

para mí las fachadas

para vos el deseo

lo único posible de ser llamado eternidad

 

LE ENTREGO MI NOMBRE A LA VIDA QUE SUBE

 

Detrás de estos juegos de inteligencia

detrás de nosotros, que estamos en lo que podemos,

que sólo manejamos vasos al borde de la lluvia

vinos amicales,

fosforescencias del mar tienen su nombre,

que yo sólo puedo decir a través de ojos lánguidos,

sonrisas tristes mi amor devastado.

Tan pobres que éramos,

y ahora los que vienen de Cuba, los que van hacia Cuba,

entran en mi lenta ternura de mujer que vive junto a un río

hacen insoportable nuestra miseria.

 

 

LUZ DE GAS

 

Todos pudimos apagar y encender las hogueras

digamos, las luces

los más inconscientes lo hicimos

pero yo pregunto

quién tuvo la valentía de verlas agonizar

y siguió hablando moviéndose

pensando en las celebraciones

sonriendo ante las consecuencias del cambio de estación

la luz que agoniza era una obra que amaba mi madre

en su fantasía del teatro

pero aquí no habrá salvadores

lúcidos detectives jóvenes enamorados

sólo héroes que miran cómo agonizan

y simulan vivir una vida

¿quién la llamó vida?

sin revolución

 

SOY UNA MUJER SIN PROBLEMAS

 

Todos lo saben

y entonces buscan mi compañía para charlar por las noches.

Sin embargo yo conozco a alguien que quiere morir en paz consigo mismo

y me produce estremecimientos, insomnio, soledad,

porque la paz conmigo misma sería una guerra sin fin,

dos o tres asesinatos inevitables y alguna entrega desmedida

que no entra en mis planes.

Sin embargo yo sueño por las noches

con un jardín inmenso donde los muertos se levantan para saludarme;

yo sueño con un hombre que me inquieta y como lo ignora

me habla amigablemente del resto del mundo

y de mis múltiples amores, tan simpáticos,

tan apropiados como tema de conversación.

 

Tantas flores a la madrugada tanto vino blanco con los amigos

íntima perdida última

tanta vida para la literatura

tanta hermosa fantasía desplegada

corazoncitos en los vidrios empañados en vez de amor

tanto lúcido ascendente iluminista buen alumno

aquellos mis amiguitos con su pacífico partido de izquierda

tanta prueba de amor colgada de un clavito

tanta vida tirada a los perros y a los cobardes

el recuerdo de algunos que en lo mejor de mi vida

en fin cambiemos de tema

después de besar a los íntimos todos los días

como si fuera la despedida del alma

puedo asegurarles que no les crearé ningún problema

soy muy inofensiva

no me pasearé por el mundo con plumas doradas

ni gritaré a destiempo

sólo que tal vez consiga un bote al exilio

o todo termine en un claustro con una labor de petit point.

 

DULCE POST ART NOUVEAU

 

Desde este balcón miro llover sobre el mar

-Europa provee las imágenes de afiche I ,

cumple los sueños de barrio

su realidad aumenta la cursilería y la verdad-

yo hago una lista donde objetos amados

se mezclan con objetos necesarios

a los que el agua y la distancia confunde y a veces ni rescata

 

todos vuelven sobre esta calmísima agua

que llega hasta el pie de mi casa

pocos logran tener una cara

 

si la palabra tiene valor

esta distancia lo probará

si la palabra es vida y los que la manejan viven en ella

ésta es la prueba

 

si ya pensé mi vida o sea ya la viví

el agua de este mediterráneo tan muerto

es prueba y respuesta

 

DOMINGO A LA TARDE

 

Cuando se sientan frente a frente

amores imposibles, quincallería amistosa,

tipos que se atrevieron y esa mujer intensa

que lleva augurios a felicidades que nunca entenderá,

la buena gente desecha las malas palabras,

la buena gente dice todos tienen posibilidades en la vida,

sienten crecer su amor por esa mujer intensa,

tan sola, que vivirá siempre detrás de una ventana

y todo lo que le ofrecen está demasiado azucarado.

 

EDUCADA EN EL VICIO DE LOS HOMBRES

 

voy a la cocina y me siguen

voy al baño y golpean la puerta

me despiertan en la noche para preguntarme si duermo

llaman por teléfono en todas mis ciudades

para avisarme cuidado con el vino y la vida literaria

no he perdido padre ni tíos ni ahijado ni amigos de juventud

por no perder no he perdido ni editor

ni ese hombre

que ya sombra aún cuida mi paso en las esquinas

 

no me han dejado caer de su mano de su vicio

de su peso de mi corazón

 

EL SUJETO DE LA IZQUIERDA

 

educada para ser

la magnífica militante de base de un partido

que por no leer la historia de mi país

se ha convertido en polvo no enamorado sino muerto

preparada para una eterna carrera de fondo

tengo ante los ojos una pared impenetrable

detrás de la cual sólo hay

otros 50 años de trabajo y espera

 

Esperé ser la anfitriona elemental

de una estructura no corrompida

ofrecer entregas y apuestas

abandonar mi ciudad sin la sombra de la sal

ni de su adiós y memoria viva

ahora soy dueña de un sistema de condenas y salvaciones

de aceptaciones y rechazos

de una lista de buenos trabajos

de un lejano sabor a vida

de una única forma de limpiarme

en soledad

 

EXTRAÑAS PAREJAS

 

siempre volví en olor de bienvenida

flores animalitos de mis colores

corazones de papel que son los que me importan

y ahora entro en una casa donde

hay que dar la luz y el agua

y no buscar bebida en vaso limpio no la hay

sólo una voz por el teléfono

 

he aceptado entrar en una casa a oscuras

para que en mi vida no echara raíces el patetismo

 

INTERIOR CON POETA III

 

Desde mi ventana

silencio de verano silencio de invierno

veo servir la comida

encenderse las luces

lámparas del atardecer mesas del mediodía

¿acogerían ellos a una sin patria?

¿no estaría mi corazón para siempre en otra tierra?

soy ajena a las ceremonias de la costumbre

que suelen acogerme para señalarme extranjera

vidas de espaldas al mar que es el camino de mi vida

 

Juana Bignozzi (Buenos Aires, Argentina) fue una traductora, periodista y poeta argentina.​​​Residió desde 1974 al 2004 en España. Trabajó como traductora.Fue galardonada con el Premio Municipal de Poesía 2000, Premio Konex y Premio Rosa de Cobre de la Biblioteca Nacional Argentina en 2013.

 

 

 

 

 

 

 

Adélia Prado ( 11 poemas)





CHORINHO DULCE


Ya tuve y perdí

una casa,

un jardín,

un umbral,

una puerta,

un marco de ventana con un perfil.

Sabía una modinha y no la sé más.

Cuando la vida da descanso, vuelvo a querer

el umbral,

el portal,

el jardín

más la casa,

el marco de la ventana y aquella cara abandonada

Todo imposible, todo de otro dueño,

todo de tiempo y viento.

Entonces me da por llorar, horas y horas,

el corazón ablandado como un higo en almíbar.


CASAMIENTO


Hay mujeres que dicen:

Mi marido, si quiere pescar, que pesque,

pero que limpie el pescado.

Yo no. A cualquier hora de la noche me levanto,

ayudo a descamar, abrir, cortar y salar.

Es tan bueno, nosotros solos en la cocina,

de vez en cuando los codos se tropiezan

él cuenta cosas como “éste fue difícil”,

“plateó en el aire dando coletazos”

y hace el gesto con la mano.

El silencio de cuando nos vimos por primera vez

atraviesa la cocina como un río profundo.

Por fin, el pescado en la bandeja,

vamos a dormir. Cosas plateadas estallan:

somos novio y novia.


METAMORFOSIS


Fue así que mi padre me dijo una vez:

estás hecho un caballo viejo buscando la gruta.

Las cigarras aferraban las patas a los troncos

y zumbaban con decisión su silbido.

Los árboles cantaban en el patio,

renovadas las hojas de un verde novísimo.

Expandí las narinas y fui a pastar

con mi cabeza minúscula.

Lo más caliente y amarillo que puede ser,

era el sol, un día de pura luz.

Mugí entre las vacas, antediluviana,

sé de arbustos, agua que encontré y bebí.

Al volver sacudí el cuello y la cola.

Quedaron solo dos señales:

un modo goloso de olfatear lo verde;

un modo de pisar, solo pezuña y piedras.

 

 


FOTOGRAFÍA


Cuando mi madre posó

para éste que fue su único retrato,

no aceptó tener las sienes curvas.

Sin embargo, hay un deseo de belleza en su rostro

que una doctrina dura ha contenido.

La boca es conspicua

pero las orejas se muestran.

El vestido es negro y cerrado.

El temor de Dios circunda su semblante,

como cadena. Luminosa. Pero cadena.

Sería un retrato triste

si no viese en sus ojos un jardín.

No de aquí. Pero jardín.

 

NACIMIENTO DEL POEMA


Lo que existe son cosas,

no palabras. Por eso

te escucharé sin cansancio recitar en búlgaro

como miraré montañas durante horas,

o nubes.

Señales valen palabras,

palabras valen cosas,

cosas no valen nada.

Entender es un rapto,

igual que no entender.

Mi madre muriendo,

no faltó a mi llanto este arco iris:

el luto va bien con mi pelo claro.

Granito, lápida, crëpe,

¿son cosas bellas o palabras bellas?

Mármol, sol, lejía.

Entender me secuestra de palabra y de cosa,

arroja mi corazón de la poesía.

Por eso escribo poemas

para velar lo que amenaza mi debilidad mortal.

Me rehúso a creer que los hombres inventaron las lenguas,

es el Espíritu quien me impele,

quiere ser adorado

y sopla en mi oído este himno litúrgico:

baldes, escobas, deudas y miedo,

deseo de ver a Jonathan y ser condenada al infierno.

No construí las pirámides. Soy Dios.

 

EN PORTUGUÉS


Araña, corcho, perla

y cuatro más que no digo

son palabras perfectas.

Morir es insuperable.

Dios no tiene ningún peso.

Mariposa es asopiram,

un jabón hirviendo en la olla.

Ojalá estas rarezas

sean psicologismos,

desviaciones debidas

al pecado original.

Palabras, las querría antes como cosas.

Mi cabeza se cansa

en este discurso infeliz.

Jonathan me dijo:

 “¿Ya tomaste tu yogur?”

¡Qué dulzura me cubrió, qué consuelo!

Las lenguas son imperfectas

 para que los poemas existan

y yo pregunte de dónde vienen

los insectos alados y este afecto,

tu brazo rozando el mío

 

POEMA COMENZADO DESDE EL FIN


Un cuerpo quiere otro cuerpo.

Un alma quiere otra alma y su cuerpo.

Este exceso de realidad me confunde.

Jonathan diciendo:

parece que estoy en una película.

Si le dijera eres un estúpido el diría que sí.

Si él dijera vamos juntos al infierno a pasear

yo iría.

Las casas bajas, las personas pobres

y el sol de la tarde,

imaginen lo que era el sol de la tarde

sobre nuestra fragilidad.

Venía con Jonathan

por la calle más torcida de la ciudad.

El camino del Cielo.


 GREGORIANO


¿Hay algo más sensual?

Los monjes en el canto llano.

Me abro como solo lo puede hacer

una flor toda abierta,

despierta la espumilla rosa

contra lo melancólico y lo gris.

“Un día veremos a Dios con nuestra carne”.

No es el espíritu quien sabe,

es el cuerpo mismo,

el oído,

el canal lacrimal,

el pecho aprendiendo:

respirar es difícil.


MUJER AL CAER LA TARDE


Oh Dios,

no me castigues si digo

¡mi vida fue tan linda!

Somos humanos,

nuestros verbos tienen tiempos,

no son como el Tuyo,

eterno.


ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO


En esta hora de la tarde

cuando la casa reposa

la obra de mis manos

es esta cocina limpia.

Tan fácil

un día después del otro

y pronto estaremos juntos

en las “colinas eternas”.

Recupera mi cuerpo

un modo de bondad,

la que me vuelve capaz

de producir un verso.

¿Me comprendes, Altísimo?

Él no responde,

también duerme la siesta.

 

EN UN JARDÍN JAPONÉS


Para el minuto de goce que llamamos Dios,

hacer silencio todavía es ruido.

 





 

Adélia Luzia Prado Freitas (Divinópolis, 13 de diciembre de 1935), más conocida como Adélia Prado, es una escritora, poetisa y profesora brasileña. En 1978 ganó por su obra O coração disparado el Premio Jabuti de Literatura. En 2007 recibió el Premio de Literatura Infantil y Juvenil de la Academia Brasileña de Letras por su libro Quando eu era pequena. En 2014 el Gobierno de Brasil le concedió la Orden del Mérito Nacional.
 

 

 

 

 


miércoles, 10 de noviembre de 2021

Sharon Olds (11 poemas )

 






UN TIEMPO DE PASIÓN

 

Después entramos en un tiempo de pasión tan

extrema que era casi calma, el cuerpo

duplicaba lo que quería soportar. La angustia

y el placer jugaban una con otro. Nos salíamos de lo que yo había

pensado era el camino, y volvíamos fácilmente.

Y todo se hacía bajo una luz tranquila, como si nuestros

sueños infantiles se hubieran despertado, el antiguo

equilibrio de poderes desnudo en el cuarto,

el chasquido ocasional de una palmada cargada de lujuria dulce

y extrema. Cuando me oía a mí misma pidiendo cosas,

mi susurro grave era como el siseo

de alguna otra criatura. El sexo había sido

como música, alto y brillante como la luna,

azúcar como la leche que había saltado en un pequeño

arco desde el pecho. Había parecido que estábamos desatados

como el fuego puede desatarse de la tierra,

o el aire del agua, que éramos flores que las estaciones

abrían y cerraban, habíamos sido interpretados. Ahora

éramos dos personas, jugando la una con la otra,

como si no hubiera habido nada sagrado. Ahora,

entraban la voluntad, el abandono del cielo,

y extremos de emoción que yo no había sabido que existieran

fuera de las habitaciones donde las personas se lastiman unas a otras.

Nos amábamos. Nuestro nido había estado vacío

por unos años ya. Encerrados juntos, o un

dedo de uno tocando un

pezón del otro, volábamos de cabeza hacia

la tierra y salíamos de ella, como ensayando.

Nunca se me cruzó la idea de que él ya no me

amara, de que hubiéramos dejado el reino del amor.


ACEITE DE PESCADO

 

Una medianoche, llegué a casa después del trabajo

y el departamento apestaba a pescado

frito. Todas las ventanas estaban cerradas,

y todas las puertas, abiertas, de

la sartén y la espátula se desprendía una espiral

espesa de oliva y bacalao. Mi marido

dormía. Abrí las ventanas y cerré

las puertas y puse los platos en la pileta

y los sumergí en detergente. Al día

siguiente le fui con el chisme a una amiga, y ella dijo,

algunos podrían vivir con eso, y hasta

aprender a disfrutar del olor a frito. Y esa noche,

miré a mi amor, y quien él es

me tocó el fondo del corazón. Busqué

una botella de extra-extra virgen,

y una receta de filete de mar en

aceite de oliva, llené los cuartos con

volutas de perfume de aleta, el contorno

en la arena que dibujaron los primeros cristianos,

el lazo que significa seguridad, que significa yo también,

recordé el ceño fruncido de mis padres frente a cualquier

dejo de olor fuera de la cocina,

el escalofrío calvinista, en esa casa, frente a la dulce

grasa de la vida. Yo había venido a mi compañero

aturdida, anhelante, un poco de sal

en su canasto de pesca, una chica en aceite,

su plato. No había sabido que uno

pudiera aprobar a otro completamente – que uno pudiera

despertarse un día rancio, que uno pudiera despabilarse

del sueño del enjuiciamiento.

 

 

LA PROMESA

 

Con el segundo trago, en el restaurant,

tomados de la mano sobre la mesa vacía,

hablamos de eso otra vez, renovamos nuestra promesa

de matarnos el uno al otro. Estás tomando gin,

el enhebro azul noche

se disuelve en tu cuerpo, yo tomo Fumé,

mastico su tierra fragante y ahumada, estamos

recibiendo tierra, ya somos en parte polvo,

y donde sea que estemos, estamos también en nuestra

cama, encajados, desnudos, a lo largo uno del otro,

cercanos, embriagados

después del amor, entrando y

saliendo del borde de la conciencia,

nuestros cuerpos felices, entrelazados. Tu mano

se tensa sobre la mesa. Te da miedo

que me acobarde. Lo que no quieres

es agonizar en una cama de hospital por un año

después de un infarto, incapaz

de pensar o de morir, no quieres

que te aten a una silla como a tu impecable abuela,

profiriendo insultos. El cuarto en penumbras

a nuestro alrededor,

globos de marfil, cortinas rosadas

ceñidas por la cintura —y afuera

un anochecer de verano tan leve,

alto, luminoso. Te digo que no me

conoces si creer que no te

mataré. Piensa en cómo hemos flotado juntos,

mirándonos a los ojos, pezón contra pezón,

sexo sobre sexo, las mitades de una criatura

resurgiendo hasta el borde de la materia

y sobrepasándola —me conoces de la brillante

sala de partos salpicada de sangre, si un león

te tuviera entre sus dientes yo lo atacaría, si las sogas

que ataran tu alma fueran tus propias muñecas, yo las cortaría.

 

 

ÚLTIMA HORA

 

En medio de la noche, me hice una cama

en el piso, alineándola fielmente a mi madre,

la cabecera hacia las colinas, los pies hacia la Bahía donde

los pájaros vadean para buscar moluscos —me acosté,

y el primer cascabel de la muerte sonó

con su autoridad del desierto. Ella tenía ese aspecto de

niño cantor en un ventarrón,

pero su cara se había vuelto más material,

como si los tejidos, almacenados con su vida,

estuvieran siendo reemplazados desde algún abastecimiento general

de jaleas y resinas. Su cuerpo la respiraba,

crujidos y chasquidos de mucosidad, y después

ella no respiraba. A veces parecía

que no era mi madre, como si hubiera sido sustituida

por un ser más adecuado a esa tarea,

una criatura más simple y más calma, y sin embargo

saturada del anhelo de mi madre.

La palma de mi mano le rodeaba la coronilla

donde latía su corazón feroz, la otra mano sobre su

hombro pequeño, me mantuve a la par de ella,

y entonces empezó a apurarse,

a adelantarse, después se quedó quieta y su

lengua, manchada como motas de maná,

se levantó, y un jadeo se formó en su boca,

como si lo hubieran forzado a entrar, después la calma. Después otro

suspiro, como de alivio, y después

la paz. Esto siguió por un rato, como si ella estuviera

expresando, sin apuro,

sus sentimientos sobre este lugar, su tierra

y apesadumbrada conclusión, y después, contra

la palma de mi mano en su cabeza, el regalo de no

sufrir, ningún latido;

por momentos, sus latidos parecían curvarse—

y después sentí que ella no estaba allí,

sentí como si ella siempre hubiera querido

escaparse y ahora se hubiera escapado.

Entonces se transformó,

despacio, en una cosa de hueso,

que marcaba el lugar donde ella había estado.

 

MADRE PRIMERIZA

 

Una semana después de que naciera nuestra hija,

me arrinconaste en la habitación de huéspedes

y nos hundimos en la cama.

Me besaste y me besaste, mi leche desató su

nudo corredizo y caliente a través de mis pezones,

empapó mi blusa. Toda la semana había olido a leche,

leche fresca, agria. Empecé a latir:

mi sexo había sido desgarrado como un trapo

por la corona de su cabeza, me habían cortado con un cuchillo

y cosido, los puntos tiraban de la piel—

y la primera vez que te rompen, no sabes

que vas a cicatrizar, mejor que antes.

Me acosté con miedo y sangre y leche

mientras me besabas y me besabas, tus labios calientes,

hinchados como los de un adolescente, tu sexo grande y seco,

todo tú tan tierno, te inclinaste sobre mí,

sobre el nido de puntadas, sobre

lo rajado y desgarrado, con la paciencia de alguien que

encuentra un animal herido en el bosque

y se queda con él, a su lado

hasta que vuelva a estar entero, hasta que pueda correr de nuevo.

 

LOS NO NACIDOS

 

A veces puedo ver, alrededor de nuestras cabezas,

Como mosquitos alrededor de un farol en verano,

Los hijos que podríamos tener,

El brillo tenue de todos ellos.

 

A veces los siento esperando, adormecidos

En algún vestíbulo –sirvientes, casi–

Escuchando el timbre.

 

A veces los veo mintiendo como cartas de amor

En la Oficina de Cartas Muertas

 

Y a veces, como esta noche, de oscuro

Reojo puedo sentir sólo a uno de ellos

Parado al borde de un acantilado frente al mar

En plena oscuridad, estirando sus brazos

Desesperadamente hacia mí.

 

PRIMERA HORA

 

Esa hora, fui más yo misma que nunca. Me había sacado

a mi madre lentamente de encima, estaba acostada ahí

respirando por primera vez, como si

el aire del cuarto me estuviera soplando

como a una burbuja. Todo lo que tenía que hacer

era salir por la línea de mi mirada y volver,

salir y volver, en la seda de la gravedad, la

presión del aire una caricia, oliendo en mí

la sangre cremosa de ella. El aire

me tocaba suavemente la piel y la lengua,

entraba en mí y sacaba los pequeños

suspiros que yo no sabía que eran míos.

No tenía miedo. Estaba acostada en la quietud

y miraba, y me dedicaba al pensamiento sin palabras,

mi mente recibía su oxígeno

directamente, la rica mezcla por boca.

No odiaba a nadie. Miraba y miraba,

y todo era interesante, yo era

libre, todavía no enamorada, no

pertenecía a nadie, no había bebido

leche, todavía – nadie tenía

mi corazón. No era muy humana. No

sabía que existía alguien más. Estaba acostada

como un dios, por una hora, después vinieron a buscarme,

y me llevaron con mi madre.

 

EL SALTO DEL CIERVO

 

En ese instante

la ilustración en la etiqueta de nuestro tinto preferido

se asemeja a mi esposo, lanzándose hacia el precipicio

en su fervor por liberarse de mí.

Su piel es áspera y cómoda; su rostro

plácido, en trance, rumiante;

cada miembro de la fúrcula llega hasta sus ancas,

cada púa se extiende derecha, hacia arriba;

las ramas, modelos de su cerebro, arcaico,

indomable. Alinea su osamenta al alzar vuelo

desde la orilla del precipicio,

fabuloso.  Cuando alguien se fuga,

mi corazón salta. Incluso cuando huyo de mí misma,

la mitad de mí está con quien se marcha.

Todo es callado, vacío cuando él se va.

Me siento un paisaje, una tierra sin forma.

Sauve qui peut  —deja que se salven los que puedan.

Una vez vi un grabado en las astas de un gamo

donde alguien pequeño era crucificado.

Me siento su víctima, él parece la mía.

Me preocupa que las alargadas piernas del ciervo

se tuerzan al lanzarse. Oh mi pareja.

Fui ilusa de su fidelidad, como si fuera un halago

más que un estado parcial de sueño.

Y cuando escribí sobre él ¿Sintió que debía caminar

con mis libros apilados sobre su cabeza

para mejorar su postura, o con un marco de cuernos

como esos colgado frente al cazador

que se baja un trozo de carne de venado con sauvignon?

¡Oh salta, salta! ¡Cuidado con las rocas!

¿Acaso el antiguo voto debe desearle felicidad

en su nueva vida, incluso gozo sexual?

Temo que sí, al inicio,

cuando aun no pueda diferenciarnos.

Bajo su velludo vientre, a lo lejos,

se observan las motas alineadas del viñedo,

sus vides sin reventar, sus raíces limpias,

sus botellas crecen en los extremos de sus cerbatanas

tal oscuros, frescos, vacilantes gemidos.

 

LA ÚLTIMA HERIDA

 

Cuando mi hijo llega a casa del viaje de fin de semana

en el

que se clavó un trozo de acero del

techo de un coche y se abrió la cabeza

y le afeitaron la herida y la desinfectaron

y le dieron puntos, se acerca a mí

sonriendo con orgullo y miedo, y poco a poco

inclina la cabeza, como para el dios del trauma,

y ahí está, el cuero cabelludo azul grisáceo como la

piel de un cadáver, la superficie fría y

gelatinosa, el corte largo y rectilíneo

como si fuera deliberado, las

suturas a ambos lados como terribles

marcas de la voluntad humana. Le digo

Increíble, arrimo su cabeza en dirección a mi estómago

con suavidad, la piel desnuda de la parte superior

que tiembla como piel de leche hervida

y azulada como la epidermis de un mono

extraído muerto de su madre, el

crecimiento leve del cabello fino como una

promesa. Acuno su cerebro en mis brazos como

una vez mecí todo su cuerpo,

entregado, y el área de la herida resplandece

gris y translúcido como la cabeza de un pardillo

cuando se

tambalea al borde del nido, el corte una

línea media en descenso por el cráneo, la carne

gelatinosa, los puntos negros, la hendidura que dice

me lo llevo, el hilo que dice lo devuelvo.

 

 

VEO A MI NIÑA

 

Cuando te vas de campamento y me despido, te veo

doblar el cuello por el peso del chelo, veo

ni pequeño torso bajo la

carga de la mochila pesada del mismo modo en que

una piedra reposaría sobre el cuerpo de un niño, y

de repente veo tu bondad, el peso de tu

bondad paciente y tenaz a medida que arrastras tus

cosas al avión, te pareces a una viejecita

de huesos pequeños de la Europa más oscura

que avanza hacia la tercera clase, que carga con todos los

bienes de la familia.

De repente todo el aeropuerto está lleno de tu bondad, tu

cabello fino parece tallado por la bondad, tu

pálido rostro parece desangrado, con

esa mirada atenta hacia arriba tienes el aspecto de

alguien que permaneciera bajo una losa.

Durante mucho tiempo recé para que fueses buena,

recé para que no fueses algo así como un Hitler del

mismo modo en que yo de niña temía ser Hitler; pero

no quería expresarlo así, la opresión de la bondad, la

ausencia de vida. Me pides algo para comer

y mi corazón salta, te quito la mochila de la espalda y

 dejamos

tu chelo contra una silla y

luego ya me puedo sentar y verte comer pastel de

chocolate,

con cuidado una cucharadita tras otra, tu

lengua que se mueve lentamente sobre esa mezcla

en el profundo placer, Qué bueno está, mamá,

qué bueno está, sonríes, y el aire que te rodea la cara

brilla con el oscuro brillo escindido de la bondad.

 

CUANDO MI HIJO ESTÁ ENFERMO

 

Cuando mi hijo está tan enfermo que se duerme

a mitad del día, la cabeza pequeña, ovalada

y dura con tanto dolor que

prefiere olvidar la conciencia como

alguien que cuelga de una cuerda en llama

dejando ir su vida, me siento y

apenas respiro. Pienso en la

piel medio líquida de sus labios,

inflamada y mellada con ranuras rojas como

fisuras en la corteza de un volcán, desde

donde se puede ver el fuego. Aunque estoy

al otro lado del pasillo, veo los

bultos frenéticos de sus globos oculares tirando

de los párpados verdosos, sus sienes

rojas y agrias de dolor, su piel

como oro pálido, como mantequilla fría que luego

cambia un poco a mantequilla rancia hasta que

le salen pecas que se pueden extender, islas negras

y pequeñas de moho, duerme el sueño

terrible del enfermo, su corazón esforzado

que late como un conducto en su cuerpo, como un

zapato golpea las barras de acero cuando

alguien quiere que lo dejen salir, me

siento, me siento muy quieta, estoy en las

afueras del mundo, en el límite descubierto

cuando se supo que era plano; el borde desgarrado,

grueso y de barro negro, los vasos y las

venas y los tendones que cuelgan

en suspenso,

cuando mi hijo está enfermo me siento en el borde de

la nada y me cuelgan las piernas

y a veces dejo caer un zapato

para entregarle algo.

 


Sharon Olds (San Francisco, 1942). Poeta norteamericana, ha recibido reconocimientos como el National Book Critics Circle Award 1984, el San Francisco Poetry Center Award 1980, el Premio T.S. Eliot 2012 y el Premio Pulitzer de poesía 2013 con su poemario titulado Stag’s Leap (El Salto del Ciervo).