¡Basta! Cien
mujeres contra la violencia de género busca dar un lugar a las voces
venezolanas que, desde distintas esquinas, tienen algo que decir sobre lo que
han visto, sufrido, testificado o pensado sobre la violencia de este tipo.
Para este
libro, se compilaron cien textos de cien mujeres venezolanas que abordaron el
tema desde distintos géneros literarios con un único propósito: dejar por sentado
que "el decir" es la única forma de luchar contra la invisibilización
del tema, que cada palabra usada para denunciar el sufrimiento, el dolor, la
pérdida, el valor, la rabia, el arrojo y hasta el silencio son una oportunidad
para hacerle frente a la violencia género.
FUNDAVAG ediciones
FUNDAVAG ediciones
SECA
El estruendo
del cuerpo hecho miseria arrojado a la madrugada fue venganza macerada. Seca,
sonaba por dentro. De un portazo se hizo a la calle y en cada paso del miedo
invocó su muerte. Fugitiva, su rabia, no volvería a saber de su mandíbula rota.
Yoyiana
Ahumada
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ABSUELTO
¿Cómo que
inocente? ¿Inocente de qué? –preguntaban las lengüetas de fuego. La secuestró.
Violentó. Apagó colillas en su cuerpo. Mutiló
sus labios íntimos. Le ulceró las
ojeras y los pezones. Le desfiguró el rostro. Eso lo saben los médicos
forenses. Los vecinos que oyeron sus gritos. Lo sabe la policía que la rescató
apenas salió del edificio. Lo sabe su padre, quien trata de convencerse de que su
hijo no es un monstruo, poniendo la duda en la reputación de ella. Pero no es
ficción. Ella es alma y hueso roto y lo identifica como su agresor. Es historia
reseñada. Abanico de enfrentadas opiniones. ¿Alguien cree que torturar puede
encubrirse con impunidad? Pregunta látigo, al igual que esta: ¿Qué nos dice
usted, jueza Rosa, con su sentencia? Ella lame sus heridas con la lengua de la
incomprensión. Ausculta los miedos en la pesadilla sin límites. La persiguen
los pasos que se devuelven en el cuarto vacío. La voz de la jueza fallando en
su contra, al dictar: absuelto. Alfileres. Rostros anónimos salvajemente
ultrajados erosionan su piel. Ahogan los gritos que no tienen escucha.
Edda Armas
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FADE OUT
Por fin se
iba, no sabía a dónde, no importaba. Caminó entusiasta, sentía que el mundo le
abría todas sus puertas, su rostro empezaba a iluminarse. Se soltó el ajustado
moño. Disfrutó del viento. Dobló la esquina y allí estaba él, con su usual
sonrisa de arrepentimiento. A ella se le desdibujo el futuro. Él le rodeó el
cuerpo con los brazos. La mano de ella soltó el bolso que cayó al suelo,
mientras un hilo de sangre lo iba empapando. Se fue desvaneciendo en los brazos
de él que aún enterrándole el cuchillo en la espalda, la seguía besando.
María Inés
Calderón Téllez
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Va hacia
ella
con los
puños levantados
de los
pantalones
como migajas
se sacudió
las dos
pequeñas manos
que
quisieron detenerlo
Karla Castro
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MI CREADOR
Quédate,
cambiaré todas tus bellezas. Las moldearé con mis manos una a una, mezcladas
con agua, hasta que dejes de ser bella. Mataré tu nombre cuando destruya tu
hermosa boca. Cuando mi barro tape la palidez de tus labios. Con lo que quede
de ti haré otra mujer que no sea bella. Una inteligente. Tus sobras se perderán
dentro de mi nueva creación.
Y cuando te
extrañe, que seguro pasará, esparciré buscándote los sesos de ella.
Nadir Chacín
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INSULTOS
me los
conozco todos
crecí bajo
ellos
perduré
con manos
ateridas escojo las semillas
arranco las
hierbas malas
tuve que
hilarme para entender la historia
la violencia
es una permanencia sutil
eficaz lenta
agradecida
y no
reconocí su olor
me arrodillé
no pedí
piedad
acepté
los granos
de arena que nadie puede contar
al
levantarme cerré la puerta
en mis manos
un panal de avispas
para
aprender la miel
María
Antonieta Flores
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Hace un
minuto mientras me tomaba el café tuve una visión. Yo soy u hombre, dije, me
pongo las botas, beso a mi mujer y me voy. El rifle está limpio. He leído poco
en la vida pero sé que una palabra corta y deslumbrante alcanza un blanco. A
veces pongo el rifle en mi boca porque creo que estoy cansado y me da por
cortarme las costillas, a ver si es cierto. Mi mujer me mira mientras cuenta
sus botones y me pregunto si con ello acariciará mis huesos. A veces la odio.
Ella acaricia los animales antes de degollarlos. Después se quita las gotas de
la cara. Yo soy un hombre, digo, pero no lo logro que “hombre” sea mi palabra
deslumbrante.
Enza García
Arreaza
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RAZA DE
PERRA
Él decía que
yo era como un perro de raza, pero abandonado por la vida, sucio, lleno de
pulgas y con el pelaje adolorido. Que me hacía falta el cuidado, el baño, el
amor. Y me lo prometió todo.
Lo cumplió
al pie de la letra. Me puso en cintura con su cinturón, me ajustó los dientes
en cada desacuerdo, me compró cremas desinflamatorias de tubos gruesos,
mientras me llenaba de psiquiatras. Me dio de beber en copitas sucias, de la
sangre que sudaba mientras aprendía a pedirle perdón.
Ahora soy
una mujer de raza, cuidada, inmensa, de casa, con miedo.
Daniela
Jaimes-Borges
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Esta tarde
tiraron una
piedra al transporte escolar desde la calle.
Te cayó en
la cabeza.
Apenas hubo
sangre, el chichón en el cráneo
y aquella
maestra gritando que pudiste haber muerto.
Quedaban por
delante arduos esfuerzos para las matemáticas y el entendimiento fugaz.
Pero a ella le ha tomado medio siglo comprenderla.
Gabriela
Kizer
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OBRA
Se alejó para ver el lienzo. El púrpura intenso se fundía al azul, escondido tras un verde que se decantaba hacia el amarillo. Era un paisaje donde pequeños riachuelos del espesor de un cabello se enmarañaban para realzar una belleza extraña, una topografía insidiosa. Sin embargo, no estaba satisfecha. No conseguía plasmar la explosión del dolor. Alzó la blusa de nuevo, ya los colores estaban muriendo en su costado. También moría, parda y sólida, la sangre en el piso rodeando al autor del grito de su herida. El espejo del estudio evidenció su fatiga. Sin pensar en el gesto, tomó el lápiz labial y revivió la boca de rojo. Luego, con delicadeza cubrió la obra y sin mirar atrás, se fue.
kira kariakin
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SANTA BARBIE
Diosa de la
barbarie plastificada
que
desfalleces cada vez que te quitan la ropa.
A los 30
años te tuve
por eso te
guardaba y peinaba tus cabellos de bruja.
También
pegué con cola tu extremidad rota
tu bracito
negro de muñeca, que además tenía
los pies
mordidos
-los
desamores, te delatan-
Las niñitas
eternas te levantan una casa
con muebles
y todo para perpetuar tu vacío.
Mejor sola,
que
acompañada por un fulano Ken
más hueco, y
más liso que tú.
Tan boquita
pintada aunque pasen los años.
Dormirás en
la repisa de vidrio
y cuando
olvide mis confesiones
jugaremos.
Iola Mares
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VUELO
Ella quiso
barcos y él no supo qué pescar
“Ruido”.
Joaquín Sabina
Afuera no
hay más peligros
y cuervos al
acecho
no existe la
luz sino el eclipse
dijo él.
ella podó
sus alas
las envolvió
en un pañuelo
y salió
en su bolso
se revuelva un sueño
Acuarela
Martínez
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ENTRE
SILENCIOS
Tus ojos
incendiaron su piel,
El temor a
tu próxima acción,
La mantuvo
taciturna en el desierto.
Mientras, la
ira compulsiva se apoderaba de ti
Ella se
ahoga en silencio,
Tratabas de
besarla,
Pero tus
manos ya la ahorcaban
Una estocada
fuerte a su seno,
Una espina
clavada en su boca,
dejaste
sonrisas rotas,
Lágrimas
negras esparcidas por su cuerpo.
Ahora, la
mujer lívida
yace,
apagada
en tu
insaciable fuego
Oriana Mata
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LA DANZA DE
LOS ESPÍRITUS
Él estaba
ahí, el verdugo. Tenían el nombre de mi miedo. Yo no sabía quién era. Yo no
conocía más que una sola palabra: sobrevivencia. Me hice experta en el arte de
los túneles y los laberintos.
A veces me
escapaba y conversaba con la luna. A veces una voz me gritaba “sálvate”. Yo no
sabía de qué debía salvarme.
Y todos los
días la boca pintaba de rojo la lencería de encaje el lubricante su látigo su
escupitajo su risa la comparación yo consumida la mandíbula abierta hasta
dislocarla de rodillas los azotes de su lengua las plantas venenosas la carne
de carroña los clavos las diosas que no eran yo los tacones la cinta negra en
el cuello las botas y nunca era suficiente todos los días yo estoy mal las
cucarachas tengo miedo y me callo todo lo que diga podrá ser usado en mi contra
me hago estatua de sal mejor no existo mejor me vuelvo transparente
Tú no sabes
ser mujer, me decía.
Y a veces me
escapaba y conversaba con la luna y debía salvarme.
Y todos los
días me salvé.
Y volví y
miré, uno a uno, a los ojos de mi verdugo. Y arrojé sus cenizas.
Kelly
Martínez
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YO, LA
INDÓMITA
tiemblo ante
la brasa de tu voz
gimo bajo
tus manos sin caricias
muda
maquillo las
huellas de un amor que no
entiendo
con el
último hálito de voz
clamo sobre
mis propios huesos
resucito mis
coros ancestrales
conjuro con
sus voces mi dolor
Yo
la indómita
me levanto
este día y digo
basta
Linsabel Noguera
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De repente
mi ropa
Estaba
envuelta en llamas.
Vi el fuego
sobre mi cuerpo
Kim Phuc
NAPALM
Me pides que
camine desnuda
que guarde
los cuchillos dentro de mi espalda
y de los
buenos días
yo, que he
visto la sangre teñir mi vientre
he perdido
tantas veces el equilibrio
en esa
cuerda que tensas
he dejado
los brazos en alto
y de tanto
mirar el cielo
presiento la
lluvia
Mi sonrisa
afilada
desgarra a
la primera mueca
¿y aún me
pides la flor?
Maldigo al
poeta
que insiste
en la rosa
desconociendo
el desierto
Lo mismo
pudo haber quedado
esta página
en blanco
si se empeña
el silencio
en ser lo
urgente
Georgina Ramírez
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Vierte estas
palabras en el búcaro de tu cuerpo:
agua clara
dignidad
merecimiento
Que nada enturbie tu presencia incandescente
hazte voz
rosa perenne
Eleonora
Requena
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a las
troyanas de todos los tiempos
cuánta
desolación
Hécuba
cuántas
vidas-objeto
desde Adán
el óxido
de los
azotes al cuerpo
siendo
madres del árbol
y néctar
confidente del patriarca
¿por qué
cadenas en circulo?
¿por qué
licencia para la soberbia
al asomar su
victoria
el
hombre-necio?
¿en esta la
tierra prometida del afán?
¿dónde estás
virtud?
Alida Ribbi
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Parece que
te vieron cantando, parece también que llorabas emocionada. Lo tenías al lado,
querías que participara de tu éxtasis, lo abrazabas y te bamboleabas, lo
besabas. Me dicen que él parecía una roca ridícula. Una especie de estatua
burlona. Sin embargo, parece que continuaste navegando en tu naufragio dulzón.
Siempre ha sido así y yo no te diré nada. No te diré que, desde que te
saquearon el corazón, al amor hubo que comprarlo, que desde que te convertiste
en nada, intuiste que había que arrastrarse. Tampoco te diré que repetiste en
tus hombres la maldad de aquel padre primigenio y maldito. ¿Para qué decirte
todo esto? Tú lo sabes, yo lo sé y sin embargo ninguna de las dos quizás sepa
nada. Además el corazón no crece de nuevo, la pesadilla no termina. Es mejor
vivir en la droga de la insatisfacción solapada y de la sonrisa postiza, como
las tetas.
Cinzia
Ricciuti
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CARACOL
En este
viaje amenazaste con ahorcarme
según
dijiste por mi culpa
por mentir.
De aquel
bosque nació
roca caracol
laberinto
subterráneo.
Dedos
pulgares en mi cuello
manos
multifacéticas, siempre
fuertes,
siempre hábiles, hunden
mi garganta.
La manzana desaparece.
Será el
inicio del final, supongo
mientras
miro tu figura deforme
proyectada
en la pared
(teatro para
el horror).
Final
inesperado, me digo.
Túnel de
sombra
pecho vacío.
De ese viaje
una tráquea mellada
el peso
antiguo de un cuerpo
que no pedí
(que no
mentí, dije).
El regalo de
orfandad
el telón
oscuro
que me
faltaba por morir.
Al día
siguiente el desayuno estragado
la resaca
callar como
única lengua.
En ciertos
lugares
gritar es
adorno inútil
un búho
perdido en lo oscuro.
Keila Vall
de la Ville
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