martes, 17 de julio de 2018

Cien Mujeres Contra La Violencia de Género / Venezuela


¡Basta! Cien mujeres contra la violencia de género busca dar un lugar a las voces venezolanas que, desde distintas esquinas, tienen algo que decir sobre lo que han visto, sufrido, testificado o pensado sobre la violencia de este tipo.

La serie ¡Basta! nació en Chile y ha sido publicada también en Argentina, Bolivia, México, Perú y Colombia.

Para este libro, se compilaron cien textos de cien mujeres venezolanas que abordaron el tema desde distintos géneros literarios con un único propósito: dejar por sentado que "el decir" es la única forma de luchar contra la invisibilización del tema, que cada palabra usada para denunciar el sufrimiento, el dolor, la pérdida, el valor, la rabia, el arrojo y hasta el silencio son una oportunidad para hacerle frente a la violencia género.

FUNDAVAG ediciones







SECA

El estruendo del cuerpo hecho miseria arrojado a la madrugada fue venganza macerada. Seca, sonaba por dentro. De un portazo se hizo a la calle y en cada paso del miedo invocó su muerte. Fugitiva, su rabia, no volvería a saber de su mandíbula rota.

Yoyiana Ahumada

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ABSUELTO

¿Cómo que inocente? ¿Inocente de qué? –preguntaban las lengüetas de fuego. La secuestró. Violentó. Apagó colillas en su cuerpo. Mutiló  sus labios íntimos. Le ulceró  las ojeras y los pezones. Le desfiguró el rostro. Eso lo saben los médicos forenses. Los vecinos que oyeron sus gritos. Lo sabe la policía que la rescató apenas salió del edificio. Lo sabe su padre, quien trata de convencerse de que su hijo no es un monstruo, poniendo la duda en la reputación de ella. Pero no es ficción. Ella es alma y hueso roto y lo identifica como su agresor. Es historia reseñada. Abanico de enfrentadas opiniones. ¿Alguien cree que torturar puede encubrirse con impunidad? Pregunta látigo, al igual que esta: ¿Qué nos dice usted, jueza Rosa, con su sentencia? Ella lame sus heridas con la lengua de la incomprensión. Ausculta los miedos en la pesadilla sin límites. La persiguen los pasos que se devuelven en el cuarto vacío. La voz de la jueza fallando en su contra, al dictar: absuelto. Alfileres. Rostros anónimos salvajemente ultrajados erosionan su piel. Ahogan los gritos que no tienen escucha.

Edda Armas

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FADE OUT

Por fin se iba, no sabía a dónde, no importaba. Caminó entusiasta, sentía que el mundo le abría todas sus puertas, su rostro empezaba a iluminarse. Se soltó el ajustado moño. Disfrutó del viento. Dobló la esquina y allí estaba él, con su usual sonrisa de arrepentimiento. A ella se le desdibujo el futuro. Él le rodeó el cuerpo con los brazos. La mano de ella soltó el bolso que cayó al suelo, mientras un hilo de sangre lo iba empapando. Se fue desvaneciendo en los brazos de él que aún enterrándole el cuchillo en la espalda, la seguía besando.

María Inés Calderón Téllez

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Va hacia ella
con los puños levantados
de los pantalones
como migajas
se sacudió
las dos pequeñas manos
que quisieron detenerlo

Karla Castro

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MI CREADOR

Quédate, cambiaré todas tus bellezas. Las moldearé con mis manos una a una, mezcladas con agua, hasta que dejes de ser bella. Mataré tu nombre cuando destruya tu hermosa boca. Cuando mi barro tape la palidez de tus labios. Con lo que quede de ti haré otra mujer que no sea bella. Una inteligente. Tus sobras se perderán dentro de mi nueva creación.
Y cuando te extrañe, que seguro pasará, esparciré buscándote los sesos de ella.

Nadir Chacín

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INSULTOS

me los conozco todos
crecí bajo ellos

perduré

con manos ateridas escojo las semillas
arranco las hierbas malas

tuve que hilarme para entender la historia

la violencia es una permanencia sutil
eficaz lenta agradecida

y no reconocí su olor

me arrodillé
no pedí piedad
acepté

los granos de arena que nadie puede contar
al levantarme cerré la puerta

en mis manos un panal de avispas
para aprender la miel

María Antonieta Flores

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Hace un minuto mientras me tomaba el café tuve una visión. Yo soy u hombre, dije, me pongo las botas, beso a mi mujer y me voy. El rifle está limpio. He leído poco en la vida pero sé que una palabra corta y deslumbrante alcanza un blanco. A veces pongo el rifle en mi boca porque creo que estoy cansado y me da por cortarme las costillas, a ver si es cierto. Mi mujer me mira mientras cuenta sus botones y me pregunto si con ello acariciará mis huesos. A veces la odio. Ella acaricia los animales antes de degollarlos. Después se quita las gotas de la cara. Yo soy un hombre, digo, pero no lo logro que “hombre” sea mi palabra deslumbrante.

Enza García Arreaza

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RAZA DE PERRA

Él decía que yo era como un perro de raza, pero abandonado por la vida, sucio, lleno de pulgas y con el pelaje adolorido. Que me hacía falta el cuidado, el baño, el amor. Y me lo prometió todo.
Lo cumplió al pie de la letra. Me puso en cintura con su cinturón, me ajustó los dientes en cada desacuerdo, me compró cremas desinflamatorias de tubos gruesos, mientras me llenaba de psiquiatras. Me dio de beber en copitas sucias, de la sangre que sudaba mientras aprendía a pedirle perdón.
Ahora soy una mujer de raza, cuidada, inmensa, de casa, con miedo.

Daniela Jaimes-Borges

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Esta tarde
tiraron una piedra al transporte escolar desde la calle.
Te cayó en la cabeza.
Apenas hubo sangre, el chichón en el cráneo
y aquella maestra gritando que pudiste haber muerto.
Quedaban por delante arduos esfuerzos para las matemáticas y el entendimiento fugaz.
Pero a ella le ha tomado medio siglo comprenderla.

Gabriela Kizer

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OBRA

Se alejó para ver el lienzo. El púrpura intenso se fundía al azul, escondido tras un verde que se decantaba hacia el amarillo. Era un paisaje donde pequeños riachuelos del espesor de un cabello se enmarañaban para realzar una belleza extraña, una topografía insidiosa. Sin embargo, no estaba satisfecha. No conseguía plasmar la explosión del dolor. Alzó la blusa de nuevo, ya los colores estaban muriendo en su costado. También moría, parda y sólida, la sangre en el piso rodeando al autor del grito de su herida. El espejo del estudio evidenció su fatiga. Sin pensar en el gesto, tomó el lápiz labial y revivió la boca de rojo. Luego, con delicadeza cubrió la obra y sin mirar atrás, se fue. 

kira kariakin

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SANTA BARBIE

Diosa de la barbarie plastificada

que desfalleces cada vez que te quitan la ropa.

A los 30 años te tuve

por eso te guardaba y peinaba tus cabellos de bruja.

También pegué con cola tu extremidad rota

tu bracito negro de muñeca, que además tenía

los pies mordidos

-los desamores, te delatan-

Las niñitas eternas te levantan una casa

con muebles y todo para perpetuar tu vacío.

Mejor sola,

que acompañada por un fulano Ken

más hueco, y más liso que tú.

Tan boquita pintada aunque pasen los años.

Dormirás en la repisa de vidrio

y cuando olvide mis confesiones

jugaremos.

Iola Mares

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VUELO

Ella quiso barcos y él no supo qué pescar

“Ruido”. Joaquín Sabina



Afuera no hay más peligros
y cuervos al acecho
no existe la luz sino el eclipse
dijo él.


ella podó sus alas
las envolvió en un pañuelo
y salió


en su bolso se revuelva un sueño

Acuarela Martínez

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ENTRE SILENCIOS

Tus ojos incendiaron su piel,
El temor a tu próxima acción,
La mantuvo taciturna en el desierto.
Mientras, la ira compulsiva se apoderaba de ti
Ella se ahoga en silencio,
Tratabas de besarla,
Pero tus manos ya la ahorcaban
Una estocada fuerte a su seno,
Una espina clavada en su boca,
dejaste sonrisas rotas,
Lágrimas negras esparcidas por su cuerpo.
Ahora, la mujer lívida
yace,
apagada
en tu insaciable fuego

Oriana Mata

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LA DANZA DE LOS ESPÍRITUS

Él estaba ahí, el verdugo. Tenían el nombre de mi miedo. Yo no sabía quién era. Yo no conocía más que una sola palabra: sobrevivencia. Me hice experta en el arte de los túneles y los laberintos.

A veces me escapaba y conversaba con la luna. A veces una voz me gritaba “sálvate”. Yo no sabía de qué debía salvarme.

Y todos los días la boca pintaba de rojo la lencería de encaje el lubricante su látigo su escupitajo su risa la comparación yo consumida la mandíbula abierta hasta dislocarla de rodillas los azotes de su lengua las plantas venenosas la carne de carroña los clavos las diosas que no eran yo los tacones la cinta negra en el cuello las botas y nunca era suficiente todos los días yo estoy mal las cucarachas tengo miedo y me callo todo lo que diga podrá ser usado en mi contra me hago estatua de sal mejor no existo mejor me vuelvo transparente

Tú no sabes ser mujer, me decía.

Y a veces me escapaba y conversaba con la luna y debía salvarme.

Y todos los días me salvé.

Y volví y miré, uno a uno, a los ojos de mi verdugo. Y arrojé sus cenizas.

Kelly Martínez 

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YO, LA INDÓMITA

tiemblo ante la brasa de tu voz
gimo bajo tus manos sin caricias
muda
maquillo las huellas de un amor que no
entiendo
con el último hálito de voz
clamo sobre mis propios huesos
resucito mis coros ancestrales
conjuro con sus voces mi dolor
Yo
la indómita
me levanto este día y digo
basta

Linsabel Noguera

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De repente mi ropa
Estaba envuelta en llamas.
Vi el fuego sobre mi cuerpo

Kim Phuc

NAPALM

Me pides que camine desnuda
que guarde los cuchillos dentro de mi espalda
y de los buenos días

yo, que he visto la sangre teñir mi vientre
he perdido tantas veces el equilibrio
en esa cuerda que tensas
he dejado los brazos en alto
y de tanto mirar el cielo
presiento la lluvia

Mi sonrisa afilada
desgarra a la primera mueca

¿y aún me pides la flor?

Maldigo al poeta
que insiste en la rosa
desconociendo el desierto

Lo mismo pudo haber quedado
esta página en blanco
si se empeña el silencio
en ser lo urgente

Georgina Ramírez

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Vierte estas palabras en el búcaro de tu cuerpo:
agua clara
dignidad
merecimiento

Que nada enturbie tu presencia incandescente
hazte voz
rosa perenne

Eleonora Requena

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a las troyanas de todos los tiempos

cuánta desolación
Hécuba
cuántas vidas-objeto

desde Adán el óxido
de los azotes al cuerpo
siendo madres del árbol
y néctar confidente del patriarca

¿por qué cadenas en circulo?
¿por qué licencia para la soberbia
al asomar su victoria
el hombre-necio?

¿en esta la tierra prometida del afán?
¿dónde estás virtud?

Alida Ribbi

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Parece que te vieron cantando, parece también que llorabas emocionada. Lo tenías al lado, querías que participara de tu éxtasis, lo abrazabas y te bamboleabas, lo besabas. Me dicen que él parecía una roca ridícula. Una especie de estatua burlona. Sin embargo, parece que continuaste navegando en tu naufragio dulzón. Siempre ha sido así y yo no te diré nada. No te diré que, desde que te saquearon el corazón, al amor hubo que comprarlo, que desde que te convertiste en nada, intuiste que había que arrastrarse. Tampoco te diré que repetiste en tus hombres la maldad de aquel padre primigenio y maldito. ¿Para qué decirte todo esto? Tú lo sabes, yo lo sé y sin embargo ninguna de las dos quizás sepa nada. Además el corazón no crece de nuevo, la pesadilla no termina. Es mejor vivir en la droga de la insatisfacción solapada y de la sonrisa postiza, como las tetas.


Cinzia Ricciuti

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CARACOL

En este viaje amenazaste con ahorcarme
según dijiste por mi culpa
por mentir.
De aquel bosque nació
roca caracol
laberinto subterráneo.

Dedos pulgares en mi cuello
manos multifacéticas, siempre
fuertes, siempre hábiles, hunden
mi garganta. La manzana desaparece.

Será el inicio del final, supongo
mientras miro tu figura deforme
proyectada en la pared
(teatro para el horror).
Final inesperado, me digo.
Túnel de sombra
pecho vacío.

De ese viaje una tráquea mellada
el peso antiguo de un cuerpo
que no pedí
(que no mentí, dije).
El regalo de orfandad
el telón oscuro
que me faltaba por morir.

Al día siguiente el desayuno estragado
la resaca
callar como única lengua.
En ciertos lugares
gritar es adorno inútil
un búho perdido en lo oscuro.

Keila Vall de la Ville



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