Salida de la maleza
Yo que había sido borrada por el fuego
me fui cubriendo
de verde
(qué
estación más luminosa)
Con el tiempo los animales
vinieron a habitarme,
primero uno
a uno, furtivos
(sus conocidas huellas
quemaban); y después
al haber ya trazado nuevos límites
volviendo, más
seguros, año
tras año, de dos
en dos
pero inquietos: no estaba preparada
del todo para que me habitaran
Les pudo parecer que
pesaba demasiado: pude haberme
volcado;
Me daba miedo cómo
el brillo de sus ojos (verdes o ámbar)
llegaba al exterior desde dentro de mí
No estaba terminada; de noche
no veía sin candiles.
Él escribió, Nos vamos. Contesté
No me queda ya
ropa que ponerme
Llegó la nieve. Fue de gran ayuda
el trineo; quedaba atrás su rastro
como si me empujara a la ciudad
y una vez rodeada la primera colina, me encontré
de repente
deshabitada: ya se habían ido.
Hubo algo que casi me enseñaron
y que al irme no había aún aprendido.
...
La muerte de un hijo ahogado
Él, que llegó con éxito tras navegar el río peligroso
de su venida al mundo,
se ha vuelto a ir
a un viaje de descubridor
por este territorio en el que yo he vagado
sin llegar a tocarlo, a hacerlo mío.
Sus pies se resbalaron de la orilla,
y a él se lo llevaron las corrientes;
lo arrastró la crecida entre hielos y árboles
y se ha perdido en un lugar lejano,
la cabeza como una batisfera;
miró con las pequeñas burbujas de sus ojos
como un aventurero temerario
por un paisaje más raro que Urano
que todos conocemos y que algunos recuerdan.
Fue un accidente; se quedó sin aire
y, como un corazón, cayó en el río.
El cuerpo, que era seña
de mis planes y mapas del futuro,
lo sacaron del fondo con ganchos y con palos
entre los troncos que al flotar chocaban.
Era la primavera, el sol aún brillaba
y la hierba incipiente ganaba solidez;
la claridad alumbraba los surcos de las manos.
Estaba fatigada por las olas de aquel largo viaje.
Pisé la tierra firme. Las velas de aquel sueño
se vinieron abajo, destrozadas.
En esta tierra él
es mi bandera.
...
Él es un raro fenómeno biológico
Tienes cáscara, como los huevos y los caracoles
En el jardín estás
por todas partes y lo destruyes,
eres difícil de erradicar
Carroñero, solo comes
carne muerta:
Tu piel es ahora
pura proteína
tersa como gelatina o como
el vientre viscoso de las sanguijuelas
Eres sinuoso y sin huesos
Tu lengua deja cicatrices diminutas
de textura cenicienta como flores enmohecidas
el humo es tu medio; no tienes
clorofila; te extiendes
de un lugar a otro como una enfermedad
como las setas vives en armarios
y solo sales por la noche.
Quieres volver adonde
el cielo habitaba en nosotros
los animales nos atravesaban, nuestras manos
bendecían y mataban de acuerdo a nuestro
criterio, la muerte
hacía borbotear sangre de verdad
Reconozcámoslo, sin embargo: hemos
mejorado, nuestras cabezas flotan
varios centímetros por encima de nuestros cuellos
ancladas a nosotros por
tubos de goma y rellenos de
ingeniosas burbujas,
en nuestros cuerpos
viven billones
de mullidas cifras rosas
que se multiplican y analizan
a sí mismos, perfeccionan
sus propias exigencias, sin causar molestias.
Te quiero por
pedazos y cuando trabajas.
¿Quieres ser analfabeto?
Esta es la forma, acostúmbrate.
...
Durmiendo al sol
Durmiendo al sol
(me ocupas
tan completamente
recorres mi cerebro como química
caliente y oro
fundido, alas extendidas contra
la punta de mis dedos
alcanzan mi corazón y allí
se detienen, hincando tus garras
Si eres un pájaro de qué tipo /
nada que haya visto nunca
en el aire / vuelas
a través de la tierra y el aire arrojando
una sombra roja
La puerta me despierta, es
tu enjoyado ojo viperino
a oscuras cerca del
mío, plumas brillantes de
pelo se ciernen sobre mi frente
...
Axioma
Eres un mar.
Tus ojos-
párpados que se curvan sobre el caos
Mis manos
donde te tocan, crean
pequeñas islas inhabitadas
pronto todo tú
serás tierra: un conocido
suelo, una nación.
...
El instante
El instante en que, después de muchos años
de arduo trabajo y un largo viaje
te detienes en el centro de tu habitación,
casa, medio acre, milla cuadrada, isla, país,
consciente al fin de cómo llegaste ahí,
y dices, esto es mío,
es el mismo instante en que los árboles desatan
sus suaves brazos de tu alrededor,
las aves recuperan su lenguaje,
los acantilados se agrietan y colapsan,
el aire se aleja de ti como una ola
y no logras respirar.
No, susurran ellos. No eres dueño de nada.
Eras un visitante, una y otra vez
subiendo la colina, plantando la bandera, proclamando.
Nunca te hemos pertenecido.
Nunca nos encontraste.
Fue siempre al contrario.
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