domingo, 7 de noviembre de 2021

Remei González Manzanero (8 poemas)







EL TRAJE

 

Imagínate, solo,

un día quizás de mayo,

sentado en la oscuridad de un armario ropero vacío.

 

Figúrate que estando solo,

cómodamente en este inmenso refugio

que es tener los ojos cerrados,

te agarras a la barra de colgar perchas

y tu espalda se estira.

 

Comprenderás.

 

Dispondrás los brazos de forma abierta.

No tratarás de abarcar con los brazos,

entraré en tus brazos

ávida de alcanzar lo que quede de ti.

 

Salvaguarda algo en las plumas de tu traje.

 

QUIERO PASAR PISANDO FUERTE POR LA VIDA

 

Quiero pasar pisando fuerte por la vida

a horcajadas, si hace falta,

hollando la tierra,

metiendo un pie tras otro en la nieve

y volver por el sendero resiguiendo los pasos

con los que vine.

 

Quiero pasar pisando fuerte por la vida

ultrajándolo todo,

quebrantándonos un poco,

profanando las leyes más básicas por las que nos regimos,

abatiendo la injusticia

abrazando de frente al miedo,

insiriéndome en la confusión y la incertidumbre,

 

e ir a veces caminando,

sólo eso,

caminando,

despacio pero fuerte,

por la vida.

 

Y volver, siempre volver,

sobre mis pasos,

dibujar cenefas

en la nieve, en la arena, en el hielo

con los pies descalzos,

en la arena blanca de la nieve que resbala,

como mis manos dibujan la espuma en el Mediterráneo,

 

y volver,

retornar a mis pasos

pisando fuerte,

siempre,

en la vida.

 

LA VERDAD QUE NO VEMOS

 

Está aquí, déjame que te lo muestre,

en este pequeño espacio de aire,

esta dimensión, toda esta anchura

de trazas, de briznas

aciculares, está en esta brisa ingenua

que tanteo con los dedos,

que trato de asir para hacer mía,

es de sí misma,

está aquí.

Está en este soplo hecho de desgarros,

está en el lápiz que me cae de las manos

si abro la palma,

está en esta corriente alterna,

está en genios y mediocres,

en las nubes de las partículas,

en las ínfulas extrañas

y en el pliegue de las alas de un cóndor negro,

en la precipitación de un vidrio

que no nos hiere apenas

y en los resquicios invisibles

de nuestras cicatrices más finas,

está en el cieno de los ríos

que arrastras a las cimas,

en la cima lozana

que hallas en la mirada,

las miradas tiernas

que no adviertes,

y las que adviertes,

está aquí,

no puede estar en ningún otro lado.

La recogemos,

este soplo que resollamos

está hecho de ella.

Este vasto espacio que media

entre tú y yo,

los lugares entre nosotros

que no habitamos

y que alcanzamos al vuelo

con esfuerzo

y devoción de céfiro,

la verdad es que es esto,

está aquí.

 

VERANO

 

Yo quiero ser verano y volar,

la brisa de los pies,

levantar la huella, tarde o temprano

de tu boca al viento,

hacerla correr bajo una cometa,

sumergirla en el mar,

zambullir la cabeza.

 

 

Yo quiero ser un huracán de arena,

despertar en la grava

con el cabello bañado,

dar vueltas en la orilla

desde el salitre a las nubes,

apresar en mis muslos la polvareda severa,

trepar la cima absoluta.

 

Verme llena de viento y verano,

de alas y flores, salada de algas,

estos humildes huracanes y mares transitan en mi piel,

y no caer nunca del centro

donde se originó este pequeño universo.

 

Yo quiero, verano,

llegar juntos al invierno

y que me encuentres rehaciéndome

de orilla en orilla,

hecho todo tú de cresta de ola,

encuentra para siempre

el hábitat final en mis huesos.

...

 

RUIDOS DE CUCHILLO

 

Más abajo de la colina,

se mece el vientre en ruidos de cuchillo.

 

Hoy te reclamo el relamido,

la disciplina del desenfreno,

que reviertas mis escarchas

rompas la consistencia,

desgastar el borde del precipicio

por el que vas a lanzarme.

 

Y en el último segundo exclamaré:

― Tú te lanzas conmigo.

                      

REDUCCIÓN A LA HERIDA

 

Reducidos a un lenguaje común,

los conceptos esparcidos y los sentimientos recompuestos,

extenuados,

la ventana húmeda en la que apoyar la frente

y no saber descansar,

 

descubrir nuevamente el cielo,

extasiados,

las miradas a destiempo

y no distinguirnos desde el fondo de lo exiguo,

nunca nos veremos del todo.

 

Volveremos allí,

exánimes,

donde no me sabré explicar:

— Estoy herida existencialmente.

Y tú:

— Nunca aprenderemos del todo.

 

MI CASA

 

Mi casa es el recuerdo del pecho de mi amante:

una casa posbarroca

que juega con el espacio difuso

entre el exterior y el interior.

 

Mi casa es un patio Mies van der Rohe:

nunca sabes cuando estás dentro

ni cuando estás fuera.

 

Y, sin embargo, la húmeda hierba negra

que se extiende a lo largo del llano extenso

conduce siempre al deseo caliginoso de la pertenencia,

como si al voltear la cabeza noventa grados

y al apoyarla en las raíces de aquel césped

en un único gesto

pudieras sentir lo más hondo de la tierra.

 

Y puedes.

 

También de la tierra parece brotar un corazón de armazón de cielo

y empaparse el cráneo de escalofríos.

 

FRACCIONES DE EXISTENCIA

 

Esto que hacemos

no es existir del todo.

 

 Lo admito.

Lo único es dejarse las pestañas poco a poco

remover caderas ajenas al viento,

refrotarse contra la nada de los cuerpos,

pretender que empezamos a existirnos el uno al otro,

entregarse justamente egoístas

y sin conocer

los pasos,

fracciones de existencia,

echarnos a bailar

sucio y torpe.

 

Remei González Manzanero (Barcelona, 1990). Estudió Filología Hispánica y un máster de Ciencia Cognitiva y Lenguaje en su ciudad natal, estudios por los que recibió varios galardones. Inédita en papel por voluntad propia, a excepción de dos publicaciones en una antología benéfica y un fanzine literario, tiene escritos dos poemarios: La huella sobre el fango, y Corporales. Ha participado en varios recitales y proyectos poéticos. Ha residido en Nepal y en Winnipeg, Canadá, y actualmente trabaja como profesora de Lengua Castellana y Literatura en un Instituto de Educación Secundaria en Manresa, en la provincia de Barcelona.

 


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