jueves, 8 de octubre de 2020

Louise Glück / Selección de poemas

 




EL ESPEJO

 

Mirándote ante el espejo me pregunto

qué se sentirá ser tan hermoso

y por qué en vez de amarte a ti mismo

te cortas, rasurándote como un ciego. Creo que me permites observar

de manera que puedas volverte contra ti mismo

con mayor violencia,

necesitado de mostrarme cómo rasgas la carne

desdeñosamente y sin titubeos,

hasta que te veo correctamente,

como un hombre herido, no

el reflejo que deseo.

 

***

 

MALAHIERBA

 

Algo

llega al mundo sin ser bienvenido

y llama al desorden, al desorden.

Si tanto me odias

no te molestes en buscar

un nombre para mí: ¿necesitas

acaso un desdoro más

en tu lenguaje, otra

manera de culpar

a la tribu por todo?

Ambos lo sabemos,

si adoras a un dios, necesitas

sólo un enemigo.

Yo no soy el enemigo.

Sólo soy una treta para ignorar

lo que ves que sucede

aquí mismo en esta cama,

un pequeño paradigma

del fracaso. Una de tus preciosas flores

muere aquí casi a diario

y no podrás descansar

hasta enfrentarte a la causa, es decir,

a todo lo que queda,

a todo aquello que es más fuerte

que tu pasión personal.

No estaba escrito

permanecer para siempre en este mundo.

Pero por qué admitirlo, si puedes seguir

haciendo lo de siempre,

lamentándote y culpando,

las dos cosas a la vez.

No necesito que me alabes

para sobrevivir. Llegué aquí primero,

antes que tú, antes

de que sembraras un jardín.

y estaré aquí cuando el sol y la luna

se hayan ido, y el mar, y el campo extenso.

Y yo conformaré el campo.

 

***

 

EL IRIS SALVAJE

 

Al final del sufrimiento

me esperaba una puerta.

Escúchame bien: lo que llamas muerte

lo recuerdo.

Allá arriba, ruidos, ramas de un pino vacilante.

Y luego nada. El débil sol

temblando sobre la seca superficie.

Terrible sobrevivir

como conciencia,

sepultada en tierra oscura.

Luego todo se acaba: aquello que temías,

ser un alma y no poder hablar,

termina abruptamente. La tierra rígida

se inclina un poco, y lo que tomé por aves

se hunde como flechas en bajos arbustos.

Tú que no recuerdas

el paso de otro mundo, te digo

podría volver a hablar: lo que vuelve

del olvido vuelve

para encontrar una voz:

del centro de mi vida brotó

un fresco manantial, sombras azules

y profundas en celeste aguamarina.

 

***

 

NIEVE DE PRIMAVERA

 

Mira el cielo nocturno:

en mí poseo dos personas, dos clases de poder.

 

Estoy aquí contigo, en la ventana,

observando tu reacción. Ayer

la luna se alzó sobre la tierra mojada del jardín.

Hoy la tierra brilla igual que la luna,

como materia muerta, encostrada de luz.

 

Ahora puedes ya cerrar los ojos.

He escuchado tus llantos, también

los llantos anteriores a los tuyos,

y he sido sensible a sus demandas.

Te mostré lo que querías:

no la convicción sino el sometimiento

a la autoridad, que descansa en la violencia.

 

***

 


AMOR BAJO LA LUZ DE LA LUNA

 

A veces un hombre o una mujer imponen su desesperación

a otra persona, a eso lo llaman

alternativamente desnudar el corazón, o desnudar el alma.

(Lo que significa que para entonces adquirieron una.)

Afuera, la tarde de verano, todo un mundo

arrojado a la luna: grupos de formas plateadas

que podrían ser árboles o edificios, el angosto jardín

donde el gato se esconde para revolcarse en el polvo,

la rosa, la coreopsis y, en la oscuridad, la cúpula dorada del capitolio

transformada en aleación de luz de luna,

forma sin detalle, el mito, el arquetipo, el alma

llena de ese fuego que en realidad es luz de luna,

tomada de otra fuente, y brilla

unos instantes, como brilla la luna: piedra o no,

la luna sigue estando más que viva.

 

***

 

EL ESPINO

 

Al lado tuyo, pero no

de tu mano: así te miro

andar por el jardín

de verano: las cosas

que no pueden moverse

aprenden a mirar. No necesito

perseguirte a través

del jardín; en cualquier parte

los humanos dejan

señal de lo que sienten, flores

esparcidas en el polvo del camino, todas

blancas y doradas, algunas

levemente alzadas

por el viento de la tarde. No necesito

seguirte adonde estás ahora,

hundido en la ponzoña de este campo, para

saber la causa de tu huida, de tu humana

pasión, de tu rabia: ¿por qué otra cosa

dejarías caer todo aquello

que has acumulado?

 

***

 

ESCILA

 

No yo, tonta, no yo sino nosotras, nosotras: olas

azules y celestes como

una crítica al cielo: ¿por qué

atesoras tu voz

si ser algo es lo que sigue

a no ser nada?

¿por qué alzas los ojos?, ¿para oír

algo así como un eco de la voz

de dios? Sois todos iguales:

solitarios, de pie sobre nosotras, planificando

vuestras vidas absurdas; vais

donde se os manda, como todas las cosas,

donde el viento os plante, unos y otros

mirando siempre

hacia abajo, viendo alguna imagen

del agua y escuchando qué: olas,

y sobre las olas, pájaros cantando.

 

***

 

LAMIUM

 

Así se vive cuando tienes un corazón helado.

Como yo: entre sombras, arrastrándose sobre la roca fría,

bajo las copas inmensas de los arces.

 

El sol apenas me alcanza.

A veces, al comenzar la primavera, lo veo elevarse a lo lejos.

Luego crecen las hojas sobre él, hasta cubrirlo todo.

Siento su brillo entre las hojas, vacilante,

como quien golpea un vaso con una cuchara de metal.

 

No todos necesitan de la luz

en igual medida. Algunos

creamos nuestra propia luz: una hoja plateada

como un sendero que nadie puede recorrer, un lago de plata

poco profundo bajo la oscuridad de los arces.

 

Pero esto ya lo sabes.

Tú y aquellos que piensan

que viven por la verdad, y en consecuencia,

aman todo lo que es frío.

 

***

 


MAITINES

 

Perdóname si digo que te amo: a los poderosos

se les engaña siempre, los débiles

son siempre manejados por el miedo. No puedo amar

lo que no puedo concebir, y tú no revelas

virtualmente nada: ¿acaso te asemejas al espino,

siempre la misma cosa en el mismo lugar,

o a la dedalera inconsistente, que brota primero

como espiga rosada en la ladera, junto a las margaritas,

y al año siguiente es púrpura en el rosedal? Ya ves

lo inútil que es este silencio que promueve en nosotros la creencia

en que tú puedes ser todas las cosas, la dedalera y el espino, la vulnerable

rosa, la terca margarita; nada nos queda sino pensar

que no podrías existir. ¿Es eso lo que quieres

que pensemos?, ¿lo que explica el silencio esta mañana,

los grillos cuyas alas no se frotan, los gatos

que en el patio no pelean?

 

***

 

OCTUBRE

 

5.

 

Es cierto que falta belleza en el mundo.

Es cierto también que no soy la indicada para restituirla.

Tampoco hay candor, pero ahí puedo ser útil.

 

Estoy

trabajando, aunque me calle.

 

La insulsa

miseria del mundo

nos atenaza, un callejón

con hileras de árboles; somos

compañeros aquí, sin hablar,

cada uno con sus pensamientos

tras los árboles, las puertas

de hierro de las casas,

las persianas cerradas

en cuartos de algún modo vacíos, abandonados,

como si fuera el deber

del artista crear

esperanza, pero a partir de qué? de qué?

 

La palabra misma

es falsa, un instrumento que refuta

la percepción. En el cruce,

los adornos luminosos de las fiestas.

 

Fui joven aquí. Montaba

en el metro con mi librito

como para protegerme

de este mismo mundo:

 

no estás sola

decía el poema

en el túnel oscuro.

 

***

 

MEMORIA PRIMERA

 

Hace mucho, estaba herida. Vivía

para vengarme

de mi padre, no

por lo que él era...

por lo que yo era: desde el principio del tiempo,

en la infancia, pensé

que el dolor significaba que no era amada.

Significaba que yo amaba.

 

***

 

EL SUFRIMIENTO DE CIRCE

 

Al final, hice que

tu mujer me conociera como

un dios haría, en su propia casa, en

Ítaca, una voz

sin un cuerpo: ella

paró de tejer, su cabeza se volvió

primero a la derecha, luego a la izquierda.

Aunque era por supuesto imposible

identificar la procedencia

de ese sonido: dudo

que vuelva a su telar

con lo que ella sabe ahora. Cuando

la vuelvas a ver, dile

que así es como se despide un dios:

si estoy en su cabeza para siempre

estoy en tu vida para siempre.

 

***

 


LAGO EN EL CRÁTER

 

Entre el bien y el mal hubo una guerra.

Decidimos que el cuerpo fuese el bien.

 

Eso hizo que el mal fuese la muerte,

que el alma se volviera

completamente en contra de la muerte.

 

Como un soldado que desea

servir a un gran señor, el alma

desea cerrar filas con el cuerpo.

 

Se puso en contra de la oscuridad,

en contra de las formas de la muerte

que reconocía.

 

De dónde viene la voz

que dice: y si la guerra

fuese el mal, que dice

 

y si fue el cuerpo el que nos hizo esto,

nos hizo tener miedo del amor.

 

***

 

CELINDA

 

No es la luna, te aseguro.

Son esas flores

que encienden el patio.

Las odio.

Las odio como odio el sexo,

la boca del hombre

sellando mi boca,

el cuerpo paralizante del hombre,

y el grito que siempre se escapa,

la sorda y humillante

promesa de unión.

Esta noche en mi mente

oigo la pregunta y subsiguiente respuesta

fundida en un sonido

que crece y crece

hasta que se rompe en las viejas identidades,

los cansados antagonismos. ¿Lo ves?

Hemos hecho el ridículo.

Y el olor de la celinda

se cuela por la ventana.

¿Cómo puedo descansar?

¿Cómo puedo ser feliz

cuando aún existe

ese aroma en el mundo?

 

***

 

LEY NO ESCRITA

 

Interesante cómo nos enamoramos:

en mi caso por completo, del todo,

y, oh, a menudo,

así fue en mi juventud.

Y siempre de hombres aniñados,

amorfos, sombríos, que daban tímidas patadas

a las hojas muertas:

como Balanchine.

Ni siquiera los veía como distintas versiones de lo mismo.

Yo, con mi inflexible platonismo,

con mi empeño en ver las cosas una a una,

me alcé contra el artículo indefinido.

Y así, los errores de mi juventud

me hundieron en la desesperanza,

porque se repetían,

como suele ocurrir.

Pero en ti percibí algo ajeno al arquetipo,

una verdadera expansión, un optimismo

y un amor a lo terrenal

que no conocía mi carácter. Con orgullo

bendije la buena suerte de tenerte.

La bendije por completo, al igual que aquellos años.

Y tú, a sabiendas y con crueldad

me enseñaste poco a poco el sinsentido

de esa palabra.

 

***

 

EL JARDÍN

 

No puedo hacerlo nuevamente,

difícilmente soportaría verlo;

 

bajo la tenue lluvia del jardín

la joven pareja siembra

un surco de guisantes, como si

nadie lo hubiese hecho nunca:

los grandes problemas todavía

no han sido enfrentados ni resueltos.

 

Ellos no pueden verse

en el polvo fresco aún, empezar

sin ninguna perspectiva,

con las colinas al fondo, verdes y pálidas,

nubladas de flores.

 

Ella desea detenerse;

él desea llegar hasta el fin,

permanecer en las cosas.

 

Mírala a ella tocar su mejilla,

pedirle una tregua, los dedos

ateridos por la lluvia primaveral;

en el pasto tierno estrellan rojos azafranes.

 

Aun aquí, aun en los comienzos del amor,

su mano al abandonar la cara

da una impresión de despedida,

 

y ellos se creen

capaces de ignorar

esta tristeza.

 

***

 


Louise Elisabeth Glück (Nueva York, 1943)

Premio Nobel de Literatura 2020

Es autora de once libros de poesía, entre los que se incluye Averno, The seven ages, Vita Nova, por el que fue galardonada con el Premio de Poesía de The New Yorker, Meadowlands, The Wild Iris (El iris salvaje), que recibió el Premio Pulitzer de poesía y el Premio William Carlos Williams de la Poetry Society of America, Ararat que recibió el Premio Nacional de poesía Rebekah Johnson Bobbit; y The triumph of Achiles que recibió, entre otros, el National Book Critics Circle Award. 'The First Four Books es una compilación de su poesía temprana.

También ha publicado una colección de ensayos, Proofs and Theories: Essays on Poetry(1994) que ganó el PEN Martha Albrand Award for Nonfiction. La editorial Sarabande Books publicó en formato de bolsillo un nuevo poemario constituido por seis partes, titulado October. En 2001 la Universidad de Yale concedió a Louise Glück su Bollingen Prize premio de poesía que concede de forma bienal a un poeta destacado por su obra. Entre otros galardones y honores se incluyen el Lannan Literary Award, el Sara Teasdale Memorial Prize, la Medalla al mérito del MIT y diferentes ayudas y becas a la creación de instituciones como la Guggenheim y la Rockefeller.

Sus poemarios en lengua inglesa son: Firstborn (New American Library, 1968), The House on Marshland (Ecco Press, 1975),The Garden (Antaeus, 1976), Descending Figure (Ecco Press, 1980), The Triumph of Achilles (Ecco Press, 1985), Ararat (Ecco Press, 1990), The Wild Iris (Ecco Press, 1992), The First Four Books of Poems (Ecco Press, 1995), Meadowlands (Ecco Press, 1997), Vita Nova (Ecco Press, 1999), The Seven Ages (Ecco Press, 2001), Averno (Farrar, Straus and Giroux, 2006).

Su obra en prosa, también en inglés: Proofs and Theories: Essays on Poetry (Ecco Press, 1994).

Su obra traducida al castellano: El iris salvaje. Editorial Pre-Textos. 2006. La diferencia entre Pepsi y Coca-Cola: antología de poesía norteamericana contemporánea. Traductor: Julio Mas Alcaraz. Editorial Vitruvio, 2007. Ararat. Editorial Pre-Textos. 2008. Poesía selecta. Traductor: Beverly Pérez Rego. Caracas: Universidad Metropolitana, Colección Luna Nueva, 2008. Las siete edades. Editorial Pre-Textos. 2011. Averno. Editorial Pre-Textos. 2011. 

Material recopilado de diferentes archivos y blogs en la web

 

 

miércoles, 7 de octubre de 2020

Andrea Cote Botero / Migraciones

 






Migraciones

 

Regresamos por la misma senda

por la que partimos la otra madrugada.

Si no fuera porque el viento

lleva retazos de junco y paja herida,

habríamos creído que era el mismo mundo.

Por la parte que todo lleva intacta:

trazado de calle que persiste,

ausencia del tendero que hace

esquina en cada pueblo.

Espigado recorrido por lo llano y nuestras pobres preguntas

¿No era todo esto más grande?

Las pieles desleídas por la espera

en la penumbra de otros encierros.

Las primeras mujeres que nos vieron

descreyendo lo vacío de las manos,

el olor a hierba santa,

el frío de otros mundos.

El lenguaje, por su parte,

también otro

criando gente que ahora tiene hijos

y no les pone nombre.

En tanto,

por la cresta

sube y baja un caudal de legiones extranjeras,

hordas de gente que camina,

lo mismo da si van o vuelven

 

avanzan por un país que no es el propio.

 

 

Andrea Cote Botero (Santander, Colombia 1981)

Es poeta y escritora. Entre sus publicaciones destacan la colección de poemas Puerto Calcinado (2003), el ensayo Blanca Varela y la escritura de la soledad (2004), la biografía de Tina Modotti Fotógrafa al desnudo (2005) y A las cosas que odié (2008), libro incluido en la Antología de la Nueva Literatura Colombiana Transmutaciones en 2010.

martes, 6 de octubre de 2020

Consuelo Tomás / Agonía de la reina





 AGONÍA DE LA REINA  

 

Darte la vida en estallidos de la carne y perderme en ello

Fue la máxima consigna que coronó el universo en mis cabellos.

Cruce del cielo y del infierno mi vestido de flores

Me di en las cascadas de tu aliento

En la luz derramada por los vasos de tu día

En la efervescencia y la pólvora

Con el dolor surcando los contornos de este tiempo

Limpié lágrimas y escombros después de las conflagraciones

Con una caravana de fantasmas cruzándome la calma

Sembré las flores arrancadas de mi risa

Y te puse con ellas un jardín en el pecho.

 

 

Era un levitar de aromas en mis senos

Una comparsa de libélulas cantándome en el vientre

Un olor de mangos en las manos esparcido

Era mi cuerpo el lecho de tu río

La caverna oscura en la que para tu calor

Hube de inventar el fuego.

Multipliqué los panes para tu hambre de niño

Y se fue deshojando el árbol que cuidé para ti

Contra el frío de todos los inviernos

En ramas desnudas bajo un cielo de plomo

Vi tornarse mis brazos extendidos.

 

 

Cuando un pedazo de sol agonizaba en mi ventana

Y tus ojos miraban caer meteoros de cruda lejanía

Yo contaba los hijos que perdí en guerras sin nombre

Los animales enjaulados en mi boca

Y los días vagabundos

Con el musgo entre mis piernas que no tuvo sello

Barcos fantasmas vi partir desde mi cuerpo

Mordí la ácida fruta de los nocturnos desamparos

Y las horas incrustaron alfileres de veneno

En mi carne fugitiva.

 

 

Despierta y extendida como una oscura estepa

Depositó la noche sus misterios

En la enormidad de mis amplias orfandades

Los guardé para ti en el cofre de mis dedos

Los secretos de las piedras me fueron revelados

La savia de los troncos me entregaron sus milagros

Para curarte al retorno de tus vuelos a la furia

Desflecado el estandarte

Con que alzaste hasta lo alto tus deseos.

 

 

De esperarte se gastaron mis sentidos

Llovió edad sobre mi pelo y la mirada,

se me llenó de humo

Dejaron de saltar los arlequines de mis manos

Aprendí a no pestañear en los eclipses

De mi falta se marchó el olor de crisantemos

Y el carrusel de mi risa se convirtió en silencio

Rota la cabalgadura que cargó mis esperanzas

Prófuga gris en su evasión perfecta

En su tristeza yace como tenía que ser

En un ovillo de huesos sin sustento

Sobre una mezcolanza de plomo y de ceniza.

 

Consuelo Tomás (Bocas del Toro, Panamá 1957)

Es una poeta, narradora, comunicadora, actriz de teatro para títeres. Ha ganado premios nacionales de poesía y cuento y participado como invitada a una pluralidad de encuentros literarios en España, Centroamérica, Alemania, Argentina, Cuba, Puerto Rico, México, Colombia, República Dominicana. Parte de su obra ha sido publicada en revistas nacionales e internacionales y traducida al inglés, francés, holandés, sueco, alemán, rumano, portugués y bengalí.


lunes, 5 de octubre de 2020

Marta Jazmín García / La extranjera

 

 




LA EXTRANJERA

 

Yo vengo de ya no encontrarte.

Solo tengo que ver contigo

ausente, en esta ciudadanía coagulada

del mundo que me transpira.

 

Si todos hubieran conocido

tus lúgubres signos

superpuestos en mi mapa

como dúctiles atlántidas,

tal vez por fin entenderían

ese extraño acento

del silencio en mis labios

herméticos y con tus besos muertos

adentro.

 

Marta Jazmín García (Puerto Rico, 1983)

Es una poeta y educadora puertorriqueña. Su interés principal es la literatura, especialmente, la poesía hispanoamericana contemporánea. Ha publicado Luz fugitiva (2014) con Ediciones Callejón además de textos críticos en revistas y sitios especializados. Se dedica a la enseñanza de la literatura a nivel universitario y estudia un doctorado en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.

Roberto Juarroz / Diez poemas de Poesía vertical

 









1

 

Una red de mirada

mantiene unido al mundo

no lo deja caerse.

Y aunque yo no sepa qué pasa con los ciegos,

mis ojos van a apoyarse en una espalda

que puede ser de dios.

Sin embargo,

ellos buscan otra red, otro hilo,

que anda cerrando ojos con un traje prestado

y descuelga una lluvia ya sin suelo ni cielo.

Mis ojos buscan eso

que nos hace sacarnos los zapatos

para ver si hay algo más sosteniéndonos debajo

o inventar un pájaro

para averiguar si existe el aire

o crear un mundo

para saber si hay dios

o ponernos el sombrero

para comprobar que existimos.

 

2

 

La muerte nos roza a veces los cabellos,

nos despeina

y no entra.

 

¿La detendrá quizás algún gran pensamiento?

¿O acaso pensamos

algo mayor que el pensamiento mismo?

 

3

 

El ser empieza en mis manos de hombre.

El ser,

todas las manos,

cualquier palabra que se diga en el mundo,

el trabajo de tu muerte,

Dios, que no trabaja.

 

Pero el no ser también empieza entre mis manos de hombre.

 

El no ser,

todas las manos,

la palabra que se dice afuera del mundo,

las vacaciones de tu muerte,

la fatiga de Dios,

la madre que nunca tendrá hijo,

mi no morir ayer.

 

Pero mis manos de hombre ¿dónde empiezan?

 

5

 

No quiero confundir a Dios con Dios.

 

Por eso ya no uso sombrero,

busco ojos en los ojos de la gente

y me pregunto qué es lo que nos deja despertar,

mientras estoy aquí, entre paréntesis,

y sospecho que todo es un paréntesis.

 

Mientras manoseo esta muerte con horario de trenes

y me calco las manos.

 

Porque tal vez todo el juego sea ése:

calcarse uno las manos.

 

Calcarse entre paréntesis,

no afuera.

 

No quiero confundir a dios con dios.

 

9

 

Pienso que en este momento

tal vez nadie en el universo piensa en mí,

que sólo yo me pienso,

y si ahora muriese,

nadie, ni yo, me pensaría.

 

Y aquí empieza el abismo,

como cuando me duermo.

Soy mi propio sostén y me lo quito.

Contribuyo a tapizar de ausencia todo.

 

Tal vez sea por esto

que pensar en un hombre

se parece a salvarlo.

 

13

 

Hay palabras que no decimos

y que ponemos sin decirlas en las cosas.

 

Y las cosas las guardan,

y un día nos contestan con ellas

y nos salvan el mundo,

como un amor secreto

en cuyos dos extremos

hay una sola entrada.

 

¿No habrá alguna palabra

de esas que no decimos

que hayamos colocado

sin querer en la nada?

 

 

15

 

El amor empieza cuando se rompen los dedos

y se dan vuelta las solapas del traje,

cuando ya no hace falta pero tampoco sobra

la vejez de mirarse,

cuando la torre de los recuerdos, baja o alta,

se agacha hasta la sangre.

 

El amor empieza cuando Dios termina

y cuando el hombre cae,

mientras las cosas, demasiado eternas,

comienzan a gastarse,

y los signos, las bocas y los signos,

se muerden mutuamente en cualquier parte.

El amor empieza

cuando la luz se agrieta como un muerto disfrazado

sobre la soledad irremediable.

 

Porque el amor es simplemente eso:

la forma del comienzo

tercamente escondida

detrás de los finales.

 

17

 

Hay que caer y no se puede elegir dónde.

Pero hay cierta forma del viento en los cabellos,

cierta pausa del golpe,

cierta esquina del brazo

que podemos torcer mientras caemos.

 

Es tan sólo el extremo de un signo,

la punta sin pensar de un pensamiento.

Pero basta para evitar el fondo avaro de unas manos

y la miseria azul de un Dios desierto.

 

Se trata de doblar algo más una coma

en un texto que no podemos corregir.

 

33

 

Sí, hay un fondo.

 

Pero hay también un más allá del fondo,

un lugar hecho con caras al revés.

 

Y allí hay pisadas,

pisadas o por lo menos su anticipo,

lectura de ciego que ya no necesita puntos

y lee en lo liso

o tal vez la lectura de sordo

en los labios de un muerto.

 

Sí, hay un fondo.

 

Pero es el lugar donde empieza el otro lado,

simétrico de éste,

tal vez éste repetido,

tal vez éste y su doble,

tal vez éste.

 

39

 

Voy a alargar caminos de caricia,

con algo de dulzura entre dos dientes

y un garabato tibio en los cabellos,

para que el poco sueño que aún nos queda

no se nos caiga.

 

Voy a alumbrar tu rostro mientras duerme

y mirarlo al revés, donde no duerme.

 

Voy a juntar raíces por el aire,

catálogos de nieves que no caen

y sitios para párpados.

 

Voy a tomar al hombre por el centro

y tirarlo a rodar, a ver si llega.

 

Voy a tomarme a mí, ya me he tomado,

para enlazar de nuevo los cristales

con un redondo material sin tiempo.

 

Voy a cortar las puntas de la vida

como unas uñas demasiado largas.


Roberto Juarroz (Coronel Dorrego, Provincia de Buenos Aires, 5 de octubre de 1925 - Temperley, Buenos Aires, 31 de marzo de 1995)


domingo, 4 de octubre de 2020

Arnaldo Jiménez / Pasajeros

 





Pasajeros

 

el tiempo es engaño y certeza

los pasajeros

sólo

podemos ser tiempo

 

no es suficiente

habitar las páginas

de las reconciliaciones

 

las voces de la familia

acumulan las lejanías

 

nunca se pesca con la mirada

las escenas

que el alma retiene por dentro

 

alguien doblará

los trapos que dejan

los difuntos

 

en el muelle

despedimos los barcos

y los seres que hemos sido

se pierden para siempre

Las olas

 

templo el nailon del alma

para pescar la lejanía

que crece en mí

 

al final de mis ojos

siento que un barco

empequeñece

 

no duramos más

que esta danza dorada

sobre las aguas

 

las olas arrastran

por la arena

los nombres propios

 

y aprendemos a ser

los verbos del silencio

 

toda inmensidad culmina

en espuma

 

 

 

Arnaldo Jiménez (La Guaira, Venezuela 1963)

Poeta, narrador y ensayista. Es licenciado en educación en la especialidad de Ciencias Sociales por la Universidad de Carabobo. Maestro de aula desde el 1991. Es miembro del equipo de redacción de la Revista internacional de poesía y teoría poética: Poesía del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo, así como de la revista de narrativa Zona Tórrida, de la misma Universidad.

sábado, 3 de octubre de 2020

María Paz Guerrero / Descarga su peso sobre las horas

 




Descarga su peso sobre las horas

 


como si el atardecer

torbellino,

como si la vista desde el piso octavo

lo acercara a Marina

79 años

se desploma contra el césped

se parte los dientes.

En al ascensor Marina

le agradece a Dios

y tapa su boca mueca

 

 *

Desde el piso octavo busca historias:

Antes, la sangre de Marina era

el ciclo solar de su cuerpo.

Ahora la mano temblorosa

arranca un diente

y esta nueva sangre

le recuerda cómo la carne

-no solo el iris, ni el tiempo-

 

también se parte

 

 

María Paz Guerrero (Bogotá, Colombia 1982)

Literata de la Universidad de los Andes donde fue publicada su monografí­a meritoria de grado, "El dolor de estar vivo en los Poemas Póstumos I de César Vallejo". Realizó maestrí­a en literatura comparada de la Universidad de la Sorbona Nueva, Parí­s, con tesis titulada "Del silencio al instante en la poética de José Manuel Arango".