martes, 18 de agosto de 2020

Luz Machado / (3 poemas )

 


XXXV

 

Las iglesias son

el místico archipiélago.

Ah, el largo solaz de la oración,

su agitado zarzal solitario

cuya flama alumbra

el ignorado rostro de la Omnipotencia.

En el aire las torres señalan

las plegarias,

su secular instante reiterado.

Y un atrio sonoro abren las campanas,

multiplican el ara.

Afuera el sol oficia en ellas

su largo rito de oro.

La luna es la aureola

de la imagen nocturna.

La madera regala su sombra para el gesto.

Toda la materia rinde el mortal vasallaje,

eleva sus vitrales de color o de aroma.

Afuera espera Lázaro el óleo fariseo.

Y es la piedra del símbolo

la que sostiene el púlpito

desde donde los siglos hablan

con Jesucristo.

 

 

XXVI

 

Aves y pájaros rezagados

abren sus vuelos

entre ceibas, samanes, eucaliptos.

Huyendo de los ruidos vuelan alto

sobre las cruces de las iglesias,

creándoles frontis a los edificios,

como si fueran altos pensamientos.

O abren sus rompecabezas

en el estrecho cielo citadino

para que nuestras miradas descubran

la figura del vuelo.

No se han ido todos de la Ciudad,

aunque los ahuyente un aire enfermo

y ruido y movimiento.

Aunque sólo algunos hallen sitio

a un lado de la vida de alguien

que aún los ama.

 

Advertencia de la soledad

 

Niña, quédate sola. Cuida la casa y cuídate.

Toma llaves, monedas y este par de respuestas.

El tiempo llama afuera.

Tú vas creciendo íngrima en grave adolescencia.

 

No cierres puertas ni ventanas. Trabaja.

No vendrán aires malos si el pensamiento es claro.

Tu candor en él, íntegro, salva su hoja intacta,

como la mariposa la miel entre la rosa.

 

Tu labor pulirá toda la fuerza niña

mientras tu paz ingenua hace más leve el tiempo

que afuera esparce encima de las sienes ceniza

mientras se desraízan los más hondos recuerdos.

 

El de los 4 años, de abanico y pañuelos.

El de los 10 impúberes de marginales gracias.

El de los 15 ariscos y los 20 dispersos

los 25 tristes y los 30 rebeldes.

 

El umbral de los juegos, el patio de las risas,

el corredor del sueño, la tapia de la angustia

y el rápido regreso del viaje que no hicimos

y ese viaje perenne que ya nunca acabamos.

 

Ojalá aprendas sola, cada vez que yo salgo,

algo que te haga enteros el ánimo y la sangre.

Cuando llegues a este tiempo desde donde te hablo,

sea tu respuesta breve, cierta y distinta a ésta.

 

Por eso a ratos hago la que no quiero verte,

la que te deja sola, la que se va y no entiende.

Aunque mi sangre es tuya, la vena es diferente.

Niña, quédate sola, para que estés contigo.

 

Luz Machado (Ciudad Bolívar, 1916-Caracas, 1999)

Poeta, defensora de los Derechos de la mujer.  A temprana edad, 13 años, publicó sus primeras poesías en la revista ALONDRAS. Casada con el escritor Coromoto Arnao, trasladándose a la ciudad de Barquisimeto donde fundó y dirigió en 1934 la revista “Valores Intelectuales” con su esposo y con los escritores Lino Iribarren Celis y Teófilo Leal.

Premio Municipal de Poesía 1946. Asesora Literaria de Radio Nacional en 1950. Agregada cultural de la Embajada de Venezuela en Chile, 1955. En 1956, reanuda su labor periodística en la Radio Nacional de Venezuela, en el diario La República (1961) y desde 1970 con el seudónimo de ÁGATA CRUZ en las revistas IMAGEN y KENA. En 1965 coordinó la Colección Biblioteca Popular Venezolana.

lunes, 17 de agosto de 2020

Eusebio Blasco / Si usted la viera…



Si usted la viera…

 

El confesor me dice que no te quiera

Y yo le digo, Padre si usted la viera

Dice que tus amores me vuelven loco

Que a mi deber no atiendo, que duermo poco

 

Dice que nuestras muchas conversaciones

Fomentan en la aldea murmuraciones

Dice que no quererte fácil me fuera

Y yo le digo, Padre si usted la viera, si usted la viera

 

En vano le aseguro que eres es tan pura

Hay que rezar delante de tu hermosura

Que eres gentil, airosa, cual azucena

Que nacen de tus labios

Que son lluvias de mayo tus blondos risos

Y que vivir no puedo sin tus hechizos

El me dice muy hosco que es gran quimera

Y yo le digo, Padre si usted la viera

 

Confesando que el alma tengo en tus ojos

Me dijo el padre cura con mil enojos

Que un pecado tan grande no perdonaba

Y que si te quería me condenaba

 

Entonces con amante dulce arrebato

Del pecho en que lo llevo saqué un retrato

El cura al ver tu imagen dulce alma mía

Contemplándolo absurdo se sonreía

 

Esa sí que refleja santos amores

Creyó que eras la Virgen de los Dolores

Esa sí que es hermosa la luz de estrella

Y yo le dije, Padre pues esta es ella.

 

Olvidado ya el cura de su corona

Dijo abriendo los ojos linda persona

Si es buena como hermosa que en paz te quiera

Y yo le dije, Padre si usted la viera…

 

Eusebio Blasco (Zaragoza, 1844-Madrid, 1903)

Escritor, periodista, poeta y dramaturgo español, hermano mayor del dramaturgo Ricardo Blasco Soler. Escritor fecundo: veintisiete volúmenes abarcan la edición de sus Obras completas (Madrid: 1903-1906). Publicó colecciones de artículos, como Los curas en camisa (1866), pero fue sobre todo un destacado comediógrafo (se le deben no menos de setenta y cuatro comedias), novelista (Los dulces de la boda, 1872; Busilis: relación contemporánea, 1881) y poeta (Arpegios, 1866; Epigramas, 1881).

domingo, 16 de agosto de 2020

Fina García Marruz / (3 poemas )




Ama la superficie casta y triste...

 

"Sé el que eres"

Píndaro

 

Ama la superficie casta y triste.

Lo profundo es lo que se manifiesta.

La playa lila, el traje aquel, la fiesta

pobre y dichosa de lo que ahora existe

 

Sé el que eres, que es ser el que tú eras,

al ayer, no al mañana, el tiempo insiste,

sé sabiendo que cuando nada seas

de ti se ha de quedar lo que quisiste.

 

No mira Dios al que tú sabes que eres

-la luz es ilusión, también locura-

sino la imagen tuya que prefieres,

 

que lo que amas torna valedera,

y puesto que es así, sólo procura

que tu máscara sea verdadera.

 


Cuando el tiempo ya es ido, uno retorna...

 

Cuando el tiempo ya es ido, uno retorna

como a la casa de la infancia, a algunos

días, rostros, sucesos que supieron

recorrer el camino de nuestro corazón.

Vuelven de nuevo los cansados pasos

cada vez más sencillos y más lentos,

al mismo día, el mismo amigo, el mismo

viejo sol. Y queremos contar la maravilla

ciega para los otros, a nuestros ojos clara,

en donde la memoria ha detenido

como un pintor, un gesto de la mano,

una sonrisa, un modo breve de saludar.

Pues poco a poco el mundo se vuelve impenetrable,

los ojos no comprenden, la mano ya no toca

el alimento innombrable, lo real.

 


Los extraños retratos

 

Ahora que estamos solos,

infancia mía,

hablemos,

 

olvidando un momento

los extraños retratos

que nos hicieron.

 

Hablemos de lo que tú y yo,

por no tener ya nada,

sabemos.

 

Que esta solitaria noche mía

no ha tenido la gracia

del comienzo,

 

y entré en la danza oscura de mi estirpe

como un joven tristísimo

en un lienzo.

 

Mi imagen sucesiva no me habita

sino como un oscuro

remordimiento,

 

sin poder distinguir siquiera

qué de mi pan o de mi vino

invento.

 

En el oscuro cuarto en que levanto

la mano con un gesto

polvoriento,

 

donde no puedo entrar, allí me miras

con tu traje y tu terco

fundamento,

 

y no sé si me llamas o qué quieres

en este mutuo, extraño

desencuentro.

 

Y a veces me parece que me pides

para que yo te saque

del silencio,

 

me buscas en los árboles de oro

y en el perdido parque

del recuerdo,

 

y a veces me parece que te busco

a tu tranquila fuerza

y tu sombrero,

 

para que tú me enseñes el camino

de mi perdido nombre

verdadero.

 

De tu estrella distante, aparecida,

no quiero más la luz tan triste

sino el Cuerpo.

 

Ahonda en mí. Encuéntrame.

Y que tu pan sea el día

nuestro.

 

Fina García Marruz (Cuba, 1923)

Es una poetisa e investigadora literaria cubana, que ha recibido numerosas distinciones entre las que destacan los premios Nacional de Literatura 1990, Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2007 y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2011.

sábado, 15 de agosto de 2020

Tomás Segovia / (3 poemas )

 


Canciones sin su música

 

Porque te voy a ver tal vez mañana

y porque aún palpita, aunque dolido el tiempo

por un instante pacto con mi historia

puedo al fin dar tu rostro a este abandono

poner mi nombre a aquél que desangraste

llamar mi vida a este naufragio

saber que fue todo verdad tu amor

y fue tu desamor verdad del todo

eras tú quien me alzaba de la sombra

y hecha sombra impensable eras tú quien me hería

confieso que te quise salvadora o maligna

mi esplendor o mi muerte eran tu ministerio

y yo te amaba en todos tus poderes

todo lo supe fue ese abismo el que quise

y hoy todavía para mí ya no hay mañana

sino por la violencia con que espero

por mi bien o mi mal volver a verte

una vez más una sola vez más

siempre una sola siempre

una misma vez más.

 


Dicho a ciegas

 

Di si eran éstas las palabras

Míralas bien

Córtalas con cuidado

Y vamos a guardarlas

Sepultadas debajo de la casa

Tesoro rescatado

Devuelto al culto

Palabras guarecidas

Mantenidas en vida

Que de secreto se alimentan

Reverenciadas en su catacumba

Ocultas mientras dure afuera

         la locura lasciva del lenguaje

Para sólo sacarlas

Cuando pisemos el silencio soberano

En la omnisciente noche de la afasia

Y antes de que la clave se nos borre

Mirarlas un instante en su esplendor

Carne verbal viviente en el silencio

Inmaculadas concepciones

Rompedoras del círculo vicioso

Otra vez mediadoras

Para que se hagan mutuos mediadores

Dos que dicen tú y yo

Antes de que la noche del amor los borre

Mas todo está fundado si al borrarse se hablan.

 

  

El extranjero

 

No le toques los pechos Extranjero

A esta sombra con fiebre que esta noche

Anocheció tan hembra

Por los linderos de los residentes

Todo el verano es de ellos

Escúchalos dichosamente extraviados

Sin saber cómo hacer

Para entender bajo sus propias voces

Este lamento de la plenitud

Que tan claro se oye en tu silencio

Y tienes que vagar a solas

Por las quietas afueras de su fiesta

Y poner sólo ecos distantes

En tu ramo nocturno en la sombra cortado

Y bañarte tan solo en murmullos de espumas

No saben que su amo

Tiene en ti un siervo más

Que también el verano te devuelve un rato

Tu corazón con llaga

Nadie sabe aquí el nombre

De tu amor extranjero

Y tienes que alejarte al borde de la noche

A decirlo a sus muertos

Que duermen allá afuera y que piensan en ti

Tras sus pesados párpados cerrados.

 

Tomás Segovia (España, 1927 - Ciudad de México, 2011) fue un escritor, poeta y ensayista español, naturalizado mexicano. Galardonado en varias ocasiones, fue ganador del Premio Xavier Villaurrutia en 1972, por Terceto, obtuvo el Premio Magda Donato en 1974, y el Premio Alfonso X de Traducción en 1982, 1983 y 1984. Fue ganador del Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo en 2000, del XV Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo en 2005,7 y del Premio Extremadura a la Creación en 2007.

viernes, 14 de agosto de 2020

Ida Vitale / (4 poemas)



Estar solo


Un desventurado estar solo,

un venturoso al borde de uno mismo.

¿Qué menos? ¿Qué más sufres?

¿Qué rosa pides, sólo olor y rosa,

sólo tacto sutil, color y rosa,

sin ardua espina?

 

Gatos


Como tras los mullidos ves tres gatos

a su trisagio erótico ceñidos,

saltar por los tejados, aguerridos

como otros d ' Artagnan, Porthos y Athos,

 

pasas a depender, no de insensatos

pensamientos ajenos repetidos

ni de tu larga deuda de descuidos

sino del paso de estos gatos gratos.

 

El primero te quita de lo humano

sin llevarte por eso a lo divino;

el segundo te anima la sonrisa;

 

con el tercero, piensas, de la mano,

más cabal, de la cola del felino:

¿a qué, no siendo humanos, tanta prisa?

 

Exilios  


Están aquí y allá: de paso,

en ningún lado.

Cada horizonte: donde una ascua atrae.

Podrían ir hacia cualquier fisura.

No hay brújula ni voces.

Cruzan desiertos que el bravo sol

o que la helada quema

y campos infinitos sin el límite

que los vuelve reales,

que los haría de solidez y pasto.

La mirada se acuesta como un perro,

sin siquiera el recurso de mover una cola.

La mirada se acuesta o retrocede,

se pulveriza por el aire

si nadie la devuelve.

No regresa a la sangre ni alcanza

a quien debiera.

Se disuelve, tan solo.

 

Accidentes nocturnos


Palabras minuciosas, si te acuestas

te comunican sus preocupaciones.

Los árboles y el viento te argumentan

juntos diciéndote lo irrefutable

y hasta es posible que aparezca un grillo

que en medio del desvelo de tu noche

cante para indicarte tus errores.

Si cae un aguacero, va a decirte

cosas finas, que punzan y te dejan

el alma, ay, como un alfiletero.

Sólo abrirte a la música te salva:

ella, la necesaria, te remite

un poco menos árida a la almohada,

suave delfín dispuesto a acompañarte,

lejos de agobios y reconvenciones,

entre los raros mapas de la noche.

Juega a acertar las sílabas precisas

que suenen como notas, como gloria,

que acepte ella para que te acunen,

y suplan los destrozos de los días.

 

 

 

Ida Vitale  (Uruguay, 1923)

Es una poetisa, traductora, ensayista, profesora y crítica literaria uruguaya miembro del movimiento artístico denominado "Generación del 45" y representante de la poesía "esencialista". Es una de las voces poéticas más importantes del mundo hispanoamericano. Premio Miguel de Cervantes, Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances  y Premio Internacional Alfonso Reyes.

jueves, 13 de agosto de 2020

María Auxiliadora Álvarez / (3 poemas)

 


ella me abre las piernas

desde el piso

trata de ascender

y no la dejo                    que aquí no hay nada

se cerró la puerta

se acabó la casa

ella quiere devolverse

por las tardes

se me para entre los pies

calva y caliente             y no entiende

que la aparto

que esa puerta se acabó

que no se puede

entrar ya ni salir

ni decidirla

que ya basta de quirófano y cabeza

por las tardes amorosas y sangrientas

y ella tiene miedo

y quiere hundirse

en el útero de nuevo

en la noche y la comida

en su cuarto pegajoso

entre mis piernas

y no la dejo                     que ahí no hay nada

se cerró la tarde para la cabeza

no hay sangre

ni cuchillo                     que la conduzca

ni boca de perro          que la defienda

 

 4

usted nunca ha parido


no conoce
                    el filo de los machetes
no ha sentido
                        las culebras de río
nunca ha bailado
                              en un charco de sangre querida
doctor
no meta la mano tan adentro
que ahí tengo los machetes
que tengo una niña dormida

y usted nunca ha pasado
                                                  una noche en la culebra
usted no conoce el río

 

22

mi esposo que vive enterrado

tanto le da la vida como la muerte

yo y los niños vamos a veces

corremos en su superficie

EEEE le gritamos

con las bocas pegadas a la tierra

SAAAL queremos verte

ven a ver este sol           estas personas           estos animales

estamos alegres

Lo oscuro de él no saluda

o se pone triste con la mano

o hace señas para que nos vayamos

Sal solos de ti

 

María Auxiliadora Álvarez (Caracas, 1956)

Estudió Letras Hispánicas en Estados Unidos y Artes Plásticas en Colombia y Venezuela. Ha dado clases en Miami University (Ohio), University of Illinois y UNAM (México). Ha hecho crítica literaria y cultural, y ha expuesto en diferentes ocasiones su trabajo plástico. Es miembro del Consejo de Latin American Studies Association (Sección Venezuela).