miércoles, 26 de enero de 2011

Marian Raméntol / España


Marian Raméntol (Barcelona, 1966). Poeta, traductora y directora de la revista cultural La Nausea. Miembro del grupo musical O.D.I. Miembro del grupo poético LAIE (2006-2009).Miembro del colectivo artístico Grup Tremó (2010).
Ha traducido a poetas contemporáneos italianos al catalán y al castellano. Ha publicado seis poemarios y ha sido incluida en seis antologías. Ha sido premiada en diversos concursos nacionales e internacionales, y su obra ha sido ampliamente difundida en revistas especializadas donde ha publicado poesía, ensayo y artículos de opinión. Ha sido traducida al inglés, italiano, rumano, armenio y estonio, y ha prologado varios libros de poesía. Su actividad en el ámbito poético le ha llevado a formar parte de festivales, exposiciones, recitales y diferentes actos patrocinados por Ayuntamientos, editoriales y otras entidades culturales.

Web del autor: http://marianramentol.blogspot.com/


MI MIRADA EN LA ÚLTIMA ESQUINA DEL AIRE

La vida retrocede unos centímetros
cada vez que mis ojos hacen alarde de su cortesía
con el mejor saludo guardado en el bolsillo.

La bufanda intenta arropar el calcio de mi invierno,
la miopía del mundo que me reconoce,
esa cicatriz interesante, la galería de mi vientre
abandonado.

Llueve almidón sobre la lírica
mientras mis manos asesinas se conjuran
para el inmolamiento del poema, para la fría
soledad de la excelencia, que confusa, sospecha
de mi amor umbilical y zancadillea
al inhumano dinamismo
de los cadáveres cuando se enfrían, a mis dedos
cuando se emocionan, a la torpeza de los quilómetros
recorridos, a los campos
germinados de palabras, a su incontinencia
ese baño de orines ocre y sangre salada,
a cada uno de los monosílabos que definen mi pupila.

La vida desmiente la voz de mi madre,
el insomnio de mis pechos, mi mirada en la última
esquina del aire, donde se rompe la muerte
como un punto de libro ecológico,
y todo lo que queda, es un pulmón sudoroso.

CÓMO NO IBAN A ODIARME

Huyen de mí los plurales
se amamantan en otras bocas, irreparables,
con el crimen multiplicado en los ojos
las manos dentadas de carne inútil y sexo frío,
transparentemente culpable.

Conjugaciones a bocajarro que moldean el silencio,
se deshacen sin otro destino
que el cuerpo tumefacto de un poema,
prescindible como la eternidad,
como el murmullo de mis pechos.

La sintaxis no vendrá a salvarme
de las declinaciones del rencor de los charcos,
del odio de los halcones y del mal uso del abecedario
con el que he ensuciado su vuelo, con nombres blandos,
demasiado jóvenes o demasiado viejos,
con vértigo a los tendones de la lluvia
y a la altura del invierno.

Cómo no iban a odiarme,
si aquí duele la gramática del verano,
la luz es un francotirador de obuses de papel,
tan cansados, que no superan
el primer mordisco en los labios, su temperatura
partiendo el aire, la adherencia de la hierba a mis huesos,
el hundimiento de la tormenta sobre las horas,
ni el dejar en la estacada a ese azul
que menstrúa en la ventana.


LOS ACENTOS QUE DIBUJAN LAS ZAPATILLAS EN EL PECHO.

Ven a cenar con mi cuerpo, a un beso de distancia
de mis vías digestivas donde la oscuridad nos enumera.

Sé perverso cuando llore la noche,
deja que la cabeza crujiente del mundo,
repose, despegada,
sobre el dramatismo dormido de mis ojos.

Moleremos juntos las palabras de hiedra,
los labios sudorosos del árbol en invierno,
la nuca sedienta de los peces, el cuello macerado
en el borde mismo del aire, las manos que se besan,
y todos los ingredientes necesarios
para ponernos el alma
y bajar a comernos los abrazos,
los mares hondos, los acentos
que dibujan las zapatillas en el pecho,
y los verbos con los que somos distintos,
detrás de nuestro retrato.

EN LOS LABIOS LIMPIOS DE MI DESIERTO

No me convence el discurso de la fotografía
que te imagina todavía en la alacena, con tu verdad
indolora en sobrecitos de colores, mientras calientas
la leche y dibujas de memoria la boca de tus hijos,
porque allí quedó encogida toda la ausencia
pasando el aspirador sobre los días.

No puedo comprarme unos ojos de madre,
unas manos expertas en trenzar los descuidos,
pero puedo reinventarte en la cocina de mi pecho,
la cocción de la risa en amarillo secando el llanto
del sol en la tarde, las olas de tus ojos
como un naufragio degenerado
en la geografía de ese potaje
que nos enseñó a restar garbanzos
y a sumar tus besos,
también en las uñas del otoño que no se ha ido
o en los labios limpios de mi desierto.

Puedo imaginarte más madre que nunca
con azucarillos colgando de las orejas,
los brazos de agua tímida y ese olor a frío escondido,
un nuevo caldo para ese invierno que es mi cúpula,
un atlas para la paz de mi último minuto.

QUIZÁ TENGO DEMASIADAS PALABRAS EN LOS OJOS

Veo el muñón en las alas, la luz suicida
que trepana la inocencia y nos convence
de que es mejor subir a dentelladas por la sangre
que bajar los escalones del silencio.

La voz en miniatura pasa rápida
por los oídos, con el cuerpo a la carrera y las manos
poco hechas, un aire naive resbalando por la nariz
de un cuadro demasiado grande,
la saliva en la boca, quemada.

Nada cuadra en estas trenzas,
muñecas de verdad con pecas de mentira
que juegan al escondite en las empalizadas
y violan la niñez que nos vive.

Quizá tengo demasiadas palabras en los ojos,
sílabas pequeñas que no alcanzan la pared
de mi garganta, y viven agachadas, con la falda
huérfana y las piernas cortas, esperando el turno
para inventar un nuevo puente colgante
desde donde practicar el salto al vacío,
sin perderse y sin tener que perdonarse.

jueves, 20 de enero de 2011

Gustavo Córdoba / Venezuela



Gustavo Córdoba nació en Maracay, Estado Aragua el 11 de Diciembre de 1959, Ha vivido en Italia, España, Suecia y actualmente vive en Noruega.

Sólo la noche

“Por todos los astros lleva el sueño
pero sólo en la tierra despertamos”
Eugenio Montejo

Sólo la noche sabe
dónde está tu cuerpo,
en qué otro astro,
equidistante del sol y mi deseo,
en él talla su música otro cuerpo,
en qué manos vacía sus arpegios.

Sólo la noche
que ha visto envejecer mi piel a solas,
y que responde en su vocablo intermitente
al indescifrable canto de las ranas.


El retorno de la noche

Yo espero el retorno de la noche
como los que han partido
esperan el retorno de sus viejas ciudades.
No otras diferentes, sino aquellas,
las mismas que dejaron,
aquellas detenidas en un reloj antiguo,
ancladas en el musgo de la memoria.

No es sencillo
habitar la noche a solas,
sentir en la piel su quieta vastedad
y dejar que sus grillos
convoquen la vigilia
para que la palabra nos sueñe,
mientras una mirada persistente,
un nombre impronunciable,
desata tormentas nocturnas
sobre nosotros.


Extraviado

No sé cuando, en este viaje,
en que andén cubierto por la bruma,
perdí mi viejo mapa,
aquel en que tracé toda mi ruta.

Y aquel cuaderno,
-antigua bitácora que usaba
para recordarme a mí mismo quién era,
de dónde había partido-
lo extravié en algún tren,
en algún puerto.

No sé cuánto me he alejado,
a cuántas estaciones estoy de mi destino,
si hay alguien -o algo-
que me espera
en alguna ciudad que no recuerdo.

Ya no duermo,
estoy atento a las miradas,
a algún gesto,
alguna mano expectante
agitándose al viento,
una llamada repentina en mi hombro.


Otro

Hay otro
que dibuja mis huesos
frente a su espejo,
otro que consume
la ración de mañana que me toca,
que pasea mis temores
por ciudades recónditas.
Otro, cuyo cuerpo
me deja a veces sin aliento
cuando en las noches
enciende la llama del deseo
y danza la antigua canción.
Otro que amanece en los puertos
en los que el alfabeto es la piel,
y la memoria naufraga,
otro que desnuda mi fragilidad
con timidez de arena,
y ahoga mi propio estupor
ante ojos expectantes…
(mi pudor es el artilugio de su deseo).
Pero ese otro no soy yo
aunque se me asemeja
y recuerda a mí.

Pero yo nunca me fui
estoy aquí desde siempre,
en tu plaza sola
debajo de tu fronda,
y mis cometas
nunca han dejado de sonreírme
por encima de los antiguos balcones
con sus largas alas azules.

Si acaso ese otro que no soy
no vuelve,
y la noche desnudase sus huesos
en una ciudad perdida, con su último abrazo,
recuérdalo ángel,
sudado y desnudo,
jugando bajo tu sol,
quizás soñando,
pero siempre a tu lado.

viernes, 14 de enero de 2011

Lilián Pallares / Colombia


Lilián Pallares. Barranquilla-Colombia. 1976.

Comunicadora Audiovisual y Periodista. Ha estudiado Creación Literaria, Guiones para Largometrajes, Escritura Creativa y Filosofía.
Escritora de poesías, relatos, crónicas, guiones y monólogos humorísticos.
En 1999 ganó en Barranquilla el concurso de Poesía inédita de la Universidad del Norte. En el 2007 ocupó el primer lugar con sus relatos: “Reflexiones del vaivén”, organizado por la Revista Toumai, y “Servicio Anónimo”, organizado por la Asociación Cultural Fusionarte.
En el 2010 publicó su libro de crónicas y relatos de calle "Ciudad Sonámbula" y el poemario- disco "Voces mudas" a ritmo de tambor.
En el 2010 publicó su libro de crónicas y relatos de calle "Ciudad Sonámbula" y el poemario- disco "Voces mudas" a ritmo de tambor.
También participó como guionista en el cortometraje "La danza de los pinceles", el cual fue premiado en el Festival Flamenco de Cortometrajes FFLAC en Madrid.T
ciudadsonambula.blogspot.com
www.myspace.com/lilianpallares
lilianp@yahoo.com

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LA LE LA

La inconstante forma y la constante esencia.
La flotante armonía de delirios contenidos en una botella de vino.

El beso en suspenso del cuadro del hombre sin boca.
El húmedo tacto de los pies hundidos en el barro.

La Le

La sugestión de las hormonas en tendederos femeninos.
La lamida de los dedos en atómico mordiscos.

El instante de los amantes en el último fotograma de la luna.
El estornudo que se anticipa al deseo, el deseo que se anticipa a la duda.

La Li Lo

La mirada microscópica de un ser gigante atrapado en una arteria.
La desnudez de la poesía cuando se desviste de las palabras.

La Le La Li Lo La LUZ.


REPTIL AGÓNICO

Mientras no era, ya estaba.
Eso era todo.
Un resumen de mi existencia postergada.
Depredadora idea multiforme de versos raquíticos.

Flaqueza racional desparpajada.
Sonrisa,
disimulo de una pared sensible
agotada de manchas de una caravana de mundos.

Rasquiña inocente.
Viajera de mi piel húmeda y escamosa.
Alimento,
Imagen de instantes perturbados.
Animal nacido de mí.
Reptil agónico.

Rayas y curvas desequilibradas de un deseo.
Tierra movediza.
Patas ancladas.
Sobrevivencia,
me arrastro en su palabra.

Postergada…
Revivo el tiempo, crucifixión del no tiempo.
Ciudad,
territorio salvaje de proezas que crecen en algún Amazonas.

A pesar,
sin embargo y.
todavía
persisten en mí la mirada de la iguana,
la agilidad de la salamanqueja,
la ferocidad del cocodrilo y
el mito de la serpiente que me tienta a no avisar
cuando me ataco.


AGITA FLAMENCO

Con las uñas largas pintadas de rojo,
te espero.
La fina y sutil salida.

El afilado índice señala la ventana.
Es tarde
y la ciudad no tiene piedad.

Soplo el cristal,
creyendo que así se esfuma el demonio,
más sigue vivo, deseando devorarse en el polvo.

Adentro la música suena.
Es flamenco sensual y ligero.
Danzo en sombras proyectadas
en el techo que se rompe.
La humedad y sus grietas,
mapas de un silencio enorme.

Embrionario el movimiento,
el ritmo.
¡El zapateo repica decidido!

Malecón del pecho,
el olvido
como algas en los mares.

Llora la guitarra y con ella lloro yo.
Sonido de cuerdas que dilatan las almas.
Lamento gitano.
Palma soy.
Línea que une el aire, el cante y el baile.


AROMAS DE LUZ

Son los aromas ensordecedores,
los silencios visuales,
El sabor a mar, el sabor a menta,
Los colores y formas inexplicables.

Los suspiros vagabundos, los miedos y esquizofrenias.
La mirada intrigante que no escapa de las trampas.
El teatro de un hombre sentado en la butaca.
La hoguera ardiendo detrás de las palabras.

Tal vez son las depresiones, las angustias y el desconcierto.
Los enemigos y los opuestos.
O quizá,
los compases de la espera que rompe los cristales.

Son las bendiciones y maldiciones que inventamos.
El despertar salvaje de los océanos.
La lágrima que humedece los desiertos y alimenta los mares
La canción desconocida que se canta muriendo.

Es temor.
Es ira.
Es ficción.

Son invisibles.
Son pieles que huelen a tierra.
Amores que se unen
cuando el sol aparece


CARNE EN EL ASADOR

Roja es la carne en el asador.
Arde el silencio.
Se queman los nervios en su salsa picante
y el hombre es el cuchillo que atraviesa el deseo.

Rojo es el instinto y la lengua.
Roja es la carne en tus dientes.
Mastica,
mastícala,
mastícate, que eres carne viva.

lunes, 10 de enero de 2011

AARÓN GARCÍA PEÑA / Madrid


Aarón García Peña, (Madrid, 1978 - Oslo, 2061)

Poeta

Obra publicada: "Cuidado, mancha" (2007), "Machado: vida y flamenco" (2007) y "Dios y sus cómplices" (2009).

* Director de Comunicaciones y Página web de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles.* Profesor de la Escuela de Escritores de Madrid.* Presidente de la Agrupación de "Retórica y Elocuencia" del Ateneo de Madrid.* Profesor de talleres personalizados —presenciales y a distancia— de poesía, guión de cine y teatro y narrativa breve.* Conferenciante y columnista en las revistas Culturamas, Letras y Belianís.


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EN EL NOMBRE DEL CIELO

Se precisa vivir.

Se precisa vivir.

Es preciso vivir para estar vivo.

La realidad se viene desangrando

y con las huellas sucias de haber perdido la paciencia.

Es hora ya de hacerte ver que no eres nada,

el tiempo ya de que no existas, dios, ni en las caries de los niños;

reconocer que no eres alto cuando olvido en la noche los verbos de tres sílabas;

saber que no gravitas, no almacenas el peso de las flores

ni el parturiento corazón con que educamos la cultura;

saber que no conspiras,

no levantas la sangre hacia el cerebro,

nada existe hacia ti porque tú nada existes en tu mundo,

no incluyes mundo,

no albergas a las heces ni a los barcos,

y nada es tan pequeño para que el mar no se dé cuenta.

Nunca hubo mar.

Nunca hubo mar.

Supimos de la luz cuando te ahogamos.

...

Si tú eres dios la luz es nuestra.

la luz que se incorpora a ver cómo amanece sin su ayuda.

...

Me duele que te claven haciéndote creer que eres posible.

Tuvimos que perder porque soñamos.

Tuvimos que mojar los hospitales,

empapelar con ángeles la luna

y hacerte un dormitorio en todas las cabezas.

Y allí,

—al modo en que es el pulso la sola distracción de los homínidos,

al modo en que creer es demostrar nuestra ignorancia,

nuestra escasez inmensa,

evolutiva,

la de todo homo ludens equivocado desde el génesis—,

paré mi corazón por vez primera.

...

Oímos que nacías por los poros cerrados del suicidio del hombre,

llevándote contigo los miedos de las plantas hacia arriba,

llevándote a ti mismo con la vida temblando como un muerto a tu izquierda,

Llevándote, no más, la parte inteligente de las cosas.

La vida es una enorme vaca que levantamos cuando llueve.

¿Cuánta vida hay en ti que sea comestible?

¿Cuánta vida, dime.

¿Por qué he de descalzar los pies en el espacio?

...

Me debo haberte conocido.

Me debo arrepentirme de acunar al aire la caída de tus normas,

subir al cielo hasta que nada importe,

hasta que la verdad apenas fuese un mero pálpito apartado a la mentira.

Te debo equivocarme como todos los muertos de la historia.

...

Nunca he creído en libertad alguna que calzara tu asfixia,

tu destrucción anémica surgida al pie de monstruos y manzanas.

Nunca la libertad es suficiente.

El fin de toda célula es enseñar, de modo responsable, sus pies manchados por el alba.

El mar no se merece un pez con los riñones tristes,

no se merece ser violado desde el aire para manipular nuestra conducta.

No te bastaba

con descorchar la destrucción y negar la tutela del oxígeno,

inseminar tu fraude con la sola presencia de la muerte;

tenías que lograr que lo supiéramos.

...

He aplaudido la tierra, diseccionado el aire y los pañuelos

donde van a llorar de luto en luto las espaldas,

los nidos subterráneos,

la miel,

mi sexo índice.

He llevado a más gente para oler con fuerza.

Te he buscado en la cal de los teatros,

en las lavanderías acolchadas del viento,

en el cordón de los recién nacidos bajo la única escalera que atraviesa tu carne.

He sabido mirar bajo todas las nubes para reír junto a las cosas serias.

Pero por más que reparé en mi espíritu y lo llené de aceite,

por más que me acerqué a los asesinos que despegan de ti como un almendro,

apenas sí consigo convencerte

de que no hay fantasma capaz de que me importe.

...

Acaso es tiempo ya de hacerte libre.

Acaso es tiempo ya de ser más cultos y valientes.

Se te oxidó la astucia,

Se te oxidó el espíritu de cuantos tienen frío a los pies de tu cama.

...

Pero te hicimos demasiado hermoso,

un agua distraída para lavar alrededor el pánico;

y tan arriba, tan desde tu exilio, que sólo el comprobarte nos da vértigo.

Dime, ¿cabes fuera del mundo?, ¿cabría una inquietud donde no existe?

No hay nada parecido a ti en esta larga y comestible,

en esta larga letanía de estar vivo.



El poema corresponde al estereotipo del "ateo" en "Dios y sus cómplices", publicado en 2009.

jueves, 6 de enero de 2011

Liliana María Celiz / Argentina


Liliana María Celiz, Argentina, merecedora de los siguientes premios: • Premio de la Casa de la Amistad Argentino Cubana, año 1987.• Tercer premio en el Concurso Nacional de Poesía organizado por la Emisora Lobos, año 1988.• Finalista en el Concurso organizado por la editorial “Argenta Sarlep”, año 1988.• Primera mención en el Concurso Nacional de Poesía organizado por la Emisora Lobos, año 1989.• Mención especial en el concurso organizado por la Emisora Lobos, año 1989. Sus publicaciones:“El ciclo del recuerdo”, “En complexión de dos”, “·El nacimiento de la flor”, Ediciones del Dock, 2010, “A los que fueron pájaros”, Ediciones del Dock, 2009., "elevación de vos o pensamiento” Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2007., ¿De dónde vienes de mirar tus ojos padre?. Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2000, Del traje de Eva y su manzana (poemas). Buenos Aires, Último Reino, editado con el apoyo económico de Fondo Nacional de las Artes. 1997., Desembocadura, Buenos Aires, Tierra Firme, 1990. Compilación de poemas en conjunto con los poetas Gustavo Baz, Gabriel Rizzola, Carlos González y Chantal Damon. Se editó con el apoyo económico del fondo Nacional de las Artes.

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una hoja desdoblada en el silencio, en el metal, el hule del silencio enmohecido por detrás de las montañas y en las rocas (como cuencos divididos en las rocas, en los cuerpos de peldaños doloridos por detrásde la belleza en el zanjón de calles por los lirios entre hojas de papeles que desbandan el caudal de los pañuelos como en cintas, como naves de ultramar en el crepúsculo, entre gotas de los lirios entre mamas que se doblan en la ausencia entre campos de gemidos límpidos, como nubes de naufragios perseguidos entre guiones del destierro en la mitad más múltiple del alba adormecida de las flores como cargando el cuerpo en filasen rebanadas múltiples de ausencia como cangrejos idos por detrás de las veredas hacia el espacio en huecos doloridos de la mitad de mí y en la espesura del aliento consumado de las noches como náufragas del mar a la distancia (polvaredas de los verbos por doquier perdidos de azafrán y hule en la desgracia)
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bocas imantadas de las torres del abismo en el alma desdentada y sin aliento de mí como costumbre apenas de distancia (pasajera) entre náufragos calientes de chicharras pasajeras desde tubos pasajeros de la ausencia en el almíbar fresco de la sangre desglosada o como cántico concéntrico (las flores de la noche haciendo señas entre piezas de eucalipto silenciado /barras de esplendor la noche acometida de distancia)
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brazos agitados en la especie carcomida de mi sangre, del azúcar de mi sangre como néctar en las plumas (del vehículo del aire a desde el fondo en el color de caracoles desde el fondo como forma, en el abismo antiguo de las aguas sin morada en el vaivén - los astros en vaivén sin la morada acuosa de los nombres perseguidos -yo del tú- en el oleaje mínimo del verso a la palabra del revés cantando en el declive
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en las orillas de mi sexo y como aliento en derredor del cuerpo carcomido (vuelan desde mí los nombres como flores flotantes en el aire al nuevo sol de superficie acuática en las torres concéntricas del vientoa borbotones) (algas vibran por detrás de las especies de los peces sin sus sexos -divididos- algas vuelven al espacio de los muertos, por detrás de las cortinas de alquitrán y hule en los alpistes) -gotas siempre unidas a algún trueno como especie y en las plantas de mi cuerpo-
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la balsa caída en otras hojas de conciencia que bailan a la luna en su través las formas deletreadas en el plano carnal de nuestras aguas fluídas de toda la conciencia genital de nuestros cuerpos gritando como idos en el plano de algún vértigo mayor (tan de tantas hojas siempre en redondez la calle, algunos tiempos idos sin retorno, algunas hojas quietas en la noche -el campo de la noche al infinito- entre las gotas quietas de algún árbol ido como entraña nuestro sol ecuestre en los destellos caídos de las hojas siempre) (en soledad sinuosa nuestros cuerpos) de calles sin sus briznas, sin sus tallas, de sépalos vacíos
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oída la canción del niño en el submundo del oído en el oleaje (más allá las formas, los ancestros, la pátina en el viaje que se pierde y el tambor-el nido en el tambor interno-) las caracolas dadas vueltas del revés del río entre la bruma tibia de otro viaje niño en el mantón de baile de otro viaje en el desborde medio en el oriente -donde caía el sol toda la tarde- plagadode las hojas imposibles tal vez sea veraz la vuelta por las calles (ellos de la mano entonces) el canto ido nuestras manos como tantas del revés del viaje
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dos cuerpos, en la noción de ser en el espacio no pesan el tamaño de existencia como viaje, no como contorno entre las olas raídas como viaje en el lado horizontal del cuerpo (el lado en que se cuela el horizonte como forma acicalada de las plumas en el aire, como último contorno) el lado en que se pierden las caricias apretadas contra el pasto o como hueco en el estado sólido del beso de la estatua- el brazo saliendo de las formas pasajeras, definiendo como tope la nostalgia -el brazo como tocando fondo a la distancia, del lado terrenal de los pañuelos verdes de la tarde como plumas en el ámbito más nítido de oleaje- o sin sabor al viento como red que lo despliega en el segundo, en la hilación segunda de las cosas como pliegue, como vértice en el pliegue, la pregunta
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¿para qué? el reposo entre las rocas, el arco de los sueños decayendo porque él va de pie de sus antaños a los bordes mismos de las hojas (consolación de hojas en lo triste, detrás de los tentáculos del sola la caída allá en la punta de algún médano -y ver caer la liebre comoenjuta-) las manos a lo lejos de la cara: palpándome la cara justo a dos,el borde de las manos en el pliegue de pregunta en las dos aguas : él en la sustancia misma del silencio ahora que es la noche y no la calma, no la complexión solar justo a la hora del hueco en el espejo diurno de las hojas (los árboles cantando en plena dejadez del sueño -el últimobostezo- lo alborotado de la tarde entre los vértigos del mundo que no cae como un ciclo divagante del lado más atrás de las estrellas-) para la formación aguda de pregunta entre las lámparas a mediados de la noche como palpitación del sueño a la manera del desastre