viernes, 25 de septiembre de 2020

Ana Corvera / Libélula (Anax imperator)

 



 Libélula (Anax imperator)


Se dice Hada Cornuda pero todos le gritan Equino del Diablo. Anida bajo las aguas y huye cuando sus hijos asoman por primera vez a la superficie con deseos de galopar.

Asumirse etérea significa predicar sin palabras, borrar la sonrisa de quienes la amaron apoyada en sus propios sonidos. Por eso calla. Tararea anhelando que ninguno se contagie de su fiebre de invisibilidad.

Nadie debe estar cerca. Si alguien robara sus dientes, ella desaparecería enseguida y borraría su destino. Por eso se esconde y no ríe. No quiere que la toquen, apenas la lluvia y sólo para que termine con la llama de sus pensamientos.

Los adultos también le dicen enfermedad de los niños y por eso la siguen cuando quieren olvidarse de las responsabilidades, del mundo. Admiran que jamás se detenga, aunque sus familiares pregunten las razones de su exilio.

El corazón de la libélula es una brújula en el aire. Ella navega, no se detiene hasta que un tipo de oscuridad la obliga a convertirse en un sobre muerto, lleno de mensajes cifrados.

Inmóvil, se deja auscultar por un otro. Le muestra sus alas blancas y sus cuernos rosados, idénticos a los que, en efecto, poseen las pequeñas heroínas de los cuentos.

 

Ana Corvera (Zacatecas, México 1984). Es Maestra en Estudios de Literatura Mexicana por la UdeG y Licenciada en Letras por la UAZ. Obtuvo el Premio Nacional para Proyectos Artísticos y Culturales (IMJ) en 2004 y el Premio Estatal de Ensayo “Mauricio Magdaleno” en 2006; becaria del PECDA en 2007 y 2015. Ha publicado en libros y revistas de México, Venezuela y Colombia.

 

 

Alejandra Pizarnik / Selección Poética

 





A la espera de la oscuridad

 

Ese instante que no se olvida

Tan vacío devuelto por las sombras

Tan vacío rechazado por los relojes

Ese pobre instante adoptado por mi ternura

Desnudo desnudo de sangre de alas

Sin ojos para recordar angustias de antaño

Sin labios para recoger el zumo de las violencias

perdidas en el canto de los helados campanarios.

 

Ampáralo niña ciega de alma

Ponle tus cabellos escarchados por el fuego

Abrázalo pequeña estatua de terror.

Señálale el mundo convulsionado a tus pies

A tus pies donde mueren las golondrinas

Tiritantes de pavor frente al futuro

Dile que los suspiros del mar

Humedecen las únicas palabras

Por las que vale vivir.

 

Pero ese instante sudoroso de nada

Acurrucado en la cueva del destino

Sin manos para decir nunca

Sin manos para regalar mariposas

A los niños muertos

 

 

 

Amantes

 

una flor

no lejos de la noche

mi cuerpo mudo

se abre

a la delicada urgencia del rocío

 

 

 

Anillos de ceniza

 

                                                         A Cristina Campo

 

Son mis voces cantando

para que no canten ellos,

los amordazados grismente en el alba,

los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.

 

Hay, en la espera,

un rumor a lila rompiéndose.

Y hay, cuando viene el día,

una partición de sol en pequeños soles negros.

Y cuando es de noche, siempre,

una tribu de palabras mutiladas

busca asilo en mi garganta

para que no canten ellos,

los funestos, los dueños del silencio.

 

 

 

Árbol de Diana

 

1

He dado el salto de mí al alba.

He dejado mi cuerpo junto a la luz

y he cantado la tristeza de lo que nace.

 

2

Estas son las versiones que nos propone:

un agujero, una pared que tiembla...

 

3

sólo la sed

el silencio

ningún encuentro

cuídate de mí amor mío

cuídate de la silenciosa en el desierto

de la viajera con el vaso vacío

y de la sombra de su sombra

 

4

Ahora bien:

Quién dejará de hundir su mano en busca

del tributo para la pequeña olvidada. El frío

pagará. Pagará el viento. La lluvia pagará.

Pagará el trueno.

 

5

por un minuto de vida breve

única de ojos abiertos

por un minuto de ver

en el cerebro flores pequeñas

danzando como palabras en la boca de un mudo

 

6

ella se desnuda en el paraíso

de su memoria

ella desconoce el feroz destino

de sus visiones

ella tiene miedo de no saber nombrar

lo que no existe

 

7

Salta con la camisa en llamas

de estrella a estrella,

de sombra en sombra.

Muere de muerte lejana

la que ama al viento.

 

8

Memoria iluminada, galería donde vaga

la sombra de lo que espero. No es verdad

que vendrá. No es verdad que no vendrá.

 

9

                                              A Aurora y Julio Cortázar

 

Estos huesos brillando en la noche,

estas palabras como piedras preciosas

en la garganta viva de un pájaro petrificado,

este verde muy amado,

este lila caliente,

este corazón sólo misterioso.

 

10

un viento débil

lleno de rostros doblados

que recorto en forma de objetos que amar

 

11

ahora

en esta hora inocente

yo y la que fui nos sentamos

en el umbral de mi mirada

 

12

no más las dulces metamorfosis de una niña; de seda

sonámbula ahora en la cornisa de niebla

 

su despertar de mano respirando

de flor que se abre al viento

 

13

explicar con palabras de este mundo

que partió de mí un barco llevándome

 

14

El poema que no digo,

el que no merezco.

Miedo de ser dos

camino del espejo:

alguien en mí dormido

me come y me bebe.

 

15

Extraño desacostumbrarme

de la hora en que nací.

Extraño no ejercer más

oficio de recién llegada.

 

16

has construido tu casa

has emplumado tus pájaros

has golpeado al viento

con tus propios huesos

has terminado sola

lo que nadie comenzó

 

 

20

                                                               a Laure Bataillon

 

dice que no sabe del miedo de la muerte del amor

dice que tiene miedo de la muerte del amor

dice que el amor es muerte es miedo

dice que la muerte es miedo es amor

dice que no sabe

 

21

he nacido tanto

y doblemente sufrido

en la memoria de aquí y de allá

 

22

en la noche

un espejo para la pequeña muerta

un espejo de cenizas

 

23

una mirada desde la alcantarilla

puede ser una visión del mundo

la rebelión consiste en mirar una rosa

hasta pulverizarse los ojos

 

32

Zona de plagas donde la dormida come lentamente

su corazón de medianoche.

 

33

alguna vez

                   alguna vez tal vez

me iré sin quedarme

                   me iré como quien se va

 

 

34

la pequeña viajera

moría explicando su muerte

 

sabios animales nostálgicos

visitaban su cuerpo caliente

 

35

a Ester Singer

 

Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida, déjate enlazar de fuego,

de silencio ingenuo, de piedras verdes en la casa de la noche,

déjate caer y doler, mi vida.

 

37

más allá de cualquier zona prohibida

hay un espejo para nuestra triste transparencia

 

38

Este canto arrepentido, vigía detrás de mis poemas

este canto me desmiente, me amordaza.

 

 



 

Caminos del espejo

 

I

Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto.

 

II

Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo como un pájaro del borde

filoso de la noche.

 

III

Como una niña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente borrada por la lluvia.

 

IV

Como cuando se abre una flor y revela el corazón que no tiene.

 

V

Todos los gestos de mi cuerpo y de mi voz para hacer de mí la ofrenda, el ramo que abandona

el viento en el umbral.

 

VI

Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña que fuiste.

 

VII

La noche de los dos se dispersó con la niebla. Es la estación de los alimentos fríos.

 

VIII

Y la sed, mi memoria es de la sed, yo abajo, en el fondo, en el pozo, yo bebía, recuerdo.

 

IX

Caer como un animal herido en el lugar que iba a ser de revelaciones.

 

X

Como quien no quiere la cosa. Ninguna cosa. Boca cosida. Párpados cosidos. Me olvidé.

Adentro el viento. Todo cerrado y el viento adentro.

 

XI

Al negro sol del silencio las palabras se doraban.

 

XII

Pero el silencio es cierto. Por eso escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy sola.

Hay alguien aquí que tiembla.

 

XIII

Aun si digo sol y luna y estrella me refiero a cosas que me suceden. ¿Y qué deseaba yo?

Deseaba un silencio perfecto.

Por eso hablo.

 

XIV

La noche tiene la forma de un grito de lobo.

 

XV

Delicia de perderse en la imagen presentida. Yo me levanté de mi cadáver, yo fui en busca de quien soy.

Peregrina de mí, he ido hacia la que duerme en un país al viento.

 

XVI

Mi caída sin fin a mi caída sin fin en donde nadie me aguardó pues al mirar quién me aguardaba

no vi otra cosa que a mí misma.

 

XVII

Algo caía en el silencio. Mi última palabra fue yo pero me refería al alba luminosa.

 

XVIII

Flores amarillas constelan un círculo de tierra azul. El agua tiembla llena de viento.

 

XIX

Deslumbramiento del día, pájaros amarillos en la mañana. Una mano desata tinieblas, una mano arrastra la cabellera de una ahogada que no cesa de pasar por el espejo. Volver a la memoria del cuerpo, he de volver a mis huesos en duelo, he de comprender lo que dice mi voz.

 

Cantora nocturna

 

                               Joe, macht die Musik von damals nacht...

 

La que murió de su vestido azul está cantando.

Canta imbuida de muerte al sol de su ebriedad.

 

Adentro de su canción hay un vestido azul, hay

un caballo blanco, hay un corazón verde tatuado

con los ecos de los latidos de su corazón

muerto.

 

Expuesta a todas las perdiciones, ella

canta junto a una niña extraviada que es ella:

su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la

niebla verde en los labios y del frío gris en los

ojos, su voz corroe la distancia que se abre entre

la sed y la mano que busca el vaso.

 

Ella canta.

 

 

Cenizas

 

La noche se astilló de estrellas

mirándome alucinada

el aire arroja odio

embellecido su rostro

con música.

 

Pronto nos iremos

 

Arcano sueño

antepasado de mi sonrisa

el mundo está demacrado

y hay candado pero no llaves

y hay pavor pero no lágrimas.

 

¿Qué haré conmigo?

 

Porque a Ti te debo lo que soy

 

Pero no tengo mañana

 

Porque a Ti te...

 

La noche sufre.

 

 



 

Caroline de Gundorode

a Enrique Molina

 

La mano de la enamorada del viento

acaricia la cara del ausente.

La alucinada con su «maleta de piel de pájaro»

huye de sí misma con un cuchillo en la memoria.

La que fue devorada por el espejo

entra en un cofre de cenizas

y apacigua a las bestias del olvido.

 

 

Cuarto solo

 

Si te atreves a sorprender

la verdad de esta vieja pared;

y sus fisuras, desgarraduras,

formando rostros, esfinges,

manos, clepsidras,

seguramente vendrá

una presencia para tu sed,

probablemente partirá

esta ausencia que te bebe.

 

 

Despedida

 

Mata su luz un fuego abandonado.

Sube su canto un pájaro enamorado.

Tantas criaturas ávidas en mi silencio

y esta pequeña lluvia que me acompaña.

 

 

 

El despertar

 

                                                      A León Ostrov

 

Señor

La jaula se ha vuelto pájaro

y se ha volado

y mi corazón está loco

porque aúlla a la muerte

y sonríe detrás del viento

a mis delirios

 

Qué haré con el miedo

Qué haré con el miedo

 

Ya no baila la luz en mi sonrisa

ni las estaciones queman palomas en mis ideas

Mis manos se han desnudado

y se han ido donde la muerte

enseña a vivir a los muertos

 

Señor

El aire me castiga el ser

Detrás del aire hay monstruos

que beben de mi sangre

 

Es el desastre

Es la hora del vacío no vacío

Es el instante de poner cerrojo a los labios

oír a los condenados gritar

contemplar a cada uno de mis nombres

ahorcados en la nada.

 

Señor

Tengo veinte años

También mis ojos tienen veinte años

y sin embargo no dicen nada

 

Señor

He consumado mi vida en un instante

La última inocencia estalló

Ahora es nunca o jamás

o simplemente fue

 

¿Cómo no me suicido frente a un espejo

y desaparezco para reaparecer en el mar

donde un gran barco me esperaría

con las luces encendidas?

 

¿Cómo no me extraigo las venas

y hago con ellas una escala

para huir al otro lado de la noche?

 

El principio ha dado a luz el final

Todo continuará igual

Las sonrisas gastadas

El interés interesado

Las preguntas de piedra en piedra

Las gesticulaciones que remedan amor

Todo continuará igual

 

Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo

porque aún no les enseñaron

que ya es demasiado tarde

 

Señor

Arroja los féretros de mi sangre

 

Recuerdo mi niñez

cuando yo era una anciana

Las flores morían en mis manos

porque la danza salvaje de la alegría

les destruía el corazón

 

Recuerdo las negras mañanas de sol

cuando era niña

es decir ayer

es decir hace siglos

 

Señor

La jaula se ha vuelto pájaro

y ha devorado mis esperanzas

 

Señor

La jaula se ha vuelto pájaro

Qué haré con el miedo

 

  

 

Exilio

 

                                                    A Raúl Gustavo Aguirre

 

Esta manía de saberme ángel,

sin edad,

sin muerte en qué vivirme,

sin piedad por mi nombre

ni por mis huesos que lloran vagando.

 

¿Y quién no tiene un amor?

¿Y quién no goza entre amapolas?

¿Y quién no posee un fuego, una muerte,

un miedo, algo horrible,

aunque fuere con plumas,

aunque fuere con sonrisas?

 

Siniestro delirio amar a una sombra.

La sombra no muere.

Y mi amor

sólo abraza a lo que fluye

como lava del infierno:

una logia callada,

fantasmas en dulce erección,

sacerdotes de espuma,

y sobre todo ángeles,

ángeles bellos como cuchillos

que se elevan en la noche

y devastan la esperanza.

 

 

 

Fronteras inútiles

 

un lugar

no digo un espacio

hablo de

qué

 

hablo de lo que no es

hablo de lo que conozco

 

 

no el tiempo

sólo todos los instantes

no el amor

no

no

 

un lugar de ausencia

un hilo de miserable unión.

 

 

 

Hija del viento

 

Han venido.

Invaden la sangre.

Huelen a plumas,

a carencias,

a llanto.

Pero tú alimentas al miedo

y a la soledad

como a dos animales pequeños

perdidos en el desierto.

 

Han venido

a incendiar la edad del sueño.

Un adiós es tu vida.

Pero tú te abrazas

como la serpiente loca de movimiento

que sólo se halla a sí misma

porque no hay nadie.

 

Tú lloras debajo del llanto,

tú abres el cofre de tus deseos

y eres más rica que la noche.

 

Pero hace tanta soledad

que las palabras se suicidan.

 

 

Invocaciones

 

Insiste en tu abrazo,

redobla tu furia,

crea un espacio de injurias

entre yo y el espejo,

crea un canto de leprosa

entre yo y la que me creo.

 

 

La enamorada

 

ante la lúgubre manía de vivir

esta recóndita humorada de vivir

te arrastra Alejandra no lo niegues.

 

hoy te miraste en el espejo

y te fuiste triste estabas sola

y la luz rugía el aire cantaba

pero tu amado no volvió

 

enviarás mensajes sonreirás

tremolarás tus manos así volverá

tu amado tan amado

 

oyes la demente sirena que lo robó

el barco con barbas de espuma

donde murieron las risas

recuerdas el último abrazo

oh nada de angustias

ríe en el pañuelo llora a carcajadas

pero cierra las puertas de tu rostro

para que no digan luego

que aquella mujer enamorada fuiste tú

 

te remuerden los días

te culpan las noches

te duele la vida tanto tanto

desesperada ¿adónde vas?

desesperada ¡nada más!

 

 

La mesa verde

 

El sol como un gran animal demasiado amarillo. Es una suerte que nadie me ayude. Nada más peligroso, cuando se necesita ayuda, que recibir ayuda.

Pero a mi noche no la mata ningún sol.

¿Tendré tiempo para hacerme una máscara cuando emerja de la sombra?

Me pruebo en el lenguaje en que compruebo el peso de mis muertos.

El mar esconde sus muertos. Porque lo de abajo tiene que quedar abajo.

 


La última inocencia

 

Partir

en cuerpo y alma

partir.

 

Partir

deshacerse de las miradas

piedras opresoras

que duermen en la garganta.

 

He de partir

no más inercia bajo el sol

no más sangre anonadada

no más fila para morir.

 

He de partir

 

Pero arremete ¡viajera!

 

 

La única herida

 

¿Qué bestia caída de pasmo

se arrastra por mi sangre

y quiere salvarse?

 

He aquí lo difícil:

caminar por las calles

y señalar el cielo o la tierra.

 

 

L'obscurité des eaux

 

Escucho resonar el agua que cae en mi sueño.

Las palabras caen como el agua yo caigo. Dibujo

en mis ojos la forma de mis ojos, nado en mis

aguas, me digo mis silencios. Toda la noche

espero que mi lenguaje logre configurarme. Y

pienso en el viento que viene a mí, permanece

en mí. Toda la noche he caminado bajo la lluvia

desconocida. A mí me han dado un silencio

pleno de formas y visiones (dices). Y corres desolada

como el único pájaro en el viento.

 

 

Los trabajos y las noches

 

Para reconocer en la sed mi emblema

para significar el único sueño

para no sustentarme nunca de nuevo en el amor

he sido toda ofrenda

un puro errar

de loba en el bosque

en la noche de los cuerpos

para decir la palabra inocente

 

 

Madrugada

 

Desnudo soñado una noche solar.

He yacido días animales.

El viento y la lluvia me borraron

como a un fuego, como a un poema

escrito en un muro.

 

 

Más allá del olvido

 

alguna vez de un costado de la luna

verás caer los besos que brillan en mí

las sombras sonreirán altivas

luciendo el secreto que gime vagando

vendrán las hojas impávidas que

algún día fueron lo que mis ojos

vendrán las mustias fragancias que

innatas descendieron del alado son

vendrán las rojas alegrías que

burbujean intensas en el sol que

redondea las armonías equidistantes en

el humo danzante de la pipa de mi amor

 

 

Mendiga voz

 

Y aún me atrevo a amar

el sonido de la luz en una hora muerta,

el color del tiempo en un muro abandonado.

 

En mi mirada lo he perdido todo.

Es tan lejos pedir. Tan cerca saber que no hay.

 

 

Moradas

 

                                                      A Théodore Fraenkel

 

En la mano crispada de un muerto,

en la memoria de un loco,

en la tristeza de un niño,

en la mano que busca el vaso,

en el vaso inalcanzable,

en la sed de siempre.

 

 

Mucho más allá

 

¿Y si nos vamos anticipando

de sonrisa en sonrisa

hasta la última esperanza?

 

¿Y qué?

¿Y qué me das a mí,

a mí que he perdido mi nombre,

el nombre que me era dulce sustancia

en épocas remotas, cuando yo no era yo

sino una niña engañada por su sangre?

 

¿A qué, a qué

este deshacerme, este desangrarme,

este desplumarme, este desequilibrarme

si mi realidad retrocede

como empujada por una ametralladora

y de pronto se lanza a correr,

aunque igual la alcanzan,

hasta que cae a mis pies como un ave muerta?

Quisiera hablar de la vida.

Pues esto es la vida,

este aullido, este clavarse las uñas

en el pecho, este arrancarse

la cabellera a puñados, este escupirse

a los propios ojos, sólo por decir,

sólo por ver si se puede decir:

"¿es que yo soy? ¿verdad que sí?

¿no es verdad que yo existo

y no soy la pesadilla de una bestia?".

 

Y con las manos embarradas

golpeamos a las puertas del amor.

Y con la conciencia cubierta

de sucios y hermosos velos,

pedimos por Dios.

Y con las sienes restallantes

de imbécil soberbia

tomamos de la cintura a la vida

y pateamos de soslayo a la muerte.

 

Pues esto es lo que hacemos.

Nos anticipamos de sonrisa en sonrisa

hasta la última esperanza.

 

 

Naufragio inconcluso

 

Este temporal a destiempo, estas rejas en las niñas

de mis ojos, esta pequeña historia de amor que

se cierra como un abanico que abierto mostraba a la

bella alucinada: la más desnuda del bosque en el

silencio musical de los abrazos.

 

 

Noche

 

Tal vez esta noche no es noche,

debe ser un sol horrendo, o

lo otro, o cualquier cosa.

¡Qué sé yo! Faltan palabras,

falta candor, falta poesía

cuando la sangre llora y llora!

 

¡Pudiera ser tan feliz esta noche!

Si sólo me fuera dado palpar

las sombras, oír pasos,

decir "buenas noches" a cualquiera

que pasease a su perro,

miraría la luna, dijera su

extraña lactescencia tropezaría

con piedras al azar, como se hace.

 

Pero hay algo que rompe la piel,

una ciega furia

que corre por mis venas.

¡Quiero salir! Cancerbero del alma.

¡Deja, déjame traspasar tu sonrisa!

¡Pudiera ser tan feliz esta noche!

 

Aún quedan ensueños rezagados.

¡Y tantos libros! ¡Y tantas luces

¡Y mis pocos años! ¿Por qué no?

La muerte está lejana. No me mira.

¡Tanta vida, Señor!

¿Para qué tanta vida?

 

 



 

Peregrinaje

 

                                         A Elizabeth Azcona Cranwell

 

Llamé, llamé como la náufraga dichosa

a las olas verdugas

que conocen el verdadero nombre

de la muerte.

 

He llamado al viento,

le confié mi deseo de ser.

 

Pero un pájaro muerto

vuela hacia la desesperanza

en medio de la música

cuando brujas y flores

cortan la mano de la bruma.

Un pájaro muerto llamado azul.

 

No es la soledad con alas,

es el silencio de la prisionera,

es la mudez de pájaros y viento,

es el mundo enojado con mi risa

o los guardianes del infierno

rompiendo mis cartas.

 

He llamado, he llamado.

He llamado hacia nunca.

 

 

Pido el silencio

 

Canta, lastimada mía

                                Cervantes

 

aunque es tarde, es noche,

y tú no puedes.

 

Canta como si no pasara nada.

 

Nada pasa

 

 

Poema 3

 

Sólo la sed

el silencio

ningún encuentro

 

cuídate de mí amor mío

cuídate de la silenciosa en el desierto

de la viajera con el vaso vacío

y de la sombra de su sombra

 

 

Poema 35

 

Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida,

déjate enlazar de fuego, de silencio ingenuo, de

piedras verdes en la casa de la noche, déjate

caer y doler, mi vida.

 

 

Reconocimiento

 

Tú haces el silencio de las lilas que aletean

en mi tragedia del viento en el corazón.

Tú hiciste de mi vida un cuento para niños

en donde naufragios y muertes

son pretextos de ceremonias adorables.

 

 

Quién alumbra

 

Cuando me miras

mis ojos son llaves,

el muro tiene secretos,

mi temor palabras, poemas.

Sólo tú haces de mi memoria

una viajera fascinada,

un fuego incesante.

 

 



 

Revelaciones

 

En la noche a tu lado

las palabras son claves, son llaves.

el deseo de morir es rey.

 

Que tu cuerpo sea siempre

un amado espacio de revelaciones.

 

 

Salvación

 

Se fuga la isla.

Y la muchacha vuelve a escalar el viento

y a descubrir la muerte del pájaro profeta.

Ahora

es el fuego sometido.

Ahora

es la carne

...la hoja

...la piedra

perdidas en la fuente del tormento

como el navegante en el horror de la civilización

que purifica la caída de la noche.

Ahora

la muchacha halla la máscara del infinito

y rompe el muro de la poesía.

 

 

Signos

 

Todo hace el amor con el silencio.

Me habían prometido un silencio como un fuego, una casa de silencio.

De pronto el templo es un circo y la luz un tambor.

 

 

Sombras de los días a venir

 

                                                            a Ivonne A. Bordelois

 

Mañana

me vestirán con cenizas al alba,

me llenarán la boca de flores.

Aprenderé a dormir

en la memoria de un muro,

en la respiración de un animal que sueña.

 

 

Sous la nuit

 

Los ausentes soplan grismente y la noche es densa.

La noche tiene el color de los párpados del muerto.

 

Huyo toda la noche, encauzo la persecución y la fuga, canto un

canto para mis males, pájaros negros sobre mortajas negras.

 

Grito mentalmente, me confino, me alejo de la mano crispada,

no quiero saber otra cosa que este clamor, este resolar en la noche,

esta errancia, este no hallarse.

 

Toda la noche hago la noche.

 

Toda la noche me abandonas lentamente como el agua cae

lentamente. Toda la noche escribo para buscar a quien me busca.

 

Palabra por palabra yo escribo la noche.

 

 

Sueño

 

Estallará la isla del recuerdo.

La vida será sólo un acto de candor.

Prisión

para los días sin retorno.

Mañana

los monstruos del buque destruirán la playa

sobre el viento del misterio.

Mañana

la carta desconocida encontrará las manos del alma.

 

 

Te hablo

 

Estoy con pavura.

hame sobrevenido lo que más temía.

no estoy en dificultad:

estoy en no poder más.

 

No abandoné el vacío y el desierto.

vivo en peligro.

 

tu canto no me ayuda.

cada vez más tenazas,

más miedos,

más sombras negras.

 

 

Tiempo

 

Yo no sé de la infancia

más que un miedo luminoso

y una mano que me arrastra

a mi otra orilla.

 

Mi infancia y su perfume

a pájaro acariciado.

 

 


 

Alejandra Pizarnik nació en Buenos Aires, el 29 de abril de 1936, en una familia de inmigrantes de Europa oriental. Estudió filosofía y letras en la Universidad de Buenos Aires y, más tarde, pintura con Juan Batlle Planas. Entre 1960 y 1964, Pizarnik vivió en París donde trabajó para la revista "Cuadernos" y algunas editoriales francesas, publicó poemas y críticas en varios diarios, tradujo a Antonin Artaud, Henri Michaux, Aimé Cesairé, e Yves Bonnefoy, y estudió historia de la religión y literatura francesa en la Sorbona. Luego de su retorno a Buenos Aires, Pizarnik publicó tres de sus principales volúmenes, "Los trabajos y las noches", "Extracción de la piedra de locura" y "El infierno musical", así como su trabajo en prosa "La condesa sangrienta". En 1969 recibió una beca Guggenheim, y en 1971 una Fullbright. El 25 de septiembre de 1972, mientras pasaba un fin de semana fuera de la clínica siquiátrica donde estaba internada, Pizarnik murió de una sobredosis intencional de barbitúricos.

 

Para esta entrada se revisaron diversas revistas digitales, así como libros de biblioteca personal