sábado, 14 de enero de 2023

Estatutos del hombre / Thiago de Mello

 


Estatutos del Hombre

(Acta institucional permanente)

 

A Carlos Heitor Cony

 

                    Artículo I.

 

Queda decretado que ahora vale la verdad,

que ahora vale la vida

y que con las manos unidas

trabajaremos todos por la vida verdadera.

 

                    Artículo II.

 

Queda decretado que todos los días de la semana,

incluso los feriados más solemnes,

tienen derecho a convertirse en mañanas de domingo.

 

                    Artículo III.

 

Queda decretado que a partir de este instante

habrá girasoles en todas las ventanas,

que los girasoles tendrán derecho

a abrirse dentro de la sombra

y que las ventanas han de permanecer, el día entero,

abiertas hacia el verde donde crece la esperanza.

 

                    Artículo IV

 

Queda decretado que el hombre

no precisará nunca más dudar de los seres humanos.

Que cada hombre confiará en su especie

Como la palmera en el viento,

Como el viento en el aire,

Como el aire en el campo azul del cielo.

 

Parágrafo único:

 

Un hombre confiará en los hombres

como un niño pequeño confía en los otros.

 

                   Artículo V.

 

Queda decretado que los hombres

están libres del yugo de la mentira.

Nunca más será necesario usar la coraza del silencio,

ni la armadura de las palabras.

El hombre se sentará a la mesa

con el corazón limpio,

porque la verdad será servida antes de la sobremesa.

 

                    Artículo VI.

 

Queda establecida, por lo menos durante diez siglos,

la práctica soñada por el profeta Elías,

en la que lobo y cordero pastarán juntos

y su alimento tendrá el gusto mismo de la aurora.

 

                     Artículo VII.

 

Por decreto inderogable queda establecido

el reinado permanente de la justicia y la claridad.

Y la alegría será bandera generosa

por siempre resguardada en el alma del pueblo.

 

                     Artículo VIII.

 

Queda decretado que el mayor dolor siempre ha sido y será

no poder darse en amor a quien se ama,

sabiendo que precisamente esa agua

es la que da a las plantas el milagro de la flor.

 

                      Artículo IX.

 

Queda permitido que el pan cotidiano

ofrezca a cada hombre los signos de su esfuerzo.

Pero, sobre todo, que tenga siempre el dulcísimo sabor de la ternura.

 

                      Artículo X.

 

Queda permitido a cualquier persona,

en cualquier hora de su vida,

usar el traje más blanco.

 

                      Artículo XI.

 

Queda decretado, por definición,

que el ser humano es un animal que ama

y que por eso es bello,

mucho más aún que la estrella de la mañana.

 

                       Artículo XII.

 

Decrétase que nada será obligado ni prohibido:

todo será permitido,

incluso brincar como los rinocerontes

y caminar por las tardes

con una inmensa begonia en la solapa.

 

Parágrafo único:

 

Sólo una cosa queda prohibida:

hacer el amor sin amor.

 

                        Artículo XIII.

 

Queda decretado que el dinero

no podrá comprar jamás el sol de las mañanas venideras.

expulsado del gran baúl del miedo

será sólo una espada fraternal

para defender el derecho a cantar en la fiesta del día que nace.

 

                        Artículo final.

 

Queda vetado el uso de la palabra "libertad".

Será suprimida en los diccionarios

y en el pantano engañoso de las bocas.

A partir de este instante

la libertad será algo vivo y transparente,

como un fuego, como un río, como la simiente del trigo,

y su morada será por siempre

el corazón de los hombres.

 

Thiago de Mello

(Brasil, 1926-2022)

 

 

 

Amadeu Thiago de Mello (Barreirinha, 30 de marzo de 1926-Manaos, 14 de enero de 2022) fue un poeta brasileño.


jueves, 5 de enero de 2023

Edgardo Carreño Domingo / 12 poemas

 



Palabras para no salvarse

 

Y si es una página:

alguien ve formatos

contornos negros

la distancia entre dos filos.

 

Yo solo veo miedos

más miedo

acaso mi palabra débil

casi desgarrándose

nada más que una palabra

rota.

 

 

Hacia el fin

 

Después de todo ya no soy el que camina

quien desaparece a la hora en que la brisa

desaparece

no soy ni tímidamente la mitad de mí

quedan mis ojos en alguna parte

mis ojos tan bellos sobre tu cuerpo

tu cuerpo poseído por el sol

quedan en las horas los últimos propósitos

amarte y amarte en este olvido.

 

 

Últimos días de un cuerpo

 

No me des tus últimos días.

 

Olvídame antes

sabes bien lo que merezco:

ser todo lo que fui.

 

No el destino trazado en una línea

eso que queda como arena

después de un estallido de agua.

 

No esto de verte en cada golpe

los ojos ya despegándose del brillo

algo que asume el desenlace.

 

Solo huesos junto a otros huesos.

 

Merezco un día de bellezas

y que nos quede claro

mirándonos ya sin ojos

no soy yo quien aquí muere.

 

 

Barchetta

 

El Barchetta podría ser ella

la imagino entera de rojo

sus ojos en el centro de una curva

y esa curva justo en su centro

ahora todo es rojo

podría ser ella

una luz que se acaba

sus ojos ya en el viento

pero es otro rojo.

 

 

Todas esas cosas

 

Un casette de A-HA salvó mi vida

dijo ella

mientras yo pensaba en todas las cosas

que podrían salvar otras vidas.

Una rama para equilibrarse en medio de la nada

obituarios donde enterrar definitivamente

al olvido.

O la separación del dolor de la capa íntima de una vena.

O un papel con arrugas y letras grandes: desde aquí nadie salta.

Cosas al azar en una lista de curiosas descripciones

algunas más útiles y enérgicas

solo para ahuyentar un mismo desenlace.

 

 

Aún en la oficina postal

 

Vuelvo siempre a tu infierno.

 

Al amor bajo la tierra.

Ese amor quema

me quemo en ese amor

Dante.

 

Quiero ser ese infierno

ser el fuego más terrible

y sentir como todo arde

mis pies cómo arden.

 

Aunque jamás leas esto.

 

 

Pequeña niña

 

La pequeña niña

bajo la sombra de un árbol

prefiere poner sus ojos

en algún límite borroso

e imperfecto.

 

Al frente hay charcos de agua

y las imágenes caen

una tras otra

en un desfile imposible

hacia la felicidad.

 

Ya han sucedido tantas cosas.

 

La niña de pies bordados

tropieza en el tiempo

y aún sonríe hasta volverse

una mancha y otra más

en el medio de las nubes.

 

De esto se trata la vida.

 

 

Después de un día de sol

 

El pliegue donde escondo mis deseos

cómo penetra en el día del suicida.

 

Soy el último de una fila invisible

debo tantas lágrimas por este viaje.

 

Aunque el tiempo pulverice los vacíos

y todo en mí se desvanezca.

 

 

Apología de la duda

 

Arranco mis ojos en medio de una noche

solo con los dedos

el hambre intensa de esos dedos

entre zanjas de hueso y carne

el dedo removiendo todo desde el fondo

los ojos ya sin brillo sobre el suelo

cómo será arrancarse el alma.

 

 

Ausencia

 

Ya que no estás

ni tus días

ni en tus ojos mi brillo

voy a lo más alto

acaso para ver

como cae la muerte.

 

 

Opciones

 

La poesía es una forma de valentía

dice Rioseco

después de robar sin asco

una frase de Bolaño

pero yo he conocido tantos cobardes

que escriben buena poesía

dice luego sobre la luz

pero yo les quito a ambos esos versos

así como un ladrón de bicicletas

quita ruedas al asfalto

y digo a las cinco de una tarde

que la realidad

no permita nunca contradicciones

al conjugarse en el espejo.

 

 

Nitidez

 

Esto que me quema por dentro

que apenas sobrevive

esto debe ser apagarse.

 

Tocar dolores en el día de mi muerte

pero dónde están esos días

cómo ser una mano que no sangra

y desde abajo alcanzarlos

mirarme en nada más que un cuerpo

renunciar mis ojos a todo.

 

Perder un dolor entre tantos dolores

y que nada duela

que nada duela.

 

 

 

 

Edgardo Carreño Domingo, Coquimbo, 17 de junio de 1972, poeta y médico oftalmólogo chileno. Ha publicado el libro de poemas Los Versos del Amor y forma parte de la antología Tiempo Fragmentado