martes, 6 de octubre de 2020

Consuelo Tomás / Agonía de la reina





 AGONÍA DE LA REINA  

 

Darte la vida en estallidos de la carne y perderme en ello

Fue la máxima consigna que coronó el universo en mis cabellos.

Cruce del cielo y del infierno mi vestido de flores

Me di en las cascadas de tu aliento

En la luz derramada por los vasos de tu día

En la efervescencia y la pólvora

Con el dolor surcando los contornos de este tiempo

Limpié lágrimas y escombros después de las conflagraciones

Con una caravana de fantasmas cruzándome la calma

Sembré las flores arrancadas de mi risa

Y te puse con ellas un jardín en el pecho.

 

 

Era un levitar de aromas en mis senos

Una comparsa de libélulas cantándome en el vientre

Un olor de mangos en las manos esparcido

Era mi cuerpo el lecho de tu río

La caverna oscura en la que para tu calor

Hube de inventar el fuego.

Multipliqué los panes para tu hambre de niño

Y se fue deshojando el árbol que cuidé para ti

Contra el frío de todos los inviernos

En ramas desnudas bajo un cielo de plomo

Vi tornarse mis brazos extendidos.

 

 

Cuando un pedazo de sol agonizaba en mi ventana

Y tus ojos miraban caer meteoros de cruda lejanía

Yo contaba los hijos que perdí en guerras sin nombre

Los animales enjaulados en mi boca

Y los días vagabundos

Con el musgo entre mis piernas que no tuvo sello

Barcos fantasmas vi partir desde mi cuerpo

Mordí la ácida fruta de los nocturnos desamparos

Y las horas incrustaron alfileres de veneno

En mi carne fugitiva.

 

 

Despierta y extendida como una oscura estepa

Depositó la noche sus misterios

En la enormidad de mis amplias orfandades

Los guardé para ti en el cofre de mis dedos

Los secretos de las piedras me fueron revelados

La savia de los troncos me entregaron sus milagros

Para curarte al retorno de tus vuelos a la furia

Desflecado el estandarte

Con que alzaste hasta lo alto tus deseos.

 

 

De esperarte se gastaron mis sentidos

Llovió edad sobre mi pelo y la mirada,

se me llenó de humo

Dejaron de saltar los arlequines de mis manos

Aprendí a no pestañear en los eclipses

De mi falta se marchó el olor de crisantemos

Y el carrusel de mi risa se convirtió en silencio

Rota la cabalgadura que cargó mis esperanzas

Prófuga gris en su evasión perfecta

En su tristeza yace como tenía que ser

En un ovillo de huesos sin sustento

Sobre una mezcolanza de plomo y de ceniza.

 

Consuelo Tomás (Bocas del Toro, Panamá 1957)

Es una poeta, narradora, comunicadora, actriz de teatro para títeres. Ha ganado premios nacionales de poesía y cuento y participado como invitada a una pluralidad de encuentros literarios en España, Centroamérica, Alemania, Argentina, Cuba, Puerto Rico, México, Colombia, República Dominicana. Parte de su obra ha sido publicada en revistas nacionales e internacionales y traducida al inglés, francés, holandés, sueco, alemán, rumano, portugués y bengalí.