jueves, 7 de octubre de 2021

Antología Hacedoras Tomo I / Mil voces femeninas por la literatura venezolana (DESCÁRGALA GRATIS AQUÍ)



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El lenguaje poético es sinónimo de libertad absoluta, pues no está condicionado por nada y nos conecta con lo sagrado que habita en cada una de nosotras. Al ser una instancia libre se mueve a través del tiempo y la palabra pervive más allá de la vida y de la muerte. Escribo estas frases pensando en Miriam Mireles, una hacedora que se unió a este coro con uno de sus poemas vírgenes, pero no pudo ver finalizada nuestra antología. Su desaparición física nos ha producido un hondo pesar, aunque su voz estará siempre viva en cada lectura ya no será posible el encuentro, el abrazo, el café en Kalathos.

 

Nos ha tocado vivir tiempos adversos estos dos últimos años. Cada visita a las redes sociales, se hace con el temor de hallar una mala noticia que, en efecto, casi siempre encontramos y vemos desconsoladas e impotentes cómo la vida de un ser querido, o la de alguien a quien apreciamos profundamente se escurre hacia la nada. Sobrevivir se ha convertido en un reto, en una lotería en la que, como en aquella alucinante de Shirley Jackson, también podemos morir lapidadas por las eficaces pedradas de la Covid-19 y alguna complicación respiratoria.

 

No obstante, un grupo de mujeres conocedoras del poder de la palabra y la imagen visual, nos hemos reunido en esta casa de tinta y papel para dejar constancia de nuestras voces. En estas páginas comenzamos a tejer una memoria que da cuenta de la conciencia del lenguaje y de su poder desbordante para hendir el silencio más allá de la muerte. Sabemos que la dupla lectura escritura es una manifestación simbólica del eros como pulsión vital, cada vez que escribimos y leemos somos participes de un ritual profundo que nos conecta con la creación, con energías vitales, con la vida.

 

Siguiendo el trazo de ese hilo conductor pensamos en las razones para armar una antología solo de mujeres. Hay muchos motivos, pero el más importante es que no existe ninguna compilación de este tipo en Venezuela. No buscamos solo promocionar las voces autorizadas y divulgar las desconocidas, sino también crear un registro de la literatura venezolana escrita por manos femeninas. Asimismo, intentamos establecer un diálogo con otras creaciones de mujeres que, si bien pertenecen a diversas disciplinas, están íntimamente ligadas al quehacer literario y editorial y, de alguna forma son voceras de metáforas y figura poéticas, de lenguaje hecho imagen, de expresiones literarias.

 

La enfermedad, el temor, las presiones sociales, son formas de violencia que pueden aniquilar la imaginación. La forma de enfrentar esas expresiones brutales a las que estamos expuestas cada día, es trabajando con la potencia inagotable de la palabra. En Hacedoras refulge el poema de insondable belleza, la fuerza expresiva de la imagen plástica, la autenticidad inagotable del lenguaje en los cuentos, relatos, y en textos líricos de una belleza infinita. Echando mano de recursos estéticos y desde la más recóndita intuición, las hacedoras hemos buscado, aun en medio de la frase fracturada por una pérdida, la dimensión portentosa de la vida y de la esperanza, desde el fulgor memorable de la finitud.

                                                                                                                                              Lesbia Quintero

 

Compiladoras: Lesbia Quintero y Graciela Bonnet

 

Editora: Lesbia Quintero

 

Editorial Lector Cómplice

 

Imagen de portada: Nidia Tabarez

 

 


 


Margaret Atwood (6 poemas)


Salida de la maleza

Yo que había sido borrada por el fuego
me fui cubriendo
de verde
(qué
estación más luminosa)

Con el tiempo los animales
vinieron a habitarme,

primero uno
a uno, furtivos
(sus conocidas huellas
quemaban); y después
al haber ya trazado nuevos límites
volviendo, más
seguros, año
tras año, de dos
en dos

pero inquietos: no estaba preparada
del todo para que me habitaran

Les pudo parecer que
pesaba demasiado: pude haberme
volcado;
Me daba miedo cómo
el brillo de sus ojos (verdes o ámbar)
llegaba al exterior desde dentro de mí

No estaba terminada; de noche
no veía sin candiles.

Él escribió, Nos vamos. Contesté
No me queda ya
ropa que ponerme

Llegó la nieve. Fue de gran ayuda
el trineo; quedaba atrás su rastro
como si me empujara a la ciudad

y una vez rodeada la primera colina, me encontré
de repente
deshabitada: ya se habían ido.
Hubo algo que casi me enseñaron
y que al irme no había aún aprendido.
...


La muerte de un hijo ahogado

Él, que llegó con éxito tras navegar el río peligroso
de su venida al mundo,
se ha vuelto a ir

a un viaje de descubridor
por este territorio en el que yo he vagado
sin llegar a tocarlo, a hacerlo mío.

Sus pies se resbalaron de la orilla,
y a él se lo llevaron las corrientes;
lo arrastró la crecida entre hielos y árboles

y se ha perdido en un lugar lejano,
la cabeza como una batisfera;
miró con las pequeñas burbujas de sus ojos

como un aventurero temerario
por un paisaje más raro que Urano
que todos conocemos y que algunos recuerdan.

Fue un accidente; se quedó sin aire
y, como un corazón, cayó en el río.
El cuerpo, que era seña

de mis planes y mapas del futuro,
lo sacaron del fondo con ganchos y con palos
entre los troncos que al flotar chocaban.

Era la primavera, el sol aún brillaba
y la hierba incipiente ganaba solidez;
la claridad alumbraba los surcos de las manos.

Estaba fatigada por las olas de aquel largo viaje.
Pisé la tierra firme. Las velas de aquel sueño
se vinieron abajo, destrozadas.

En esta tierra él
es mi bandera.
...


Él es un raro fenómeno biológico

Tienes cáscara, como los huevos y los caracoles

En el jardín estás
por todas partes y lo destruyes,
eres difícil de erradicar

Carroñero, solo comes
carne muerta:

Tu piel es ahora
pura proteína
tersa como gelatina o como
el vientre viscoso de las sanguijuelas

Eres sinuoso y sin huesos
Tu lengua deja cicatrices diminutas
de textura cenicienta como flores enmohecidas

el humo es tu medio; no tienes
clorofila; te extiendes
de un lugar a otro como una enfermedad

como las setas vives en armarios
y solo sales por la noche.

Quieres volver adonde
el cielo habitaba en nosotros

los animales nos atravesaban, nuestras manos
bendecían y mataban de acuerdo a nuestro
criterio, la muerte
hacía borbotear sangre de verdad

Reconozcámoslo, sin embargo: hemos
mejorado, nuestras cabezas flotan
varios centímetros por encima de nuestros cuellos
ancladas a nosotros por
tubos de goma y rellenos de
ingeniosas burbujas,

en nuestros cuerpos
viven billones
de mullidas cifras rosas
que se multiplican y analizan
a sí mismos, perfeccionan
sus propias exigencias, sin causar molestias.

Te quiero por
pedazos y cuando trabajas.

¿Quieres ser analfabeto?
Esta es la forma, acostúmbrate.
...


Durmiendo al sol

Durmiendo al sol
(me ocupas
tan completamente

recorres mi cerebro como química
caliente y oro
fundido, alas extendidas contra
la punta de mis dedos
alcanzan mi corazón y allí
se detienen, hincando tus garras

Si eres un pájaro de qué tipo /
nada que haya visto nunca
en el aire / vuelas
a través de la tierra y el aire arrojando
una sombra roja

La puerta me despierta, es
tu enjoyado ojo viperino
a oscuras cerca del
mío, plumas brillantes de
pelo se ciernen sobre mi frente

...

 

Axioma

Eres un mar.
Tus ojos-
párpados que se curvan sobre el caos

Mis manos
donde te tocan, crean
pequeñas islas inhabitadas

pronto todo tú 
serás tierra: un conocido
suelo, una nación.

...

 

El instante

El instante en que, después de muchos años
de arduo trabajo y un largo viaje
te detienes en el centro de tu habitación,
casa, medio acre, milla cuadrada, isla, país,
consciente al fin de cómo llegaste ahí,
y dices, esto es mío,

es el mismo instante en que los árboles desatan
sus suaves brazos de tu alrededor,
las aves recuperan su lenguaje,
los acantilados se agrietan y colapsan,
el aire se aleja de ti como una ola
y no logras respirar.

No, susurran ellos. No eres dueño de nada.
Eras un visitante, una y otra vez
subiendo la colina, plantando la bandera, proclamando.
Nunca te hemos pertenecido.
Nunca nos encontraste.
Fue siempre al contrario.


Margaret Eleanor Atwood (Ottawa, Canadá) es una poeta, novelista, crítica literaria, profesora y activista política canadiense. Es miembro del organismo de derechos humanos Amnistía Internacional y una de las personas que presiden BirdLife International, en defensa de las aves. Atwood ha escrito novelas de diferentes géneros, ensayos, relatos y libros de poemas.